
Un legado histórico
Fundada en 1894, la Academia es considerada el "Colegio Máximo" de la jurisprudencia en el país y la guardiana ética y doctrinal del derecho en Colombia. Durante más de un siglo, ha servido como un órgano consultivo del Estado y de pensamiento crítico, dedicándose al estudio, la mejora y la defensa de la ciencia jurídica.
La Academia ha sido el hogar intelectual de figuras trascendentales en la historia de la nación y, al asumir la presidencia, Lucy Cruz de Quiñones escribe su nombre junto al de expresidentes de la República que fueron miembros de esta institución, tales como Alfonso López Michelsen, Carlos E. Restrepo y Belisario Betancur.
La nueva dirigente de la Academia es una destacada abogada de la Universidad del Rosario, institución con la que ha mantenido un fuerte vínculo a lo largo de su carrera, donde su trayectoria combina la excelencia académica con el servicio al Estado y el liderazgo gremial:
Formación y Liderazgo Académico: Egresada de la Universidad del Rosario, regresó a su alma mater para servir como decana de la Facultad de Jurisprudencia a principios de la década de los noventa. Durante 25 años dictó la cátedra de derecho tributario en esta institución y actualmente forma parte de su Consejo Consultivo. Además, es fundadora del Centro de Investigaciones en Tributación y del Observatorio de Derecho Tributario del ICDT (Instituto Colombiano de Derecho Tributario).
Trayectoria Judicial: Ha servido al país como conjuez del Consejo de Estado por más de tres décadas y de la Corte Constitucional durante 10 años, consolidándose como un referente del derecho público en el país.
También, la doctora Cruz cuenta con un alto reconocimiento gremial, pues ha ejercido la presidencia del Instituto Colombiano de Derecho Tributario en tres ocasiones, siendo hoy miembro honorario de dicha institución.
Gestión en la Academia
La elección de la Dra. Cruz también es un reconocimiento al impacto estratégico en el desarrollo académico que ha demostrado en su gestión y su capacidad administrativa. Como miembro desde 2004 y de número desde 2015, ha sido leal con la corporación, donde se ha destacado por su gestión como tesorera durante cuatro años, periodo en el cual ordenó “la casa y las cuentas", como aparece en el prolijo y detallado informe que presentó a la Asamblea y que constituye un modelo significativo de gestión. Asimismo, su liderazgo fue clave en la organización de la celebración del 130.° aniversario de la Academia, a través del “Foro Procesos Constituyentes".
Proyección Internacional
La Dra. Cruz es una figura habitual en foros internacionales, actuando como conferencista magistral y panelista en escenarios de prestigio, como la Universidad Autónoma de México (UNAM), la Universidad de Salamanca (donde obtuvo su doctorado), la Universidad de Buenos Aires y la Suprema Corte de Justicia de México, entre otros.
Con motivo de su elección, la Universidad del Rosario entrevistó en exclusiva a la Dra. Lucy Cruz de Quiñones, quien compartió el proyecto que la llevó a este nuevo rol de máxima jerarquía, pero, sobre todo, envió un mensaje contundente frente al papel preponderante que hoy cumple la mujer en las más altas esferas del derecho en Colombia.
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Por: Carolina Bustamante
Jefe de Prensa y Comunicaciones, Universidad del Rosario.
Oriunda de Ciénega (Magdalena) aunque ha vivido gran parte de su vida profesional en Bogotá, sonriente, emotiva y empática pero contundente en sus conceptos, la jurista Lucy Cruz de Quiñones, presidenta de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, se caracteriza por ser una voz cercana, natural y autorizada incluso para explicar los temas jurídicos más complejos.
CB: Doctora Lucy Cruz de Quiñones, ya hoy presidenta de la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Este es una designación muy importante, no solamente para usted, sino también para la comunidad Rosarista. Felicitaciones y bienvenida a este espacio.
