Asimov, robótica y literatura
Camilo Plazas Vargas
La literatura, en sus campos más variados, se nutre de distintos géneros. Isaac Asimov forma parte de los inolvidables escritores de science fiction, uno de esos géneros híbridos de la literatura: fantasía, ficción y ciencia se hilan en la creación de mundos a veces distópicos o utópicos.
Sus cuentos y novelas son inolvidables en la misma medida que importantes. En Círculo Vicioso (Runaround, 1942), recogido en Yo, robot (1950), formuló por primera vez las tres leyes de la robótica:
Un robot no debe dañar a un ser humano, o por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera ley.
Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o segunda leyes.
El autor tenía conciencia plena de la importancia de estas leyes, ya no solo como un eje fundamental dentro de su narrativa, sino de la contundencia con que impactarían el mundo moderno que se desarrollaba, de hecho afirmó que su contribución para perdurar en el tiempo sería haber formulado estas tres leyes de la robótica y además su famosa novela Saga de la Fundación. En época de Asimov, se hacía evidente la necesidad de establecer reglas de juego entre máquinas y hombres. En su narrativa juega con estas leyes, buscando y resolviendo paradojas entre ellas, no siempre tan evidentes, y explorando la tecnofobia que podrían tener los humanos hacia los robots por miedo a ser reemplazados; lo cierto es que tal cosa nunca sucede, el robot solo desplaza al ser humano dándole inacción en la elaboración de tareas riesgosas que podrían, en algunos casos, significar la muerte. Esto permite buscar creativas soluciones a los problemas que traen los robots, cómo innovarlos, por ejemplo.
Las paradojas o vacíos que se crean entre las leyes, pueden en ocasiones ser solucionados por la acción de otra ley y otras veces es más simple la solución, por ejemplo haciendo un uso preciso del lenguaje. Asimov comprendía que el funcionamiento de las máquinas es complejo y que por ello se hace imperativo saber dar órdenes a los robots haciendo un uso acertado del lenguaje, la ambigüedad sería un caos en la interpretación de los cerebros positrónicos de los robots. Las leyes actúan, entonces, como una barrera de protección y aseguramiento para la ayuda y el beneficio de los humanos.
Su obra literaria se consolidó como un referente teórico y abrió un debate, aún vigente: ¿cómo debe ser el actuar de los robots y cómo debe ser su relación con las personas? Podríamos discutir arduamente si sus tres leyes de la robótica son válidas para el mundo actual, porque las máquinas que hemos sido capaces de elaborar hasta ahora distan bastante del imaginario creado por el escritor. No se le puede exigir a una máquina que no es autónoma en el pensamiento no permitir a un humano sufrir daño o que por inacción deje que lo padezca, la creatividad del escritor estadounidense ―nacido en Rusia ―, es en verdad grande y aún lejana a lo que nos muestra la realidad. ¿Ello les quita valor a sus leyes? Ciertamente no, en sus inicios fue un importante aporte a la robótica, de hecho, el autor tuvo la fortuna de ayudar a explorar un campo nuevo en el avance de la ciencia, dejando que la literatura permee la variedad que posee esta. La science fiction se consagra a la robótica para resolver dilemas imaginables con visión humanística. Se aparta un momento del tecnicismo científico para buscar nuevos caminos, en últimas estos siempre serán los miedos que tendrá
el hombre en el avance tecnológico: el logro de la perfección absoluta en la máquina, y el gran interrogante de si esta nos sometería.
Al mejor estilo de continuidad en los parques, ―el cuento de Cortázar―, la literatura se entremezcla con la realidad, el universo narrativo de un libro creado por un autor se convierte en parte de esa realidad, transgrediendo el papel y pasando a formar un pilar en el desarrollo. En el caso de Isaac Asimov esto se puede ver en la creación de normas de conducta para alivianar la tecnofobia que podría presentar el género humano. Así, con un fundamento teórico ―en el planteamiento de las leyes― y uno literario ―en cuanto a su aplicación y paradojas presentadas en relatos―, ayudó en el avance de la robótica de la época, dando referentes imaginarios para ser desarrollados en la realidad. También contribuyó al mostrar los objetivos (claros hoy día, pero no tanto en época del autor),por los cuales nos serían de utilidad los robots, por ejemplo: la llegada a la luna, la carrera espacial por el universo, la invención de la intercomunicación, la conquista de mundos, la búsqueda de vida orgánica en otro planeta, o la explotación de los recursos en estos; y el cálculo o cómputo de grandísimas operaciones matemáticas para prontos resultados, la fórmula para mantener una economía formidable en cada país, etc., son solo algunos a mencionar.
Esto convierte al autor ruso en uno de lo grandes referentes de literatura de ciencia ficción, el cual lo es también de la robótica, al menos como referencia y estudio de su historia. ¿Qué tan relevantes podrían ser dichas leyes en la actualidad? ¿Qué importancia tendrán en el futuro? Serán preguntas que se responderán con la rapidez con que se dé el avance científico y robótico. En el imaginario popular se seguirá con la idea de los robots como la que dejó Isaac Asimov, y seguramente él como autor seguirá inspirando e influyendo en la cultura y en el desarrollo de la tecnología con las ideas que difundió en su vasta obra que lo enmarca como un clásico literario y un gran divulgador científico. Vendrán acaso otros autores que ayuden con este desarrollo y que empleen la literatura para dejarnos seguir soñando con un mundo robotizado: el sueño se convierte en meta y alcanza la realidad, haciendo lo imaginario palpable.