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La Fraternidad como Ideal Republicano

Juan Camilo Torres Naizaque

La Fraternidad como Ideal Republicano

Breve acercamiento a los inicios de la masonería

No es precisa la fecha en la que la masonería aparece en el mundo occidental; diferentes registros dan cuenta de su presencia en diferentes momentos históricos, pero nada concreto se sabe acerca su génesis[1]. Sin embargo, en aras de dar con un vestigio de la masonería tal y como es concebida hoy en día, es posible trazar una línea divisoria entre una masonería conocida como operativa, que responde a la pregunta por los orígenes gremiales remotos de la fraternidad, y la ahora denominada especulativa, caracterizada por definir de una manera más o menos clara las formas rituales y objetivos que perduran hasta nuestros días.

Las raíces más próximas de la masonería especulativa se encuentran en la Inglaterra de comienzos del siglo XVIII, y más específicamente de 1717. En dicho momento, se organizaron por vez primera, bajo una misma estructura formal y filosófica, las logias masónicas presentes en Inglaterra (Carnicelli, 1970), dando así a luz a la Gran Logia de Londres, actual cúspide de la organización mundial de la masonería. Aun así, esta logia es considerada pilar de la organización no sólo por ser producto de dicha convergencia de logias menores, sino porque también fue cuna de las Constituciones de Anderson —1723, documento con el que, de igual forma, se buscó dar cuenta documentada de los simbolismos, rituales y fines propios de la histórica fraternidad por ´primera vez (Ferrer Benimeli, 1989).

El análisis del papel histórico de la masonería, dada su fuerte relevancia en las esferas públicas de la sociedad moderna, ha de realizarse, no obstante, yendo más allá de su estructura interna, pues aunque las formas y los pilares de su filosofía parecen haberse mantenido incólumes a pesar de las fronteras, la incidencia del pensamiento masónico en la sociedad —su aplicación— resulta, por el contrario, notablemente disímil en relación con el contexto político de cada una de las regiones en la que se hizo presente. En ese sentido, se observa cómo mientras en Inglaterra la masonería surgió con el apoyo monárquico y religioso de la nación, en Francia, por el contrario, se presentó totalmente republicana y anticlerical (Vaca de Osma, 1992). De tal manera, mientras a un lado del continente no existía motivo alguno para actuar en secreto ni oponerse al orden establecido, en el otro su papel tomó un carácter activo y, más que todo, político, a la vez que sus actividades, en razón de dicha actitud, se vieron puestas de tajo en la vía de la clandestinidad.

Aunque la masonería haya llegado a Francia en cabeza de algunos ingleses que buscaban refugio político por apoyar la causa de la casa Estuardo —cuya familia se encontraba en el exilio— (Sánchez Morales, 1989), la masonería francesa trazó unos objetivos políticos bastante distintos. En ese sentido, se puede afirmar que la masonería no abanderó —por lo menos desde un principio— un ideal político concreto, pues al llegar a Francia no se trató ni de abanderar una lucha por los intereses de los Estuardo ni mucho menos de adoptar el modelo de gobierno anglosajón, sino que, por el contrario, se veló por la aplicación de aquellos principios masónicos en consonancia con los intereses particulares de un sector específico de la sociedad francesa: la aristocracia.

En realidad, la masonería tomó estos últimos tintes gracias a que se ubicó en un sector caracterizado por encontrarse en tensión con la corona, y no porque se predicara el antimonarquismo o el anticlericalismo como una de sus máximas éticas o filosóficas. En consecuencia, parece que el hilo conductor entre sociedad, política y masonería se da, más que por una doctrina política determinada, por el despertar una conciencia de clase que se acompasa con una postura filosófica que insta, a su vez, a defender tal posición y ampliar su campo de acción en sociedad. Pasamos a continuación a revisar esta hipótesis.

La masonería en la nueva granada

El papel de la masonería en el Virreinato de la Nueva Granada ha de analizarse bajo la misma lógica que en el escenario anterior; es decir, teniendo en cuenta que la aplicación del ideario masónico cambia de acuerdo al contexto político de la región. Por lo tanto, debe determinarse si acaso el sector social neogranadino sobre el cual se edificó la masonería fue el mismo que el del escenario europeo, así como si su papel en la sociedad se configuró de manera disímil, tanto del caso europeo como al interior del Virreinato de la nueva granada en sus diferentes regiones (Galindo H, 2009).

