Gracias, querido maestro
Daniel Guillermo Deaza Acosta
Cuando el editor de la Revista, Alberto Campillo, me dio la oportunidad de escribir sobre el doctor Luis Enrique Nieto no lo dudé.
Sé, y le advierto al lector de este escrito, que las palabras no alcanzarán para poder describir todo lo que el doctor Nieto significó para mí, para la Universidad del Rosario y para todos los que tuvimos el gran privilegio de compartir y coincidir con tan grata persona.
Lo primero que se debe decir es que al doctor Nieto lo conocí cuando iniciaba mis primeros pasos en Jurisprudencia y cuando la historia colombiana me empezó a interesar. El profesor Álvaro Pablo Ortiz, luego de ser mi profesor en cátedra rosarista, me recomendó hablar con una de las personas que más sabía sobre historia del derecho colombiano, y fue cuando me presentó al doctor Luis Enrique Nieto. En ese momento su oficina quedaba en el primer piso de la Casa Rosarista. El Doctor, aún sin conocerme, me saludó con una grata sonrisa, me invitó a pasar, nos sentamos alrededor de la mesa que reposaba en su oficina, y desde ahí nos acostumbramos a que cada semana nos encontrábamos a charlar sobre historia, sobre el Rosario y sobre literatura. Con el paso del tiempo, nuestras reuniones se volvieron para mí más importantes que las mismas clases que veía durante los semestres; la primera semana de cada semestre nos encontrábamos y acordábamos nuestra reunión y, salvo cuestiones extraordinarias, ambos cumplíamos la cita para nuestras conversaciones.
Siempre estaré agradecido con el profesor Álvaro Pablo por haberme presentado al doctor Luis Enrique Nieto.
Aclaración: citando a Borges, el escritor predilecto del doctor Nieto, cuando le preguntaban sobre la memoria, uno no se acuerda de las cosas en sí, sino de la última vez que las recordó, esto se va sumando como unas capas de la tierra, al final uno confunde lo ocurrido con lo que ha venido recordando. Es posible que esté enalteciendo algunos recuerdos.
En la academia
En un primer momento, mi relación con el doctor Nieto se afianzó por una investigación que inició con el apoyo del profesor Álvaro Pablo Ortiz. Ambos estaban interesados en indagar acerca de las Sociabilidades del Siglo XIX y XX que se generaron dentro del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Esta investigación me llevó a profundizar, de la mano del doctor Nieto y del profesor Álvaro Pablo, acerca de la historia del país y su relación con la Universidad del Rosario.
Producto de esas reuniones y de esa investigación publiqué mi primer artículo en la Revista Nova Et Vetera. Era una interpretación, un poco arriesgada, sobre la defensa jurídica que tuvo Antonio Nariño en su proceso judicial por la publicación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Me acuerdo bien de que esta publicación llegó a la edición física de la Revista, y en esa ocasión el doctor Nieto me llamó al celular y me dijo: “Daniel, como diría Borges, lograste el arduo honor de la tipografía”. De este grupo de investigación también se lograron algunas publicaciones sobre los orígenes del MRL y su influencia en el país; y también logramos publicar en la colección Cuadernos para la historia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario la tesis de pregrado en Jurisprudencia del magnífico historiador Germán Colmenares “Esquema para una historia de las ideas políticas en Colombia durante el Siglo XIX y otros textos”.
Además del grupo de investigación, tuve el honor y la oportunidad de ser el monitor del doctor Nieto en la clase de “Historia del Derecho Colombiano”. Esta era una materia que se le daba a los estudiantes de primer semestre de Jurisprudencia, y tenía como objetivo que comprendieran la relación que tenía la historia con los cambios jurídicos que se vivían en el país. Al ser su monitor conocí otra faceta del doctor Nieto, pero no me sorprendió lo que encontré. El Doctor al dar sus clases proponía un ambiente de tertulia, donde el estudiante interesado y atento lograba comprender la historia del derecho colombiano desde las épocas precolombinas hasta nuestros tiempos. Solo con el poder de la palabra y de sus anécdotas el Doctor lograba ambientar los problemas más delicados del país, transmitir sus preocupaciones e invitar a los estudiantes al cambio. El Doctor contaba, con su precisión y buen sentido del humor, todo lo que el territorio colombiano ha vivido; buscaba transmitir al estudiantado que la violencia ha sido un constante en la historia del país, pero que eso no podía seguir así; invitaba a la tolerancia, al respeto y a la empatía. Siempre consideró que la educación es la herramienta más efectiva que se tiene para cambiar las cosas, siempre me recordaba, como les recordaba a los estudiantes: la educación es el motor de cambio.
