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Los Decanos, MD

Jairo Hernán Ortega Ortega

portada

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht

 

Si he logrado ver más lejos que otros, es porque he estado parado sobre hombros de gigantes, dijo Sir Isaac Newton, y si nuestra Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario pudiera hablar, esas serían las exactas palabras que pronunciaría. Más aún a partir del 15 de junio de 1965, cuando entre el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y la Sociedad de Cirugía de Bogotá fue firmado el contrato que dio vida a la restauración de los estudios de Medicina en el Rosario.

Contrato “matrimonial” firmado por monseñor José Vicente Castro Silva, como rector del Colegio Mayor y representante legal del claustro, debidamente autorizado por la Consiliatura del Colegio, y por el doctor Eduardo Cubides Pardo, como presidente de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, previamente autorizado por la Asamblea General. El objetivo primordial era formar médicos generales para atender las necesidades de salud de la población colombiana, sin desconocer los avances médicos de todas partes del mundo. El Rosario se encargaría de la parte académica y la Sociedad del soporte científico y técnico, para “contribuir al perfeccionamiento de la medicina y la cirugía en Colombia”.

La Facultad había permanecido cerrada durante cien años. Aunque el Colegio se fundó en 1653, la cátedra de Medicina tan solo empezó a funcionar en 1753, a través de don José Vicente Román Cancino. En 1865, tras crisis económicas y académicas, acaecidas durante el golpe de estado del general Tomás Cipriano de Mosquera, el arte hipocrático dejó de enseñarse “definitivamente”.

Hasta el mencionado año de 1965, por lo cual en 2015 se celebraron los cincuenta años del restablecimiento de los estudios Médicos en la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. A hoy son cincuenta y tres años en los cuales, hombro a hombro, se ha construido una espectacular pirámide gracias a ocho titanes. Los Dres. Guillermo Fergusson Manrique, Arturo Aparicio Jaramillo, Guillermo Rueda Montaña, Antonio Becerra Lara, Antonio Ucrós Cuéllar, Alfonso Tribín Ferro, Jaime Pastrana Arango y Leonardo Palacios Sánchez.

Hago una aclaración muy importante: en esta crónica se mencionarán a los Decanos que pasaron dejando su huella, por lo cual nuestro actual Decano de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, el Dr. Gustavo Adolfo Quintero Hernández, quien está en pleno uso de sus funciones, no figura; él merece un capítulo aparte y especial.
 
GULLERMO FERGUSSON MANRIQUE (1965 – 1969)

El revolucionario

La revolución empezó desde su nombramiento. El decano sería nombrado por el rector del Colegio, de terna enviada por el Consejo Directivo. El Consejo Directivo estaba formado por dos miembros designados por la Consiliatura del Colegio, que podían ser médicos o no; dos miembros de la Sociedad de Cirugía, uno de los cuales sería su presidente; un representante de los profesores de La Facultad, elegido por votación. Por sugerencia del rector, inicialmente, figuró como candidato a la decanatura de la Facultad de Medicina el Dr., Arturo Aparicio Jaramillo. Pero días después, monseñor Castro Silva designó como primer decano de la Facultad al Dr. Guillermo Fergusson Manrique.

Los doctores Juan Di Doménico, Guillermo Rueda Montaña y Guillermo Fergusson idearon el nuevo currículum fusionando el modelo europeo francés con “flexneriano” norteamericano.
Cuenta don Luis Enrique Nieto Arango: “Castro Silva tuvo una empatía total con Fergusson. A Fergusson no lo candidatizó la Sociedad de Cirugía de Bogotá para decano, es monseñor Castro Silva quien lo impone”. Fergusson no quiso aceptar el cargo por el carácter confesional y religioso que consideraba caracterizaba al Rosario. Monseñor lo invitó al Aula Máxima y allí le mostró los retratos de muchos de los librepensadores que se habían forjado en el Rosario; incluso le habló de Alfonso López Michelsen quien se formó como Abogado en la Facultad de Jurisprudencia (más tarde Guillermo Fergusson lideraría el Paro Médico Nacional más exitoso de la historia del país, durante el gobierno de López Michelsen). Fergusson aceptó.

Cuentan que al salir Fergusson de la Rectoría, ya nombrado decano, comentó: “No sabe monseñor Castro Silva el alacrán que se metió entre la sotana”. Guillermo Fergusson había nacido el día 13 de septiembre de 1928, día de la masacre de las bananeras; estudió bachillerato en Liceo de Cervantes donde tuvo como condiscípulo al futuro cura Camilo Torres. Se relata que en ausencia, por enfermedad, del profesor de historia, el colegio delegó la clase en Camilo y Guillermo; fueron magistrales, todos los alumnos atendían y asistían fervorosamente. Fergusson inicia estudios médicos en la Javeriana, terminándolos en la Universidad Nacional en 1954. Viaja a Estados Unidos y se especializa en Patología en  hospitales de New York y Washington. Es legendaria su frase: “A mí me enseñaron muy bien dónde queda la vesícula biliar…pero nadie me habló de plusvalía ni lucha de clases”.

El Dr. Fergusson veía en la nueva Facultad de Medicina la oportunidad de dar respuestas “a las peculiaridades socioeconómicas de nuestro pueblo y nuestra idiosincrasia”. Presenta en sociedad a la nueva facultad en la revista Tribuna Médica, dirigida por Juan Di Doménico, y explica la necesidad de una nueva escuela médica debido a la falta de galenos en el país, la necesidad de aumentar cupos universitarios por la demanda que existía y que la unión entre el Rosario y la Sociedad de Cirugía constituían una poderosa y duradera empresa en educación y salud. Deja por sentado que “el Rosario era depositario de una importante tradición en educación médica, pues era a sus rectores coloniales y a su afán culturizador que se debía la creación de la cátedra de medicina en el país, y a José Celestino Mutis quien materializó la idea de una facultad de medicina moderna”.

Nada más ni nada menos que el Hospital de San José y el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos fueron los baluartes de la enseñanza y la práctica de esta novel Facultad. El plan de estudios era bastante revolucionario para la época, serian seis años de estudios y no siete como en las otras universidades, era organizado por semestres, los primeros cuatro dedicados a la enseñanza de Ciencias Básica, el quinto y el sexto a las Ciencias Clínicas; a partir del séptimo semestre los estudiantes rotaban en los hospitales completando 22 semanas por semestre, hasta el décimo. Una vez terminado este plan, hacían un año de internado rotatorio. Incluía un área de Humanidades donde se vería Historia de la Medicina, Ética, filosofía del conocimiento y del método científico, historia del arte y de las ciencias relacionadas con la Medicina, Antropología y Sociología Colombianas.

Después de idas y venidas, y de una primera negación a la apertura de la Facultad por parte de ASCOFAME (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), se iniciaron labores en los primeros días de marzo de 1965. Los primeros estudiantes entraron interesados en la promesa de que sería un estudio de menor duración y con más contacto con el hospital.

