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La revolución muerta

Pedro Gabriel Mejía Restrepo

La revolución muerta

Han pasado 102 años desde la primera revolución socialista, ocurrida en el Imperio Ruso en 1917.

 

Un intento serio por derribar y cambiar el sistema liberal y capitalista que se consolidaba  en occidente. Pero, ¿es posible hoy en día una nueva revolución?  No lo es. La revolución socialista murió con la caída de la URSS y la llegada del mundo globalizado. Una revolución debe tener unos ideales, valores y condiciones para ser viable. Los valores deben ser, en palabras de Ernesto Guevara en su discurso pronunciado en la conmemoración del segundo aniversario de la integración de las Organizaciones Juveniles, celebrada el 10 de octubre de 1962: ”Un gran sentido del deber hacia la sociedad que estamos construyendo, con nuestros semejantes como seres humanos y con todos los hombres del mundo. Eso es algo que debe caracterizar al joven comunista. Al lado de eso, una gran sensibilidad frente a la injusticia; espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho. Plantearse todo lo que no se entienda; discutir y pedir aclaración de lo que no esté claro; declararle la guerra al formalismo, a todos los tipos de formalismo”. Una revolución de este tipo necesita de carácter, sacrificio y cooperación. Personas cansadas de vivir mal, comprometidas con la lucha y la ideología socialista y con un sentido de comunidad que pueda yuxtaponer los intereses de todos en uno mismo, más grande que el individuo.

Adicionalmente emprender una lucha contra el sistema actual es difícil y se necesita de aliados externos para lograrlo con éxito. A Lenin en 1917 lo financiaron los Alemanes, a Corea, Vietnam y Cuba la URSS les brindó apoyo militar, económico y logístico. También se necesita gente convencida de que las cosas están mal y que se necesita un cambio. Actualmente la revolución socialista no es posible, pues con la llegada del mundo globalizado y el neoliberalismo, estos valores y actitudes fueron desplazados. Además de la caída de la potencia socialista. Es así como la revolución socialista murió con la caída de la URSS y la llegada del mundo globalizado.

El individualismo ha aumentado en las sociedades contemporáneas, debido a que la competencia ha desplazado la cooperación. Como Han (2014) dice:

“Hoy no hay ninguna multitud cooperante, interconectada, capaz de convertirse en una masa protestante y revolucionaria global. Por el contrario, la soledad del autoempleado aislado, separado, constituye el modo de producción presente. Antes, los empresarios competían entre sí. Sin embargo, dentro de la empresa era posible una solidaridad. Hoy compiten todos contra todos, también dentro de la empresa. La competencia total conlleva un enorme aumento de la productividad, pero destruye la solidaridad y el sentido de comunidad”.

Byung-Chun Han. ”¿Por qué hoy no es posible la revolución?”, 2014.

Hacer una revolución de una persona es imposible. El neoliberalismo nos aisló de los demás y nos hizo centrarnos solo en nosotros, nuestros logros y nuestro bienestar, la noción de individuo se concretó. En la empresa moderna se juzga por cabeza, no por colectivo. Ahora más que nunca estamos enfocados en rendir más que los otros, en destacar y en  hacer todo yo, el otro es mi enemigo, en cuanto siempre lo debo superar. Este fenómeno laboral incluso penetró en nuestra vida cotidiana. Cuando asaltan a alguien en el bus, nadie sale en defensa de la víctima, todos se quedan callados rogando para que a ellos no les roben. Cuando hay un cruce sin semáforo, uno no piensa en ceder el paso,  y de forma ordenada pasar todos de forma ágil, uno busca pasar rápido y primero. La revolución socialista necesita de un sentido de preocupación por el otro, de un sentido de comunidad, pero este sentido se ha perdido desde el área laboral hasta la vida diaria. Ahora uno se ve a sí mismo como uno solo en el mundo, solo importa mi actuar y mi pensar, los otros me estorban. Nos hemos vuelto enemigos los unos de los otros, siempre compitiendo. Es así como en las sociedades actuales el individualismo ha aumentado, debido a que la competencia ha desplazado la cooperación.

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El sistema económico globalizado elimina la resistencia del individuo, lo seduce y atrae. Así el individuo no se siente reprimido ni amenazado, sino que siente que tiene pleno control de todo. En palabras de Han (2014):
 
“El sistema de dominación neoliberal está estructurado de una forma totalmente distinta. El poder estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor, es decir, cautivador. Ya no es tan visible como en el régimen disciplinario. No hay un oponente, un enemigo que oprime la libertad ante el que fuera posible la resistencia. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad”.
 
Byung-Chun Han. ”¿Por qué hoy no es posible la revolución?”, 2014.
 