LQ: Muchísimas gracias. Pues sí, fue un logro importante porque realmente en 131 años nunca había habido una mujer a la cabeza de la Academia, a pesar de que hemos tenido magníficas académicas en el transcurso de la historia de la Academia, entre ellas Esmeralda Arboleda de Uribe, y que ayer cumplía 60 años de su gesta por el voto femenino. Ayer estuve pensando en su estadía en la Academia, en la época tan difícil que le tocó, porque la descalificaban simplemente por ser mujer, y hoy la vida ha cambiado y a las académicas nos entienden mejor y saben que nuestros aportes son valiosos.
CB: Uno de los pilares de la Academia Colombiana de Jurisprudencia es perfeccionar el derecho. De hecho, actúa como órgano consultor del Estado. ¿Qué debe esperar la sociedad de esta nueva presidencia, teniendo en cuenta que quedó en las manos de una mujer, de una visión femenina?
LQ: Pues yo creo que la sociedad civil en general espera de un ente académico orientación desde la ciencia, desde el estudio, y que desde la investigación podamos ofrecer soluciones de mejoramiento para una vida civil en democracia, con libertades, con una mejor convivencia y aspiraciones de justicia para todos. Deben esperar un trabajo serio y, aunque a veces no es la última noticia, son trabajos concienzudos que se analizan mucho. Mire: las academias surgieron en el mundo como un sello de calidad. Los científicos tenían que pasar por las academias para que las academias los validaran, no solamente desde la época de Newton en la Academia Real inglesa. Siempre fue así desde el siglo XVIII, XIX e incluso en el siglo XX. Ahora hay que articular ese trabajo y proyectarlo hacia la sociedad.
CB: Hay un nivel de incredulidad o escepticismo hacia la rama judicial y el derecho per se en Colombia y se hace necesario recuperar esa confianza. ¿Qué se puede hacer desde la consultoría que brinda la Academia de Jurisprudencia?
LC: Sí, es verdad. Pues nosotros hemos planteado algunos programas para penetrar más en la sociedad, en la forma en que se profieren sentencias, en la forma en que se hacen investigaciones, en la forma en que se educa a los estudiantes de derecho, porque ellos tienen aspiraciones para transformar la sociedad, para penetrar en una justicia real. Pero sí, todo esto necesita articularse y que tenga el debido encauzamiento, y es lo que nosotros ahora queremos hacer: desarrollar ese lema de recuperar la confianza en el derecho, en la democracia, en las libertades, porque además son las banderas de una institución como la Academia.
CB: Pero aquí no solamente estaríamos hablando de aquellos que quieren seguir el camino del derecho, sino del ciudadano de a pie, de aquel escéptico frente a la justicia de su país, que no cree en ella. ¿Cómo hacer para llevar ese estudio académico a las mentes que están en la calle?
LC: Precisamente así. Esa ha sido la preocupación de los últimos años en la Academia: que cada vez nos vamos alejando el mundo de los teóricos y el mundo de los prácticos o de los que gobiernan, de los que hacen las leyes respecto de los ideales de justicia. Entonces queremos encontrarnos y hacer propuestas que sean factibles. Por ejemplo, he planteado —y yo creo que eso fue lo que motivó mi elección— cinco programas de gobierno, y el primero tiene que ver con la educación, donde tenemos una gran misión: reformar los currículos y la educación en los estudios de derecho, claro, en concurso con las universidades y mancomunadamente con ellas, porque si no, pues no tendría sentido hacerlo solos.
Esto es entre todos, pero con nuestra presencia, con nuestro aliento, con nuestra experiencia y con nuestra manera de investigar. El segundo programa consiste en formular reformas urgentes a los códigos y a las leyes actuales que han sido dictadas por la coyuntura o, a veces, impensadamente, sin calcular los efectos que tienen, pero también proyectos para la sociedad que son obsoletos, y esa es una tarea de largo aliento.
CB: Ha planteado usted un tercer programa relacionado con la construcción de una red colaborativa. ¿A qué hace referencia?
LC: Ese proyecto lo vamos a comenzar inmediatamente. Se trata de reglas estándares para las buenas prácticas de los abogados. Los litigantes tienen muchos problemas. Yo también soy litigante y sé las dificultades de presentar demandas, que les admitan demandas, que la gente que de verdad no tiene voz y que es representada por uno de nosotros pueda llegar al juez, en fin.
