Hablemos de feminismo, hablemos de ciberactivismo, hablemos de la mujer
Dalia Morquecho
Dalia Morquecho
“Porque la verdadera liberación de la mujer podrá existir sólo en un mundo liberado de la opresión y de la explotación como regla de vida”
Franca Basaglia
Sobre el feminismo generalmente se tienen un sinfín de opiniones: a favor, en contra, neutrales, y hasta indiferentes; sin embargo, antes de establecer algún juicio de valor, sobre qué significa ser o no feminista o utilizar algún adjetivo calificativo peyorativo como “feminazi” y derivados, antes de invisibilizar el movimiento, hay que entender de qué se trata.
De acuerdo con Montero (2006) esta corriente de pensamiento se origina por distintas necesidades de acción sobre conflictos arraigados en la sociedad, determinados por el hecho de nacer hombre o mujer y se conduce hacia la liberación de ésta. Por ejemplo, señala que, si bien el análisis del origen y los resultados de la subordinación de las mujeres dan lugar a muchas teorías y debates, decide partir de esa consideración por la distinción biológica inicial para hablar de cómo se configuran los procesos que otorgan poder a los hombres sobre las mujeres y aquello genera discriminación y desigualdades que se manifiestan en las sociedades, en las culturas, en los sistemas económicos y políticos. Es un conflicto que se encuentra dentro de las características estructurales del actual modelo de organización social.
En el texto “Mujer, Locura y Sociedad”, la autora pone las siguientes reflexiones sobre la mesa: ¿qué somos y qué representamos como mujeres?, ¿de qué manera estuvo estructurada nuestra educación en el marco de la sociedad?, llevándonos a la conclusión de que, de acuerdo con diversos contextos, en las mujeres se presentan y se gestan emociones que tienen que ver con el deber ser y lo que la sociedad espera de nosotras. (Bascaglia, 1983).
Retomo esta cita textualmente, porque enuncia un punto fundamental:
“De acuerdo con lo que nos ha enseñado la historia, el hombre ha actuado como si las leyes de la naturaleza le hubieran dicho que la mujer había nacido para él, para responder a sus necesidades, y que la felicidad para ella consistía en este darse, sin una posibilidad de reciprocidad. Era natural y obvio que así fuera, desde el momento en que el hombre y la cultura que el hombre ha producido han establecido a priori que por naturaleza la mujer renuncia a sí misma, a aquel "yo quiero", "yo soy", prerrogativas del hombre. Mientras, el hombre, cuando se entrega a la mujer (cuando está enamorado de ella y en sus manos), conserva para sí abiertos los espacios sociales donde continúan existiendo su "yo quiero", "yo soy" (Bascaglia, 1983).
Pensé, desde el ámbito político y las políticas: ¿cuál ha sido nuestro papel, como mujeres, en la historia de los pueblos y de las naciones? ¿Cuándo se han implementado políticas públicas se ha pensado en las mujeres? ¿Cuándo hay conflictos políticos, permanecieron estáticas ante las problemáticas? Evidentemente no, pero es cierto que las mujeres fueron relegadas históricamente, bajo la narrativa del patriarcado, en una construcción que, según Gerdar Lernen, (1990) es originaria en desde hace más de 2500 años en la primera forma -conocida- del patriarcado que se formó desde el estado arcaico: la familia, misma que se estructuraba rigurosamente bajo un sistema de reglas, normas y valores. Recordemos, que la unidad más primitiva de organización conocida es la familia (Bascaglia F, 1983).
Si abordamos las relaciones humanas reguladas desde el derecho, en el mundo existen más de cinco sistemas jurídicos: la tradición del sistema neo romanista, (que algunos países de América Latina heredaron por las conquistas, como México o Chile, por ejemplo) el sistema anglosajón (conocido como Common Law) los sistemas que se rigen por la religión, (familia islámica) el sistema jurídico socialista, el sistema jurídico mixto, y algunos derivados de acuerdo con cada nación. Hay que considerar que el derecho es un conjunto de normas que se crean como resultado de los contextos culturales, es decir, que se creó, se gestó, se desarrolló desde la perspectiva del patriarcado, así como nuestros sistemas políticos y económicos. Normas hechas por hombres, para hombres y que es justo la hipótesis que sostengo y en la que me apoyo para describir las tesis centrales de estas autoras.
