La oculta: el nuevo reto de Abad
Nathaly Camargo Wilches
Cuando se piensa en grandes escritores colombianos en los últimos tiempos, vienen a la mente nombres como Gabriel García Márquez, Fernando Vallejo o William Ospina. Sin embargo, junto a la lista de grandes nombres aparece como fuerte contendiente un autor que ha venido acrecentado su popularidad a la par con su talento: Héctor Abad Faciolince, quien desde sus inicios como columnista y periodista en El Espectador ganaba respeto y afición como escritor que disfruta de una lectura objetiva, centrada y, de cierta forma, panorámica de la vida en Colombia.
Así, hace algunos años, como un respiro diferencial entre la narrativa tradicional, apareció Abad con una novela que conmovió a los lectores y ganó alabanzas de la crítica nacional y extranjera. El olvido que seremos, una novela limpia, llena de recuerdos frescos y lenguaje matizado y asequible, presenta la historia de la relación del autor con su padre, la influencia de este último en su vida y como, a pesar de los grandes esfuerzos de uno y otro por alcanzar la justicia y la felicidad, no solo entre sí, sino en la sociedad colombiana, terminan enfrentándose a un destino menos utópico con el asesinato del padre de Abad, como consecuencia de su defensa de los Derechos Humanos.
Ahora, tras el éxito de El olvido que seremos, publicado en 2006, Héctor Abad vuelve con una novela llena de drama y suspenso, titulada La oculta. Como en su obra máxima, donde narra con dolor los recuerdos de la vida y muerte de su padre a manos de la violencia auspiciada por guerrilleros y paramilitares, en La oculta nuevamente el conflicto armado es protagonista como escenario en desarrollo de las situaciones que plantea el autor. Según él, algunas se presentan como recuerdos que tiene de su infancia y de su vida en Medellín, y otras son simplemente producto de su imaginación. Con el pasar de los años, cada vez se ha vuelto más difícil diferenciar lo realmente vivido de lo imaginado.
Es así como, a lo largo de ocho años de silencio, Abad ha escrito novelas inconclusas, desechadas por su propia insatisfacción ante ellas, ha viajado por el mundo buscando inspiración e incluso pasó varias semanas en un refugio de escritores en la Toscana, intentando clarificar la mente o confundirla aún más, para poder concluir la que podría ser su siguiente gran novela.
Sin embargo, sabe que no será un trabajo sencillo; pues dejó el listón bastante alto desde la novela, sin querer llamarla autobiográfica pues convierte a su padre en protagonista más que a él mismo. Su relato testimonial de El olvido que seremos se convirtió en la obra narrativa más leída en Colombia en los últimos tiempos, tal vez por la proximidad con que se aborda la realidad en el conflicto y lo inevitable que resulta identificarse con esa sociedad llena de injusticia, pobreza y violencia; pero que de una u otra manera termina sobrellevando familiarmente, no solo esas desgracias, sino sucumbiendo ante la confianza, la fraternidad y el amor que Abad relata en torno a la relación con su padre.
Aun cuando podría pensarse que La oculta, historia que gira en torno a una familia antioqueña asentada en una finca de Jericó, plasmando en sus páginas la idiosincrasia y las costumbres colombianas, está narrada de forma similar y casi personal, conforme a las vivencias del autor en las montañas antioqueñas, él mismo ha manifestado que, a pesar de haber utilizado recuerdos de su infancia sobre un lugar real como la Finca “La Inés”, que perteneció a sus bisabuelos, prefirió dejar de escribir desde su propia perspectiva de las cosas y contar la historia desde las perspectivas diferentes de tres personas.
Así desarrolla una estructura literaria completamente diferente a la que tiene acostumbrados a sus lectores, proponiendo la narrativa desde tres personajes: Eva, Pilar y Antonio. Tres hermanos que describen la hacienda “La Oculta”, cada uno desde una perspectiva diferente, bien sea viviendo en esa tierra, anhelándola desde el exterior o rechazando la idea de volver a ella. Se crea así un ambiente objetivo y externo, dándole la oportunidad al lector de desapegarse de la lectura íntima de Héctor Abad como un personaje más del libro y vinculándose con nuevas historias y vivencias.
Otra de las diferencias en la redacción de la novela se presenta en que, además de los tres personajes principales, de las demás personas relacionadas con ellos y las circunstancias que los enfrentan y desarrollan, si hubiera que establecer un único protagonista y quien a ojos del autor es el llamado a robarse la atención de la obra, no se trataría de una persona sino de un lugar. Así es: la verdadera protagonista de La Oculta es la tierra, el arraigo. Allí donde se desenvuelven los personajes y que al momento de construir la historia es ese cielo, esas montañas, esos lagos que rodean la finca, los que hacen que la historia sea como es y no una diferente, esas descripciones del paisaje que pueden conectar al lector, especialmente a los colombianos, y si regionalizamos a los antioqueños, con un lugar en su memoria en el que han estado, les gustaría estar, o les gustaría tener. En palabras de Abad: “Muchos antioqueños de todas las capas sociales tenemos un paisaje, una tierra en la cabeza. Por eso creo que muchos podrán sentir como propia esta novela que al hablar de una finca y de un pueblo, habla de muchas fincas y de muchos pueblos”[1].
La Oculta fue lanzada oficialmente el pasado 19 de noviembre en el auditorio del Museo Nacional, en la ciudad de Bogotá. Pero aunque la capital fue la primera ciudad en conocerla, no es la única en la que Héctor Abad ha decidido presentar su última obra, pues también obran en el itinerario el Valle de Aburrá el 27 y el suroeste antioqueño, cerrando el mes el 29.
Por lo demás, La Oculta, evocando desde su nombre secretos, rezagos y misterios por descubrir desde la tierra y sus personajes, es ahora una obra en manos de los lectores avezados y aficionados. Si bien no es adecuado exigir de un autor que se supere literariamente con cada obra, la espera que ahora ha terminado solo habrá valido la pena en la medida en que la novela se acoja, se aprecie y se apropie, como alguna vez fue apropiada, vivida y sentida la lectura de El olvido que seremos.
Pero aun cuando esta nueva novela pueda o no, a ojos del lector, ser tan conmovedora o personal como la anterior, ha de reconocerse desde el principio que, con cada entrega de Héctor Abad Faciolince, se alude a realidades conocidas y situaciones complejas reflejadas en la cotidianidad de una ciudad, un país e incluso pequeñas circunstancias que sacuden la memoria y evocan esos recuerdos de haber estado allí, de haber sido parte de esa historia, de esa sociedad, de esa coincidencia, aunque sea por un instante, y eso ineludiblemente asegura siempre una historia contundente y enriquecedora o, por lo menos, apropiable.