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Contingencia de una mujer

Maria Paula Medina Chaparro

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La imagen frente al espejo me dice que me veo ridícula, no sé que mas hacer. Con el pensamiento constante de tener que verme bien para él, me pregunto: ¿me depile bien? Creo que sí, pero no estoy segura. Regreso al baño y vuelvo a poner cera caliente en mis piernas, otra vez la toalla y otra vez un grito ahogado, nunca me voy a acostumbrar a esto.

La imagen frente al espejo me dice que me veo ridícula, no sé que mas hacer. Con el pensamiento constante de tener que verme bien para él, me pregunto: ¿me depile bien? Creo que sí, pero no estoy segura. Regreso al baño y vuelvo a poner cera caliente en mis piernas, otra vez la toalla y otra vez un grito ahogado, nunca me voy a acostumbrar a esto. ¿Me lave bien el cabello? creo que sí, no estoy segura. Vuelvo a la ducha a pesar de ya tener el cabello planchado, con mucho shampoo me tallo el cuero cabelludo, el cabello tan largo me impide mover bien mis manos. Necesito verme limpia y linda. Si se acerca a mi, mi cabello no puede oler a suciedad. Tengo unas tijeras detrás del espejo, sin cuidado salgo de la ducha, desnuda y con un frío de muerte, agarró las tijeras y sin mayor cuidado me corto el cabello, regreso a la ducha y por mis pies mojados, me caigo. Mi cuerpo contra el suelo se retuerce de dolor, todo mi cuerpo me avisa del golpe, con mucha prisa me levanto, pero caigo nuevamente por un dolor en el tobillo: ¡me torcí el tobillo!, no puedo creerlo.

Nada va a impedir esta cita, me levanto y sin importar el dolor me meto nuevamente a la ducha, termino de lavarme el cabello. Solo me quedan 7 horas para emprender camino al cine. Me miro al espejo, tengo un golpe en el hombro, eso significa que no puedo usar prendas con cuello bandeja; me fijo en mi cabello, se ve aseado pero… está mal cortado. Me pongo un vestido de casa, salgo a la peluquería y pido un lavado de cabello después de un corte recto. No quiero que me queden evidencias de mi corte. Regreso a la casa, me vuelvo a bañar, mi cuerpo tiene que estar limpio, faltan 6 horas… Tengo poco tiempo, miro mi armario y no hay nada que me guste, ¡absolutamente nada! Con un centro comercial al frente, veo una oportunidad y como no tengo hambre, puedo usar el dinero del almuerzo para comprar algo nuevo. Junto con los ahorros que tenía para un viaje familiar, entró a la tienda, allí un hermoso vestido con cuello bandeja me llama, lo compro; luego me dirijo al local que queda a 5 pasos allí y adquiero una base de alto cubrimiento.
Regreso a casa, me baño, quedan 4 horas, salgo de la ducha, uso una mascarilla facial de pepino; me lavo la cara, aplico bloqueador solar, crema hidratante, suero antiedad, base de maquillaje, corrector, iluminador, polvo sellante; luego busco las sombras para los párpados, sigo un video sobre su uso, pego cinta para delinear, termine de arreglar mi cara.

Luego maquillo mi cuello y mis hombros, aplico la base de alto cubrimiento recién comprada, cubro el moretón y uso el sellador. Me envuelvo en el vestido, ahora solo quedan 2 horas, el tiempo pasó volando. Miro mis uñas, están desarregladas, el esmalte que aplique ayer está viejo y desgastado; saco el kit de manicura, me corto las uñas, un poco de lima por aquí, otro por allá, las tallo con el quitaesmalte una tras otra y ahora apesto a acetona. Lavo mis manos con mucho esmero, con mucha fuerza. Saco el esmalte, pinto mis uñas con el mayor de los cuidados, limpio los alrededores. Vuelvo al espejo, se ríe, se ríe. Acudo al más oscuro rincón del armario, los secretos de una mujer se guardan ahí. Debajo de mi ropa interior, busco hasta que siento la dura prenda y de un tirón la sacó del agujero, un corsé extremadamente exigente con la figura femenina. El espejo parece seguir riendo y ya empiezo a imaginar su sonrisa cuando me vea, me pongo el corsé que se ríe junto conmigo por la visible mejora, mi respiración se entrecorta, siento que me corta el cuerpo, pero es para él… Regreso a mi vestido y me empapo de desodorante, no quiero oler mal, empiezo a empacar mi bolso, celular, kit de maquillaje, perfume, esfero y pañitos. Salgo de la casa con 15 minutos antes de lo planeado.

