Sloterdijk Y Hegel: Inmunología En Tiempos De Coronavirus
Tomás Molina
Tomás Molina
El filósofo alemán Peter Sloterdijk tiene un concepto central para entender la crisis sanitaria, política y económica provocada por el coronavirus: la inmunidad. En su obra maestra titulada “Esferas” nos dice que el punto de partida de la existencia humana es el útero de la madre.
Por eso mismo, la coexistencia precede nuestra existencia. Entender lo humano es entender los pares, el número dos. Este estar rodeado-de-otros, empezando por el útero materno, implica que nuestra existencia siempre tiene un complemento con el que forma pares.
Para Sloterdijk, todas las actividades que siguen al nacimiento implican la creación de esferas que nos sirven de protección como el útero materno. Su función, entonces, es inmunológica. Las esferas humanas producen inmunidad para sus miembros. No solo en el sentido biológico sino en el sentido social y psíquico, pues usualmente los tres están interconectados en la realidad. De hecho, una de las dimensiones de la esfera, la termotrópica es justamente la de darnos ventajas que nos permiten o mejoran la supervivencia de los habitantes de la esfera.
Esta ontología del dos, de la esfera, va en contravía de la ontología del uno que predomina en la ideología dominante. No somos meros átomos que interactúan con otros átomos, sino que siempre estamos rodeados de otros incluso antes de nacer. Esto quiere decir que la idea de que “solo hay individuos” no opera aquí. La emergencia que vivimos no solo reivindica la ontología de Sloterdijk frente a la ideología dominante sino que también nos muestra que esta es radicalmente falsa: lo colectivo es esencial porque los seres humanos vivimos en coexistencia, nunca en mera existencia.
En efecto, con el coronavirus hemos visto que no existe nadie, ni siquiera los millonarios más poderosos, que sea verdaderamente independiente del colectivo. Durante el funcionamiento normal de la ideología este hecho se reprime. El sistema puede funcionar como si cada uno de nosotros fuera un átomo que interactúa con otros átomos para satisfacer sus necesidades. La colectividad no existe. El virus muestra, en cambio, que la salud de todos depende de la salud del todo mismo, no de lo que haga un solo individuo con otro individuo.
Sloterdijk nos muestra que en la estructura erótica del mercado mundial encontramos individuos que intentan dominar a todos los demás. También buscan sentimientos de superioridad al negar o aplastar a los demás seres humanos. Eso nos impide producir los recursos inmunológicos que necesitamos para sobrevivir. El eros y el thymos del mercado mundial son contrarios a la dimensión termotrópica de las esferas, porque se concentran en un afán de dominar a los otros no en cuidar al otro.
Este sabotaje de lo termotrópico no deja de recordarnos al amo de la fenomenología del espíritu. En esa obra se nos muestra que el amo se considera a sí mismo como pura independencia. El amo cree que es el único sujeto en el mundo: todos los demás son simples objetos para ser utilizados por él. Por eso mismo, no tiene ninguna responsabilidad con los demás. Un ser perfectamente independiente no tiene obligaciones con nadie. Las responsabilidades con el colectivo solo surgen cuando aceptamos nuestra dependencia de él. El amo piensa que solo el esclavo tiene responsabilidades: está obligado a servirlo y a cumplir sus deseos. El amo es i-rresponsable, el esclavo es responsable. Por tanto, aquí no pueden surgir las condiciones básicas de la constitución de esferas. El amo está poseído por un afán de reconocimiento que redunda en la dominación absoluta de los demás, es decir, en el no-cuidado del otro.
¿No revela el coronavirus que muchos bancos están en la posición del amo y el colectivo está en la posición del esclavo? Los bancos, en efecto, no reconocen ninguna responsabilidad con el colectivo. El banco se aprovecha del aparato inmunológico de la esfera, igual que el amo se aprovecha de las protecciones que le brinda el esclavo. Ninguno quiere contribuir a la construcción de la esfera que protege a todos. Lo mismo con Jeff Bezos y otros en la posición del amo. No sienten ninguna responsabilidad frente a una colectividad que para ellos es mero objeto. La responsabilidad del esclavo es darles beneficios fiscales, infraestructura, protección, etc. Por eso mismo, los amos no tienen por qué tomar medidas que protejan al colectivo. El amo, recordémoslo, es independencia pura. En este caso, como mucho, y a regañadientes, reconoce su mínima dependencia con individuos—no con el colectivo—al pagar salarios a sus trabajadores, aunque sean malos salarios. Al no pagar impuestos, al evadir sus responsabilidades, el amo sabotea la inmunología de nuestra esfera, pero espera que los demás sigamos aportando a ella.
Por supuesto, Hegel sabía que la posición del amo es auto contradictoria. El amo solo puede ser amo porque otro lo reconoce como tal. El amo, en otras palabras, solo puede ser amo porque hay un esclavo que lo reconoce. El ser-amo es dependiente del esclavo. El amo solo puede vivir en colectivo, en lo par. El amo también vive en esferas. La idea de que el amo es independiente surge de una mala concepción que el amo tiene de sí mismo. Esto lo vemos en nuestros amos contemporáneos. El coronavirus lo revela. No son tan independientes del colectivo como creen: primero, no son importantes si nadie los reconoce como tal; pero también pueden enfermar y morir si el colectivo no sortea la crisis bien. Pueden quebrar si lo colectivo no actúa en conjunto para ayudarnos a todos. Todos estamos juntos en esto, porque vivimos juntos en esferas inmunológicas.
Por lo pronto, sin embargo, muchos amos siguen insistiendo en su independencia. Los bancos han tomado medidas que serían cómicas de no ser por sus nefastos efectos en la inmunología común: simplemente están relajando mínimamente sus políticas abusivas. Esta mala fe de hacer ver como un acto de solidaridad lo que simplemente son negocios no solamente es repugnante desde un punto de vista moral, sino que también revela que efectivamente no sienten ninguna responsabilidad. Lo suyo sigue siendo business as usual. Lo mismo podemos decir de las empresas en EEUU que pudiendo, eligen no darles una baja por enfermedad paga a sus trabajadores. Prefieren que el colectivo sufra porque no tienen ninguna responsabilidad con él. Si el que asa las hamburguesas de McDonalds arriesga su vida y la de los demás yendo a trabajar enfermo, no importa. El esclavo es responsable de obedecer las órdenes del amo. Nada más cuenta.