La religión de Casimiro Eiger
Paulo Córdoba
Resulta interesante saber que un personaje como Casimiro Eiger es tan recordado por buena parte de los estudiosos de la historia colombiana.
Sobre todo porque se trata de un extranjero, de un polaco o polonés, como preferían los oriundos de Polonia que les llamaran en los años cuarenta, con el fin de distinguirse de los vendedores ambulantes provenientes de Europa central u Oriente próximo a los que se les llamaba comúnmente “polacos” en Colombia (Piotrowski 2009, p. 48).
Los elogios a Eiger provienen de tan variados e importantes personajes de la historia nacional, que resultaría improcedente intentar trazar un listado en tan escasas páginas. Sin embargo, llama considerablemente la atención el testimonio del escritor y poeta Álvaro Mutis, quien solía decir que Eiger representaba para él “una mezcla entrañable de padre, de hermano mayor, de maestro riguroso pero lleno de cariño” (1995, p. 23). En una entrevista que le concedió a Enrique Serrano en 1998, en su casa ubicada en México D.F., Mutis recordó lo importante que fue Eiger para su vida como escritor, que era su vida misma: “Yo no puedo entender la muerte de Casimiro, me hace una falta inmensa, y escribir para mí sin Casimiro es una empresa dolorosa” (1998, p. 13). Pero ¿quién era este influyente extranjero llegado a Colombia a mediados del siglo pasado? ¿Cuál era su forma de pensar? Y ¿cómo se desenvolvía dentro del estilo de vida impuesto por la sociedad colombiana?
El polonés Kazimierz Eiger –o Casimiro Eiger, como se le conoció desde su llegada a Colombia– fue un católico converso que, como todo buen converso, profesaba su religión de manera mucho más asidua que los mismos católicos “de nacimiento”. De origen judío, Eiger se convirtió al cristianismo católico en el contexto polaco de principios del siglo XX, donde el anti-semitismo a ultranza, proveniente desde la Alemania Nazi, se infiltraba lenta pero asiduamente. Sin embargo, su conversión, más que responder a un instinto básico de supervivencia, estaba fundada en un profundo aprecio por la religión que guiaba gran parte de la cosmovisión de su país (Sońta-Jaroszewicz 2017, p. 293). ¿Qué consecuencias pudo traer consigo esta conversión para el pensamiento de este personaje tan recordado en el territorio colombiano?
En Colombia se recuerda a Eiger como un “buen católico”, esto es, como un católico practicante que no temía presentarse como tal, ni temía dar cuenta de la religión en la cual se formó voluntariamente (Sońta-Jaroszewicz 2017, p. 303). Esta forma de ser de Eiger, guiada por el fervor religioso que hasta el día de hoy caracteriza a casi toda la sociedad polaca, parece haber determinado ampliamente muchas de sus ideas, incluyendo tanto las de corte político como las de corte artístico.
En torno a sus ideas políticas, resulta llamativo el hecho de que Eiger se empecinara tanto en dar a conocer, en suelo colombiano, las atrocidades que ocurrían en la Polonia que se ocultaba tras la Cortina de Hierro instaurada por la invasión rusa de 1939. Entre los múltiples textos publicados en periódicos como La Razón, de Bogotá, destaca uno que se titula La liquidación de una Iglesia, donde el polonés “analizaba las pérdidas que sufrió el catolicismo por culpa de la anexión de la mitad de Polonia hecha por Rusia a lo largo de la línea Curzon” (Sońta-Jaroszewicz 2017, p. 300). Este esfuerzo analítico no extraña en absoluto, teniendo en cuenta que en la Polonia de Eiger –que no es muy distinta de la Polonia de nuestros días– el apego a la religión constituía la única fuente de esperanza y de resistencia contra cualquier cosa, sobre todo contra el régimen político instaurado por la Rusia de Stalin en ese entonces.
De hecho, en torno a este tema, resultan interesantes las reflexiones del historiador norteamericano, Robert Darnton, quien realizó un viaje en los años ochenta a la Polonia invadida por los soviéticos, con la finalidad de hacer una investigación periodística sobre la situación en la que se encontraba el país de Eiger. En ese momento, lo primero que pudo observar Darnton, mientras se hallaba en territorio polonés, fue que
El fervor del catolicismo en Polonia funciona[ba] como una repulsa contra el régimen. Como sucedía durante el siglo XIX, cuando la Iglesia representaba casi todo lo que quedaba de la cultura nacional, el catolicismo polaco expresa[ba] una mentalidad de partición, un cambio de lealtades del estado a la iglesia (2010, p. 48).