Pero ¿Cómo hacer para que la profesión mantenga los estándares de alta calidad en la proposición de los hechos de un caso, en la manera como se señalan las normas violadas y que llegue al magistrado ese mensaje? Para convencerlos hay que mejorar las prácticas y mirarnos en el espejo de los otros países para evaluar cómo se está haciendo la práctica del derecho, y así entonces hablar sobre aquellas cosas que hoy no están en los códigos y formar un diálogo que tenga una enorme carga ética.
Esto implica al abogado litigante, pero también a los consultores, a los que proponen leyes, incluso al propio legislador. Hay que elevar la calidad de la ley y de sus prácticas.
CB: Percibo que el cuarto punto de su programa muestra un proyecto de gobierno muy adaptado al siglo XXI y la necesidad de incluir nuevas mentes que apoyan este sistema de justicia en el país. Hablo de la Academia de Jurisprudencia y la renovación de la institución. ¿Qué quiere hacer en este sentido?
LC: Mire, es que yo partí de la base de que a nuestra Academia ingresan con un límite de edad a partir del cual podemos ser elegidos académicos, porque la Academia es de honor, es para reconocer méritos. Entonces, la edad mínima para ingresar a la Academia es de 50 años, y eso nos pone en un rango etario de 50 años —digamos los más activos— o 90 en algunos casos excepcionales.
Tenemos que preparar a la segunda generación de académicos, pero si no pueden ingresar por la barrera de los méritos que se reconocen a partir de una cierta edad, necesitamos hacer una Academia para jóvenes y que ellos la desarrollen libre y autónomamente, porque son el relevo generacional. Existen investigadores que están haciendo trabajos, escribiendo libros, ensayos, papers en las universidades o en los centros de pensamiento, y producen conocimiento para la sociedad civil. Entonces, queremos que esos jóvenes entre 25 y 39 años ingresen a ese capítulo de la Academia joven para postular sus propios ensayos.
Los tenemos que incentivar para que se enamoren de esta profesión, porque antes de escribir, pues hay que pensar seriamente en qué le conviene al derecho.
CB: Hablemos del último programa de su proyecto de gobierno —no menos importante— porque recoge todo el trabajo de los cuatro programas anteriores, y es la certificación de calidad. ¿En qué se va a concentrar?
LC: Nuestra estrategia es defender e identificar nuestras facultades de derecho. Queremos calificar a las universidades, no tanto con los rankings —que ya hay muchísimos, y también los internacionales muy acreditados— porque esos publican o califican por el número de publicaciones, por el número de doctores en cada facultad, por el número de egresados en altas posiciones… Tienen otros estándares. Nosotros lo que queremos es diferenciar las universidades públicas y privadas al interior de nuestro país, de manera que el estudiante y el público en general —los empleadores también— sepan cuál es la calidad máxima, en cada una de las áreas, las mejores facultades en áreas específicas del derecho, por ejemplo.
Eso se conoce en otros países fácilmente. Ya se sabe dónde van los legisladores, los que quieren hacer políticas públicas: entonces van a Harvard; pero los que quieren hacer derecho público o derecho privado a fondo pues lo hacen en Salamanca, por dar un ejemplo; En fin, como que las fortalezas las tenemos claras en otros países, y en cambio en Colombia no tenemos esas diferenciaciones. Queremos hacer un estándar muy neutral y queremos hacer unas certificaciones examinando los programas y a los estudiantes.
CB: Doctora Cruz, hay una frase de su plan de presidencia que llama mucho la atención. Dice: “Necesitamos pasar de la vigilia a la acción”. En este sentido, ¿a qué aspira? ¿Qué retos se le vienen a usted y cómo va a lograr eso?
