Las injustificadas omisiones del debate sobre el reconocimiento a Palestina
Mauricio Jaramillo Jassir
Mauricio Jaramillo Jassir
La decisión de reconocer a Palestina como Estado soberano por parte del gobierno de Juan Manuel Santos, será recordada como una de las más polémicas en la historia reciente de la política exterior colombiana.
En lugar de analizar la cuestión de fondo, varios medios con analistas políticos a bordo, se dedicaron a cuestionar que el reconocimiento se hubiera hecho el 3 de agosto, y tal vez lo más patético de dichas posturas: aquello supuestamente revelaba el carácter traicionero del hoy ex presidente. Obviamente, lo ideal era que la administración anterior hubiese llegado a tal decisión mucho antes, incluso en 2011, cuando la Autoridad Nacional Palestina le pidió al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tal reconocimiento.
Ahora bien, resulta bastante incomprensible que en lugar de discutir si la decisión responde a los intereses de a política exterior colombiana, se genere toda una polémica por el momento. En 2012 cuando en la Asamblea General de Naciones Unidas, se votó por reconocer a Palestina como Estado observador, el gobierno argumentó que cualquier acceso al estatus de Estado debería ser consecuencia de una negociación directa con Israel. A partir de ese entonces, Juan Manuel Santos y María Ángela Holguín defendieron esa tesis para apartarse de cualquier gesto de reconocimiento a Palestina.
En el transcurso de esos años, cuando se abogó por el reconocimiento de Palestina y se pidió al gobierno Santos revisar su postura, siempre se acudió a argumentos de fondo. Se habló del derecho de Palestina a vivir como nación y de la amenaza que suponía la ocupación reconocida internacionalmente, se mencionaba la urgencia de que para llegar a un acuerdo de largo aliento era indispensable una negociación entre iguales, es decir con dos Estados cara a cara, y finalmente, se sugería la tendencia internacional imparable de cada vez más naciones del sistema internacional reconociendo tal estatus. El no reconocimiento fue siempre de una posición insostenible y sin argumentos. Prueba de aquello fue la reacción al reconocimiento de última hora a Palestina. La Embajada israelí en Colombia respondió con un comunicado que revela la ausencia de cualquier argumento de fondo para oponerse. Se dice que el reconocimiento a Palestina significa “una bofetada a un aliado fiel, que contradice la calidad de las relaciones y la cercanía entre los países y sus líderes”.
La cercanía entre los países no puede medirse porque Colombia reconozca o no a los palestinos, aquello supone una condición por parte de Tel Aviv que desconoce la historia de Colombia con ambos pueblos. Se desconoce la tradición de varias décadas de la política exterior colombiana desde al menos 1947. Ese año en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas se votó la Resolución 181 que, al no contar con el beneplácito de la comunidad árabe, fue criticada por Colombia que decidió abstenerse a la espera de una salida, que recogiera las expectativas y preocupaciones de ambas comunidades.
Ahora bien, es necesario reconocer que en las últimas décadas la cooperación militar con Israel fue una prioridad para Colombia, relación en la que valga decir ambas partes obtenían beneficio. Esa circunstancia, se prestó para las falsas acepciones sobre ese vínculo. Colombia se convirtió en el único país del mundo, que no podía decidir libremente a propósito del tema palestino sometido a un chantaje. Países como España o Francia a pesar de tener una relación estrecha con Israel y criticar el terrorismo del que ha sido víctima este último, no se han sentido como traicioneros por reconocer a Palestina.
En cambio, en la otra orilla cabe repuntarse ¿En qué ayuda la postura de países como Guatemala Honduras, República Checa y Hungría de aspirar a un traslado de la sede diplomática ante Israel de Tel Aviv a Jerusalén? Extrañamente estos países desconocen que cualquier salida unilateral en la ciudad que ambos Estados reconocen como capital, solo aviva la violencia. Así lo consignó una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 2017 y que fue saboteada por un grupo de Estados que temían represalias anunciadas por parte del gobierno de Donald Trump. Colombia estuvo entre esos Estados, y jamás se dio un debate tan duro como el actual, por el anacrónico chantaje al que estaba sometido el país.
Ahora que la ex canciller María Ángela Holguín expone argumentos históricos y actuales., estos son frecuentemente ignorados. He aquí uno de los argumentos más contundentes y que responde a por qué se llegó a la decisión:
¿Por qué hoy el reconocimiento del Estado palestino? El presidente Santos visitó Israel y Palestina en el 2013, y habló de la necesidad de establecer un diálogo para buscar el bienestar de la población civil. Hasta ahora creíamos que el reconocimiento surgiría de una negociación, pero en los últimos años no ha habido avances. Por el contrario, la situación se ha vuelto más tensa y violenta, y las poblaciones palestina e israelí siguen sufriendo.
Además, la situación tiende a agravarse. Desde el pasado 20 de julio, la población árabe-israelí podría comenzar a ser objeto de discriminación en el marco de la nueva ley sobre Israel como nación del pueblo judío. Estos últimos desarrollos y la crisis humanitaria en la Franja de Gaza nos hicieron creer en la pertinencia de reconocer el Estado palestino (Diario EL Tiempo 11 de agosto de 2018).
Ese 20 de julio del que habla Holguín, se refiere a la ley por medio de la cual Israel adopta para su Estado el carácter judío y el hebrero como única lengua oficial, declaración abiertamente discriminatoria contra otros pueblos que habitan ese territorio. Se trata de una ley fuertemente fustigada en el mundo entero, y que pone en entredicho la voluntad de paz del establecimiento actual israelí.
Ojalá en el futuro cercano los debates se centren en el fondo, y se entienda la importancia de entender el momento histórico, pues Colombia no puede seguir alejándose del derecho basada en falsas presunciones.