En este sentido, se puede entender que el ideal religioso tuviera tanta importancia para los polacos que se encontraban en el exilio durante la época de la Cortina de Hierro. Y Eiger no era ninguna excepción. Las misas que celebró cada 3 de mayo en Colombia mientras estuvo vivo, para conmemorar la Constitución Polaca de 1791 (primera constitución de Europa y segunda del mundo después de la de Estados Unidos), fueron unas entre otras muestras de lo mucho que impactaron en el pensamiento político de Eiger aquellas ideas católicas que guiaban a la Polonia de su tiempo (Sońta-Jaroszewicz 2017, p. 293). No obstante, tales ideas no se limitaron a impactar solamente las ideas políticas de este renombrado polonés de la historia colombiana.
Sin duda alguna el pensamiento estético de Eiger se vio también profundamente influenciado por la religión a la cual se adscribía por voluntad propia. Sin embargo, a diferencia de lo relativamente fácil que puede resultar caracterizar la influencia del catolicismo en el pensamiento político de Eiger; en lo que respecta a su pensamiento estético las dificultades no se hacen esperar. Esta es la razón por la cual no bastaría con señalar que, en su texto «Sobre el arte religioso», de 1954, se puede evidenciar una afanosa inclinación de Eiger hacia un cierto “principio místico” que debería guiar todo arte que apunte a enaltecer la creación divina del mundo; es necesario profundizar en esto explorando inclusive un poco la doctrina cristiano-católica para desenterrar las raíces de esta tesis.
En «Sobre el arte religioso», que en realidad es la transcripción de uno de los muchos programas de radio presentados por Eiger a mediados del siglo pasado, el tema central es la revalorización de este y su readmisión en los templos sagrados. En torno a ello, lo primero que destaca el polonés es el hecho de que, durante siglos, arte y devoción eran dos cosas inseparables, puesto que la gloria divina se manifestaba en la belleza representada por los artistas (Eiger 1995, p. 352).
Pero los artistas a los que se refiere Eiger son un conjunto bastante limitado de personas, a las cuales lo divino inspiraba si lograban alcanzaban una etapa de auto-olvido y auto-sacrificio que abría paso a la pequeñez, una suerte de requerimiento básico para poder crear arte religioso, arte sagrado y digno de devoción. Según Eiger, hubo muchos artistas capacitados para la creación de obras de carácter religioso hasta una época específica: el Renacimiento. En ese momento todo se empezó a derrumbar (1995, p. 353).
Durante el Renacimiento se empezaron a separar el arte y la iglesia. Por más que se siguieran llenando los templos con obras artísticas creadas a partir del principio de pequeñez ante lo divino y misterioso, se infiltraban en muchas obras de templo el ingenio y el orgullo de los artistas. Fueron ese ingenio y ese orgullo los elementos que vinieron a reemplazar la pequeñez como motor de la creación artístico-religiosa y, por tanto, fueron también esos elementos los que –a juicio de Eiger (1995, 354)– promovieron la decadencia del arte religioso después del Renacimiento.
Posteriormente algo más contribuyó a la supuesta decadencia del arte sagrado a la cual se refiere Eiger: la replicación masiva de las obras originales, únicas e imponentes. Pero luchar contra este fenómeno de profanación del arte religioso parece mucho más fácil que imaginar aquello que se debería hacer para enfrentar el ingenio y el orgullo de los artistas. Esa fue la razón por la cual Eiger señaló que era preciso tener en cuenta que “[r]integrar las obras originales de los artistas a las iglesias, reinstalar como objetos de culto o de contemplación religiosa los trabajos de una inspiración real aunque desigual en ocasiones, es el problema de nuestro tiempo” (1995, p. 357). En realidad todo el problema al cual él se refiere está en su idea de “inspiración real” y, por tanto, en este punto es donde el análisis de su pensamiento estético empieza a exigir considerables esfuerzos.
La inspiración real que conlleva a la creación de obras artísticas de carácter religioso, según Eiger, y como ya se mencionó con antelación, es una inspiración basada en la eliminación de cualquier intento por ponderar la supremacía de la individualidad del artista. La “pequeñez”, tal y como la entiende Eiger, se mueve en el marco de la devoción religiosa propia del cristianismo, es decir, en el marco del sobrecogimiento al cual se llega únicamente a través del reconocimiento de la fuerza misteriosa que caracteriza lo divino.
No obstante, como bien lo decía una frase que Sir Arthur Conan Doyle puso en boca de su reconocido personaje detectivesco, Sherlock Holmes, aunque en un sentido completamente distinto al que me interesa abordar aquí, “es un error confundir extrañeza con misterio” (2007, p. 52. Traducción Libre del Autor).