LC: Sí, jajaja. Es que otro de los pensamientos que estuve trabajando durante la preparación del programa y la campaña fue eso, porque la Academia a veces se mantiene un poco aletargada, un poco dormida, esperando a que le pregunten, porque ha sido reconocida como cuerpo consultivo del Gobierno y de las altas cortes. Entonces nosotros tradicionalmente esperábamos a que nos hicieran las preguntas o las consultas por parte de las autoridades. Yo identificaba eso como una vigilia, esperando, atentos a que nos pregunten. Pero esta vez queremos ser protagonistas del destino de la sociedad, de lo que queremos hacer, de nuestras propias metas, propósitos, estrategias, y queremos despertar también ese ánimo, porque la justicia y las leyes sí tienen un valor importante para pacificar la sociedad.
CB: ¿Y usted cree que esa participación, tal vez ahora más activa, puede revestir algún tipo de riesgo para la Academia Colombiana de Jurisprudencia?
LC: Bueno, siempre se tiene el temor de que una institución con 131 años pueda verse presionada o comprometida porque comienza a salirse del camino, pero lo vamos a hacer con mucha discreción, con mucha moderación, cada uno dentro de su misión. Esto no puede ser un ataque para las otras instituciones —que entendemos que son valiosas y que son importantes— ni tampoco una amenaza para la institucionalidad. Todo lo contrario: mucho apoyo para los demás; Es decir, queremos resolver problemas. Estamos aquí dispuestos, trabajando ad honórem para resolver los problemas que enfrenta Colombia, que no son pocos.
CB: Ahora, ¿cuál es su aspiración?
LC: Pues bueno, yo aspiro a poner mi grano de arena desde mi conocimiento, con toda la dedicación y con todo el grupo de personas maravillosas que me acompañan. Tengo magníficos miembros para apoyar esta labor, como el doctor Rodrigo Puyo, del capítulo de Medellín, dedicado al derecho comercial, porque aquí también hay que tomar en cuenta la diversidad y las regiones, la cultura de cada uno de los pueblos y de las personas que los representan. La segunda vicepresidencia es de una mujer formidable, Sandra Morelli. Ella tiene una trayectoria pública y un conocimiento denso sobre el manejo del derecho público constitucional, la descentralización… Ella ha trabajado y ha producido muchísimo para nosotros, y nos va a ayudar. También está la doctora Claudia Dongón en la Secretaría General. Es una constitucionalista muy versada y nos va a ayudar a que esto se haga realidad, porque a veces tenemos muchas ideas, pero no las concretamos.
CB: ¿El reto más fuerte de hoy en adelante en esta presidencia?
LC: Que me alcance el tiempo para hacer todo lo que sueño, que no es más de uno o máximo dos años.
CB: Cierro esta entrevista con uno de los mensajes contundentes que se ha dado con su nombramiento: la primera mujer presidenta de esta Academia y las mujeres en cargos de liderazgo, tras una historia muy patriarcal en el país, donde el hombre siempre lideraba las decisiones y el poder. Sin duda empieza a cambiar. ¿Cómo resumiría el resultado después de 131 años y cuál es su mensaje para nuestras estudiantes?
LC: Yo creo que es un proceso que va acumulando las experiencias de nuestras antecesoras, de las pioneras. Hay que reconocer que cuando estaban Soledad Gómez o Carmen Gómez, o cualquiera de las anteriores, la mujer antes del año 45 no estudiaba profesión, y las primeras abogadas son del año 1950 o 1960. Hoy día somos más de la mitad en nuestra profesión e investigadoras.
A las estudiantes les digo: no tengan miedo de ejercer en cualquiera de las dimensiones que les ofrece el derecho —en la política, la sociedad, en cualquier ámbito— porque siempre los méritos y el estudio terminan reconociéndose. Yo creo que una va aportando y basándose en las experiencias de los demás.
Como le digo, esto es un proceso y aquí llegamos no simplemente por ser yo, Lucy Cruz de Quiñones, sino por todo lo que todas han hecho, por el apoyo y por la manera de percibir también el trabajo femenino con una mirada distinta, porque somos distintas. Esto no lo podemos negar. Por muchas cosas somos distintas, pero somos igualmente capaces. Somos muy delicadas, muy organizadas y tenemos una fuerza imparable.
