Según el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, la Amazonía representa el 23,3% del territorio total colombiano y el 42,3% de su parte continental, destacándose por su rica diversidad biológica, étnica y lingüística.
Para los pueblos indígenas de esta región, todos los seres, incluidos los animales, árboles, plantas, ríos y la selva, son considerados "gente". Aunque diferentes a los humanos en apariencia, comparten características sociales y culturales: todos tienen descendencia y parientes, viven en malocas, cultivan sus alimentos, forjan alianzas y realizan bailes. Esta visión interconecta a humanos y no humanos, afectándose mutuamente a través de relaciones que pueden ser de convivencia, hostiles, predatorias o de reciprocidad.
“Hicimos esta exposición cuando el covid-19 estaba llegando a Colombia y se estaba viviendo una crisis desoladora en el departamento del Amazonas y en su capital, Leticia. Con la urgencia de ese momento, quisimos compartir con los visitantes del Museo del Oro lo que para nosotros es una enseñanza de muchos años de trabajo con sabedores indígenas: sus formas de comprender el mundo no deben ser descartadas como “tradicionales”, sino que deben ser valoradas como alternativas para nosotros, como caminos para alcanzar un mundo más justo para todos los seres que lo habitamos”, dicen los curadores de la exposición Héctor García Botero, profesor del programa de Antropología de la Universidad del Rosario y Salima Cure Valdivieso, investigadora independiente radicada en Italia y con una larga trayectoria de trabajo en el Amazonas.
Desde esta perspectiva, las crisis ecológicas reflejan la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno. La deforestación de la selva amazónica, por ejemplo, es vista como una ruptura profunda de la interrelación que garantiza la existencia de todos los seres. Datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible revelan un alarmante incremento del 40% en la deforestación durante el primer trimestre de 2024 en comparación con 2023. La desaparición de árboles trae consigo la extinción de cientos de especies animales que dependen del frágil ecosistema de la selva, y afecta los conocimientos y prácticas indígenas de manejo del bosque.
Científicos de todo el mundo respaldan esta visión, señalando que la deforestación es una de las principales causas de enfermedades como el ébola, zika, chicunguña, SARS y COVID-19, al desplazar a animales portadores de patógenos hacia zonas habitadas por humanos.
Además, el cambio climático impacta desproporcionadamente a quienes han sufrido históricamente el racismo, la exclusión y la discriminación. Los fenómenos climatológicos asociados al calentamiento global amenazan la autonomía alimentaria de los pueblos indígenas y provocan el desplazamiento forzado de sus territorios ancestrales. Para los habitantes de la Amazonía, estas alteraciones son percibidas como desórdenes en los ciclos estacionales de sus calendarios socioecológicos, reflejando un estado de enfermedad y desorden social que impide la correcta gestión del mundo.
Los conocimientos indígenas son esenciales para definir políticas de adaptación y mitigación de las crisis ambientales y ecológicas, estableciendo el respeto como principio fundamental en la relación de los humanos con su entorno para el cuidado de la vida y la renovación del mundo.