Cirujano
Jairo Hernán Ortega Ortega, MD.
“Los hombres de Estado son como los Cirujanos: sus errores son mortales”
François Mauriac
Descendiente de barberos y carniceros. Fascinado por la sangre y las amputaciones en su fase troglodita. Circuncidador en Egipto. En Machu Pichu, trepanador. Buscador de causas con Avicena y operador con Abulcasis. Profesor con Vesalio. Restaurador de soldados con Paré. Con Theodor Billroth, extirpador de estómagos. Nobel con Kocher. Inspirador del Sherlock Holmes de Conan Doyle. Gigoló con Christiaan Barnard. Hábil artesano con la cirugía mínimamente invasiva. Eso y mucho más es El Cirujano.
Su perfil lo resume muy bien una manida frase: “Ojo de águila, corazón de león y manos de seda”.
La historia de la Cirugía tiene benefactores, detractores, héroes, piratas y profanadores; sin embargo, en su trasegar ha dejado más superávit que déficit. Su espíritu sanguíneo ha sido el causante de que más de un estudiante de Medicina se desmaye en la sala de cirugía.
Heródoto, en El Libro de Euterpes, cuenta que los pueblos de Cólquida, Egipto y Etiopia, en su momento, se hacían circuncidar. Queda difícil, para esas calendas, imaginar al Cirujano que realizaba tal procedimiento. El caso es que muchos prepucios fueron resecados, de seguro por shamanes, dentro de una ceremonia de la mayor importancia para estas civilizaciones. En El Viejo Testamento hay constancia del hecho.
En 1930, el hallazgo antropológico de nueve hombres de Neanderthal, con 45.000 años, en las montañas de Zagros en Irak, mostró que uno de ellos estaba amputado del brazo derecho. “¿Lo habrá hecho “el primer cirujano de la historia”? ¿O simplemente fue el producto de un trauma o accidente?
El Código de Hammurabbi, siglo XX antes de Cristo (a.C.), legislaba que el cirujano que causara daño debía pagar, en su propio cuerpo, con el órgano lesionado. Total, si la mano intervenida del paciente no curaba, el cirujano debía amputarse su propia mano.
El Papiro de Ebers, siglo XV a.C., da cuenta de la curación de llagas, quemaduras y tumores del cuello. Hipócrates, más clínico que quirúrgico, trató heridas, fracturas, hemorroides y fístulas. En Alejandría, Cornelio Celso describió operaciones oculares, resecciones de tumores de tejidos blandos, hidroceles, várices y vejiga.
Llamativo es que en China, el desarrollo de la cirugía se estancó porque aborrecían la sangre y las mutilaciones, que de seguro con los ninjas y seguidores del Kung Fu eran pan de cada día. Al parecer sólo hasta 1948 empezó la cirugía formal en ese país.
En México, culturas maya y azteca, al médico se le denominaba “tlamautepatli-ticitl”, y al cirujano “texoxotla-ticitl”. Con las espinas del maguey operaban pterigios y hacían mutilaciones del pene a quienes optaban por la casta sacerdotal. En la era Precolombina se efectuaban suturas con cabello e implantes dentales con piedras como el jade o con oro. Con los españoles llegan a América los Cirujanos Barberos, un poco menos preparados que los Doctores en Medicina y los Cirujanos graduados en Europa, pero con muchos más hígados, coraje, experiencia y nada de escrúpulos ante la sangre, las mutilaciones o las vísceras expuestas.
En la Edad Media, la Iglesia consideraba a la Cirugía como una práctica de bárbaros por lo cual la condenaba y también prohibía las disecciones y estudios en cadáveres. La cirugía no se consideraba ciencia sino un oficio empírico diferente a la medicina, de allì que los barberos y carniceros la practicaban, por obvias razones. En el siglo XIII, Guillermo Salicetti luchó contra el hierro candente y prefería el cuchillo para tratar las heridas. Lanfranc suturaba nervios e intestinos, además de realizar temerarias trepanaciones de cráneo.
Guy de Chauliac, de la Escuela Médica de Montpellier, preconizaba que “el cirujano debe ser cuidadoso con los enfermos, benévolo, compasivo y no extorsionador del dinero”. Insistía en que era obligatorio para el cirujano conocer a la perfección la anatomía.
En El Renacimiento son una maravilla las planchas de anatomía elaboradas por Leonardo da Vinci, después de disecar más de treinta cadáveres. Falopio, Eustaquio y Bartolino, Wirsung y Silvio, aportaron con sus epónimos a la morfología humana.