Los vientos de la revolución de mayo del 68 también tocaron la Facultad, se escribían periódicos satíricos y se exhibían obras de teatro. El 17 de marzo de 1969, el grupo de teatro de Medicina presentó la obra Humane Vitae, igual título al que llevaba la reciente encíclica del papa Pablo VI donde se iba lanza en ristre contra los métodos anticonceptivos no naturales. Santiago Currea, uno de los libretistas y actores de tal obra manifiesta: “dicha jugarreta teatral trataba de demostrar que el amor eran parte de la vida cotidiana de las personas y que la idea proclamada por la iglesia de no controlar la natalidad sino por métodos naturales era una utopía; además se hacían ciertas alusiones bíblicas”. La ópera prima fue exitosa entre los estudiantes y se extrapoló a otras universidades, es entonces cuando desde el periódico El Catolicismo, es denunciada por sacrílega y se armó un gran escándalo; querían responsabilizar al decano y a las directivas de la Facultad.

Parta estas calendas monseñor Cstro Silva había fallecido y el nuevo rector del Rosario era el jurisconsulto Antonio Rocha Alvira. El rector, ante la presión de los medios y, en especial, de los sectores políticos conservadores, llamó a los dos estudiantes (Currea y Álvaro Mejía) para solicitarles que se retiraran voluntariamente de la Universidad. Los amedrentados estudiantes le hicieron caso, pero luego tomaron la decisión de no retirarse y le dijeron a Rocha Alvira que los tendría que expulsar; el rector los expulsó. Conocida la expulsión, ese mismo día el Dr. Fergusson presentó su carta de renuncia como decano y como profesor; envió una carta abierta a los alumnos, profesores y al diario El Espectador, el cual la publicó. Allí Fergusson se solidarizaba con los estudiantes y no aceptaba que fueran expulsados. El periódico El Tiempo también hizo eco a los sucesos y toda la ciudad estaba enterada de lo que sucedía en el Claustro del Rosario.

La Sociedad de Cirugía de Bogotá no aceptó la renuncia de Fergusson y la mayoría de funcionarios, médicos, internos y residentes lo apoyaban. La Junta Directiva consideraba que no se podía coartar la libertad de expresión y respetaba todas las opiniones sin jamás querer imponer tesis o doctrinas. El Consejo Estudiantil de La Facultad de Medicina también respaldó a Guillermo Fergusson, y solicitaron al rector revocar la expulsión de los estudiantes Currea y Mejía, de no hacerlo entrarían a paro. Otras facultades empezaron a apoyar a los médicos. Después de ocho días de agitación se nombró de decano al Dr. Arturo Aparicio Jaramillo y a los estudiantes involucrados se les reincorporó con matrícula condicional.

El Dr. Fergusson falleció en 1978, a los 50 años de edad, de un infarto fulminante. Después del Rosario se vinculó a la Universidad Nacional llegando a la decanatura en 1975. Participó de manera activa en el paro nacional de 1977 y fue detenido junto a 347 estudiantes de la Nacional por defender el Hospital de La Hortúa por medio de una toma. Dejó como legado el pensamiento socialista en salud. Sus tesis se pueden leer en su libro Esquema Crítico de la Medicina en Colombia, texto que dedicó cariñosamente a los estudiantes de Medicina y es aún vigente en nuestra situación médica actual. En sus honras fúnebres, el Dr. Santiago Currea le ofrendó hermosas y sentidas palabras.
 
ARTURO APARICIO JARAMILLO (1969 – 1979)

El componedor

El Dr. Aparicio Jaramillo se posesiona como decano el 24 de abril de 1969, designado por las directivas del Colegio Mayor del Rosario. Había sido, además, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en 1949 y expresidente de la Sociedad de Cirugía de Bogotá y de la Federación Médica Colombiana.
Toma su cargo después de la difícil situación que se vivió con el retiro del Dr. Guillermo Fergusson, pero el Dr. Aparicio tenía todo el bagaje y la formación para capotear y enderezar los tiempos difíciles.

El 30 de abril informa al Consejo Directivo que la Facultad había sido aceptada como miembro de ASCOFAME. El 28 de enero de 1972 se gradúa la primera promoción de la Facultad de Medicina: 16 hombres y 2 mujeres.
El Dr. Aparicio fue un connotado Ginecoobstetra, compartió consultorio en el centro médico de la Calle 25A No. 13A- 35, uno de los primeros en su género en Colombia, con el Dr. Roberto Jaramillo Uricoechea, otro destacado miembro de la Sociedad de Cirugía de Bogotá. Ocupó la Jefatura del Departamento de Ginecología y Obstetricia del Hospital de San José.

En aguas calmas el Dr. Aparicio Jaramillo trabajó porque desde su decanatura se cimentara y consolidara el “matrimonio” entre la Universidad y la Sociedad, para bien de los educandos que estaban formando como médicos.
 

GUILLERMO RUEDA MONTAÑA (1979 – 1988)

El gigante

Todo el relato que van a leer a continuación, es el testimonio del Dr. Guillermo Rueda Escallón, hijo del Dr. Guillermo Rueda Montaña; médico de la Universidad del Rosario y Especialista en Ortopedia y Traumatología de la misma Universidad, supra especialista en Cirugía de Cadera. Actualmente sigue siendo parte del grupo de Ortopedia del Hospital de San José y la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS); además,  Ortopedista en Méderi. Con 30 años de ejercicio profesional en el área de Ortopedia.

El Dr. Rueda Escallón, de manera amable y amplia, me colaboró en recordar la decanatura de su padre. Le agradezco inmensamente tan noble y generoso gesto. Aquí sus palabras:
“Mi padre, Guillermo Rueda Montaña nació en Bogotá. Estudió Medicina en la Universidad Nacional, hizo Cirugía General y después Cirugía de Tórax en Buenos Aires. Luego estuvo en Boston donde se entrenó en Cirugía del Corazón; fue de los primeros Cirujanos de Corazón que hubo en Colombia. Con Colegas como el Dr. Alberto Bejarano, uno de los fundadores de la Clínica Shaio; los cardiólogos eran el Dr. Guillermo Lara y el “Chato” Valencia. En la Fundación Cardioinfantil les tienen una serie de salones a nombre de ellos porque fueron comenzaron la Cardiología, el cateterismo cardíaco y la Cirugía Cardiovascular en el país.

Inicialmente lo hicieron en el Hospital de San Juan de Dios con la Universidad Nacional. Él también operó muchos niños en el Hospital Infantil de la Misericordia. Fueron pioneros, al principio todo muy básico porque no existía la circulación extracorpórea.

