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Virtud y sabiduría en Castillo y Rada

Virtud y sabiduría en Castillo y Rada

En los 190 años de la desaparición de don José María del Castillo y Rada, presentamos algunos homenajes a su memoria.

Quienes visitan el claustro de la Universidad del Rosario, tienen oportunidad de ver tres tipos de homenajes a la memoria del Dr. Castillo y Rada, quien ejercía la rectoría de la Universidad cuando le sobrevino la muerte: una placa, instalada en el primer centenario de su desaparición, un mausoleo en la capilla y dos retratos de medio cuerpo, parte de la colección del Museo institucional[1].

En la Gaceta de La Nueva Granada, correspondiente al primero de marzo de 1835, apareció la siguiente necrología:

Un violento ataque al pulmón ha privado de la vida, el 23 del pasado, al Dr. José María Castillo i Rada, actual rector del colejio mayor del Rosario, i catedrático de economía política i ciencia administrativa. No tenemos tiempo, ni datos bastantes para escribir su biografía completa; pero la vida pública, política i literaria del Dr. Castillo es bien conocida en el curso de 25 años de revolución. Multitud de destinos le fueron confiados en todos los poderes del Estado en esta larga época, i es notorio que fué compañero de los Torres, Camachos, Gutiérrez, Toledos, Torices, Madrid i demás patriarcas de la independencia granadina. El Sr. Castillo poseía la más extensa variedad de conocimientos, debidos á una vasta i constante lectura i á un talento sobresaliente. A pesar de su salud valetudinaria, servía actualmente tres cátedras en el colejio, era vicerrector de la universidad central, i miembro del consejo administrativo de la sociedad elemental de instrucción primaria. Al Sr. Castillo podía considerársele por su ilustración como ornato de la Nueva Granada: tenía un corazón dispuesto á servir a sus semejantes, i su carácter amable é insinuante le granjeaba el aprecio jeneral.

Descanse en paz[2].

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Placa conmemorativa del centenario de Castillo y Rada. Foto: Gabriel Serrano.

El obituario llama la atención por varios aspectos: la valetudinaria salud del Dr. Castillo, que apenas frisaba en los 59 años, minada por un “violento ataque al pulmón”. Por su talento y conocimientos, servía varias cátedras y se le reconocía el servicio público “en el curso de 25 años de revolución”[3].

Similar reconocimiento hace la cartela de su retrato: “Docet quid virtus quid sapientia potuit”[4]. Virtuoso se mostró en la hora de la muerte, prisionero en el Rosario:

Castillo y Rada, como Lamartine, ejercía un prestigio mágico sobre el bello sexo por el encanto de su palabra dulce, por sus exquisitos modales y por la fama de virtud y de saber de que gozaba; y cuando las damas de Santafé supieron que estaba preso y condenado en primera instancia a muerte, se estremecieron de horror, y todas, realistas y patriotas, se propusieron ayudar con sus lágrimas, con sus ruegos o con su influencia, a la amante esposa que intentaba salvarlo del patíbulo. Sorprendido Tolrá, fiscal de la causa, del vivo interés que las Señoras de Santafé mostraban por el prisionero; oyendo hablar siempre de él con elogios; conquistado quizá por alguna belleza, o movido por la curiosidad, quiso conocer a Castillo, y fue a la prisión, donde, después de una larga conferencia, hubo este diálogo, cuya autenticidad afirmaba el Señor Ma-riano Escobar y Rivas, también patriota y prócer:

-Bien, decía Tolrá, quiere usted salvarse?

-Cómo nó!

-Dígame usted, pues, quiénes son sus cómplices.

-El género humano, señor, que busca la libertad y conspira contra el despotismo.

-Pídale usted perdón al Gobierno y ofrézcale que en adelante, como todo hombre honrado, será usted partidario del Rey.

-No sé mentir, señor.

-Niegue usted, al menos, que ha tomado parte en la revolución.

-No puedo sacrificar a la vida mi honor y el honor de todos mis compañeros.

-Entonces, prepárese a morir.

En el servicio público y luego de inevitables desencuentros con el presidente y el vicepresidente de Colombia, el general Santander le dirige elogiosa comunicación:

Al señor José María del Castillo, Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda.

