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El poeta y tlatelolco

Daniel Guillermo Deaza Acosta

El poeta y tlatelolco

Parece que la represión en México -es severa y brutal-... Temo que estos disturbios fortifiquen aún más a la derecha. La herencia revolucionaria se disipa… Desde hace bastante tiempo proyecto en renunciar a mi puesto y lo que ahora ocurre contribuye o disipa las últimas dudas. Iré a México en noviembre y allá arreglaré definitivamente mi situación… Octavio Paz, 3 de agosto 1968.
                                                                                       
La cita con la que se inicia este ensayo es un extracto de una carta de Octavio Paz a su amigo Charles Tomlinson, en agosto de 1968, meses antes de uno de los peores sucesos en la Historia mexicana, la Masacre de Tlatelolco. La masacre fue el resultado de la represión del Gobierno al movimiento estudiantil mexicano, empezado el 28 de julio de 1968. La matanza sucedió el 2 de octubre, cuando el gobierno de Gustavo Díaz mandó matar a centenares de estudiantes en una manifestación en la plaza de Tlatelolco, también conocida como Plaza de las Tres Culturas.   
 
Este ensayo se propone examinar y analizar la relación y reacción que tuvo Octavio Paz con lo ocurrido en Tlatelolco. Para esto se recurrirá a algunos de sus escritos sobre los problemas que surgieron luego de la masacre, donde trata lo que él denominaba el “ser mexicano”. Los textos principales son: un ensayo, “Olimpiada y Tlatelolco”, publicado en 1970, que se encuentra en el libro Posdata, donde analiza lo ocurrido en la Plaza de las tres Culturas; y el prólogo “A cinco años de Tlatelolco”, hecho para el texto La noche de Tlatelolco, de la escritora Elena Poniatowska, donde se recopilan algunos testimonios de la masacre del 68.
 
Luego de la Revolución mexicana, los intelectuales locales se acostumbraron a vivir de la mano del Estado. Mientras algunos disfrutaban de los subsidios otorgados, otros ayudaban al Gobierno con su participación como ideólogos, educadores, consejeros, artistas, literatos, periodistas o embajadores. De esta manera, estuvieron involucrados en lo que se cataloga como “política cultural” y colaboraron en la  llamada “Construcción nacional”.
 
Como la mayoría de los intelectuales, Octavio Paz fue beneficiario de la aparente “filantropía estatal”, al ejercer diferentes cargos. El escritor e historiador Enrique Krauze describe las funciones diplomáticas más trascendentes de Octavio Paz: “A partir de 1952 fue segundo secretario de la embajada mexicana en la India, abrió la embajada mexicana en Japón, fue secretario de la legación mexicana en Suiza y encargado de la Delegación Permanente de México ante Organismos Internacionales en Ginebra. Hacia 1954 se estableció por cinco años en México, donde llegó a ser director general de Organismos Internacionales de la Cancillería (...). En 1959 fue transferido a Francia como encargado de Negocios y Ministro adscrito a esa embajada, hasta convertirse, en 1962, en embajador de México en la India”[1]. Producto de su actividad, Octavio Paz fue un “hombre cosmopolita”, lo cual le permitió cuestionar el presente y futuro de México con una perspectiva que logró integrar un enfoque nacional e internacional.
 
Además, Krauze explica cómo a lo largo de los casi cuatro periodos presidenciales[2] en los que ejerció labores diplomáticas, Paz pensó que el rumbo general del país -a pesar de la desigualdad social, la servidumbre sindical del Estado, la pobreza en el campo y la dependencia creciente del capital norteamericano- era el adecuado[3]. Esto demuestra que, a diferencia de otros intelectuales, Octavio Paz mantuvo una visión sesgada a favor del Gobierno mientras fue parte de él.

Sin embargo, luego de 1968, a causa de la Masacre de Tlatelolco, Paz cambió su percepción y renunció a la embajada en la India, al igual que una parte de los intelectuales que sintieron la necesidad de denunciar el hecho y dejar los cargos y beneficios políticos otorgados por los gobiernos del PRI. Ejemplo de ello fue Daniel Cosío Villegas, historiador y ensayista, quien había colaborado como diplomático y asesor hacendario.
 
