Las formas contemporáneas de la automedicación irresponsable y algunas alternativas de intervención
Andrés M. Pérez-Acosta
Andrés M. Pérez-Acosta
La automedicación es un comportamiento individual de consumo de medicamentos por iniciativa propia, que originalmente tiene una intención de autocuidado de la salud[1]. Este comportamiento no es exclusivamente humano y está presente en otras especies animales, bajo la denominación de “zoofarmacognosia”[2]. En últimas, se trata de una expresión conductual adaptativa con un gran arraigo en la evolución de las especies.
Sin embargo, en el caso de los humanos, este comportamiento está virando en las últimas décadas hacia un paradójico problema de salud pública global. De la mano de la publicidad (formal o informal) y el mercadeo de los medicamentos, aumentan los casos de intoxicación y muerte de personas por abuso en el consumo de medicamentos, sean de prescripción o de venta libre[3]. No queda duda de que vivimos ahora en una “sociedad medicalizada”, independientemente del grado de acceso de las personas a los servicios de salud.
Mientras los animales (incluso invertebrados) nos dan ejemplo de uso racional de sustancias naturales, que originalmente son venenosas, para eliminar parásitos[4], los humanos exhibimos formas cada vez más sofisticadas de automedicación irresponsable. Aun dentro de un contexto estricto de prescripción médica, surgen fácilmente formas riesgosas de automedicación: variaciones en las dosis prescritas (sobredosis y subdosis) o en el tiempo prescrito (interrupción temprana o prolongación temporal)[5].
La primera gran consecuencia global de las automedicaciones individuales, sobre la cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) llamó la atención recientemente, es la resistencia microbiana a los antibióticos[6]. La mala administración de este tipo de medicamentos, ya sea por parte del paciente o del personal de salud, sumada al abuso de estas sustancias en la zootecnia de animales para consumo humano, ha hecho a los agentes patógenos más resistentes a los tratamientos.
También la OMS publicó este año 2015 otro informe, acerca del preocupante aumento generalizado en las tasas de cesáreas clínicamente innecesarias[7]. Este tipo de cesáreas son aquellas que no son programadas debido a los riesgos para la salud de la madre o del bebé, sino por conveniencia de la madre o del médico (por ejemplo, por asuntos laborales o estéticos). Esta es una forma de automedicación, pues la cesárea es una intervención médica, más exactamente quirúrgica, que se sale del contexto clínico, con consecuencias para la salud y el desarrollo de los neonatos, por ejemplo, problemas respiratorios[8].
Otro ejemplo cada vez más sofisticado de automedicación, con graves consecuencias para la salud a largo plazo, es el dopaje en deportistas, especialmente en aquellos de alto rendimiento. Incluso en deportistas aficionados es cada vez más fácil y frecuente el consumo de complementos dietarios y medicamentos sugeridos por fuera de la consulta médica ortodoxa[9]. El objetivo de este consumo es solamente el aumento del rendimiento. A pesar de ser una práctica ilegal, el afán de ganar a cualquier precio se impone. En ese sentido, el caso del exciclista Lance Armstrong es paradigmático[10].
Aún más preocupante, si cabe, es el caso del consumo lúdico de medicamentos de prescripción (incluso teóricamente controlados) por parte de los jóvenes, como parte de una búsqueda incesante de sensaciones. Son especialmente preferidos en las nuevas “bandejas festivas” del fin de semana los medicamentos de uso psiquiátrico como las benzodiacepinas[11]. Por supuesto, en estos casos el abuso y la intoxicación por estos nuevos “cocteles” es cuestión de minutos u horas. Las drogas narcóticas clásicas pasan de moda, así como ha pasado con los cortes de pelo y la ropa.
Este cuadro de las formas contemporáneas de automedicación es completado por el mercado negro de medicamentos falsos. Aquí se mantiene la intención original de autocuidado de la salud por parte del consumidor, pero cae en la trampa del comercio ilegal, bastante facilitado por Internet. Miles de personas han muerto intoxicadas, en todo el mundo, en la última década a causa del consumo de estas sustancias falsificadas[12].
Ante este oscuro panorama, también han surgido muy distintas formas de intervención. Varias alternativas de afrontar el problema global de la automedicación irresponsable se compilan en el Observatorio del Comportamiento de Automedicación (OCAM)[13], del Programa de Psicología, Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, Universidad del Rosario, lanzado académicamente en el VII Congreso Internacional de Psicología de la Universidad de las Américas, Puebla, México, el 23 de abril de 2015[14].
En primer lugar, existen las opciones “activistas” contra la industria farmacéutica o de vigilancia del negocio farmacéutico internacional, que en buena parte está detrás del actual abuso de medicamentos; especialmente los de venta libre, publicitados y mercadeados casi como si fueran alimentos. En ese sentido, se destaca Salud y Fármacos[15], organización internacional sin ánimo de lucro que surgió, en 1998, con el fin de diseminar información sobre el acceso y utilización adecuada de medicamentos entre la población hispanoparlante.
Diferentes instituciones, en cada país, cumplen con la vigilancia estatal de la industria farmacéutica. En Colombia, dicha vigilancia es ejercida, principalmente, por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA)[16]. En Estados Unidos, el homólogo es la FDA (Food and Drug Administration)[17]. Precisamente, una intervención muy llamativa de la FDA contra la automedicación irresponsable es la videonovela educativa sobre salud “¡Nunca Más!”, que se puede ver a través de YouTube[18]. Está dirigida a la población latina y a las mujeres, que tienen justamente la incidencia más alta de automedicación no responsable en Norteamérica.
También han surgido alternativas mixtas de intervención como el Foro Brasileño sobre Medicalización de la Educación y de la Sociedad, creado el 11 de noviembre de 2010, como resultado político del Primer Seminario Internacional sobre la Educación Medicalizada. En general, se trata de una alianza de múltiples instituciones públicas y privadas que cuestionan la actual medicalización excesiva de la sociedad brasileña[19].
Una interesante alternativa de intervención individual es un “aplicativo” (software para teléfonos celulares) desarrollado en Chile con el nombre de “Farmapp”, que es una guía independiente de la industria farmacéutica sobre precios y presentaciones de los medicamentos que se comercian en ese país. Incluye una sección de Medicamentos, otra de Farmacias y un Fiscalizador para informar sobre prácticas que violan los derechos del consumidor de medicamentos[20].
Finalmente, desde el Observatorio del Comportamiento de Automedicación se está promoviendo una intervención integral denominada “Pacto Multisectorial para el Consumo Inteligente de Medicamentos”, que incluya no solo al Estado y a las organizaciones no gubernamentales, sino también a la academia y a la misma industria farmacéutica. La lógica del pacto es que este problema no debe dejar de lado (o enfrentar) a ninguno de los actores del fenómeno. Se ha propuesto con la convicción de que debe ser posible encontrar salidas en las cuales todas las instancias se beneficien, comenzando por los mismos consumidores de medicamentos.
Andrés M. Pérez-Acosta
Profesor Titular
Programa de Psicología
Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud
Universidad del Rosario
Correo electrónico: andres.perez@urosario.edu.co
Referencias
[2] Springer
[3] Redalyc
[4] Sciencemag
[5] Dialnet Unirioja
[6] Who
[7] Who
[8] Revista Pesquisa
[9] Wada Ama
[10] Wikipedia
[11] Consejos de tu Farmaceutico
[12] NW Noticias
[13] Andresm Perez
[14] Urosario
[15] Salud y Farmacos
[16] Invima
[17] FDA
[18] FDA
[19] Medicalizacao
[20] Farmapp