A continuación, se da cuenta de las sociabilidades que permearon la masonería neogranadina en aras encontrar el verdadero rol y alcance de sus postulados. En últimas, se trata más de establecer la reconfiguración de la masonería en el Virreinato de la Nueva Granada que de rastrear las características europeas que se conservaron en la región.

Aristocracia criolla

Francisco de Mirada, político y militar venezolano, fue el primer sudamericano iniciado en la masonería. Además de su activismo político en Hispanoamérica contra el dominio de la corona española, fue partícipe de la revolución francesa y de la independencia de los Estados Unidos. A él se debe, así mismo, la llegada de la masonería al sur de América (Carnicelli, 1970).

En el Virreinato de la Nueva Granda la instauración de la primera logia masónica tuvo lugar en Cartagena de Indias. Bautizada como la Logia de Las Tres Virtudes Teologales, se fundó con Carta Patente expedida por la Gran Logia Provincial de Jamaica, que a su vez estaba afiliada a la Gran Logia Unidad de Inglaterra. Su año de fundación no resulta preciso; Américo Carnicelli afirma que la fecha es 1808, mientras que José Miguel Reynoso Martínez de Aparicio afirma que la fundación se dio en 1804 (Galindo H, 2009).

De los masones pertenecientes a esta logia resaltan los nombres de José Fernández de Madrid —médico—, Juan Fernández de Sotomayor y Picón —presbítero—, Joaquín Villamil y Canabal —abogado—, Juan Nepomuceno Marrueco —abogado—, Antonio Leleux —capitán francés—José María García de Toledo —abogado— y Manuel Rodríguez Torices —abogado (Carnicelli, 1970) (Galindo H, 2009). La naturaleza aristócrata de la organización queda denotada entonces desde un principio, estando integrada por hombres que ostentaban tanto profesiones liberales como cargos políticos medios.

Esta tendencia se mantiene. Una vez instaurada la República, la masonería logra arribar a las más altas esferas del poder público. De hecho, Santander les dará su bendición y apoyo. Pero como se verá más adelante, este acto hacía parte más bien de una estrategia destinada a expandir la ideología liberal, tanto al interior de otras esferas públicas de poder —tomando como ejemplo el intento de aplicar una doctrina más liberal en la iglesia católica[2]— como en el bajo clero, intentando mejorar el nivel intelectual de este último sector[3].

Contexto político

Desde el principio incomodaron al régimen las extrañas actitudes de los criollos secretamente pertenecientes a la masonería. Se observa, por ejemplo, cómo llamó la atención de las autoridades, y en especial del Capitán de Infantería Antonio Francisco Merlano, “las constantes visitas que distinguidos ciudadanos, miembros de las Logia Las Tres Virtudes Teologales, hacían a ciertas horas de la noche a la casa del Alcalde Ordinario de Cartagena, abogado José María García de Toledo” (Carnicelli, 1970).

Tras espiar dichas visitas, Merlano escribiría las siguientes líneas:

En el club de jacobinos
en que os juntáis por la noche,
proferís a troche y moche
millares de desatinos.
Mas muchos patriotas finos
que saben vuestra opinión
desarmarán la traición
a que maldad os inclina
pues si vela Catilina
no se duerme Cicerón. (Carnicelli, 1970)
Anota también Julio Roberto Galindo al respecto:

Esta logia prima se convirtió, por el momento crucial que atravesaban las colonias españolas con la metrópoli, en centro de efervescentes reuniones patrióticas nocturnas, en las cuales se analizaban y debatían las posibilidades independentistas de estos territorios dominados.

De esta manera, resulta claro que existían en la región una serie de prerrogativas políticas propias del sector social en que se incubó la masonería y que influyeron determinantemente en la implementación del ideal republicano. Sin embargo, parece preciso afirmar que estas prerrogativas se centraban más que todo en la jerarquización hecha en razón de las castas, por medio de la cual los criollos veían limitado su acceso al poder. Como se anota más adelante, la unidad de contenido en la masonería en el Virreinato de la Nueva Granada fue algo que se dio más en cuestiones de estructura política que en disertaciones de tipo religioso o incluso de inclinación partidaria. Por este motivo, resultaría impreciso asegurar que las demás pretensiones abanderadas en Europa, e incluso en Estados Unidos, fueron compartidas por la totalidad de los criollos neogranadinos.