Desde 1968, sus críticas al sistema político mexicano fueron más directas, ya que tenía mayor libertad para censurar el sistema del cual había sido parte desde 1944. En textos como El Laberinto de la Soledad y Postdata, Octavio Paz ofrece -quizá- la primera crítica del centralismo burocrático y patrimonial: “La Pirámide del México contemporáneo”[4] explica y expresa en un lenguaje figurado y metafórico, cómo es  el arquetipo de la pirámide azteca, la vida mexicana en todos sus órdenes, sobre todo el político.
 
El 3 de octubre de 1968, Octavio Paz escribió “México: Olimpiada de 1968”, un poema de pena y rabia sobre el crimen colectivo. El 4 de octubre, tras hacer un examen de conciencia, envió a Antonio Carrillo Flores, secretario de Relaciones Exteriores, una carta en la que reprueba la política gubernamental y presenta su renuncia: “Ante los acontecimientos últimos, he tenido que preguntarme si podía seguir sirviendo con lealtad y sin reservas mentales al Gobierno. Mi respuesta es la petición que ahora le hago: le ruego que se sirva en ponerme en disponibilidad… no estoy de acuerdo en lo absoluto con los métodos empleados para resolver (en realidad: reprimir) las demandas y problemas que ha planteado nuestra juventud”. En comunión con la revuelta estudiantil, a través de algunos de sus escritos, Octavio Paz hacía su propia revolución. De esta manera, retomó sus ideas petrificadas y olvidadas.
 
La reacción del gobierno mexicano a la carta de Octavio Paz estuvo cargada de recelo. Lo anterior se evidenció en su viaje a París, donde fue recibido por Silvio Zavala, embajador de México en Francia, con una “hostilidad que rebasa los deberes del servidor público”[5]. Paz, en una entrevista que concedió a Le Monde, aseguró que  “el partido gubernamental es un obstáculo al desarrollo del país, que la intervención del ejército había sido un acto de terrorismo puro y simple de parte del Estado y que la matanza de Tlatelolco constituyó un sacrificio ritual”[6]. A causa de esto, el Gobierno trató de silenciar al poeta por medios legales[7], e inició una “guerra secreta” contra él.
 
A pesar de los ataques gubernamentales, Paz siguió con sus ideas y las materializó en diferentes escritos. Primero, se analizará el ensayo “Olimpiada y Tlatelolco”, donde describió el movimiento estudiantil de 1968 en México, cuyo momento culminante fue la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en la zona de Tlatelolco. Paz empieza con una remembranza del año 1968 y las diferentes movilizaciones que surgieron en algunas partes del mundo. Luego analiza el estatus de los estudiantes universitarios para poder ser críticos de la sociedad: “Los estudiantes pueden reflexionar sobre su estado y, asimismo, sobre el del mundo que los rodea. La universidad es, a un tiempo, el objeto y la condición de la crítica juvenil”. Posteriormente, explica cómo los estudiantes mexicanos son los que cuestionan y critican el sistema político configurado por el autoritarismo.
 
En “Olimpiada y Tlatelolco”, uno de los objetivos que buscaba Paz era defender la democracia: “Las experiencias de Rusia y México son concluyentes: sin democracia, el desarrollo económico carece de sentido, aunque este haya sido gigantesco en el primer país y muchísimo más modesto pero proporcionalmente no menos apreciable en el segundo (...). Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo”.
 
Adicionalmente, negó tajantemente el “Carácter revolucionario” del movimiento estudiantil de 1968. Su crítica se centró en las demandas poco revulsivas de los estudiantes, que dieron la posibilidad al gobierno liderado por el PRI de seguir con su régimen:
 
A diferencia de los estudiantes franceses en mayo de ese mismo año, los mexicanos no se proponían un cambio violento y revolucionario de la sociedad ni su programa tenía el radicalismo de los de muchos grupos de jóvenes alemanes y norteamericanos. (...) Ni el temple del pueblo mexicano es revolucionario ni lo son las condiciones históricas del país. Nadie quiere una revolución sino una reforma: acabar con el régimen de excepción iniciado por el Partido Nacional Revolucionario hace cuarenta años[8] (…). La actitud de los estudiantes le daba al Gobierno la posibilidad de enderezar su política sin perder la cara. Hubiera bastado con oír lo que el pueblo decía a través de las peticiones juveniles; nadie esperaba un cambio radical pero sí mayor flexibilidad y una vuelta a la tradición de la Revolución mexicana[9].
 
