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El amor en los tiempos del Coronavirus

Jairo Hernán Ortega Ortega, MD

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En adelanto van estos lugares,
ya tienen su diosa coronada.
Leandro Díaz

¿El amor influye en los tiempos, o el tiempo en los amores? Difícil pregunta de la cual sean, probablemente, los amantes, quienes tengan la respuesta. Sin embargo, mucho va de los enamorados que trasiegan, de arriba abajo, por el Río Grande de La Magdalena, a los que, hoy en día, lo hacen navegando, sin límites, por la red.
 
Cuando el primero de diciembre de 2019 se informó, desde Wuhan, China central, sobre la infección que producía un virus denominado SARS-CoV-2 ó COVID19, muy lejos estábamos de pensar que ese insuceso cambiaría el inicio de la segunda década del siglo XXI, en toda la faz del orbe. Y es que cuando García Márquez utiliza una frase de los versos de quien veía con los ojos del alma, Leandro Díaz, como epígrafe a su Amor En Los Tiempos Del Cólera, lejos estaba de imaginar que una nueva peste azotaría al mundo.
Aunque en Cien Años De Soledad sí que lo presagia: “Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad […] se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga […] Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos […] en esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población”
 
En los amores la comunicación mantiene viva la llama. Son magistrales las epístolas intercambiadas entre amores sanos, alegres, tristes, furtivos o prohibidos. Gustav Flaubert podía decir a su amada: quiero que te sientas maravillada conmigo, y te confieses a ti misma que ni siquiera habías soñado con ser transportada de esa manera. Óscar Wilde se atrevió a plasmar sobre los renglones del papel: Mi niño, tu soneto es encantador, y es una maravilla que esos labios tuyos, rojos como pétalos de rosa, estén hechos tanto para la locura de la música y las canciones, como para la locura de besar. Ejemplos hay muchos, y muy buenos a lo largo de la literatura y, en especial, de la vida de los escritores, sean connotados o no.

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Enviar cartas al ser amado constituyó, en una época, la visa para lograr las conquistas del corazón. En muchas ocasiones las misivas, para llegar a su destinatario debían recorrer distancias considerables, y en diversos medios de transporte: el estafeta, los carruajes, el tren, los barcos o el jet. En todo caso, el objetivo final era llegar de manera artera al corazón del amor en conquista, en ciernes, en proyecto, en fuga, en reconciliación, en despecho, en reafirmación o en  ocultamiento.

En la década de los 70´s, en Colombia, cuando los jóvenes enamorados se distanciaban, en vacaciones escolares por ejemplo, la máxima prueba de amor era transmitir los sentimientos por medio de un Telegrama. Esto se hacía en las oficinas que la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (TELECOM), tenía dispuestas a lo largo y ancho del país. Cobraban por palabra y para ahorrar y hacer rendir el mensaje lo que se escribía era algo así: HERMOSO MAR HÁCEME RECORDARTE, CREPÚSCULO INCITA RETORNO.
Superando la era de las cartas, las esquelas y los telegramas – que eran coleccionables – hoy nos comunicamos, ipso facto, por medio de mágicos aparatos electrónicos y digitales, que incluso nos permiten dialogar en tiempo real y visualizando al interlocutor. Bastante expedito, pero sin los intríngulis que las experiencias antiguas conllevaban.
 
Con la actual pandemia producida por el COVID19, se está retornando al distanciamiento de los amores. La ventaja la dan los medios digitales para comunicarnos con la escritura, la voz o la imagen. La desventaja la da la cuarentena, el confinamiento o el toque de queda, porque ni siquiera viviendo en la misma cuadra, el mismo barrio, la misma ciudad o el mismo país, habrá posibilidad de volver a sentir la mano cálida, el abrazo fuerte o el beso de amor.

Ni qué decir del cierre de fronteras con el cuál no tendremos la certeza de cuándo, por ejemplo, podremos volver a tener en el calor de nuestro hogar, y de nuestros corazones, a aquella hermosa y amada hija que se encuentra haciendo su anhelado intercambio universitario en la Universidad de Granada en España. A ella la oímos, la vemos y la leemos en nuestros celulares por medio de whatsapp, pero no la sentimos porque no podemos, a través de ese aparato, brindarle un beso, un abrazo, un dulce, una flor o el apoyo de nuestro hombro.
 
Para esta segunda década del siglo XXI la tecnología nos brinda sus ventajas y adelantos, pero careciendo del sentimiento y del afecto humano; de pronto llegará el día en que pueda hacerlo, por medio de los monitores digitalizados, cuando estos se comporten como el espejo de Alicia en el país de las maravillas y nos transporten hasta el corazón del ser amado que tenemos al otro lado de las pantallas.
 
En cuanto al Coronavirus termino retomando lo escrito por Florence Thomas en el diario El Tiempo: “Además, quizás este extraño virus llegó para recordarnos que de pronto no es demasiado tarde para que este mundo de la insolidaridad, de las brutales e inhumanas economías de mercado, de la ceguera ante el significado de las migraciones del mundo y de las aún insoportables violencias ante la pobreza y el hambre, nos ponga a reflexionar. Quizás como en 'La peste', del gran escritor francés Albert Camus, lograremos redescubrir el significado de la solidaridad humana, que lleva en sí misma una inmensa carga moral. Ojalá sea así”. Para que no todo sean almendras amargas.