El Hospital de San José desde sus inicios tiene relaciones con mi familia. Allí hay un pabellón llamado Eliseo Montaña, quien fue uno de los fundadores del Hospital. Él era el tío abuelo de mi papá. Desde entonces siempre ha habido relaciones de la familia con el San José. Mi abuelo, que fue Ortopedista, el papá de mi papá, Manuel Antonio Rueda Vargas, fue director del Hospital y miembro de la Sociedad de Cirugía de Bogotá.
En esa época la Universidad Nacional funcionaba en parte en el Hospital de San José. Luego fue fortín de la Universidad Javeriana. Cuando los jesuitas inauguran San Ignacio, se van en retirada del San José y la Sociedad de Cirugía empieza a pensar en la necesidad de una Facultad de Medicina y es cuando se hace el convenio con la Universidad del Rosario, que en ese momento ya no tenía Facultad de Medicina. Ellos, con Guillermo Fergusson y los miembros de la Sociedad de Cirugía fueron quienes iniciaron la Facultad de Medicina del Colegio Mayor del Rosario.

Mi padre estaba muy activo en el Hospital y en la Sociedad cuando vino el “divorcio” entre San José y el Rosario. Durante su decanatura él tuvo funciones de “embajador”, conllevando a buenos términos las dos partes actuantes y tuvo un papel muy importante, sin duda alguna, en todos los procesos de desarrollo de la Universidad, no sólo como decano o como miembro de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, sino que también fue rector de la Universidad Nacional en al año 68, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo; también director de ASCOFAME cuando se realizaron muchas actualizaciones de los métodos y las formas de educación en Medicina.

Tuvo, además, una relación muy importante con la Cruz Roja, la cual también es de familia porque mi abuelo ortopedista, Manuel Antonio Rueda Vargas, fue presidente de esa entidad, y mi papá siguió esa actividad social y de ayuda a la gente, hasta el, día de su muerte. Fue vicepresidente de la Sociedad Internacional de la Cruz Roja, de la Liga de las Naciones de dicha entidad. Estuvo en ese cargo un par de años en Suiza donde “terminó aburriéndose”.

De su faceta de padre recuerdo mucho que era una persona que tendía a solucionar todos los problemas de todo el mundo, y eso a veces es difícil en el sentido que cualquier problema que uno tenía él lo solucionaba. Estaba pendiente de mucha gente, pero nunca descuidó su hogar; si bien no fuimos millonarios nunca nos faltó nada y el ejemplo que daba de su dedicación a la lectura, al estudio y yendo a trabajar es lo que marcó la vida de todos nosotros.

Conservo todo de mi padre. Los últimos años de mi papá hablaba todos los días con él. Hablábamos de la vida, de la política, de la historia – que era un hobby que tenía -, leer libros de historia le llamaba la atención de especial manera y le gustaba mucho, además de la Medicina. A mí también me gusta, lo heredé. Al igual que la gran estatura, y eso que soy el chiquito de la casa; podríamos con mis hermanos conformar un equipo de baloncesto, pero ese gen viene de la parte de mi mamá, por la familia Escallón, tengo primas tan altas o más que yo.

Comparando las épocas en que me formé como Médico y Ortopedista en San José con la Universidad del Rosario, con las actuales, veo que la ayuda que hoy tenemos de acceso a la información hacen que la enseñanza sea totalmente diferente. Hoy estamos a un solo clic de toda esa información, lo que es un cambio radical a cuando fui estudiante. Hoy los métodos son mucho más ágiles, pero además a veces nos dejan un poquito desubicados en cuanto a cómo dirigir y usar todos esos datos en la enseñanza de nuestros residentes y estudiantes.

En eso también tuvo mucho que ver mi papá, porque después de San José fue fundador de la Escuela de Especialistas en el Hospital Militar; fue Director Médico de ese hospital. Dio paso a la creación de especialidades, por los años 68 o 70, lo cual iba en contravía de la idea del Dr. Guillermo Fergusson de formar Médicos Generales, por lo cual no era muy amigo de las especialidades. En una época los Rosaristas rotábamos como estudiantes por el Militar, yo lo hice.

En su formación de Cirujano General, en la Universidad Nacional, hacían cirugía experimental en animales. Fue profesor y jefe en San Juan de Dios, hasta alcanzar la Rectoría, después del Dr. José Félix Patiño. Eso lo vinculó, quizás más, con la educación que con la misma Medicina. También cosa de familia, porque mi abuelo también fue decano en la Nacional y mi bisabuelo, Manuel Antonio Rueda Jara, profesor de la misma pero en Matemáticas. Este bisabuelo hizo un libro de matemáticas, de los primeros que hubo hacia finales del siglo XIX, del cual orgullosamente tengo guardada una copia muy simpática porque en la carátula, entre paréntesis, decía que era “para señoritas, sólo hasta el cuarto capítulo”.

Éramos una familia de médicos y educadores. En este momento no hay ni de lo uno ni de lo otro. Al día de hoy soy el último médico en la familia actual; de los hijos de mis hermanos, y tampoco de mis hijos, volvió a haber alguien dedicado a la Medicina. Lo que veo con algo de tristeza, pero así es la vida.

A los actuales y nuevos médicos quiero dejarles un mensaje: el ejercicio se ha vuelto muy competido y competitivo, entonces una de las cosas que uno debe hacer en la vida es no perder tiempo; a veces uno de estudiante pierde mucho tiempo y eso es un handicap para el desarrollo de la carrera. Uno debe aprovechar el tiempo y estar consciente de que va a entrar a un mundo de competencia donde el conocimiento y la ética en el trabajo y en el ejercicio de nuestra Medicina son las ventajas que nosotros podemos tener con respecto a los demás competidores. Les recomiendo que no pierdan tiempo”.

ANTONIO BECERRA LARA (1988 – 1990)

El mártir

Destacado y eminente Neurocirujano. Egresado de la Universidad Nacional, con estudios de especialización en los Estados Unidos. Fue uno de los iniciadores de la Neurología Clínica  y de la Neurocirugía en nuestro país.

Ya en 1985 el Dr. Becerra Lara había tenido contactos con nuestra Universidad. Previo amago de separación entre el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y la Sociedad de Cirugía de Bogotá, se revisó el Contrato entre estas dos entidades, y se estableció un Consejo Directivo paritario y autónomo, sin dependencia de la Consiliatura, la cual solo tendría injerencia en los asuntos de presupuesto. Participaron en esta negociación el Rector Álvaro Tafur Galvis y los doctores Roberto Jaramillo y Antonio Ucrós Cuellar, por parte de la Facultad, y el Dr. Antonio Becerra Lara, como Presidente de la Sociedad de Cirugía.

El 27 de septiembre, el Decano encargado, doctor Antonio Becerra Lara, tras la renuncia del doctor Guillermo Rueda Montaña, crea la Asociación de Médicos Egresados de la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

En diciembre de 1988, el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior - ICFES aprobó de forma definitiva la Facultad de Medicina. Mediante Decreto Rectoral No 289, el 23 de agosto, el Dr. Antonio Becerra Lara es nombrado Decano en propiedad de la Facultad de Medicina para un periodo estatutario de dos años.

En 1989, después de asistir a la Reunión de Ottawa sobre Salud Comunitaria, el Decano Antonio Becerra crea el Departamento de Salud Comunitaria.

