Nuestra Señora De París
Camilo Plazas Vargas
La catedral de Notre-Dame en París es muy famosa. Fue animada de manera impecable por Disney en “El jorobado de Notre-Dame”.
Esta es la adaptación del libro “Nuestra señora de París” de Victor Hugo. En 1830 cuando su autor lo escribía, se inspiró en un vocablo en latín que vio en la resquebrajada catedral de entonces. Hugo visitaba la catedral y en algún lugar oscuro de entre sus paredes encontró grabada a pulso la palabra: ANAΓKH, que deriva del griego y significa «fatalidad», en la que basaría su libro.
Su curiosidad era grande y le preocupaba saber acaso qué tormento podría haber tenido la persona que la inscribió sobre la pared y hasta entonces se había mantenido como una marca de Caín. La palabra era posible aplicarla a la iglesia, pues esta y el estilo gótico al que pertenecía eran muy mal valorados por sus coetáneos. Sufría pues la catedral la desgracia del siglo.
Cuando un editor le encargó una novela, Hugo motivado por demostrar lo importante del arte gótico y especialmente de la arquitectura gótica, que por la época se incentivaba a derribar, escribió la novela. Sabemos que después de la publicación del libro, y gracias a su popularidad, la iglesia fue restaurada, tardando quince años, por Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX, restauraciones que perduran hasta hoy. Se hizo presente la necesidad de preservar el patrimonio arquitectónico, percatandose de que una iglesia cuya construcción duró 182 años es invaluable, removiendo la fatalidad de esta.
Los personajes giran alrededor de ese destino que enmarca la palabra. En un escenario tan elocuente como la imponente Notre-Dame, Victor Hugo describe la figura tallada de los reyes de Francia, el puente, sus dos torres, el imponente pórtico que la resguarda, las campanas y como el jorobado las toca, subiéndose en ellas, moviéndolas de lado a lado y disfrutándolas porque son sus amigas. No da tregua a la imaginación, el libro es tan minucioso como lo es la misma catedral.
Hugo menciona cómo en la arquitectura una mirada, un gesto o la inclinación mínima de una figura tallada podría significar cosas distintas. Luego la compara con la la literatura y la eleva a su nivel. Hacer arquitectura es entonces igual a hacer literatura, la construcción del lenguaje es semejante a la construcción de los portentosos muros, y se subliman cuando están bien logrados. Expone el temor de que un arte matara al otro. Cuando a manos de Johannes Gutenberg se inventó la imprenta a finales de la Edad Media, almacenar conocimientos se hizo más práctico con el libro papel que con antiguo libro de piedra—es decir, la catedral—que desvanece su mensaje en el tiempo.
Uno de sus personajes sufre y medita este cambio: creía ver reemplazada la arquitectura por la escritura. La primera había sido hasta entonces, en palabras del autor: “el gran libro de la humanidad, la expresión universal del hombre en sus diferentes estados de desarrollo”, donde los vocablos más potentes como el verbo se hacían roca en monumentos con una cohesión absoluta que se mantendrán subyugados a la tierra, mientras que la literatura se hace libertad, como un ave que se eleva imperecedera.
Una vez se consolidó la imprenta las arte se emanciparon de la arquitectura, y con ellas el pensamiento: “La escultura se hace estatuaria, la imaginería se convierte en pintura, y el canon en música” dice Victor Hugo. En consecuencia la imprenta es la más grande revolución artística, que lideró un cambio en la difusión y preservación del conocimiento así como de la forma de ver y entender el arte.
Nuestra señora de París se constituye como el Notre-Dame de la literatura, deja ver con impuluta verdad los razonamientos de Victor Hugo. Lo que el francés escribió tiene el propósito de dar cuenta de que la literatura, y en general la imprenta, sí es el medio perfecto para que el conocimiento perdure, que además permite que pensamientos e ideas fluyan y floten en las personas, cual ave que se eleva.
Y es que si el libro no fuera testimonio de lo que cuenta el autor, seguramente parecería inverosímil que nos dijera cómo la literatura desplazó a la arquitectura, sin tener él una capacidad audaz para demostrarlo; en últimas ese libro podría ser en considerables proporciones un libro ensayo, que posee unas tesis bien marcadas y expuestas, diciéndolo en un sentido amplio y no como que el ensayo es el cementerio de la narración. En estos tiempos parece que el libro y la imprenta se ven desplazados por los medios tecnológicos, lo cierto es que estos son solo herramientas de las que se vale la literatura para vale difundirse, en otras palabras, es una extensión más de la literatura, y por ello para el arte.