Claudia Cortés
Escuela de Ciencias Humanas
¿Quién es Claudia Margarita Cortés García?
Soy una mujer tranquila, apasionada y sensible. Disfruto hacer deporte, caminar y disfrutar la naturaleza. Soy mamá de una niña tierna y cariñosa de nueve años que de mi mano ha descubierto la sensibilidad, la interacción y la importancia del respeto.
En lo relacionado con mi vida profesional, me gradué como antropóloga de la Universidad de los Andes y posteriormente, después de descubrir el mundo de la salud, curse una maestría (2007) y doctorado (2016) en Salud Pública. Desde que terminé el pregrado he estado trabajando en los campos de la antropología médica, de la salud pública y de la historia de la medicina. En medio de estos, otros temas han emergido como de gran interés: los estudios de cuerpo, de género y de ciencia. Todos estos me han permito ver la importancia del diálogo entre disciplinas y, sobretodo, la necesidad de abordajes que posibiliten dichas aproximaciones cruzadas. Particularmente, cuando inicié con los temas de género, empecé a hacerme cuestionamientos sobre las violencias, nuestras condiciones, las cotidianidades y el poder en nuestras vidas, ahora me doy cuenta que incluso mi hija ha incorporado en su vida desde muy pequeña esos debates.
Desde el punto de vista profesional me define la forma en la que me aproximo a la medicina. Siempre me ha parecido fascinante el funcionamiento del cuerpo humano como una “maquina perfecta” y eso me impulsó a hacer la maestría con énfasis en ingeniería y a profundizar en el doctorado y el posdoctorado en la fisiología, la forma en la que funciona el cuerpo humano, y las respuestas que tiene ante situaciones críticas. Desde esta perspectiva siento que se pueden identificar mejor las alteraciones funcionales que llevan a las patologías, pero también surgen oportunidades de aproximación terapéutica. Soy una docente que disfruta plenamente su trabajo ya que puedo compartir mis inquietudes académicas con mentes jóvenes y diferentes disciplinas.
En 2005 cambié de eje de reflexión y fue en el Instituto Nacional de Cancerología donde, desde la Antropología médica y la Salud Pública, profundicé en cómo vincular el control del cáncer con la vida cotidiana y como conceptos como prevención, promoción, tamizaje y vacunación necesitan integrar una reflexión desde el marco sociocultural. En 2007 me vinculé como docente a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia y de la mano con Emilio Quevedo, profesor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, profundicé en el aporte de la historia para la comprensión de los procesos salud-enfermedad-atención.
Después de trabajar en estas instituciones, ingresé en 2009 a la Universidad del Rosario. Hago parte del Grupo de Estudios Sociales de Ciencias, Tecnologías y Profesiones (GESCTP), un grupo interescuelas y hago parte de él desde que ingresé a la Universidad. Actualmente coordino la línea de investigación Cuerpo género y salud y hago parte de la línea de Estudios Sociales de la salud del GESCTP.
Ser profesora en la Universidad del Rosario, más allá de dictar clase, ha sido construir un proyecto de vida.
¿Qué significa para usted ser profesora de la Universidad del Rosario?
Ser profesora en la Universidad del Rosario, más allá de dictar clase, ha sido construir un proyecto de vida, poder realizarme como profesional. En las clases, en las materias que he asumido he podido incluir los temas que investigo y allí es donde encuentro la mayor coherencia de este proyecto de vida: enseñar y hablar desde lo que encuentro en las investigaciones. En la universidad, he tenido un apoyo inmenso para desarrollar muchos proyectos y de trabajos de campo.
Pero además de este logro personal, ser docente es un reto y un aprendizaje constante. Es un reto porque la docencia no se trata solo de dictar una clase o transmitir conocimientos. Se trata de un proceso donde se transmite desde la interacción y la experiencia y por esto ser docente es también educar para la vida porque en estos espacios se forma en valores como la responsabilidad, el respeto, la colaboración, el reconocimiento del otro y la tolerancia. Es un aprendizaje continuo porque los procesos de enseñanza y aprendizaje son dinámicos. Los debates teóricos, los abordajes metodológicos, los entornos laborales se transforman constantemente y en este sentido debemos estar actualizándonos todo el tiempo; cómo decía un bibliotecario de comienzos del siglo XX, “Quien se atreva a enseñar nunca debe dejar de aprender”.