Paz propuso ver lo ocurrido en Tlatelolco como una repetición de la Historia de México, un retorno a sus orígenes aztecas. Pues para él, la Masacre fue un ritual de sacrificio como antes se hacía en la tradición prehispánica a favor de algún dios. Recordar y repetir el pasado, ese es un elemento importante de la esencia mexicana.
 
La matanza de Tlatelolco nos revela que un pasado que creíamos enterrado está vivo e irrumpe entre nosotros. (…) Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente, la negación de aquello que hemos querido ser desde la Revolución y la afirmación de aquello que somos desde la Conquista y aun antes. Puede decirse que fue la aparición del otro México o, más exactamente, de uno de sus aspectos (...). Doble realidad del 2 de octubre de 1968: ser un hecho histórico y ser una representación simbólica de nuestra historia subterránea o invisible. Y hago mal en hablar de representación pues lo que se desplegó ante nuestros ojos fue un acto ritual: un sacrificio. Vivir la historia como un rito es nuestra manera de asumirla; para los españoles la Conquista fue una hazaña, para los indios fue un rito, la representación humana de la catástrofe cósmica. Entre estos dos extremos, la hazaña y el rito, han oscilado siempre la sensibilidad y la imaginación de los mexicanos[10].
 
A los ojos de Paz, la historia mexicana está configurada a partir de la preeminencia de alguno de los arquetipos heredados: el dirigente azteca o el caudillo. En la interpretación histórica paciana la organización política priista representó el retorno al Tlatoani[11] y la consiguiente hegemonía de la institución sobre el sujeto en quien caía la responsabilidad provisional de ejercer el poder.

Se puede ver que el ensayo de Octavio Paz no es un ejercicio crítico, sino una  lamentación tardía por la barbarie que -como lo muestra el epígrafe de este ensayo- era predecible. Lamentación que fue silenciada por los medios y el Gobierno, quienes intentaron callar la voz de los intelectuales que quería gritar al mundo el desdén del Estado en México: “Se quería ocultar la realidad de un país conmovido y aterrado por la violencia gubernamental (...) ¿Cuántos murieron? En México ningún periódico se ha atrevido a publicar las cifras”. A la luz de como se trató lo ocurrido, la sangre derramada en la Plaza de las Tres Culturas no tendría -como en efecto no tuvo- mayores consecuencias en la vida del país.
 
El segundo texto para analizar es el prólogo “A cinco años de Tlatelolco”, escrito para el libro La noche de Tlatelolco, este por la periodista y escritora Elena Poniatowska. Acá Paz no solo habla, sino que reflexiona sobre lo que había ocurrido cinco años antes, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas. 
 
“Los estudiantes buscaban el diálogo público con el poder y el poder respondió con la violencia que acalla a todas las voces. ¿Por qué? ¿Por qué la matanza? Desde octubre de 1968 los mexicanos se hacen esta pregunta. Hasta que no sea contestada el país no recobrará la confianza en sus gobernantes y en sus instituciones. No recobrará la confianza en sí mismo”.
 
Cuando Paz se refiere a los políticos en este escrito reprocha la falta de democracia  del gobierno mexicano, y cataloga esta como una de sus grandes falencias que lleva al autoritarismo.
“Sobre el gobierno de México, lo que impresiona sobre todo es su sordera y su ceguera. Ambas son hijas de la incredulidad (…). El sistema político mexicano está fundado en una creencia implícita e inconmovible: el presidente y el partido encaran la totalidad de México”.
 
Luego, Paz compara los sucesos de 1968 con lo ocurrido en 1692: en ambos años hubo problemas sociales que llevaron a grandes crisis en el pueblo mexicano, explica que la armonía nunca ha reinado en México. Sus movimientos sociales han carecido de ideas claras a lo largo de la historia nacional.
“Los tumultos de 1968 tienen, indudablemente, analogía con los de 1692. En ambos casos estamos ante el despertar de un sueño de injusta prosperidad y falsa armonía social. Como en 1692, el movimiento de 1968 careció de una ideología precisa”. Esta cultura de protestas sin ideas funciona como un discurso que genera una prisión para el país, una condena,  una carga que le impide alcanzar el desarrollo y la democracia.
 
