Lo que bien comienza…
Ismael Iriarte Ramírez
Durante la mayor parte de mi vida he sido un ávido consumidor de literatura de diferentes estilos y talantes.
Como la mayoría de las personas acudo a los libros en busca de conocimiento, entretenimiento, compañía e incluso iluminación. Sin embargo, en otras ocasiones lo hago simplemente por el placer de admirar la maestría de sus autores y los detalles únicos e irrepetibles que les dan vida a sus obras.
El arte de comenzar constituye sin dudas uno de los elementos que marcan el estilo de un autor y contribuyen a que una novela sea digna de recordar con el paso del tiempo ¿Pero que hace que una frase inicial sea memorable? No solo se trata de la habilidad narrativa, de la capacidad disruptiva, o la contundencia para captar la atención del lector, sino también de la valentía de formular una promesa que deberá ser cumplida a lo largo de la historia.
Los ejemplos de lo anterior están a la orden del día en la literatura contemporánea, prolífica en frases iniciales notables, algunas de las cuales presentaré en esta muy personal selección, que como la mayoría de las listas está motivada por criterios subjetivos e incluso arbitrarios.
Una declaración de principios
Todos los rasgos de la novela disruptiva y de ciencia ficción pueden evidenciarse en las primeras 70 palabras de Fahrehneit 451, de Ray Bradbury, en las que el lector se hace una buena idea del panorama inquietante y desolador que la humanidad deberá enfrentar en el futuro no tan lejano que de forma recurrente plasmaba en su obra el autor estadounidense. Esta especie de manifiesto le da herramientas a quien se enfrente a la historia para tomar la decisión de quedarse hasta el final, aunque este no parezca muy optimista.
Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia.
¿Principio y final?
Tras leer las memorables primeras líneas de El túnel de Ernesto Sábato o El extranjero de Albert Camus es inevitable enfrentarse a la sensación de vacío que deja un final inesperado, sobre el que ya queda poco por decir. Sin embargo, estos comienzos son la invitación perfecta para adentrarse en una trama en la que cobran más que nunca importancia, los detalles de los acontecimientos, así como los laberintos interiores de sus personajes.
El túnel
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
El extranjero
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
Sí, te hablo a ti
El recurso de emplear alusiones más o menos directas al lector no resulta único, ni mucho menos innovador, sin embargo, esta fórmula aplicada en Si una noche de invierno un viajero del recordado Italo Calvino, merece una mención en este listado, no solo por la notable provocación inicial, sino por su capacidad de ser consistente con este diálogo a lo largo de la novela.
Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: «¡No, no quiero ver la televisión!» Alza la voz, si no te oyen: «¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!» Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: “¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!” O no lo digas si no quieres; esperemos que te dejen en paz.
La honestidad como principio
Esta parece ser la consigna de varios de los narradores en las obras de William Somerset Maughan, uno de los autores más relevantes del siglo pasado. Esta aparente honestidad, o si se quiere modestia, constituye una manera velada de presentar la apatía de sus personajes frente a la miseria humana, lo que queda en evidencia en El filo de la navaja.
Nunca he comenzado una novela con tanto recelo. La llamo novela porque no sé qué otro nombre darle. Su valor anecdótico es escaso y no acaba ni en muerte ni en boda.
Una invitación imposible de rehusar
La contribución de Me llamo rojo al reconocimiento mundial alcanzado por el autor turco Orhan Pamuk es innegable, como también lo es lo contundente que resulta la primera frase de esta obra, en la que además de una atractiva invitación a sumergirse en la historia se destacan otros recursos como la presencia de varios narradores y la plena conciencia de estos, de formar parte de un libro.
Encuentra al hombre que me asesinó y te contaré detalladamente lo que hay en la otra vida.
Genio y figura
Pomposo, ininteligible, casi barroco, pero imprescindible como la obra misma, así resulta la primera frase de El nombre de la rosa, magnífica novela de Umberto Eco, con la que cierro esta lista. La trama nos lleva a sumergirnos en las más bajas pasiones humanas, no solo generadas por las necesidades de la carne, sino también por la ambición del conocimiento.
En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios. Esto era en el principio, en Dios, y el monje fiel debería repetir cada día con salmodiante humildad ese acontecimiento inmutable cuya verdad es la única que puede afirmarse con certeza incontrovertible.