Adicionalmente, y creo que es uno de los puntos más importantes, significa transformar vidas. Este, es el otro elemento que junto a la investigación y la docencia me gusta de estar en la Universidad. Somos personas que podemos inspirar a nuestros estudiantes y orientarlos en decisiones importantes de sus vidas. Una vez, Emilio Quevedo, director del GESCTP, me comentó que uno no sabe cuándo puede cambiar vidas con lo que dice, y esto lo he visto más de una vez. Muchas veces he podido animar a estudiar en ciertos temas, a explorar nuevas oportunidades, a creer en sus procesos y capacidades y a afrontar retos. Eso es ser docente para mí.
¿Cuáles son los logros que considera relevantes en su vida académica, en particular en su práctica docente?
Podría separarlo en dos dimensiones, los que son reconocidos y los vivenciales; los que considero me han marcado más son estos últimos. En términos de reconocimiento he obtenido varios proyectos y premios; por ejemplo, el año pasado recibí el reconocimiento al mejor docente por la Escuela de Ciencias Humanas, y un año antes, había recibido el premio como profesora destacada en la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, lo que representa mucho para mí porque estaba en un contexto distinto y con estudiantes de carreras distintas a las ciencias sociales.
Los otros logros están muy vinculados a la transformación de vidas. Como lo decía antes, hay un logro que he aprendido a valorar un montón y está muy centrado en poder acompañar el proceso formativo de los estudiantes y enseñar transmitiendo pasión, crítica, criterio, sensibilidad y creatividad. Detrás de cada curso y sobre todo detrás de cada grado de los estudiantes que dirijo en tesis lo más importante son esos logros personales y como ellos han reflexionado y vivido miles de sus emociones a diario y como han logrado comprender qué se aprende, cómo se aprende y para qué se aprende.
¿Cuáles aspectos han marcado su trayectoria como profesora en la UR?
Mi trayectoria en la Universidad ha estado marcada por la posibilidad del reconocimiento del otro y esta posibilidad permite reconocer que existen múltiples procesos y estilos de aprendizaje en paralelo. Así en cada curso, en cada proceso siempre voy de la mano con los estudiantes. Parte de estos elementos va muy vinculado con entender que nosotros llegamos con rutas diferentes, pero estamos en un momento particular donde buscamos las mismas cosas y creo que ese reconocimiento del otro es algo que me ha marcado.
Otro elemento clave es el considerar que un curso siempre es dinámico y en este sentido es importante siempre adaptar las metodologías a las exigencias de cada curso. Por ejemplo, entender que las clases solo magistrales no tienen mucho sentido; entender que las contingencias que la pandemia y el acceso remoto han impuesto a las dinámicas de las clases; considerar que la evaluación es algo que se construye a partir de los diálogos y dinámicas con los estudiantes.
Esta dinámica lleva a comprender que es el estudiante es el centro del proceso de aprendizaje y esto implica poder conocerlo y acompañarlo en su proceso de formación. Por esta razón es importante en las clases tener flexibilidad académica, permitir un proceso personal de trabajo y promover el trabajo en equipo.
Mi trayectoria en la Universidad ha estado marcada por la posibilidad del reconocimiento del otro y esta posibilidad permite reconocer que existen múltiples procesos y estilos de aprendizaje en paralelo.
¿Cuál es su aporte a la Universidad y a los estudiantes?
Mi mayor aporte a la universidad es ser una persona comprometida. Puedo hacer un balance y creo que estoy en una institución maravillosa que apoya mucho mi proyecto de vida y me ha permitido lograr muchas cosas. Ahora mismo, hemos logrado que en los periodos inter-semestrales podamos dedicarnos a investigar y siento que eso es un voto de confianza muy grande hacia nosotros; para mí la forma más grande que tengo de retribuir es esa, la del compromiso con las actividades de docencia e investigación, caracterizados siempre por la calidad y el amor.
¿Qué la inspira a enseñar?
No sabía que enseñar era algo tan apasionante, nunca pensé en ser docente; ser profesora me encontró a mí. En el colegio era muy buena estudiante y me destacaba siempre, fui tutora, pero nunca pensé que el disfrutar tanto la docencia viniera conmigo desde esa época. Creo que me inspiran dos cosas: asumir el reto de formar porque no es una tarea menor; y aportar a transformar vidas porque con esta transformación considero aporto a un mundo menos desigual.