Sin darme cuenta estoy en el centro comercial 1 hora antes de la función, voy al baño, lavo mis manos y mis piernas con el agua del lavamanos y una toalla de papel, las muchachas me miran raro, ¿será que nunca se han enamorado?

La oscura sala de cine oculta las bellas facciones de su rostro. Su mirada es misteriosa y aparecía una chispa en sus ojos cada vez que tomaba fotos, aunque nunca me ha dejado ver su talento con las fotos de las que se siente orgulloso; en sus ojos se veía el amor que le tenía a su profesión, por eso podía afirmar que deben ser muy hermosas. A estas alturas ya había olvidado por completo la película y solo me fijaba en él, su respiración pesada y sus ojos atentos a la pantalla, diría que demasiado atento. En este punto ni siquiera me importaba el dolor en mi tobillo, aunque pareciera que tenía un corazón allá metido, otro corazón por él y para él, sin previo aviso lo perdí de vista… o dicho de otra manera, no veía nada. Sentí su mano sobre la mía y me preguntaba con su dulce voz si me encontraba bien, me invadió la tristeza por no poder verlo, pero sentir toda su atención en mí me encantaba y se podría volver una adicción, con su mano en la mía sentí como me guiaba a través de la oscuridad y el intercambio de energía entre nosotros era mágico.

La soledad del centro comercial me estremece y hace que mi cuerpo se ponga en alerta, ¿no había por lo menos unas 30 personas más con nosotros en la sala? Si fuera así, ¿por qué estamos tan solos y el aire es frío? No parece ser el viento, me estremezco; se supone que tenemos que estarnos acercándonos a la salida, pero… me veo lejos de ella.

Caminando por el centro comercial y recorriendo las vitrinas sin poder ver, esto se me hace bastante gracioso. Terminé pensando en qué clase de centro comercial me encuentro, no tiene luz de emergencia o energía de reserva para esta clase de situaciones.

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Su mano, su toque, su esencia hace que me mantenga en movimiento detrás de él sin hacer mayor caso a mis instintos y al dolor de mi tobillo. Bajo rápidamente una escalera y veo una luz, tan pequeña y tan lejana, que alcanzaba a lastimar mis ojos. No es la luz de salida, es la luz de un espacio cerrado con olor a guardado que invade mis fosas nasales, ¿si quedo con ese olor, se acercara a mi? Es un olor espantoso, me entran ganas de bañarme y la rasquiña por todo el cuerpo empieza. Ahí sentí un vacío en el pecho, pero la luz me permitía ver su hermosa sonrisa que estaba inundada de felicidad honesta y real. No lo entendía, pero me gustaba su sonrisa y con eso me bastaba. Miré al suelo, las manchas de aspecto café parecían llamarme y decirme algo. Sin previo aviso, sentí como su mano golpeaba mi cachete, el calor subió por mi mejilla y el dolor empezó a invadir toda mi cabeza; caí al suelo y sentí como el corsé me cortaba el cuerpo. La combinación del frío suelo y las sensaciones de dolor me dejaban aún más aturdida, levanté mi cara, aún con la vista borrosa observaba su sonrisa brillar y su mano manchada con mi sangre, ¡mi sangre en su mano!

La cercanía que teníamos en ese momento me hizo fulgurar, mis esfuerzos sirvieron para hacerlo reír. Reír con su atención en mí y en cercanía conmigo. Volvió a golpearme, golpes eufóricos llenos de risas y gritos, su sonrisa embriagaba mi dolor. Su atención me obligaba a verme de manera correcta, pese al dolor intentaba dar mi mejor imagen, él sacó su cámara y me apuntaba con el flash. Solo pensaba en verme bien para él, al final solo recuerdo un destello blanco cegando mis ojos y un dolor en el pecho que me hizo sentir ahogada; en ese momento pasé de ver destellos blancos a no ver nada, pero sabía que estaba posando para la cámara que desde arriba fotografiaba mi cuerpo inmóvil, limpio y ya muerto.

Maria Paula Medina Chaparro - contingencia de una mujer - 2020 - mariapaulamedina0509@gmail.com