Fue profesor de Neurología y Neurocirugía. Jefe del Departamento de Neurocirugía del Hospital de San José. En 1962 participó en la creación de la Sociedad Neurológica de Colombia.

De manera lamentable el Dr. Antonio Becerra Lara fue víctima de la violencia que ha sacudido a nuestro país. Al médico lo secuestraron delincuentes del 22 frente de las Farc el 25 de mayo de 1991 cuando se hallaba en la finca El Cocal Jerusalén (Cundinamarca). En noviembre de 1991 Alfonso Cano, jefe de las FARC, y Guillermo Zuluaga, comandante del frente XXII de ese grupo de delincuentes, comunicaron a los familiares del médico Antonio Becerra Lara, secuestrado por esa organización el 25 de mayo de ese año, que estaría de regreso para Navidad.

Había sido asesinado en agosto de ese año, cuatro meses después de su secuestro. Su familia no lo sabía e incluso había cumplido las exigencias que el grupo subversivo les había hecho. Durante dos largos y tortuosos años la familia Becerra intentó todo por rescatar al Neurocirujano; recorrieron los más recónditos sitios del departamento, también fueron a Venezuela a pedir a los dirigentes de las FARC su libertad y guardaron silencio.

Uno de los jefes llamó y les dijo a los familiares que si hubiera cien hombres de la calidad humana, la rectitud y las características del Dr. Becerra, el país estaría en otras circunstancias. Esa comunicación les dio esperanzas. Ilusiones perdidas, para ese entonces el médico había sido asesinado.

Gracias a la delación de uno de los miembros de la guerrilla se enteraron sobre la muerte de quien fue decano de nuestra facultad. El 17 de mayo de 1993, la familia del Dr. Becerra Lara realizó sus exequias en la capilla del Gimnasio Moderno.

Qué crimen tan incomprensible. Las características de su muerte estremecieron a todo el país y a la comunidad Rosarista, no solo por tratarse de una persona de excelentes condiciones humanas, sino de un distinguido hombre de ciencia y un servidor de la sociedad en el desprendido ejercicio de la medicina. Difícil mayor sevicia, crueldad y desprecio por todo sentimiento humano.

Le sobrevive su hijo Antonio José, Médico y Neurocirujano Rosarista, quien ha dejado muy en alto el legado profesional y humano de su padre. Tuve la fortuna de conocerlo y aprovecho estas letras para saludarlo y honrar la memoria de su padre.

Un día antes del secuestro el Dr. Becerra Lara se había comunicado con su hija María Carolina, para contarle que le había comprado a su pequeño nieto, un burrito; le dijo:

  • ¿El chino ya aprendió a caminar? Le compré un burrito para que sea mi compañero, para que me acompañe en la finca…

 

ANTONIO UCRÓS CUÉLLAR (1990 – 1994)

El científico

El 6 de noviembre de 1990, mediante decreto rectoral No. 323, el doctor Antonio Ucrós Cuéllar fue nombrado, por el rector Gustavo de Greiff, como nuevo Decano de la Facultad de Medicina.
El Dr. Ucrós Cuéllar fue bachiller del Colegio Mayor de San Bartolomé, se recibió como médico en la Universidad Nacional de Colombia, con honores, en 1984, con un trabajo de tesis titulado “La biopsia de endometrio en la hemorragia uterina funcional”.

Se especializó en Endocrinología en España, en el Hospital central de Madrid, con el profesor Gregorio Marañón, y luego se trasladó a Cataluña donde terminó su especialización en el Hospital Provincial de Barcelona, con los profesores Cañadell y Cristian de Nogales. Complementó con estudios de Ginecología Médica  en Madrid, con los profesores José Botella Llusiá y García Orcoye. Además estudió Medicina Interna con el mismo Dr. Marañón y con Jiménez Díaz.

Realizó las primeras consultas de Endocrinología en 1949, en el Hospital San José, durante la Cátedra de Medicina Interna de los estudiantes de la Universidad Javeriana. El 18 de febrero de 1950 fundó la Sociedad Colombiana de Endocrinología.

Gracias a los estudios realizados sobre el “Bocio endémico¨, en 1956, por miembros de dicha Sociedad, el gobierno se vio en la necesidad de yodar la sal para combatir la enfermedad mencionada.
La Sociedad de Endocrinología es galardonada en 1959, con el premio Alejandro Ángel, por el trabajo planificado y dirigido por el Dr. Ucrós, denominado “Aportes al conocimiento de algunas endemias colombianas y del cretinismo”, realizado en la población cundinamarquesa de Guaduas. Constituye u referente clásico de la literatura médica colombiana su monografía “Consideraciones histórico – endémicas del Coto en Colombia”, publicado en 1960.

Cabe destacar dentro de sus logros:

  • Fundador y jefe del servicio de Medicina Nuclear en el Hospital de San José.
  • Miembro Honorario de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, de la cual fue Presidente.
  • Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina.
  • Premiado por la Fundación Amigos de la Medicina Interna y por el Congreso Internacional de Medicina Interna, en 1986, un año después de la tragedia de Armero, por su trabajo “Influencia del Nevado del Ruíz en la endemia de Bocio de Mariquita”.
  • Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario.

Escribió, uno de sus alumnos, el Dr. William Rojas, destacado Médico y Endocrinólogo Rosarista, tras la muerte del Dr. Antonio Ucrós Cuéllar el 27 de septiembre de 2005: “Repetir las mismas expresiones que se dicen de las personas que se han ido, puestas en la imagen del dr. Ucrós, toman relevancia y significados muy especiales. Su dimensión como profesor la sentí ya en mi entrenamiento como especialista en Endocrinología, interrogando y examinando pacientes con nosotros, enseñándonos el arte de la Medicina que no aparece en los libros sin en la experiencia y por último sentí la presencia del amigo en todas las actividades de nuestro servicio en que participó, dialogando, explorando y compartiendo el aspecto humano de los residentes, acompañado de un tinto con Ligia, nuestra querida secretaria. El recuerdo y la huella que dejó el Dr. Ucrós en nosotros harán que viva para siempre en nuestros corazones”.

ALFONSO TRIBÍN FERRO (1994 – 1999)

El visionario

Mediante Decreto Rectoral No. 403, del 8 de julio de 1994, se designó al Dr. Alfonso Tribín Ferro como Decano de la Facultad de Medicina, siendo el primer médico egresado de la Facultad en ocupar este cargo. Fue durante la rectoría de Mario Suárez Melo.

Durante su gestión, en 1977, se inauguró el Instituto de Ciencias Básicas en la sede Quinta de Mutis, y se realizó el traslado de algunas Unidades de la Facultad de Medicina cuya sede quedaba en el Hospital de San José.  En 1999 terminó el convenio de la Sociedad de Cirugía de Bogotá con la Universidad del Rosario. Como consecuencia, la Universidad retiró sus estudiantes del San José.