Se nos dice que el mundo es nuestro, que se acabaron las fronteras, que triunfó la democracia, se abolió la esclavitud, que somos libres. Puedes comprar una casa donde quieras si trabajas lo suficiente, puedes comprar el carro que quieras si trabajas duro, podrás ser alguien si te esfuerzas. Hemos creado una nueva esclavitud, una esclavitud al trabajo. Desde el trabajador más sencillo al más importante. Un barrendero debe trabajar para llevar dinero a casa,  un oficinista promedio debe trabajar para pagarse su vida, incluso el gran gerente y dueño siempre está buscando como ganar más y más. Más productividad, más ganancias. Vivimos en torno al dinero, en torno a tener a ser y a ganarle a los otros. Creemos que un trabajo estable le da estabilidad a nuestras vidas, que un sueldo bueno nos da libertad de comprar donde queramos, comer donde y lo que queramos, vestir como queramos. El sistema neoliberal nos educó para alcanzar todas las metas a través de dinero y trabajo. El sistema comprendió que el prohibir limita, pero el ilusionar multiplica. Nos creemos libres, pero dependemos de un salario, un empleo, exportaciones, importaciones, el valor de dólar, del comercio, de la inversión extranjera, de tantas cosas externas a nosotros que no nos damos cuenta que nuestra “libertad” es lejana y dependiente. El sistema se adaptó y comprendió que es mejor permitir a reprimir y que al disfrazarse pasaría desapercibido. Es difícil luchar contra un enemigo que no se ve y no se siente, que está aferrado a uno mismo y le hace ver como el culpable de todo lo malo, el único responsable por el estrés, los fracasos y las malas situaciones.
 
El diferente número de clases sociales, sus intereses y visiones imposibilitan una unión integral y evitan la conformación de una clase entera luchadora. Cuando la revolución socialista explotó en 1917, la mayoría de los involucrados eran campesinos y algunos obreros pobres, hambrientos y en condiciones de miseria. Actualmente la sociedad está divida en más de dos estamentos, no hay un dominante y unos dominados de manera tan clara. Hay pobres, clase media alta y baja, clase alta baja y alta, empresarios pequeños y grandes. Las aspiraciones, metas y deseos de cada clase son muy diferentes. La cosmovisión, la percepción de la justicia social, todo les diferencia. Si unos quisieran pelear hablarían en voz propia de su clase y sus propios intereses, por lo que los de otras clases, superiores o inferiores afectarían la visión y deseos de quienes luchan. No todos son tan ricos, no todos son tan pobres, no todos viven tan bien y no todos viven tan mal, hay inconformes, y conformes. Las diferencias de clases y deseos hace imposible que los intereses se yuxtapongan para crear una clase o movimiento aliado. El rico no se hará pobre por el pobre y el pobre no seguirá siendo pobre para que el rico siga siendo rico. Es por esto que el diferente número de clases sociales, sus intereses y visiones imposibilitan una unión integral y evitan la conformación de una clase entera luchadora con un enemigo y objetivo en común, pues todas tienen su propia verdad, sus deseos y reclamos. Los pobres quieren ser ricos, los del medio quieren ser ricos y los ricos más ricos, nadie busca una igualdad o equidad o vivir bien, buscan ser los ricos.
 
Ya no existe un estado que incentive, patrocine o proteja a los movimientos revolucionarios u obreros. Cuando la URSS estaba en pie, ayudaba en los levantamientos socialistas en cualquier parte del mundo. La Revolución Cubana fue posible en gran medida gracias al apoyo de la URSS, dinero regalado, construcción de infraestructura, cooperación militar y protección del enemigo cercano, EEUU. La República Popular de Corea (Corea del norte) pudo mantenerse en pie gracias al apoyo militar y económico de la URSS, sin este apoyo, el régimen habría sucumbido ante el poder de EEUU. En Colombia la aparición de las FARC fue soportada y financiada por la URSS, a través de Cuba. La revolución fallida de Afganistán, apoyada por la URSS, la revolución de Vietnam, apoyada por la URSS. Cualquier estado que deseara ser socialista, sería apoyado por la URSS. Pero con la caída del mundo comunista, estos regímenes y grupos socialistas quedaron solos en un mundo hostil con valores neoliberales. Ahora no existe un estado “papá” que les proteja, ni regale dinero, ni les ayude industrial, económica, ideológica,  militar y logísticamente.
 