Al separarme de la administración quiero dejar a usted una prueba en este papel del aprecio y reconocimiento de mi corazón por la ayuda que he recibido durante el período transcurrido de los esfuerzos patrióticos de usted. Sus distinguidos talentos, profundas luces, notoria rectitud y desinteresado celo por el bien público me han sido, no sólo harto conocidas, sino auxiliares eficaces en mi Gobierno. Más que todo me ha sido muy grata la amistad con que usted se ha conducido desde 1821, y el interés con que ha procurado organizar el sistema de hacienda y su administración por más que causas extrañas hayan impedido recoger el fruto de sus observaciones. Doy a usted las debidas gracias por todo, y conservando siempre los sentimientos de mi distinguida consideración y aprecio hacia usted me digo su obediente servidor,

F. de P. SANTANDER

Bogotá, 3 de mayo de 1827-17.

 


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Taller de los Figueroa. José María del Castillo y Rada
[Detalle]. Óleo sobre lienzo, 93 x 81 cm. Museo de la Universidad del Rosario. Número de registro: 81. Foto: Andrés Becerra. La fecha que aparece en el epitafio, 1834, es un evidente error.

Nuevas polémicas y odios políticos pretendieron que le Dr. Castillo, elegido para la rectoría del Rosario, influía negativamente es sus discípulos a través de la cátedra. Los propios colegiales salieron a desmentir la calumnia y repara la fama del maestro y rector:

Si a esto añadiéramos su conducta noble y honrada, su fina educación, sus maneras cultas en alto grado, su trato afable y cortés y aquella multitud de cualidades que relevan su mérito personal, podríamos concluir que el aula del señor Castillo no es solamente de ciencias, sino también de la cultura y civilización más exquisita... Oyendo al señor Castillo, en vez de facciosos y perdidos, pueden formarse firmes republicanos, patriotas verdaderos y filósofos moderados (...).

El cadáver del Dr. Castillo fue velado en la casa rectoral por tres días y el funeral se celebró en la Bordadita. Hubo exequias solemnes en su ciudad natal y fue ofrecido el mausoleo de mármol blanco, con su leyenda latina, por el ciudadano José Ignacio París[5].

Música fúnebre.

Unos cuantos recibos del Archivo indican que en los últimos momentos del Dr. Castillo hubo música. En la administración (¿extremaunción?) y en el entierro del ilustre rector, participaron los siguientes músicos: dos violines, dos flautas y bajo; cinco cantores y otro músico de flauta, junto con otros servicios artísticos de José María Cancino[6].

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Recibo extendido por Mariano de la Hortúa por concepto de servicios musicales, 22-3-1835. AHUR, caja 27 f. 14.

 

 

[1] Dos obras casi idénticas, excepto por la leyenda que decora una de ellas. En el Archivo Histórico existe una cuenta de cobro de José Celestino Figueroa, por una copia del retrato de Castillo.

[2] Gaceta de la Nueva Granada, n. 179; 1-3-1835.

[3] Llamativa indicación temporal, frente a la corriente de la época y que consistía en contar los años a partir de 1810.

[4] Adaptación de un verso del poeta latino Horacio: rursus, quid virtus et quid sapientia possit, /             

utile proposuit nobis exemplar Ulixen. Quintus Horatius Flaccus, Epistulae 1.2.17-18: Además, [Homero] nos propuso a Ulises por ejemplar útil de lo que puede la virtud y la sabiduría).

[5] París sucedió en la beca del Rosario a Castillo y Rada, en 1796. AHUR, caja 11 ff. 141-42.

[6] AHUR, caja 27 ff. 14-15-16- . Los recibos están firmados por: Mariano de la Hortúa, Manuel Rueda, José María Cancino. Sobre dichos artistas: Cortés, J. (2016). “Ni Mozarts, ni Rossinis, ni aún Paganinis”:  cultura musical en Bogotá, de José Caicedo Rojas (1816 - 1898) a Honorio Alarcón (1859 - 1920) [Tesis doctoral]. Universidad Nacional de Colombia.