El 6 de febrero de 1999, se inauguró la sede de la Escuela de Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario en la sede Quinta de Mutis, constituida por las Facultades de Medicina, Fisioterapia, Fonoaudiología y Terapia Ocupacional. Se crea la Facultad de Rehabilitación y Desarrollo Humano la cual articuló, a partir de un modelo operacional basado en Escuelas Académicas, los programas de Fisioterapia, Fonoaudiología y Terapia Ocupacional, que venían actuando hasta la fecha como Facultades independientes.

Durante 1999 la Universidad tuvo una transformación muy positiva al tomar la decisión de migrar de “una Universidad de docencia, a una Universidad de docencia que hace investigación”. Se realizó la maqueta de la clínica que se iba a construir en la Quinta de Mutis, haciéndose todos los proyectos con la firma holandesa Hospitalia.

El Dr. Alfonso Tribín Ferro nació en Bogotá en 1947; quiso seguir los pasos de su padre el profesor Alfonso Tribín Piedrahita quien regentó la cátedra de oftalmología en el Hospital San Juan de Dios, de la Universidad nacional, de donde luego fue decano. El Dr, Tribín Piedrahita se vincula luego a la Sociedad de Cirugía de Bogotá y por ende al Hospital de San José. El Dr. Alfonso Tribín Ferro ingresa a la segunda promoción de la reabierta Facultad de Medicina del Rosario. En 1966, bajo la tutela de monseñor José Vicente Castro Silva, Guillermo Fergusson, y un profesorado de lujo, en compañía de su padre que como Consiliario  entró a formar parte del primer Consejo directivo de la nueva Facultad.

El Dr. Tribín Ferro se destacó académicamente y por su don de liderazgo. Se graduó de Médico y Cirujano en 1971 y como Oftalmólogo en 1976. Desde ese momento nuca se desvinculó de su Alma Mater y siempre la privilegió, tal como lo reconocen compañeros de promoción como los Dres. Alina Arango, Francisco Durán, Luis Alfonso Pallares y Edgar Muñoz Vargas.

Su magistral cátedra de oftalmología, su capacidad en las salas quirúrgicas y su preocupación permanente por el aprendizaje de sus alumnos son siempre recordadas. Fue Vicedecano de Medicina del Rosario durante 1991 y 1992.  Hasta diciembre de 2005 se destacó en su papel de Decano en la naciente Facultad de Medicina de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS) y luego como Vicerrector Académico en esa Fundación, cargo que ejerció hasta el día de su muerte debida a un Melanoma Maligno.

Fue Director del Hospital de San José en 1986 , perteneció a su Junta Directiva y fue Vicepresidente de la Sociedad de Cirugía de Bogotá en 1992. Perteneció a diversas sociedades científicas: la de Oftalmología de Bogotá, la Colombiana, la Panamericana, la Americana y el American College of Surgeons.

En varias disciplinas se destacó como deportista, siendo su pasión el fútbol, tanto que en su juventud militó en las divisiones inferiores del “mejor equipo del mundo”, Millonarios. El afecto que siempre prodigó los enfermos obliga a recordarlo  no sólo como un gran especialista, sino como un hombre sensible y humanitario.
 

JAIME PASTRANA ARANGO (1999 – 2002)

El flexibilizador

El Dr. Jaime Pastrana Arango es Médico y Cirujano del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y Especialista en Ginecología y Obstetricia del mismo claustro. Su padre, Misael Pastrana Borrero, fue presidente de la República de Colombia durante el período de 1970 a 1974. Andrés, su hermano, Abogado del Rosario, también ejerció la presidencia del país entre 1998 y 2002.

El Dr., Pastrana Arango tuvo la amabilidad y generosidad de referirme sus vivencias en la decanatura. Agradezco su deferencia.
Es el primer decano Rosarista nombrado sin intervención de la Sociedad de Cirugía de Bogotá. Ya existía la ruptura entre la Universidad y la Sociedad. Empezó a fungir sus funciones desde la Quinta de Mutis, ubicada en el barrio Siete de Agosto de la ciudad de Bogotá, en instalaciones que anteriormente alojaban a los estudiantes de primaria y bachillerato del Colegio. Llegó en la rectoría del Dr. Guillermo Salah Zuleta, siendo después nombrado como rector el Dr. Rafael Enrique Riveros Dueñas, El Cirujano Mayor.

Una característica de su administración fue que el decano empezó a tener reuniones de trabajo con los rectores, en el Claustro, lo cual antes era muy raro. El Dr. Pastrana anota que cuando su grupo llegaba a las históricas instalaciones universitarias del centro de la ciudad, “los veían como bichos raros, como diferentes, porque en Medicina todo era distinto, desde el reglamento hasta el período de vacaciones; incluso los requisitos y las calificaciones para ser colegial eran distintas. Después dos a tres meses entendieron el alto nivel que tenía mi equipo y ya nos trataban como pares y más”.

Tuvo que sortear la acreditación del programa de Medicina y cambios curriculares, sin tener hospital propio porque como se dijo se habían separado de San José. “Pastrana no podrá con la decanatura”, afirma que se comentaba en los tinteaderos. “Pero siempre luché y trabajé por no perder el nombre ni el prestigio del Rosario, durante mi gestión”.

“Los decanos, antes, llegaban temprano y se iban temprano y el contacto con los estudiantes era muy poco. Decidí estar de tiempo completo conformando un equipo que considero fue ideal, porque estábamos en crisis económica y de sitios hospitalarios para rotación”. Planteó que requería personal médico calificado, pero en cargos administrativos y con salarios más que adecuados. Constituyó un dream team en cinco áreas:

  1. Ciencias Básicas.
  2. Clínicas Médicas: Medicina Interna, Pediatría y Psiquiatría.
  3. Clínicas Quirúrgicas: Cirugía General más Especialidades.
  4. Clínicas de la Reproducción: Ginecoobstetricia y Urología.
  5. Salud Pública y Administración en Salud.

Destaca a los Dres. Alberto Vélez, Ángela Ruíz, Jaime Ruíz, Mónica Lizarralde, Catalina Valencia y Leonardo Palacios. Solicita excusarse por no nombrar a otros miembros que también fueron vitales, necesarios e incondicionales.  A todos les agradece infinitamente. Manejaban algo más de veinticinco convenios.

La labor fue titánica y de nuevo recalca que estaban quebrados y sin hospital. Decidió contactar a los médicos Rosaristas egresados, para hacer un censo de los perfiles profesionales y con base a ello orientar la acreditación y el currículum. Encontró que la mayoría tenían una o dos especializaciones, algunos tres, cuatro y hasta cinco. Entendió que no estaban formando Médicos Generales sino Especialistas. Al pensum que trabajaba le dio enfoque hacia formar especialistas. Así lo preconizó en ASCOFAME: “yo especializo”.

Su programa bandera fue la FLEXIBILIZACIÓN: “formación centrada en la persona, la Universidad para el estudiante y no lo contrario, qué quiere y le ayudamos; si quería investigar en Karolinska, perfecto, veríamos qué hacer; nos interesaba el modelo de vida que quería el alumno, el Internado era flexible en las rotaciones de acuerdo a los intereses académicos y de afinidad de los estudiantes”.

