Los que no quieren ser llaneros solitarios
By: Amira Abultaif Kadamani | Octubre 2019
Economía y Política
By: Amira Abultaif Kadamani | Octubre 2019
Fernando Carriazo Osorio, profesor Universidad del Rosario.
Ganaderos de la Orinoquía y la Amazonía colombianas valoran más el conocimiento que el dinero compensatorio, a la hora de adoptar prácticas favorables para la conservación del medio ambiente, revela un estudio realizado entre la Universidad del Rosario y el Centro Internacional de Agricultura Tropical.
La imagen idílica del llanero cabalgando por planicies infinitas mientras vigila o arrea solitario su ganado disperso, ya parece no ser tan idílica. En un mundo cuya humanidad ha puesto en jaque aquello que le da sustento —la tierra— por satisfacer con apetito voraz sus necesidades y deseos, la idea de un ganadero no es precisamente la de un justiciero por la naturaleza. Las razones son contundentes y alarmantes. La ganadería vacuna produce el 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta, según establece la FAO, y es responsable de casi el 60% de la deforestación en Colombia, bien sea para criar animales en pie o para asegurar la tenencia de un predio, conforme un estudio de Fedesarrollo de 2014. Esto sin cuantificar su enorme uso de agua dulce (las vacas consumen cerca de la décima parte de la que está disponible, señala la FAO), la contaminación de este preciado líquido, la compactación, desecación y erosión de la tierra, la eutrofización, el acaparamiento de vastos terrenos con vocación agrícola y la pérdida de biodiversidad.
De ahí que sea perentorio que este sector adopte mecanismos productivos sostenibles. Hacia esa meta se encamina la investigación desarrollada por el economista Fernando Carriazo y el ecólogo Francisco Escobedo, profesores de la Universidad del Rosario, en asocio con el economista ambiental Ricardo Labarta, del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT). El estudio Incentivos para Prácticas y Políticas de Ganadería Sostenible en la Orinoquía Colombiana se dividió en dos fases: en la primera, encuestaron a 245 ganaderos de seis departamentos del país (Meta, Casanare, Vichada, Arauca, Caquetá y Putumayo) para caracterizarlos con respecto a la extensión de su propiedad y de su hato, nivel educativo, edad, género, mecanismo empleado en su unidad productiva y conocimiento de los métodos de pastoreo y de asistencia técnica; en la segunda fase, diseñaron diversos escenarios hipotéticos para evaluar sus
preferencias frente a la adopción o no de prácticas sustentables —particularmente del sistema silvopastoril y las pasturas mejoradas— si son subsidiados para ello, y el apoyo que quisieran tener o no en forraje y producción vacuna.
En el sistema silvopastoril se integran árboles, arbustos, follaje y pastos como ecosistema de alimentación y hábitat de los animales, mientras que las pasturas mejoradas son aquellas tecnificadas por el hombre para maximizar sus beneficios, de acuerdo con las especificaciones del suelo donde pueden crecer y la vocación del ganado —fundamentalmente lechero o cárnico— que alimentan. En este caso, el género de pastura que los investigadores propusieron fue la Brachiaria, una planta herbácea que aunque es originariamente de África fue introducida con éxito en el continente americano, desde hace unas cinco décadas, por su amplio rango de adaptación a áreas tropicales. Ambos mecanismos ofrecen bondades diferenciales frente a lo que ocurre en muchas zonas, que son deforestadas de su flora nativa para darles paso a los rumiantes, los cuales terminan andando a sus anchas en busca de alimento, fresco o seco. En contraste, con las pasturas mejoradas hay una mayor calidad nutricional y cantidad de forraje, lo que también pasa con el sistema silvopastoril, en el que, además, los animales crecen bajo la sombra y viven menos estresados por los cambios bruscos de temperatura.
Así mismo, Carriazo, Escobedo y Labarta les plantearon a los ganaderos tres tipos de asistencia técnica de forraje —ninguna, básica y completa— y el mismo escenario de asistencia en producción vacuna, la cual implica comprender y apropiar los procesos de manipulación genética para lograr mejores razas, los esquemas de vacunación y tratamientos antibióticos idóneos, entre otros.
El panorama común que revela este estudio es que gran parte de los ganaderos de estos departamentos vive en zonas alejadas e inhóspitas donde a veces ni siquiera el Estado hace presencia, y esa soledad, que colinda con el abandono, los ha privado de ayuda y conocimiento que resulta vital. En Colombia hay cerca de 623.000 ganaderos, y de ellos, el 82% son pequeños, es decir, poseen entre 1 y 50 cabezas.
Pese a que el nivel educativo de los ganaderos consultados era relativamente bajo (solo el 14.5% completó sus estudios de educación superior, el 7% recibió educación técnica y el 17% es bachiller), todos se mostraron muy conocedores de sus unidades de producción y fueron capaces de hacer con solvencia cálculos de costo-efectividad frente a los diversos escenarios que les postularon. Y la gran mayoría entiende la importancia de acoger uno u otro mecanismo para potenciar sus negocios y reducir su impacto sobre el medio ambiente. No en vano, el 47% de ellos estaría dispuesto a adoptar un sistema silvopastoril en el 15% de su predio, y el 41% lo haría en el 30% de su terreno, lo cual implica un esfuerzo importante teniendo en cuenta que implementar este sistema cuesta 779 dólares por hectárea y mantenerlo durante tres años vale 144 dólares/hectárea, según estimaron los investigadores.
