El código maya
Juan Pablo Quintero
En la historia de los descubrimientos de escrituras olvidadas de grandes civilizaciones sepultadas en el pasado, el desciframiento del código maya es uno de los más fascinantes debido, en buena parte, a su complejidad como sistema de signos. Este logro no se puede atribuir a una sola persona, como ha ocurrido en muchos casos de ínclitos eruditos de la epigrafía, sino que gracias al conocimiento acumulado de investigadores a lo largo del siglo XX, de hipótesis e interpretaciones fallidas pero sugerentes y del conocimiento que se había logrado de los calendarios mesoamericanos, se logró finalmente, en la década de 1970, comprender el significado oculto en los glifos mayas.
Al parecer, la escritura en América fue desarrollada por los zapotecas en algún momento del pasado prehispánico, hace cerca de 2500 años, y luego se propagó entre las distintas culturas mesoamericanas que le imprimieron características propias, siendo los mayas quienes la llevaron a su mayor grado de complejidad. El auge de la escritura se dio durante el periodo Clásico (300 d.C. a 1000 d.C.), al tiempo que se erigieron las grandes ciudades mayas en el centro y sur de la península de Yucatán, donde contrastan las áridas planicies con los ecosistemas selváticos.
Los escribanos, una clase de artesanos que hacía parte de la nobleza maya, eran los únicos que detentaban tal conocimiento. Dominaban, además, el arte de la pintura y eran expertos en la observación de los astros y en contar el tiempo, razón por la que se les encargaba registrar los acontecimientos políticos y religiosos importantes y hacer predicciones climáticas. Eran historiadores del pasado y del futuro. Escribían sobre grandes estelas de piedra que se levantaban en las plazas de las ciudades, en los muros de los templos y de los recintos de la elite, en la cerámica, en los adornos de jade y de hueso e incluso en papiros, de los cuales nos queda apenas un parco legado que se salvó de las llamas de la Conquista. Durante el periodo Postclásico (1000 d.C. a 1519 d.C.) se abandonaron muchas de las ciudades y el uso habitual de la escritura fue progresivamente desapareciendo. Para cuando llegaron los españoles, ya casi nadie sabía escribir y leer.
Alfabeto de Diego de Landa (Figura 16: El alfabeto de Landa (adaptado de Coe y Kerr 1998: 228).
En el siglo XVI, el obispo Diego de Landa se valió del consejo de dos nativos que decían conocer la escritura maya, para consignar en la Relación de las cosas de Yucatán una posible interpretación. En este trabajo, el obispo establece una correspondencia fonética entre los glifos y los sonidos en español creyendo que este sistema de signos se trataba de un alfabeto. El documento permaneció incógnito hasta el siglo XIX, cuando un anticuario francés descubrió una versión abreviada y suscitó un renovado interés por la escritura maya. A pesar de probarse errónea, la interpretación de Landa contenía pistas clave para su posterior desciframiento.
Lo más difícil cuando se quiere descifrar una escritura desconocida es descubrir qué lengua representa. Gracias a las claves provistas por Landa, se logró establecer que la escritura maya representaba el yucatec y el chol, entre una variedad de 30 lenguas mayas que aún se conservan. El siguiente gran paso fue establecer que no se trataba de un alfabeto sino que era un sistema logo-silábico, es decir que combina signos que representan morfemas o palabras completas con signos fonéticos que representan sílabas, tal como el sumerio, el chino o el egipcio. Superadas estas etapas, los epigrafistas siguieron enfrentando una serie de obstáculos que solo se han ido resolviendo con el tiempo: la fonética, la gramática y la sintaxis han sido obstáculos ostensiblemente enredados.
Los glifos se leían normalmente por pares e izquierda a derecha y de arriba hacia abajo.
Aunque no se seguía una estructura de escritura establecida, en la mayoría de los casos un glifo estaba compuesto por un signo principal, normalmente el logograma, rodeado de signos afijos, que podían representar sílabas o fonemas. Se leía primero el afijo de la izquierda, luego el de arriba y finalmente el signo principal. En este caso, el glifo K'ul Ahau es la representación del emblema de un territorio. El afijo de la izquierda es K'ul divino', y el de arriba significa Ahau 'señor' o 'gobernante'.
En el espacio grande normalmente va el símbolo del territorio. Por ejemplo:
Como es evidente, los afijos que significan lo mismo pueden tener variaciones estilísticas, lo que naturalmente se presenta como un obstáculo más para identificar la gran variedad de glifos que existen. De hecho, una misma palabra se podía representar de formas, como se ve en el ejemplo de Ahau 'señor':
(Tomado de Kettunen and Helmke 2010:20)
No se trata, entonces, simplemente de variaciones estilísticas. Los escribanos mayas podían escribir una palabra solamente con el símbolo logográfico, pero también lo podían combinar con complementos fonético-silábicos o incluso escribirla apenas con los valores silábicos, como se ve con la palabra balam 'jaguar':
Para entender mejor el código maya, se debe pensar en sistema de signos a partir del principio rebus, que viene de la expresión latina De rebus quae geruntur 'sobre las cosas que pasan', característicos de los sistemas logográficos. Según este principio, las palabras que tienen su correspondencia en el "mundo real" se pueden representar con logogramas, como en el primer ejemplo de balam 'jaguar'. Si se tratara de español, una casa se podría representar con la forma de una casa, un árbol con la forma de un árbol y una guanábana con la forma de una guanábana. Pero hay conceptos que no tienen su correspondencia física tan evidente. Si lo que se quiere es escribir la palabra hijo, lo que se hace es que se usa una palabra similar que se pueda representar más fácilmente, como higo por decir cualquier cosa, y se le añaden algunos símbolos, afijos o incluso otros logogramas, que indiquen que se debe leer como hijo mas no como higo. Así lo hicieron los escribas sumerios y así se hace en los acertijos que salen en algunos diarios actualmente.
Los escribanos mayas podían, entonces, distinguir el glifo que representa a Chaak, el dios de la lluvia, del que representa Kaloomte', título real, usando el mismo logograma chak pero con afijos distintos que indican cómo se debe leer cada uno.
(Tomado de Kettunen and Helmke 2010:20)
Nota al margen:
El fragmento de la conocida estela 6 de Tortuguero, Tabasco, México, se traduce algo así:
“El treceavo Baktun terminará en 4-Ahau, 3-Kankin… Ocurrirá. Será el descenso… de Bolon Yocte al…”. Se trata de una fecha que, en el calendario gregoriano, corresponde al 22 de diciembre del año 2012.
Referencias:
Kettunen, Harri & Christophe Helmke (2010) Introducción a los jeroglíficos mayas. Wayeb, Madrid.
Coe, Michael D. (1992) Breaking the Maya Code. Thames and Hudson, New York.