Tríptico de la Guerra
Germán López Ardila
I – Colombia/La madre
Yo soy la víctima sin nombre, sin rostro, sin miembros,
Que ni agitándose como bandera al viento
Consigue recuperar la palabra que lo identifica.
Soy el que se fue para nunca volver,
O mejor, el que se fue sin cambiar de lugar.
Soy la montaña triste, el valle vacío y la playa de noche,
Todos testigos del horror que consume todo.
Soy la voz callada del indio que llena las copas de los árboles,
Soy la libertad cimarrona que crea a los verdaderos hombres.
Soy el escenario paciente de la guerra,
Que se arrastra en su carruaje de serpientes
Por los ríos, las trochas y las enramadas.
Soy el nombre pintado de sangre en tu atlas de geografía.
II – La tierra/El pueblo
Me preguntan en la plaza si te he visto,
¡Claro que te visto, pobre hijo de mi vientre,
Pobre flor de hambre nacida en el paraíso!
Mientras allá en el cielo, se debate la lluvia con el trueno,
Y acá en la tierra luchan el zurdo y el diestro,
- ¿O el rojo y el azul?, no lo recuerdo-,
Tú te escondes entre la maleza, pequeño y hermoso como te hice,
Lleno de calor en el pecho y sudor en la frente.
Todo lo que tengo es tuyo para que lo tomes,
Todo lo que me falta es tuyo para que lo hagas nacer.
Hoy, como hace siglos, te han obligado a volver al camino,
A buscar donde edificar tu casa de guadua,
La maloka que te prometí cuando naciste.
Pero ya verás, cada día que pasa se va extinguiendo este infierno,
Y de la sal de tus lágrimas nacerán el maíz más alto y la canción más hermosa.
Toda mi tierra es tuya y toda mi carne;
Las promesas secretas que te hicieron se van a cumplir,
Si se han de cumplir…
Cuentas contigo ¿por qué te habrías de preocupar?
III - La guerra
Nunca he entendido tan bien todas estas cosas,
Especialmente por qué la riqueza trae pobreza,
Por qué el infierno está lleno de buenas intenciones,
Y por qué en la paz se cría la guerra.
Pero un día, de un golpe, se anochecen en las caras tantas pequeñas certezas
Y las ganas de vivir en este mundo sin una estúpida razón.
Todo camina, corre y vuela,
Y nadie ni nada se detiene a pensar,
Y nadie ni nada se detiene por ti.
El mundo es redondo y gira por su propio peso,
Y aunque abril sigue siendo abril,
La lluvia no es la misma y empapa los corazones de brea negra,
Veneno de muerte sin resurrección.
Y así comenzaron las guerras, todas bajo banderas hermanas,
Se estremeció la tierra negra y la piel de los pueblos,
Sin tregua llovieron las armas y volvió la horrible noche.
Se construyó un país sobre los campos blancos de huesos.
Cómo un castillo de naipes,
Cayó con el primer soplo,
Aplastándolos a todos,
La guerra.