Por otro lado, no podemos negar que en las sociedades existen reglas no escritas, que se fundamentan, por ejemplo, desde la costumbre, y tienen que ver con ciertos códigos de conducta, estas funciones que nos dice la autora son asociadas al sexo, y la sumatoria de las mismas conforman un sistema. La sexualidad, por ejemplo, fue mercantilizada desde tiempos remotos, desde la forma más rudimentaria de civilización, y, conforme avanzó la historia y se comenzaron a desarrollar actividades primarias, como la agricultura, se fomentó la “cultura del trueque de mujeres” para establecer “relaciones pacíficas” entre los pueblos, y, más adelante se pactarían matrimonios como consolidación de uniones entre los mismos.
El punto es reticente: los hombres siempre han tenido dominio sobre las mujeres, quienes eran vistas como objetos intercambiables para satisfacer las demandas de las familias. Esta crítica que realiza Lernen (1990) es una mirada distinta de cómo se narra la historia tal cual la conocemos y una forma también de repensar en el papel que ha jugado la mujer durante la historia: las mujeres eran compradas, vendidas, sumergidas en la esclavitud, obligadas a satisfacer sexualmente a los hombres y cuyos hijos también eran sometidos bajo un régimen de explotación (Bascaglia, 1983).
Para este momento, entendí la relación entre racismo y sexismo, ya que ambos representan la opresión de las clases sociales. Estas diferencias de clase se encuentran constituidas de acuerdo con las relaciones patriarcales. Es por ello por lo que la clase no es independiente del género, justamente la clase puede entenderse en términos al género.
En el libro “El origen del patriarcado” lo que se consiguió fue realizar este recorrido a lo largo del tiempo en el que se narra cómo era vista, tratada, y percibida la mujer en las civilizaciones; durante mi vida académica se había leído, cuan avanzados fueron los pueblos al consolidar las instituciones que hoy nos rigen, se habla del progreso, de una iluminación, de una racionalidad del pensamiento. En todas las obras que he revisado, al menos, siempre se había abordado, el derecho, la política, como una evidencia de lo que fue, pero con los avances que estas diciplinas mantenían, pero, ahora me hace cuestionar ¿realmente avanzábamos? Si las mujeres siempre se encontraban sujetas a lo que los hombres determinaban, donde la unidad familiar era una forma de control del estado, donde el papel que mantuvo durante siglos era el de cuidadora y educadora, para continuar perpetuando este ordenamiento (Lerner, G. 1990).
¡Y ha funcionado! ¡Y, en parte es por nosotras! Lernen (1990) afirma que este sistema patriarcal lo permite, lo legitimamos muchas veces las mujeres. Cooperamos, para seguir situadas en el mismo lugar. Ella específica, que respaldamos el patriarcado fomentando la narrativa de los géneros, negándonos a conocer nuestra propia historia y a aprender, aceptamos eso incluso al cuestionar o juzgar a otras mujeres sobre cómo conducen su vida, sobre cómo “se dan a respetar” y sobre cómo llevan a cabo su sexualidad, favorecemos la represión, nos discriminamos entre nosotras.
Hemos actuado bajo la sombra del patriarcado, durante milenios. La autora comenta que este patriarcado se asemeja más a una “dominación paternalista” (Lerner, G. 1990) en la que existe un grupo que domina, superior, que visualiza las circunstancias como una jerarquía cuya verticalidad les pertenece, y las mujeres, pertenecemos al grupo subordinado, que no sólo es tratado como inferior, se considera inferior, y que lo avala, permite esa desigualdad.