Se basó en una frase que pronunció el papa Juan Pablo II en el Zócalo de México, cuando ordenaba a cientos de sacerdotes: “se nace sacerdote”. “Le dije a los estudiantes: se nace médico, eso no se pierde, nunca se pierde, así esa persona tome otros rumbos por pasión o por deseo”.

“Nuestra Facultad, a raíz de la flexibilización, fue la primera, en Medicina, que funcionaba por créditos. Los pares, durante la acreditación, nos mencionaban como ´éstos loquitos de la Facultad de Medicina´. Pero nos adelantamos quince años a Harvard, retomando el modelo Flexneriano”.

En el fondo lo que se pretendía era que los estudiantes fueran felices. “En principio no entendían cómo era eso de estudiar Medicina para ser lo que uno quisiera, no captaban que alrededor de las ciencias médicas se pueden hacer muchas cosas”. Queriendo, en alguna ocasión dar mayores explicaciones y aclaraciones a los alumnos les planteó una pregunta: “Si hay un proyecto para viajar a Marte, a quién van a elegir para llevar, a un abogado o a un médico?...Hoy me encuentro a muchos estudiantes de esa época que, ya egresados, me lo agradecen.

Consiguió que se firmara un convenio entre la Universidad de Los Andes y el Rosario, apar iniciar el programa de Ingeniería Biomédica. “En las primeras reuniones, esos sobresalientes Ingenieros, nos miraban por encima del hombro. A la tercera reunión, una vez conocieron nuestro poderoso equipo, el respeto fue más que mutuo”. Allí nació la Facultad de medicina de la Universidad de Los Andes, con la visión del Dr. José Félix Patiño.

El Dr. Patiño me invitó, en dos ocasiones, a la Academia Nacional de Medicina, a hablar sobre el currículum de Flexibilización que instauramos en la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
Muchos convenios, programas, currículum, flexibilización, acreditación, pero continuábamos sin hospital propio. “Le eché el ojo al antiguo Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de Santos (HILVS), que habían cerrado y se rumoraba su venta. Puse a los abogados del Rosario a analizar el negocio, porque existía un pasivo pensional de 80 mil millones de pesos. Logramos negociar toda la infraestructura en 8 mil millones de pesos. El Dr. Pedro Gómez, quien era miembro de las Juntas Directivas, tanto del Hospital Infantil, como de la Universidad de Los Andes, no dejó venderlo”.

Esto se ventiló en una reunión del Dr. Salah con los decanos en Paipa. “Pensé en grande para la Facultad, propuse trasladarla toda al HILVS; que Economía y las Ciencias Administrativas se mudaran a la Quinta de Mutis y que en el Claustro permanecieran Jurisprudencia y Filosofía. Considero u  error histórico no haber adquirido el HILVS”.

Otro proyecto frustrado, en esa época, fue el del Hospital de El Peñón. “Se iba a hacer un convenio con la Gobernación de Cundinamarca, para formar un Centro de Medicina Tropical único en el mundo. Con ataríamos con el Dr. Manuel Elkin Patarroyo. Yo traje a Patarroyo al Rosario. Obtendríamos respaldo de la OMS y la OPS. En fin, hubo una serie de circunstancias que no permitieron su realización”.

Como muestra de su entrega por el Rosario y su Facultad de Medicina, refiere la siguiente anécdota: “Era un 24 de diciembre y a la una de la tarde estaba reunido con los hermanos de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, en la Clínica San Rafael; pretendía que firmáramos un convenio docente asistencial para los alumnos que empezarían semestre el 15 de enero del año que entraba. De manera muy amable, los curas me desearon Feliz Navidad y no firmaron nada. Les dije que de ahí no me movería, que lo haría únicamente cuando obtuviera la firma del contrato…pasaron un poco más de dos horas y los hermanos hospitalarios premiaron mi resistencia y persistencia firmando. Ya teníamos un nuevo sitio de prácticas”.

Afirma que por discrepancias con la rectoría del momento se terminó su decanatura. Lo deja contento el hecho de haber realizado, en su corto mandato, el 30 % de lo que proyectó. “Mi vida en el Rosario y en San José fue feliz. Lo más rico que me ha sucedido es ser decano de la Facultad de Medicina, fue una experiencia que amé. Lo que más deseo es que la Medicina del Rosario vuelva a ser líder en el país y en el mundo”.

LEONARDO PALACIOS SÁNCHEZ (2002 – 2015)

El soñador

Quienes conocemos al Dr. Leonardo Palacios Sánchez, sabemos de su elocuencia; su capacidad oratoria es admirable, por eso dejo que, de su viva voz, nos haga el breve relato de su paso para la decanatura de la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Agrego que él es Rosarista hasta la médula y más allá, y su Rosarismo lo practica y pregona en cada segundo de su vida.

“Me gradué del Liceo Francés en junio de 1978, y en ese mismo momento me vinculé a la Universidad del Rosario, total que en junio de 2018 cumplo 40 años de haber traspasado el umbral de nuestro queridísimo Claustro del Rosario, para ir a matricularme como médico, después de un riguroso proceso de selección y angustiosos porque en ese momento sólo había tres facultades de Medicina en Bogotá: El Rosario, La Nacional y La Javeriana. Por lo tanto el número de aspirantes era gigantesco, alrededor de tres mil aspirantes y sólo recibían sesenta alumnos; el sufrimiento para ingresar era notorio.

Agradezco mucho ser egresado del Liceo Francés, por el idioma, la relación con la cultura francesa, su arte, temas de historia, de música, que hoy en día todavía forman gran parte de mi vida, y tengo gran cariño haca ese colegio, hacia ese país donde luego hice un pos grado.

En la Facultad de Medicina, en el Hospital San José, teníamos un modelo educativo que era casi que único; no he visto nada similar aún después de estar tantos años trabajando en educación, era un modelo en el que teníamos una inmersión en la vida hospitalaria desde el día mismo que ingresábamos al primer semestre. El director del Hospital y el de la Sociedad de Cirugía de Bogotá iban a darle a uno la bienvenida con el decano, y le decían: pónganse una bata blanca porque este Hospital es para ustedes, es de ustedes, entonces a partir de hoy pueden hacer lo que deseen, se pueden ir a urgencias, se pueden ir a urgencias, se pueden meter a salas de cirugía. Entonces abrían una oportunidad absolutamente  excepcional de una inmersión al medio hospitalario al mismo tiempo que participábamos de una excelente Facultad de Medicina.

Teníamos en el tercer piso de uno de los pabellones del Hospital, las aulas de la época con un piso en madera que hacia unos ruidos muy característicos, con proyectores de diapositivas que eran la última tecnología disponible, y el currículum se enmarcaba en algo que hoy conocemos perfectamente como el currículum flexneriano, en el cual teníamos un ciclo de Ciencias Básicas que se demoraba cuatro semestres y luego un ciclo de Ciencias Clínicas y Quirúrgicas que duraba los seis semestres restantes. En esa época el Internado Rotatorio hacia parte de la carrera, pero estaba desligado de los primeros diez semestres.