Una de las principales preocupaciones que tenía el doctor Nieto en sus clases era que los estudiantes no entendieran todo en su cabalidad, por ello siempre buscó transmitir mensajes de diferentes maneras. Me acuerdo cuando invitó a la historiadora Diana Uribe: los estudiantes no podían de la dicha, algunos no sabían qué preguntarle y ella, junto al doctor Nieto, ofrecieron una de las mejores conversaciones que le recuerde diciéndoles a los alumnos que la educación y el respeto por la diferencia son el camino para mejorar al país. Además, me acuerdo de que siempre, a la mitad del semestre, se veía la película “Cóndores no entierran todos los días” dirigida por Francisco Norden, película que desde mi punto de vista logra transmitir todos los desaires de la Violencia que ha vivido el país. Al doctor Nieto, aunque ya la hubiera visto muchas veces, aunque ya se supiera apartados de memoria, siempre se le veía con el entusiasmo de alguien que la ve por primera vez. Eso mostraba la calidez, la curiosidad por el conocimiento que el doctor Nieto tenía continuamente.
Otro de los espacios que logré compartir junto al doctor Luis Enrique Nieto fue el programa radial “Hoy, ayer y mañana”. Este programa surgió como producto de que en el grupo de investigación de la Unidad de Patrimonio Histórico se generara una especie de familia, donde el doctor Nieto era nuestro eje. En conjunto con Lorena Morales, el doctor Nieto, el profesor Álvaro Pablo, Paulo Córdoba y Camilo Torres en el 2017 creamos un programa en la emisora URosario Radio donde el tema central fuera la historia y la literatura.
De este programa puedo escribir páginas enteras sobre las anécdotas que viví con el doctor Nieto y la mesa de trabajo, pero solo quiero dejar dos: cuando apenas iniciábamos, debíamos pensar en el nombre del programa, había miles de ideas, pero ese día el Doctor empezó a recitar unos versos de Borges y de allí surgió el nombre. El Doctor siempre fue un lector asiduo del escritor argentino, cada que podía lograba traer algún verso o alguna idea borgiana que terminaba siendo la palabra precisa para el momento en que se encontraba. La segunda anécdota era el hábito del doctor Nieto dentro del programa radial de llegar con algunos papeles impresos donde uno podía encontrar datos, fechas, ideas o frases, incluso cuando alguno de nosotros terminaba interesado en el tema, él nos regalaba sus anotaciones. Aún conservo muchos de sus impresos sobre historia de Colombia y sobre literatura. El Doctor llegaba y se sentaba, se quitaba el reloj, lo ponía entre sus dedos, se acercaba al micrófono y con su voz, con su tono, invitaba a una conversación entre amigos; para el Doctor no había audiencia, no había interlocutor, había un grupo de amigos con los cuales conversaba; nuestras charlas de café se trasladaban a la radio, no era una clase, pero tampoco un programa de historia, era un tertulia llena de anécdotas, de vida, de conocimiento.
El programa sigue en la actualidad, ya no somos los que lo iniciaron, pero siguen siendo unas conversaciones muy agradables. Los escucho con el mismo interés que cuando estaba en la mesa de trabajo. El legado del doctor Nieto continúa en la radio.
En la lectura
Otra de las facetas que se debe destacar del doctor Nieto era su relación tan especial con los libros y con la lectura. Desde el primer momento en que lo conocí nunca paró de hablar sobre libros, novelas que terminaba, autores que encontraba, poemas a los que volvía. Reitero: el doctor fue un asiduo lector de Jorge Luis Borges, encontraba versos e ideas del escritor argentino que respondían a la situación que se vivía.
