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Descubriendo a Charlotte Salomon

Ismael Iriarte Ramírez

Descubriendo a Charlotte Salomon

Esta frase del laureado cineasta polaco de origen judío Billy Wilder, además de resultar lapidaria, resume con gran precisión el dispar destino que enfrentaron cientos de miles de judíos en Europa, frente al ascenso del nacional socialismo y los hechos que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial, que vino a representar la claudicación final de la razón frente a la violencia. La sentencia funciona también como uno de tantos puntos de anclaje histórico empleados por el autor francés David Foenkinos para reconstruir, en su obra Charlotte, la vida de Charlotte Salomon integrante de una las infortunadas familias de “optimistas” que permanecieron en Alemania.

Charlotte aprendió a leer su nombre en una tumba.

Uno de los aspectos que más llama la atención al aproximarse a la historia de la artista alemana es su permanente proximidad con la muerte, circunstancia a la que parecía estar predestinada, incluso antes de nacer, pues su nombre fue heredado por su tía, cuyo suicidio pesaba como un lastre sobre la familia. Sin embargo, puede decirse que ya a los nueve años fue consciente por primera vez de lo definitivo que resultaba morir, cuando Franzisca, su madre, se quitó la vida, después de haber sido asechada y alcanzada por la misma tendencia autodestructiva de su hermana mayor.

Charlotte es ahora una joven de 16 años.
Formal; tiene calificaciones brillantes.
A veces, hay a quien le parece misteriosa.
Su madrastra opina que es, sobre todo, descarada. 
 
Pocos aspectos de la breve existencia de Charlotte podrían considerarse ordinarios. Hija de un cirujano y una enfermera, mostró desde muy joven una gran sensibilidad frente al arte, que probablemente encuentra su origen en la influencia de su madrastra Paula, una reconocida cantante lírica. Aún en medio de la persecución antisemita, su precoz talento en la pintura la llevó a ingresar a la Academia de Bellas Artes, donde no tardó en destacarse. A partir de esa época su obra se convirtió en una forma de escape, su única herramienta para enfrentar la adversidad que se cernía sobre ella y su familia.

Creía que tendría miedo y es todo lo contrario.
Nota que le crece la audacia en proporción al deseo.
Él articula: Charlotte.

Varias veces
A ella le gusta su nombre en su boca.
Charlotte, una vez más.

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El recorrido de Foenkinos aborda también el descubrimiento del amor y la pasión, no necesariamente en ese orden y no exento del peligro, la ira y la frustración. Alfred, profesor de música de su madrastra, profesó la misma obsesión de Charlotte por el arte, esto los llevó a ambos a vivir una corta, pero intensa relación en la que a pesar del miedo todavía había esperanza. Por su parte Alexander, el otro hombre de su vida y padre del hijo que llevaba en el vientre al llegar el final, compartió con ella los últimos días y una entrega febril, marcada por el exilio, las deportaciones y un cerco que se cerraba cada vez más sobre ellos.

Algunos dibujos son más bien apuntes.
No pinta, corre.
Ese frenesí de la segunda mitad de la obra resulta abrumador.
Una creación al borde del precipicio.
Recluida, más flaca y muerta de miedo, Charlotte se olvida de sí y se extravía.
Hasta el final.
 
Los últimos meses de Charlotte transcurrieron de forma vertiginosa, como destellos de luz frente a una cámara. Este periodo estuvo marcado por la certidumbre de la inminencia de su propia muerte y el miedo a no poder concluir y preservar su producción artística como su legado y testimonio. Luego, recreado por Foenkinos con una benévola niebla, el final, confuso, silencioso, anónimo, indigno. En ese contexto vio la luz su colección ¿Vida? o ¿Teatro? en la que a través de más de 700 piezas se funden la pintura, la literatura y el teatro, las cuales se conservan hasta nuestros días.

La lectura de Charlotte, una sobrecogedora novela escrita en verso, da cuenta de una cuidadosa búsqueda y una profunda conexión con el espíritu de su legado, más que de un trabajo periodístico o historiográfico. Esta obra nos permite abordar la vida de esta admirada artista no desde los acontecimientos, sino a través de la recreación de los sentimientos, de la intimidad y la cotidianidad además de la magia que aún se percibe en los lugares que habitó. Una vez más David Foenkinos, escritor, dramaturgo, cineasta y músico francés, revalida el éxito obtenido con títulos como Le delicadeza, que lo han convertido en uno de los autores más notables de la última década.

Referencias
Foenkinos, David. Charlotte. Alfaguara. 2015.
Foenkinos, David. La delicadeza. Booket. 2011.