El Internado Rotatorio, para quienes nos formamos en esas épocas, aparecía en una ley que era la 14 de 1962, en la cual decía que una vez culminado el programa académico de Medicina, se debía hacer una año de prácticas formativas con el objeto de afianzar destrezas y rematar los conocimientos. Cursábamos los diez semestres en el ambiente hospitalario, con profesores absolutamente maravillosos, tanto los de básicas, clínicas y quirúrgicas y todas las disciplinas que vimos allí y en otros hospitales a los que asistíamos por convenio.

Una vez terminado el décimo semestre nuestra hoja de vida cambiaba. La hoja de vida del primer al décimo semestre se conservaba en la Secretaría Académica de la Facultad de Medicina, con unas tarjeticas verdes que portaban nuestras fotos. En esa época cero computadores, todo era con máquina de escribir, archivos a mano y en el momento de pasar  al Internado uno diligenciaba otra ficha con fotografía y todo en la Oficina de Educación Médica, la cual era compartida entre el Hospital y la Facultad. En ese momento uno ya formaba parte del cuerpo hospitalario, siendo aún alumno de pregrado. No se pagaba matrícula por ese año, solo un valor casi simbólico; no eran semestre 1 1y 12, sino Año de Internado Rotatorio. Nos daban batas y un sello que le permitía formar parte del cuerpo médico; nos llamábamos Médicos Internos, no nos consideraban tanto como alumnos de pregrado sino como médicos que estábamos en la etapa culminante de la carrera y nos remuneraban. En esos tiempos recuerdo que recibía 2.475 pesos mensuales y teníamos acceso a un sitio que elegantemente le llamábamos el Club Médico, un pequeño y cómodo sitio arriba de Urgencias, donde una adorable mujer llamada Hermencia nos daba salpicón, tinto y aromática; ya éramos del cuerpo médico del hospital, eso marcaba una diferencia gigantesca. Era un año importantísimo, demasiado importante en la formación de uno.

Esos recuerdos son absolutamente maravillosos para mí. Si bien San José hacía parte del 75% de la formación, en sexto semestre íbamos al Hospital Militar Central, donde hacíamos una rotación de Medicina Interna por el piso Sexto Norte y una rotación por Neurología en el Sexto Sur. La otra rotación, de la mayor importancia, era la del séptimo semestre, Pediatría, que los Rosaristas de vieja guardia nunca olvidamos y la cual hacíamos en el Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de Santos; una institución de los mayores quilates y reconocida, por su gran calidad, a nivel nacional e internacional, con una pertinencia social fantástica y con una pléyade de profesores que no olvidaremos.

Finalizando la carrera venían los semestres de Psiquiatría. Tengo muy buenos recuerdos de la Clínica de Fátima, ubicada al norte de la ciudad, hoy ya no existe. También íbamos a la Clínica del Rosario ubicada muy cerca de donde hoy se ubica la Clínica Marly. La Consulta Externa de Psiquiatría la hacíamos en el Centro de Salud #6, localizado dentro del parqueadero del San José.

En el Internado había rotaciones extramurales; la mía fue en Puerto Boyacá, en el Hospital José Cayetano Vásquez; un verdadero fortín Rosarista. Eso funcionaba por el decreto 1210 de 1978, que distribuía regiones, o áreas de influencia, en Bogotá, Cundinamarca, Boyacá y Tolima, para las tres grandes facultades de Medicina de la ciudad: Rosario, Nacional y Javeriana. Los recuerdos son maravillosos, de amistades, de experiencias únicas y maestros inolvidables. En esos hospitales nos querían mucho, nos hacían sentir como en nuestra propia casa. Sólo guardo cariño infinito a la Sociedad de Cirugía de Bogotá, al Hospital de San José y a la Universidad del Rosario.

La historia de mi opción por especializarme en Neurología, se debe a mi hermano Eduardo Palacios Sánchez, a quien quiero extraordinariamente; él ha jugado un papel muy importante en mi vida, es casi como un segundo padre es uno de los Neurólogos más prestigiosos y antiguos en estos momentos en Colombia. Coincidencialmente, el año pasado conmemoramos los 40 años de apertura del Servicio de Neurología del Hospital de San José; él siempre ha sido su jefe. Se formó como Neurólogo en el Hospital Militar e hizo en fellow en los Estados Unidos, en la Universidad de Columbia. Fue profesor mío en pregrado, tuve gran influencia suya. Me gustó también mucho la Psiquiatría; resulta que la Neurología y la Psiquiatría nacieron como una sola en el siglo XIX, en Europa, de manera especial en Francia con la escuela del profesor Charcot. A mediados del siglo XX se independizan.

El Dr. Luis Carlos Taborda Ramírez, Psiquiatra, también influyó mucho en mi decisión. Me permitió, durante el internado, hacer algunos turnos en la Clínica de Fátima. Finalmente me incliné por la Neurología, y estoy feliz de esa decisión. Me presenté en el San José, donde fui admitido y recibí una formación fabulosa. Mi hermano fue profesor mío. Me incliné por la Neurología Infantil, yendo al Hôpital Sân Vincent dé Paul, en Francia, durante un año, haciendo una formación que denominan Asistente Extranjero de la Facultad de Medicina de Paris. Finalizando 1989 regresé a Colombia y me vinculé con la Universidad Javeriana en el Instituto Neurológico de Colombia, y desde febrero de 1990 he estado vinculado como profesor, todo el tiempo, en la Universidad del Rosario, alternándolo –o de manera simultánea- con cargos administrativos.

Para esas épocas teníamos unos 500 alumnos y unos 400 docentes, una relación docente / alumno extraordinaria; no se ve en ningún lugar del mundo. Con doble vinculación laboral: con el Hospital y con la Universidad. El Decano era nombrado de una terna que la Sociedad de Cirugía de Bogotá le enviaba a la Universidad. El Secretario Académico y el jefe de Educación Médica los nombraba el Decano. Existía también la figura del Vicedecano, la cual hacia 1994 la eliminó el Dr. Mario Suárez Melo, rector, creando la Dirección Administrativa y financiera, que ha sido regentada de forma magnífica por mujeres. Esta Vicedecanatura se reactiva en la actual decanatura del Dr. Gustavo Quintero, quien nombra a la Dra. Ana Isabel Gómez Córdoba.
Me vinculé con el cargo más raso: Instructor Asistente; fui optando y ocupando cargos mayores. En 1993, el decano de la época, el Dr., Alfonso Tribín Ferro, me invitó a ser su Secretario Académico, porque quien ocupaba ese cargo, el endocrinólogo José Antonio Niño se iba para Estados Unidos. Acepté semejante honor sin pensarlo un segundo. Luego el cargo viró a la Jefatura de Educación Médica que se ocupaba de: el manejo del Internado Rotatorio, los programas de Especialidades Médico Quirúrgicas y el manejo de Convenios Docente Asistenciales (en esas calendas con Hospitales en Facatativá, el Líbano - Tolima, y otras rotaciones extramurales); era muy importante el contacto con la Colombia rural. En esas Jefatura estuve desde 1993 hasta el año 2002. Cuando fui llamado para ser decano de la Facultad.