En una de nuestras primeras conversaciones nos dimos cuenta de que coincidíamos en una característica: ambos éramos “lectores omnívoros”, leíamos cualquier cosa, sin ningún orden determinado. Eso afianzó nuestra amistad. Los años brindaron que conociéramos autores juntos, por ejemplo, en compañía llegamos a Rubem Fonseca, escritor brasilero que transmite desde el cuento corto y la novela negra grandes problemas sociales de Brasil. Él me presentó a la poeta uruguaya Ida Vitale, yo le presenté al novelista italiano Andrea Camilleri; la literatura y la curiosidad pueden ser catalogadas como las constantes de nuestra amistad. Nuestras charlas de literatura se volvieron algo muy valioso que espero nunca olvidar; sus enseñanzas como lector, Doctor, son inigualables.
Siempre que llegaba a la oficina del Doctor había una pregunta fija, que perduró por todos estos años: ¿qué libro anda leyendo, Doctor? Luego de responderme me devolvía la pregunta “¿qué anda leyendo Daniel?” La lectura nos unió, nuestro interés por conocer hizo que encontráramos rutinas que nos enriquecían. Por ejemplo, al finalizar el año sin falta, en la primera semana de diciembre, nos regalábamos un libro. Ese era nuestro regalo de navidad, el cual era un tema obligatorio para nuestro encuentro en enero, o si la curiosidad nos ganaba, para una de esas llamadas decembrinas donde el tiempo deja de importar. Me acuerdo bien que para diciembre de 2019 yo le regalé un libro de historia de Colombia “1892 un año insignificante” de Hering Torres, que es un ejercicio de microhistoria bastante llamativo. Al Doctor le encantó. Por su parte, me regaló un libro titulado “El elogio de la transmisión”, que es una charla entre Cécile Ladjali y George Steiner acerca de la relación entre alumno y maestro. Hoy, al escribir estas palabras, tengo “El elogio de la transmisión” junto a mí, y creo que el mensaje más contundente del Doctor me lo dio al partir él: el maestro enseña para toda la vida, y usted me ha enseñado para toda la vida.
Cuando uno habla de la lectura, desde mi punto de vista, es imperante hablar de la escritura. Durante mi recorrido en la Universidad he buscado ser un impulsor de la literatura; considero que crear espacios de escritura literaria es algo muy importante dentro de la vida y el bienestar universitario. El doctor Nieto siempre fue mi apoyo, mi cómplice, en todos los proyectos que tenían que ver con la literatura dentro de la Universidad. En las ferias literarias que emprendí dentro de mi recorrido en la Universidad el Doctor me acompañó, tanto como panelista como organizador. Recuerdo un evento donde estuvimos hablando de Borges y sus amistades. En esta charla eran más los panelistas que los asistentes, pero sin importar esa circunstancia el Doctor dio lo mejor de sí, y nos ofreció una conversación muy agradable. Además, gracias al doctor Nieto, logré conocer a uno de los escritores que más admiro, al rosarista Juan Gabriel Vásquez. Bien me acuerdo del día cuando el Doctor lo invitó, en ese momento Juan Gabriel dijo unas palabras imborrables y llenas de cariño: “Querido Luis Enrique, gracias por la invitación: tus deseos son órdenes”. El doctor Nieto hizo posible formar una conversación muy grata sobre la lectura literaria con uno de los escritores más reconocidos en la actualidad.
Los proyectos estudiantiles han sido una constante dentro del espíritu rosarista, y el apoyo del Doctor en mis proyectos fue fundamental. Desde el Consejo Estudiantil de la Facultad de Jurisprudencia se me invitó para materializar la idea de formar una revista estudiantil que se llamó Revista Pasaje (que sigue andando con un nuevo equipo editorial que hace cosas maravillosas y al cual apoyó el doctor Nieto en todo momento). Le comenté al Doctor sobre el proyecto que estaba en construcción y él, lleno de emoción, me dijo que también tuvo un proyecto editorial en su época universitaria que se llamó: Tópicos. Para la Revista Pasaje nos ofreció una nota editorial sobre el Café, los cafés bogotanos y el valor de la palabra.