Como misterioso, en el campo de la teología, el estudio de la religiones y la filosofía de la religión, se suele caracterizar la “experiencia numinosa” que surge en el encuentro con aquello que Rudolf Otto solía denominar como lo “totalmente Otro”, esto es, con aquello cuya heterogeneidad se descubre y describe como un Mysterium tremendum, puesto que si bien lo domina todo, permanece incomprensible e inaccesible (Otto [Lo Santo] 37-43. Citado en: Gómez Rincón 2015, pp. 9-10). Se trata del encuentro con un Otro con rasgos impersonales que mueve hacia el respeto temeroso, hacia la sumisión y la alabanza; no del encuentro con un otro al que podemos intentar comprender aún con cierto grado de dificultad mediante la superación de su extrañeza, ello presupondría al menos algunas cosas compartidas que lo misterioso no parece tener en relación con el ser humano.
Ciertamente, la experiencia numinosa, en el sentido en que fue formulada por Otto, describe muy bien la idea de divinidad que guía al cristianismo católico al cual se adscribía Eiger. Por eso es que la “pequeñez”, entendida como búsqueda de humildad ante lo totalmente Otro, constituye –al modo de ver del polonés– el único camino para alcanzar la inspiración. Y por inspiración se debe entender, entonces, siguiendo la doctrina cristiana de la revelación, el alcance de una verdad divina que es proclive a ser representada a la manera de obra artística: después de todo dicha verdad solo puede ser “revelada a los [más] pequeños” (Mateo 11:25. Citado en: Gómez Rincón 2015, p. 3).
Este pequeño abordaje de la influencia de la religión en el pensamiento de Kazimierz Eiger, es una muestra de lo difícil que puede resultar comprender el trasfondo epistemológico de un intelectual tan completo en términos de erudición. Eiger parece haber sido muy influyente en el contexto colombiano porque representa todo lo que una buena parte de la sociedad polaca es: una comunidad que se preocupa el conocimiento en general, sin que ello signifique necesariamente desligarse de las creencias religiosas básicas que guían y que han guiado la cosmovisión de su país por siglos.
Esto último parece reforzar la tesis que sustenta todos los estudios sobre lo religioso entendido en sentido general: la religión muchas veces no solo debe ser estudiada porque dice cosas sobre alguien o sobre algo; sino porque es un aspecto mucho más integral que otros aspectos de la vida, en tanto que la mayoría de las veces suele condensarlos en sí misma, en la religión. Para el caso de Eiger, esta tesis es una verdad “de a puño”.
Bibliografía
Darnton, Robert. «Dejen que Polonia sea Polonia.» En El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural, 39-49. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010.
Eiger, Casimiro. «Sobre el arte religioso (1954).» En Crónicas de arte colombiano (1946-1963), 352-357. Bogotá: Banco de la República, 1995.
Gómez Rincón, Carlos Miguel. «Experiencia mística, lenguaje y conocimiento.» En Misticismo y Filosofía, de Ángela Uribe Botero y Carlos Miguel Gómez Rincón, 9-30. Bogotá: Universidad del Rosario, 2015.
Gómez Rincón, Carlos Miguel. «Introducción.» En Misticismo y Filosofía, 1-5. Bogotá: Universidad del Rosario, 2015.
Mutis, Álvaro, entrevista de Enrique Serrano. Álvaro Mutis, desde el jardín (26 de Febrero de 1998). En Revista Nova Et Vetera, 6-19. Vol. 91. No. 579. Enero-Marzo de 1998.
Mutis, Álvaro. «Casimiro Eiger y El Húsar.» En Crónicas de arte colombiano (1946-1963), de Casimiro Eiger, 23-24. Bogotá: Banco de la República, 1995.
Piotrowski, Bogdan. «De la comunidad polaca en Colombia.» En Relaciones entre Colombia y Polonia. Pasado y presente, de Teresa Sońta-Jaroszewicz (Ed.), 41-64. Warzawa: CESLA, 2009.
Sir. Arthur Conan Doyle. «A Study in Scarlet.» En The Complete Stories of Sherlock Holmes, 13-93. London: Wordsworth Library Collection, 2007.
Sońta-Jaroszewicz, Teresa. «Religión y política en la vida y en los textos de Casimiro Eiger, un polaco de origen judío, crítico de arte colombiano.» En Política y Religión en América Latina, de Katarzyna Krzywika y Renata Siuda-Ambroziak (Eds.), 289-312. Lublin: Uniwersytet Marii Curie-Skłodowskiej, 2017.