En esos momentos se abrió el Hospital de Kennedy. Desde un principio tuvo la influencia de San José y del Rosario, Fueron directores los Dres. Alberto Villaneda Soto, Manuel Palacios, Rafael Riveros y Oswaldo Ceballos; esto nos permitió que se convirtiera en un fortín Rosarista clave como complemento en nuestra formación.

Aquí es muy importante hablar de la transición que se produce cuando nuestros “padres”, la Universidad del Rosario como madre y la Sociedad de Cirugía de Bogotá como padre, deciden “divorciarse”. En algún momento se creó una Asociación de Médicos Rosaristas, que casi tiene un nombre maravilloso: AMOR, pero terminó denominándose EMEROSAJ. Esta asociación luchó mucho para evitar ese divorcio. Por razones que sería eterno contar, entre 1994 y 1997, llega la decisión de que ya no vamos a seguir juntos y se inicia el traslado a la Quinta de Mutis. Ya en el proceso administrativo para nombrar el decano no tenía influencia la Sociedad; el Dr. Suárez Melo decide nombrar al Dr. Alfonso Tribín Ferro, Oftalmólogo. El Dr. Tribín conjuga tres cosas: ser el primer egresado del Rosario que ocupa la decanatura, ser el primero que se nombra de manera directa, y ser nombrado por un nuevo órgano que es el Consejo Académico de la Facultad de Medicina; esquema que persiste hoy en día. El Dr. Suárez Melo también permitió que nos formáramos como Especialistas en Docencia Universitaria, a través de la Facultad de Ciencias Humanas.

El Dr. Tribín cumplió un papel vital en ese período de transición; yo continuaba siendo el Jefe de Educación Médica. Después del Dr. Tribín Ferro vino otro Rosarista, el Dr., Jaime Pastrana Arango, y después de él tengo el honor de haber sido nombrado decano. Desde 2002, cuando me nombra el Dr. Rafael Enrique Riveros Dueñas (El Cirujano Mayor), y hasta enero del año 2015 estuve en este cargo bellísimo en el cual ocurrieron osas absolutamente maravillosas aunque también pasamos por dificultades muy grandes que vivimos también con el Dr. Tribín y el Dr., Pastrana, como el cierre del Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de Santos, dificultades administrativas en el Hospital Occidente de Kennedy, y ya no contábamos con el Hospital de San José. Entonces armamos una estructura que nos permitiese funcionar sin un Hospital exclusivo. Es que para el Rosarista San José era como su casa, pero en los papeles no lo era. A los hospitales que para esas fechas nos abrieron las puertas tenemos la obligación de  decirles: muchas gracias. Lo importante fue que se logró mantener una coherencia en la formación del egresado Rosarista.

Se vinieron los procesos de Acreditación que han sido todos exitosísimos, acabamos de obtener la cuarta, cada una de ellas por más años. La primera la enfrentó el Dr., Pastrana; nos dieron una acreditación por tres años, porque estábamos haciendo un nuevo programa. La última la manejó con mucho éxito el Dr. Gustavo Quintero Hernández, nuestro actual decano, con todo su equipo, por ocho años.

En mi decanatura tuvimos que lidiar el hecho de no contar con hospital universitario propio. Hubo muchos proyectos, incluso el de construir una Clínica Universitaria en las áreas de la Quinta de Mutis. Finalmente se logró la conformación de la Corporación Hospitalaria Juan Ciudad, cuyos corporados son los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, la Caja de Compensación Familiar COMPENSAR y la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Allí se conjugan el Hospital Universitario Mayor, que fue previamente la Clínica San Pedro Claver, y el Hospital Universitario Barrios Unidos, antes Clínica Misael Pastrana Borrero (fundada durante la presidencia del Dr. Andrés Pastrana Arango, siendo decano su hermano el Dr., Jaime Pastrana Arango). El primero de mayo de 2008 se inició esta nueva etapa. A hoy se cumplen diez años de este cambio vital para nuestra Facultad de Medicina.

Se decide dar un nombre comercial a estas instituciones y surge el de MÉDERI, que proviene del griego medere, que significa médico, cuidador. Y se elabora el logo símbolo de las manos unidad y el eslogan Hospitalidad y Ciencia. 

Desde el proyecto de Crecimiento con Calidad e Identidad, se crean nuevos programas de pregrado como el de Psicología, en enero de 2006, con la decanatura de la Dra. María Isabel González Jaramillo, primer programa en Colombia que empezó a tener doble titulación con la Universidad de Bolonia. También se hizo asociación con la Escuela Colombia de Ingenieros Julio Garavito, para reactivar el programa de Ingeniería Biomédica, fundado por el Dr. Antonio Miguel Cruz. 

Aparece el Dr. Gustavo Quintero Hernández, Rosarista con una hoja de vida maravillosa, quien hace ocho años fue vinculado como asesor especial del rector. Empezó a organizar el tránsito hacia Méderi y cómo convertirlo en Hospital Universitario, y la transformación hacia una verdadera Escuela de Salud donde estuvieran integradas todas las facultades de dicha área. Con él, la Dra. Ana Isabel Gómez y los demás directores de programa terminamos creando la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud a partir de julio 31 de 2009, con un solo decano y un único organismo que facilita las gestiones pertinentes.

En todo este trayecto me acompañaron, respaldaron, apoyaron y colaboraron incondicionalmente como rectores los Dres. Álvaro Tafur Galvis, Roberto Arias Pérez (fallecido recientemente), Gustavo de Greiff, Mario Suárez Melo, Guillermo Salah Zuleta, Rafael Riveros Dueñas (amigo dilecto y especialísimo quien nos ayudó denodadamente), Hans Peter Knudsen y nuestro actual rector el Dr. José Manuel Restrepo Abondano.

Todos ellos acompañados de la consiliatura y su propio grupo directivo, sin quienes no tendríamos ni esta escuela, ni el hospital, ni las alianzas extraordinarias que se han establecido, gracias a la visión de formar, lo podemos decir con orgullo, una de las mejores escuelas de medicina del país, con cada uno de sus programas acreditados, con convenios nacionales e internacionales que brillan y hacen que nuestros egresados sigan estando  a la vanguardia de las ciencias médicas.

Estoy infinitamente agradecido con la Universidad del Rosario porque gran parte de mi vida, mis mejores desempeños y mis éxitos profesionales los he recibido y vivido aquí.
Considero fabulosos regalos que, al terminar la decanatura, pude seguir vinculado como profesor de carrera y crear una cátedra de felicidad en la universidad, con la cual soñaba, y se llama Educando para la Felicidad, porque estoy firmemente convencido de que el bienestar emocional y la felicidad son de los máximos objetivos que puede desear el ser humano”.