En la amistad
“Las tranquilas aventuras del diálogo” decía Borges. Esta frase, creo yo, materializa la amistad que tuve con el querido doctor Luis Enrique Nieto. Desde el primer momento las charlas, su oficina, los cafés, los recorridos por el Claustro, las exploraciones por el Archivo Histórico, los recorridos a las librerías adquirieron un valor único. El primer día que entré a su oficina no me imaginé que iba a encontrar a persona tan cálida como usted fue conmigo; fue un maestro, un amigo y un guía dentro de mi vida universitaria. Usted era una persona bondadosa, amable, que estaba dispuesto para una conversación llena de gratitud y respeto, me escuchaba con atención e interés. Entre tantas conversaciones con el doctor Nieto se fue forjando una amistad que jamás pensé tener. Llegué a comprender que el valor de un maestro surge y se consolida fuera de las aulas; sus anécdotas y sus reflexiones siempre fueron precisas. Alimentó mi curiosidad por la historia, por el conocimiento, me impulsó a seguir, a investigar, a indagar, y, por supuesto, a aprender junto a él.
Me acuerdo de que hace algunos años le hicieron una entrevista, donde el doctor Nieto dijo que había encontrado en Bertrand Russell algo que había sentido casi propio. Russell decía que en la vida lo habían motivado tres cosas: el amor, la búsqueda del conocimiento y la piedad o la preocupación por el sufrimiento de la humanidad. El doctor Nieto coincidió en su sentir, a él también lo habían motivado el amor, el conocimiento y la humanidad. Todos los que llegamos a ser cercanos a él sabemos que fue verdad y que esas palabras resumen gran parte de la esencia de lo que fue el doctor Luis Enrique Nieto: amor, conocimiento y humanidad[1].
Extrañaré sus historias y su forma de ver la historia del Rosario, su emoción y curiosidad por comprender y enseñar la historia del Claustro, esa vocación de transmitir su interés por el Rosario a los demás. Me acuerdo de aquellas mañanas donde las conversaciones que iniciaban con un saludo pasaban a tocar temas de historia, de literatura, de actualidad, incluso temas sin un tema verdadero, y sólo nos quedaba salir a almorzar para no detener la conversación. En más de un momento nos faltó tiempo, pero nunca faltaron palabras.
En su cotidianidad el doctor Nieto era un ejemplo de sensatez, diplomacia, empatía y humanidad. En todo momento mostró que la erudición y la buena memoria no están para presumir, o deslumbrar; el Doctor mostró que esos dones, como diría Borges, son para ayudar, acompañar y fraternizar. Su sentido del humor era preciso, estaba en su justa proporción, sabía cuándo un ligero comentario, una ligera suposición, hacían del ambiente algo mucho más ameno. Cada encuentro con el doctor Nieto era esperar un comentario interesante, aprender algo nuevo, entender la historia del Rosario con anécdotas ambientadas en el claustro, la historia del país con anécdotas nacionales.
Fue un amigo y un maestro bondadoso y afectuoso.
Nova Et Vetera, nombre de la Revista más antigua de Colombia, y segunda de Latinoamérica, como el doctor Nieto siempre recordaba, también es el lema de la universidad. Siempre antiguo, siempre nuevo, sería la traducción, y el doctor Nieto más que saberla, la transmitía en vida; al conocerlo y aprender de él, puedo decir que en su personalidad él fue un Nova Et Vetera, era un caballero de otra época, al que le emocionaban los cambios de la sociedad; era un señor que valoraba la historia, pero siempre con una intención de mejorar el futuro de la comunidad. Era un fiel creyente de que la educación es el remedio de nuestras injusticias, de nuestra inequidad, de nuestro pobre desarrollo.
Con su don para el diálogo hizo que valorara mucho más la historia del Rosario, y el Claustro en sí. Siempre creyó que el verdadero Rosarismo es entender que el Claustro siempre será un hogar al cual volver.