Adicionalmente, el socialismo es visto como un modelo de fracaso económico, de atraso social y tecnológico, además asociado a la dictadura, el derramamiento de sangre y la ausencia de libertad. Si algo nos enseñó la historia, fue a ver el fracaso del mundo comunista. El atraso tecnológico, las hambrunas, el colapso económico, la dictadura, las sangrientas guerras de revolución y la caída de la URSS, el máximo y más poderoso exponente del socialismo sellaron el destino de la doctrina. El estado que una vez venció en todo a Occidente, colapsó.  El fracaso del proyecto Soviético y las atrocidades cometidas en su nombre le dieron una imagen de demonio a la URSS y al Marxismo. La política de industrialización y los Gulags de Stalin, el salto adelante y la revolución cultural de Mao, el muro en Berlín y la STASI de Honecker, las ejecuciones y éxodos masivos de los Castro. Nadie quiere vivir bajo una economía controlada, ni estar gobernado por un dictador, mucho menos adoptar un sistema que fracasó social, política y económicamente que reprimía la libertad comercial del individuo. La libertad actual consiste en producir, comprar y tener lo que se quiere en la cantidad que se quiera, en el socialismo, dichas libertades no eran posibles. En los 80s y 90s la URSS estaba golpeada económicamente debido a la carrera armamentística y a la baja producción agrícola, que hizo que en los días finales, la gente padeciera hambre, pero todo culpa de la carrera armamentística y la presión de EEUU. En 1989 la televisión en occidente mostraba la caída del muro de Berlín, mostraban los rostros felices de la gente “liberada”, la caravana de trabants viejos pasado el muro, el sentimiento de democracia y libertad que los Berlineses del oriente adquirían, lo que no se veía en la televisión era que del socialismo pasaban a otro sistema injusto y opresor, el neoliberalismo. En 1991 en todo occidente se mostraría como en Rusia y en la plaza roja las estatuas y bustos de Lenin eran martillados y removidos y la gente sonreía y gritaba feliz. Pero la televisión no mostraría la terrible crisis económica que Rusia sufriría durante la década de los 90.

Pero aún existen países socialistas. Cuba, Corea del norte, China, Venezuela, Vietnam. ¿No son ellos muestra del éxito socialista? La historia se repite. Cuba se está desplomando poco a poco buscando ayudas y tratados económicos con su enemigo acérrimo los EEUU, sin industria depende únicamente del turismo y de la buena fe de Venezuela, que le suministra el petróleo necesario para mantener la isla de pie. China modificó totalmente su economía a una capitalista altamente regulada, pues no podía mantenerse con una socialista. Se mantuvo el régimen político socialista, pero con una economía capitalista, donde los obreros son explotados, una gran ironía. Corea del norte es un país pobre, encerrado en sí mismo que solo tiene la bomba nuclear como único medio de subsistencia, lo que no gasta en comida, lo gasta en bombas. Venezuela está en declive. Se llaman una revolución socialista, pero ideológicamente, socialmente y económicamente son un collage abstracto de cosas color socialista. Si bien aún quedan países socialistas, estos no tienen la fuerza para iniciar una nueva revolución, ni para mantener la que tienen. Si no han desaparecido aún, han tenido que integrarse a la fuerza al sistema capitalista globalizado, traicionando sus principios o se han encerrado y aislado, para morir lenta y solitariamente.
 
La caída de la URSS, las dinámicas y progreso que la globalización trajo consigo, socavaron los valores socialistas, y por último los erradicaron. El cambio tan drástico a nivel mundial y los nuevos fenómenos hicieron que tras el colapso de la URSS y la instauración del mundo globalizado y neoliberal, la revolución muriera, que esta pasara a ser un simple y curioso  recordatorio en las páginas de la historia, de aquella vez que a la mitad del mundo no le pareció correcto lo que la otra mitad hacía. El mundo se dejó seducir por el sistema globalizado neoliberal, el triunfo de la democracia, de la libertad económica y celebró la caída del telón de acero. Pero quizá la instauración de ese nuevo modelo ha traído más problemas, injusticias, horrores y atrocidades nunca vistas o al menos que creíamos haber erradicado tiempo atrás. El trabajo infantil, la esclavitud laboral, la dependencia de un bien ficticio como el dinero, la contaminación del ambiente, la sobreproducción, la sobrepoblación y la más paupérrima pobreza. La caída del comunismo nos hizo avanzar como creadores, inventores y productores, pero nos involucionó como especie pensante, ética y moral. Avanzamos como productores, pero retrocedimos como sociedad. En el 91 se celebró y se televisó la caida del mal comunista, pero poca atención se la ha prestado a cuando hoy se televisa la crisis y la decadencia del modelo occidental neoliberal con las crisis migratorias, las personas que trabajan en esclavitud, las condiciones de miseria que tantos millones viven y la destrucción de la vida y el ambiente.
No cabe duda de que el socialismo se traicionó a si mismo, y que sus promesas no fueron cumplidas. No se hizo un hombre educado, superior, moral y colaborativo, se hizo pobreza, opresión y barbaridades. El fin histórico de la humanidad donde el hombre sería bueno y librado de las clases sociales demostró ser falso, las clases sociales se multiplicaron y se reforzaron, la moral no mejoró. Y la idea no fracasó por una mala implementación, sino por la codicia misma de sus directores. Sin embargo, la superación del socialismo y la predominancia del modelo neoliberal tampoco lograron erradicar los males que el mundo y el socialismo pretendían acabar.
 
Bibliografía.