Por otro lado, en la obra “Caliban y la bruja”, la autora nos comparte cómo ha sido vista la mujer dentro de un sistema capitalista, analiza cómo fue llevada a cabo esa “transición del feudalismo al capitalismo” desde la óptica femenina, el cuerpo y la acumulación primitiva, en el que, si bien retoma algunos conceptos de la teoría marxista se desvía para tomar como punto de partida a la mujer, (¡cosa que le cuestiona rotundamente a Marx!) quién justamente es fundamentada con la relación que existe entre la llamada “casa de brujas” y el trabajo sexual, así como la revalorización del cuerpo, en la que el pensamiento feminista ha roto con lo establecido en todas las diciplinas y fue una reflexión que me está ocurriendo en el sentido de re pensar cómo he aprendido las leyes, cómo se construyeron, dónde estaban las mujeres al momento de consolidar nuestros sistemas políticos, y económicos, donde se cuestiona a hombres que si bien es cierto que el desarrollo de su pensamiento teórico fundamenta las bases epistemológicas de lo que hoy conocemos, también las mujeres que escribieron estas tres obras cuyo argumento central describí durante este trabajo, deben y tienen -tenemos- la oportunidad de reconocer que hemos sido -de forma consciente o inconscientemente- parte del patriarcado. (Federici, S. 2004).
Si bien es cierto que dentro del feminismo existen distintas corrientes, que, a su vez, mantienen principios que pueden converger, también cada una de sus vertientes realizan acciones para acercarse a la agenda mediática y a la agenda pública.
En América Latina colectivos feministas intentan visibilizar la problemática de la violencia de género convocando masivamente a marchas, realizando conversatorios, coloquios, muchas luchan desde su trinchera; desde la academia, la investigación, desde el arte y la cultura, y muchos ámbitos más. Sin embargo, además de impulsar el activismo tradicional, se han encontrado nuevas formas de manifestar inconformidades, denunciar públicamente y generar discusiones, debates no sólo en el espacio público, si no, en la virtualidad, aprovechando los avances tecnológicos y el uso de las redes sociales como un medio para alzar la voz, y exigir justicia en contextos de la desigualdad política, económica y social de la mujer.
Twitter es una red social que ha sido utilizada con el fin de amplificar las demandas de los colectivos feministas, ha funcionado, incluso como una herramienta que conlleva a movilizaciones físicas y se convierte en un fenómeno que traspasa las fronteras de los países. Según Giraldo-Luque, Fernández-García, & Pérez. (2018) Twitter puede entenderse como un espacio de deliberación donde se concentra una muestra significativa del activismo de los movimientos sociales contemporáneos.
Conclusión
Con el uso de Hashtags en Twitter como #Metoo (para denunciar el acoso y abuso sexual) #NiUnaMenos (para exigir justicia por los feminicidios) o #PeligroEnCasa (para denunciar violencia de género en los hogares) -por mencionar algunos- son utilizados como una forma de protesta para generar presión a las autoridades, visibilizar los casos de impunidad e incidir en la agenda pública para influir en la creación de políticas públicas que atiendan uno de los conflictos más graves de América Latina.
El feminismo es un movimiento social, una corriente del pensamiento que se ha transformado a lo largo del tiempo, posee diversas vertientes y en torno a éstas, son las acciones que las feministas pueden llevar a cabo para manifestar las demandas que poseen, debido a la complejidad que implica comprender cada una, es necesario revisar sus orígenes, conocer las propuestas que plantean y el contexto en el que fueron escritas, indagar sobre las circunstancias y los momentos que detonan movilizaciones sociales y las protestas, antes de emitir alguna postura, se debe atravesar por proceso largo de autocrítica y reflexión, donde se tienden a analizar conductas, actitudes y prácticas, a cuestionarnos y los que nos rodean, el uso de redes sociales permite que conozcamos experiencias, expongamos nuestros puntos de vista y conozcamos las ideas de otros; aún queda un largo camino en busca de la igualdad y la liberalización de la mujer.
Referencias Bibliográficas