La jerarquización en razón de las castas representó desde el principio una gran diferencia con el contexto extranjero, en tanto el campo de acción de la masonería tiende a verse limitado en relación con el alcance político de sus propios integrantes. Además, sin duda alguna, no resulta comparable la influencia que podía llegar a tener un criollo en América a la que ostentaba un aristócrata europeo en uno y otro lugar. Sin embargo, esto no impidió que el ideario liberal empezara a afianzarse poco a poco en la sociedad criolla. Por el contrario, al parecer la conciencia de clase despertada por la masonería llevó a que se experimentaran las mismas estrategias que en Europa. Tanto así, que en 1911 se llevaría a cabo la suscripción del acta de independencia de Cartagena, en la que participarían tres de los integrantes de la Logia de Las Tres Virtudes Teologales; a saber: García Toledo, Fernández de Madrid y Rodríguez Torices (Galindo H, 2009). Pero esto lo que revela no es más que un redistribución de los cargos políticos, y no, por ejemplo, la adopción del discurso anticlerical francés, que parecía unirse de un modo inseparable a la idea de república.

En efecto, mientras en las logias de la zona central del Virreinato el movimiento se mostró totalmente anticlerical, en las fraternidades de la costa atlántica se intentaba conciliar la masonería con la fe católica[4] (Loaiza Cano, 2011). De hecho, frailes agustinos llegaron a pertenecer a la logia cartagenera Las Tres Virtudes Teologales (Carnicelli, 1970). Esta notable diferencia se va a mantener a lo largo del tiempo y va a generar, posteriormente, radicales diferencias en la configuración del liberalismo en Colombia. De dicha manera, la zona central y este del país formarían una vertiente radical del liberalismo, mientras que la costa atlántica enarbolaría un liberalismo más conciliador (Loaiza Cano, 2011).  

En consecuencia, a pesar de haber una especie de comunión en relación con una estructura política determinada: República —ideal muy probablemente heredado de Francia—, queda claro cómo el rechazo a la religión no es tampoco un elemento sustancial de la masonería —a pesar de su paso por la Francia anticlerical[5]—, ni mucho menos imprescindible para el republicanismo. Pero así mismo, queda demostrado cómo el ideario de nación desde un principio se encontró fuertemente segregado por regiones. Así, mientras en una se reconocía importancia en el rol de otras instituciones sociales como la iglesia, preocupándose por limitar su poder, en otras la intención no iba más allá de la modificación del modelo gubernamental —de acceder al poder.

Bibliografía

Carnicelli, A. (1970). La masonería en la independencia de América, Tomo I. Bogotá.
Ferrer Benimeli, J. A. (1989). Qué es la masonería. En La masonería española (1728-1939) (págs. 1-15). Valencia.
Galindo H, J. R. (2009). La masonería. Bogotá: Universidad Libre.
Loaiza Cano, G. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (Colombia, 1820-1886). Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
Sánchez Morales, J. R. (1989). La masonería en la revolución francesa. Guatemala.
Vaca de Osma, J. A. (1992). La masonería y el poder. Barcelona: Planeta.
 


[1] El documento más antiguo que da cuenta de la masonería operativa —o gremial— es el estatuto de los canteros de Bolonia de 1248. Sin embargo, resalta a lo largo de la historia otros documentos de igual talante, como el Poema Regius de 1390,  el Menuscrito Cook de 1410, el Manuscrito de Estrasburgo de 1459,  los Estatutos de Ratisbona de 1459, los Manuscritos de Schaw de 1598, el Manuscrito Iñigo Jones de 1697, entre otros.

[2] Anota Gilberto Loaiza: “(…) la logia que nació al amparo de Santander era un destello de los inicios de una primera ofensiva liberal y seculizadora contra la iglesia católica” (Loaiza Cano, 2011, Pág. 142).

[3] Esta tendencia estratégica política de la masonería se mantendrá en el tiempo. En tal sentido, se manifiesta Gilberto Loaiza: “Manuel Ancízar y los artesanos venezolanos fueron los principales difusores del anti-catolicismo; para ello instalaron el taller de impresión más sofisticado y costoso de la época” (Loaiza Cano, 2011, Pág. 169)

[4] Dicho por Loaiza: “(…) la masonería costeña podía reunir sin dificultades o enfrentamientos a las facciones políticas más diversas.” (Loaiza Cano, 2011, Pág. 149)

[5] Con esto se pretende descartar la hipótesis en que la masonería se va escribiendo y, por el contrario, asegurar que llega en blanco a cada puerto.