Al partir el doctor Nieto dejó a un gran grupo de discípulos, de estudiantes que fuimos marcados por sus enseñanzas. Conozco a muchos que me dicen de todo corazón que el doctor Nieto los marcó en su paso por el Rosario: la profesora Lina Céspedes, el profesor Luis Fernando Sánchez, el profesor Lorenzo Acosta, el profesor Julián López de Mesa y el profesor Andrés Felipe Escovar son algunos de los maestros que en esta despedida lo han recordado. Ahora, a todos los que lo conocimos y que aprendimos de usted aspectos más allá de la historia, sólo nos queda continuar su legado, mostrar el respeto y la empatía en la educación y recordar, como usted me repetía, que el camino para un cambio en el país es la educación y el apoyo a las nuevas generaciones. El doctor Nieto demostró que no solo se enseñan temas del pensum, que un profesor no solo cumple su labor en el aula; la labor de enseñanza se sale de las cuatro paredes del salón, como también el aprendizaje se construye día a día.
Ahora, imagino que ya se encuentra en otro lugar, en un lugar mejor, donde ha empezado a hablar de sus anécdotas con los personajes de los que tanto nos hablaba; ya creo que debe estar corroborando con Mutis y con Monseñor Castro Silva algunos aspectos de la historia del Rosario; imagino que debe estar recitando poesía, puede que con Borges, o con Carranza (de quien fue amigo); o puede que sentado, de la nada, recite de memoria ese poema que tanto le gustaba de Zalamea “El sueño de las escalinatas”. Bien me acuerdo de esas tardes en casa rosarista, donde luego del café, acompañado de su voz tan tenue, tan cálida para el oyente, iniciaba: “Como los lectores de libros sacros, los pregoneros de milagrerías y los loteadotes de paraísos y nirvanas, también yo he de sentarme de espaldas al Río, frente a las escalinatas plagadas de creyentes y obsedidas de dioses vivos y muertos; frente a los Templos de ladrillo y cobre en cuyas escamas la luz hierve y crepita; bajo los empinados Palacios en cuyas azoteas cunde la algarabía de los monos(…)”
Bien quisiera terminar recordando que el doctor Nieto ha sido el mayor rosarista que he podido encontrar. Una persona que amaba y respetaba la historia de la Universidad del Rosario, una persona que siempre quiso que el egresado comprendiera que el Claustro sigue siendo un hogar, incluso luego del grado, que el Rosario no es solo un productor de títulos, sino un constructor de relaciones que se asemejen a la familia. Con el doctor Nieto se nos va el experto en las placas del Claustro. Recuerdo su disertación en la Academia de la Lengua sobre la epigrafía de las placas que rodean a Fray Cristóbal. Hoy con gratitud le digo que usted y sus enseñanzas quedaron plasmadas en los corazones de muchos rosaristas igual que la epigrafía, que tiene como objetivo dejar testimonio en el tiempo. Sus enseñanzas solo aumentaron mi respeto y admiración por usted, un hombre culto, amable y de un corazón extraordinario.
El mayor símbolo de bondad que nos deja el doctor Nieto es el estar presto al servicio de todos. Tenía su oficina con las puertas abiertas para cualquier diálogo, idea o proyecto. El doctor Nieto simbolizó el compromiso de apoyar a todos, de ser un amigo, un guía para todos los que lo necesitaran.
Ahora, en este homenaje que mis palabras buscan plasmar, quiero terminar con una escena que trae Virginia Wolf en su ensayo ¿Cómo debería leerse un libro? (1926):
Algunas veces he soñado, al menos, que cuando llegue el día del Juicio Final y los grandes conquistadores y juristas y hombres de Estado vayan a recibir su recompensa —sus coronas, sus laureles, sus nombres esculpidos indeleblemente en mármol imperecedero—, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: «Mira, estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Han amado la lectura».
Doctor Nieto: usted ha amado la lectura y ha transmitido ese amor por muchas generaciones.
Infinitas gracias por eso.
[1]Para más información, les dejo la entrevista: https://isalopezgiraldo.com/albumes/personajes/luis-enrique-nieto-arang…