Los documentos son, que sepamos, la única máquina de que disponemos para viajar en el tiempo. Les ofrecemos una prueba: el nueve de junio de 1832 llegó un oficio muy particular dirigido al rector del Rosario [v.24 ff.115-16].

Algo dijimos en este blog, hace poco, de la interesante figura de don Ezequiel Uricoechea. Como apéndice documental, compartimos hoy la sección del libro de Capellanía donde se copió la crónica de la misa en su memoria, por Guillermo Hernández de Alba (Noticias Culturales. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, n.113 junio 1 1970).