Antes de esta masacre, Paz era un engranaje principal de la “política cultural” de México en el exterior, era un diplomático que lograba mover no solo masas, sino también otros intelectuales pertenecientes al eje burocratizado de los pensadores mexicanos. Mientras fue funcionario, su relación con el Gobierno fue de subordinación. Pero incluso antes de la masacre, Paz ya temía una acción violenta por parte del ejército. Notaba cómo el Gobierno no sabía controlar las marchas que querían acabar con lo que caracterizaba al Estado mexicano: el clientelismo.
 
Para finalizar, se puede decir que Octavio Paz recorrió las diferentes facetas del pensador mexicano: primero, fue parte de la política cultural del Gobierno al aceptar cargos públicos; segundo, fue un ferviente opositor de lo ocurrido en Tlatelolco, al hacer que la comunidad internacional se fijará en este acontecimiento y así evitar que se repitiera, pero sus escritos más allá de ser críticas fueron una remembranza y un homenaje en contra de la barbarie ocurrida. Usó la Historia mexicana para pedir un cambio democrático en las instituciones del gobierno mexicano, ya que, según Paz, la democracia es uno de los pilares de la evolución en sociedad. La masacre de Tlatelolco fue el ritual de sacrificio del pueblo mexicano para desarrollar su democracia.
 
Octavio Paz, luego de octubre de 1968, renunció a sus cargos políticos y empezó a generar una serie de críticas en contra de las políticas usadas por el gobierno mexicano. Pero no solamente fue una crítica al gobierno del PRI, fue una crítica a la Historia mexicana: "El mexicano no es una esencia sino una historia". Es una reflexión en torno a los problemas de México en 1968 pero sin ser dirigida al pueblo mexicano, Posdata aparecería en México apenas en 1970, hecho que dimensiona el tiempo cuando el autor tuvo para realizar un análisis de la gestación del movimiento estudiantil hasta su fatal desenlace. Usa un  lenguaje sencillo y fluido que armoniza con la utilización de metáforas e imágenes que, como ya se mencionó, le sirven al autor para explicar la realidad nacional.
 

Ni adentro ni afuera, ni antes ni después: el pasado
reaparece porque es un presente oculto...  Octavio Paz.

 
 
BIBLIOGRAFÍA

  • Islas Flores, Mario César. (2014). "Postdata de Octavio Paz: la historia como morfología." Fuentes Humanísticas 27, no. 48: 231-242. Fuente Académica Premier, EBSCOhost. Disponible en este sitio web
  • Morales Zea, M. S. (2012). Crítica y simbolismo en Posdata de Octavio Paz. (Spanish). Fuentes Humanísticas. Disponible en este sitio web
  • Aguayo Quezada, Sergio. (1968). Los Archivos de la Violencia. México, 1998, Grijalbo.
  • Paz, Octavio. (2001). “Posdata”. Sueño en libertad. Escritos políticos. Selección y prólogo de Yvon Grenier.México, Seix Barral.
  • Krauze, Enrique. (2011). Redentores. Ideas y poder en América Latina, pag 216, México, Debate.

 


[1] Krauze, Enrique. Redentores. Ideas y poder en América Latina, pág. 211, México, Debate, 2011.

[2] Miguel Alemán, 1946-1952; Adolfo Ruiz Cortines, 1952-1958; Adolfo López Mateos 1958-1964, y Gustavo Díaz Ordaz de 1964 a 1968.

[3] Krauze, Enrique. Redentores. Ideas y poder en América Latina, pág. 216, México, Debate, 2011.

[4] Idea expuesta en el ensayo “La crítica a la pirámide”.

[5] Aguayo Quezada, Sergio. 1968. Los Archivos de la Violencia. Pág. 274-275 México, Grijalbo.

[6] Idea que retomará en su libro Posdata.

[7] A tal punto que el embajador Silvio Zavala consultó con Roger Blateau, un jurista francés, qué medidas podría tomar.

[8] Paz, Octavio. “Posdata”. Sueño en libertad. Escritos políticos. Selección y prólogo de Yvon Grenier. Pág. 97. México Seix Barral, 2001.

[9] Paz, Octavio. “Posdata”. Sueño en libertad. Escritos políticos. Selección y prólogo de Yvon Grenier. Pág. 98. México Seix Barral, 2001.

[10] Paz, Octavio. “Posdata”. Sueño en libertad. Escritos políticos. Selección y prólogo de Yvon Grenier. México: Seix Barral, 2001.

[11] Término usado para designar el gobierno en México prehispánico.