El riesgoso aislamiento de Trump
Mauricio Jaramillo Jassir
Con al anuncio de suspender la participación de Estados Unidos en la UNESCO, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reafirma una doctrina en la política exterior que lo aparta peligrosamente de temas que son esenciales, no solo para ese país sino para la estabilidad del mundo. Esto se suma a una lista de precipitadas movidas que van en contra de avances multilaterales, como la no certificación de Irán en cuanto a sus compromisos respecto del programa nuclear, el retiro del compromiso del COP 21 un hito histórico en la adaptación internacional al fenómeno del calentamiento global, y en genera al las decisiones sobre la migración que crean la sensación de que son los migrantes, en ultimas, los responsables del fenómeno terrorista.
Lo grave de la decisión de retirarse de la UNESCO como ya había ocurrido con el gobierno de Ronald Reagan en los 80, consiste en las razones que esgrime el presidente estadounidense, pues advierte sobre una supuesta posición anti israelí por parte del organismo del sistema de Naciones Unidas. Algunas decisiones del organismo que declaraban zonas de Jerusalén y a Hebrón en Cisjordania como patrimonio de la humanidad y del mundo cultural palestino, parecieron colmar la paciencia de dos de los dirigentes más intransigentes en el último tiempo, Benjamín Netanyahu y Donald Trump. Las delirantes acusaciones contra la UNESCO que carecen de todo fundamento, solo confirman que la proyección de estereotipos, no es solo una tarea exclusiva de los grupos de extremistas religiosos.
Fuente: Benjamin Netanyahu - Dominio Público
De otra parte, algunos de forma cínica creen que Estados Unidos encajaba a la perfección en el estereotipo de potencia, que solo está motivada por los intereses geopolíticos ligados a los recursos para incidir en Oriente Medio, Asia Central y en el Noreste Asiático. No obstante, revisando la política exterior de Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama es posible desmentir tal imagen. Cabe reconocer que todos estos presidentes en sus dos mandatos, cometieron crasos errores e hicieron inocultables concesiones en nombre de la guerra contra el terrorismo o la estabilidad en esas zonas. Pero aún con todo eso, Estados Unidos alcanzó una influencia positiva que parece desdibujarse del todo con Trump.
El gobierno de Bill Clinton alcanzó un principio de acuerdo con el gobierno de Kim Jung Il (padre del presidente actual) para que Corea del Norte renuncie a la posesión de armas nucleares. Todo a cambio de tranquilizar al régimen de Pyongyang en cuanto a temores fundados que lo habían radicalizado en la cuestión nuclear. Por ende y de forma inteligente, Clinton prometió asistencia humanitaria; con el concurso de algunos europeos prometió la instalación de dos centrales hidroeléctricas, la asistencia humanitaria para paliar la hambruna y una de las promesas más relevantes: la no agresión. Este último principio es el único que puede servir como punto de partida para negociar, aunque los actuales dirigentes de Estados Unidos e Israel parezcan menospreciarlo.
Con Clinton además se lanzó el proceso de paz más ambicioso y concreto entre palestinos e israelíes que jamás haya habido en la historia, muy a pesar de que el último de los acuerdos y que debía materializar la paz duradera en Camp David, hubiese fracasado.
Aunque George W. Bush haya lanzado la irresponsable guerra global contra el terrorismo afectando el mapa político de Oriente Medio y Asia Central, tuvo al menos el arrojo para proponer un esquema multilateral que pudo haber significado una solución de largo aliento para el tema de Corea del Norte: el diálogo a seis bandas. En él se incluyó a Rusia, Japón, Corea del Sur, China, y por supuesto Estados Unidos y Corea del Norte. La idea de incluir a todos los países que se ven afectados por la tensión nuclear no ha perdido vigencia, y puede resultar clave a la hora de retomar cualquier negociación con Kim Jung-un.
Fuente: UNESCO- Dominio Público
Y Barack Obama tiene en su haber el acuerdo nuclear con Irán, a pesar de la obstinación del Partido Republicano en denunciar tal acuerdo, por considerarlo como una muestra de debilidad frente a la República Islámica. Se trata de una oportunidad única pues Hasan Rohani había ganado las elecciones, imponiéndose sobre el ala más conservadora del régimen. Tal acuerdo es uno de los activos más importantes en los últimos años, en lo que se refiere al control de la proliferación nuclear. Dicho acercamiento, además, hubiese podido estimular el necesario diálogo de civilizaciones tan urgente para desmontar los nacionalismos xenófobos en occidente, y las estrategias violentas del islam radical.
En contraste con estos mandatarios, Donald Trump ha demostrado no solo un desconocimiento del contexto de regímenes que son clave para la seguridad del mundo, sino algo más grave: ha hecho prueba de insensibilidad frente a varios temas que normalmente sirven de puente entre regional y pueden desbloquear impasses que terminan en años de tensión. El desprecio por el multilateralismo hace inviable cualquier principio de solución en Corea del Norte, pues desconoce el papel relevante e imprescindible de los gobiernos de Corea del Sur, Japón, Rusia y China. Algo similar se puede plantear en el escenario iraní, donde la postura de Trump se va alejando peligrosamente de la de Alemania, Francia, China, Reino Unido y Rusia, con quienes se trabajó durante mucho tiempo para llegar al avance, hoy en entredicho.
Lo más grave del tratamiento hacia la UNESCO es el desprecio por la cultura, que revive épocas de la Guerra Fría en las que el tema era secundario, y no aportaba ningún valor en la política internacional. Negar el peso de la cultura, y someterla a los intereses mezquinos de un puñado de dirigentes, solo promueve las crudas caricaturas sobre occidente que alimentan el terrorismo, y fortalecen a la extrema derecha. Trump es en ultimas, resultado del aparente fracaso de la interculturalidad.