Con todas esas variables en juego, establecieron múltiples combinaciones de opciones (ver recuadro de ejemplos) y se las presentaron a los ganaderos para que
eligieran un escenario entre una dupla de opciones; cada llanero repitió el ejercicio entre cinco y diez veces con esquemas diferentes. Y a partir de la recopilación de todas sus elecciones, los investigadores procesaron estadísticamente los datos aplicando un modelo econométrico para determinar cuál era la valoración que cada ganadero hizo en sus selecciones.
“El primer gran hallazgo es que ellos no solo están muy interesados en hacer sus negocios más ambientalmente sostenibles, sino que valoran más la asistencia técnica que el pago que se les podría ofrecer por dedicar tierra para la conservación”, explica Carriazo. Es decir, un eventual programa o política de compensación por servicios ambientales para este sector no debería basarse solo en una recompensa monetaria, sino complementarse con asistencia técnica. El 67% manifestó su interés en recibir asistencia técnica en forrajes (32% básica y 35% completa) y 69% querría apoyo en producción (35% básica y 34% completa). Solo el 11% de los encuestados en este estudio dijo no estar interesado en participar en un programa de estas características.
En cuanto a las pasturas mejoradas los valores son menores: 407 dólares/ hectárea por adoptarlas y 115 dólares/hectárea por mantenerlas al año. Con esto en mente, el 49% de los ganaderos las adoptarían en el 15% de su finca, y 42% en el 30% del predio.
Cabe reiterar que para que eso sea posible se requiere un estímulo en dinero (subsidio) o especie (asistencia técnica), pero hacerlo derivaría en una ganancia ambiental, económica y social, al migrar hacia la ganadería intensiva. Si bien los ganaderos no retirarían una parte de su terreno para dejarlo al margen de su producción (lo que en muchos casos se entiende como delimitar un área solo para la conservación), aplicar uno u otro sistema es un paso importante hacia la sostenibilidad. “Con las pasturas mejoradas y el sistema silvopastoril las vacas emplean menos terreno para consumir los nutrientes que necesitan porque el contenido nutricional de ese tipo de vegetación es más alto, y eso reduce la densidad de vacas por hectárea. Y, por otro lado, con cualquiera de los dos la captura de CO2 es más alta que con los pastos nativos, y por eso considera un servicio ecosistémico”, sostiene Carriazo. “Esto para los ganaderos es una innovación frente a la forma en que tradicionalmente producen; no hay pérdida, sino ganancia, pero hay que incentivarla”, agrega.
El Proyecto Ganadería Colombiana Sostenible, promovido y operador por Fedegán, en alianza con el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (Cipav), el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez (Fondo Acción y The Nature Conservancy, y cofinanciado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, en inglés) y el gobierno del Reino Unido, bajo la supervisión del Banco Mundial, ha logrado que 160.000 hectáreas de ganadería en Colombia tengan un manejo sostenible, de las cuales 35.500 han implementado sistemas silvopastoriles.
Cambiarles el chip es lo que subyace en este ejercicio que los investigadores plantearon, lo que resulta esencial en “un sector en extremo ineficiente”, conforme juzga el estudio de Fedesarrollo, con un inventario que hoy llega a las 27 millones de cabezas repartidas en cerca 34 millones de hectáreas.
“La principal limitación para que los ganaderos adopten prácticas sostenibles es el conocimiento de los mecanismos para hacerlo”, asegura Manuel Gómez, coordinador del Proyecto Ganadería Colombiana Sostenible, promovido por Fedegán, el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria, el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez y The Nature Conservancy. Este programa, cofinanciado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente y el Banco Mundial, ha logrado que 160.000 hectáreas de ganadería tengan un manejo sostenible (35.500 de ellas tienen sistemas silvopastoriles), pero el reto para reconvertir al sector es enorme. Y si se prevé, como establece la FAO, que la demanda mundial de productos pecuarios se incremente en un 70% para 2050, urge cambiar el modelo en aras de la supervivencia humana.
Opción 1 | Opción 2 | |
Área con sistema silvopastoril | 30% | 15% |
Asistencia en forraje | Ninguna | Completa |
Asistencia en producción | Completa | Básica |
Subsidio por adoptar este sistema | U$212/hectárea | U$339/hectárea |
Opción 1 | Opción 2 | |
Área con pasturas mejoradas | 10% | 15% |
Asistencia en producción | Básica | Ninguna |
Subsidio por adoptar este sistema | U$319/hectárea | U$217/hectárea |
Rector: José Alejandro Cheyne
Vicerrectora: Stéphanie Lavaux
Síndico: Miguel Diago
Secretaria General: Catalina Lleras
Directora de Investigación e Innovación: María Martínez
Directora de Marketing & Comunicaciones: Lina María Echeverri
Editores Programa Comunicación de la Ciencia: Editores Programa Comunicación de la Ciencia: Mara Brugés, coordinadora Divulgación Científica, Dirección de Investigación e Innovación; Carlos Roberto Reyes, jefe Medios ATL, Dirección de Marketing & Comunicaciones.
Periodistas: Amira Abultaif, Ximena Bedoya, Paula Grisales, Magda Páez, Gloribett Pardo y Ximena Serrano.
Diseñador: Juan Ramírez
Fotografía: Milagro Castro, Ximena Serrano
Digital Project Manager: Ismael Iriarte
Editor de Contenido Virtual: Ricardo Ernesto Castañeda Pasos
Diseñador Web: Alexander González Saavedra
Laura González: Community Manager
Fernando Carriazo Osorio
Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales
Profesor Principal de Carrera
Correo electrónico: fernando.carriazo@urosario.edu.co
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