Ambroise Paré, es considerado el padre de la cirugía. Francés formado en el Hôtel Diéu y graduado con honores como cirujano, realizó sus mayores hazañas con las heridas de guerra. Fue el primero en ligar los vasos sanguíneos (arterias y venas) en las amputaciones. Y cambió el aceite hirviente por un tibio aceite de rosas para hacer curaciones sobre las heridas. Su espíritu quirúrgico fomentaba la lógica, observación, deducción, sentido común y la ética. Como profesor su aporte fue dejar de escribir obras médicas en latín para hacerlo en francés. De cirujano barbero se convirtió a cirujano eminente de cuatro reyes.
Para el siglo XVII, John Hunter trasplantó el espolón de un gallo a la cresta (espécimen que reposa en el Museo de Londres). El 18 de noviembre de 1846, la revista Boston Medical and Surgical Journal, publica la experiencia del Dr. William T. Morton con el éter sulfúrico como primer agente anestésico utilizado en un procedimiento quirúrgico (extirpación de un angioma cutáneo del cuello, a cargo del cirujano J. Collins Warren). Este paso se considera uno de los mayores avances y aportes a la cirugía y a la humanidad.
Lister y Pasteur aportaron otro gran avance: la asepsia y la antisepsia, con lo cual se disminuyeron las infecciones operatorias. Otro gran estrategia fue la de Halsted, en 1885, al idearse los guantes de cirugía (los guantes del amor).
Theodor Billroth, realizaba gastrectomías (resecar todo o parte del estómago), con éxito, en humanos, en 1881; época en la que no existía el electro bisturí ni eran posibles las transfusiones sanguíneas. Ludwig Rhen, el 9 de septiembre de 1896, fue el Cirujano que contradijo al Médico más importante de la época y demostró que el corazón si se podía suturar ¿Y cómo lo demostró? Fácil, de la forma en la que proceden los cirujanos: lo hizo. Suturó una herida de corazón. En esos momentos corría el riesgo de ser expulsado de las sociedades de cirugía y del ejercicio médico.
El suizo Emil Theodor Kocher, fue elegido presidente del Primer Congreso Internacional de Cirugía, en 1905, por ser considerado el mejor cirujano de la época. Tan exitoso era que en 1909 obtuvo el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, gracias a sus espléndidos trabajos sobre fisiología, patología y cirugía de la glándula tiroides, convirtiéndose en el primer cirujano en recibir tal distinción.
A pesar de su titánica labor, han sido pocos los cirujanos que han merecido este premio. Alexis Carrell, francés, lo recibe en 1912; se lo conceden por su desarrollo de las anastomosis (suturas) de los vasos sanguíneos y su aporte a los trasplantes. Antonio Egas Moniz, portugués, recibe el Nobel en 1949, por la Psicocirugía, En 1990 el premiado es Joseph E. Murray, norteamericano, por el exitoso trasplante de riñón entre gemelos homocigóticos.
Considero que está en mora de que se entregue el Premio Nobel de Medicina a quienes idearon, crearon y dieron la pauta para realizar la Cirugía Laparoscópica; cirugía mínimamente invasiva que ha traído grandes beneficios a los pacientes. Creo, firmemente, que es la revolución más grande en el campo quirúrgico, en el siglo XX y lo que va del XXI.
No todo ha sido galardones para los cirujanos, también hay historias sin sentido. René Gerónimo Favaloro (1923 – 2000), argentino, fue figura mundial de la cirugía de corazón al desarrollar el bypass coronario utilizando la vena safena para tal fin, cirugía que aún hoy se realiza, todos los días, en los centros cardiovasculares del mundo. En la crisis del 2000 la Fundación Favaloro, por él creada, tenía grandes dificultades económicas por lo cual solicitó ayuda al gobierno sin obtener respuesta. El 29 de julio de 2000, después de enviar una carta al presidente de Argentina Fernando de la Rúa, criticando el sistema de salud, se quitó la vida de un disparo en el corazón. Así de arrojados son los cirujanos.
A mediados de diciembre de 1997, los medios de comunicación informaban sobre la muerte de “El Señor de los Cielos”, el máximo narcotraficante mexicano cuyo nombre era Amado Carrillo. Se supo que había muerto a principios de julio de ese año y que quienes lo mataron eran médicos. Uno de ellos el Dr. Ricardo Reyes Rincón, Cirujano Plástico de origen colombiano. Carrillo lo contrató para un cambio extremo con motivo de burlar a las autoridades. El Dr. Reyes, junto con otros dos colegas mexicanos, intervino a Carrillo en una lujosa clínica de Ciudad de México. La cirugía duró ocho horas y durante el pos operatorio el capo mexicano falleció. Los tres médicos fueron asesinados; se encontraron los cadáveres, dentro de canecas, lapidados con cemento y con terribles huellas de tortura. Los cirujanos también se equivocan.
Christiaan Branard, cirujano cardiovascular sudafricano, realizó el primer trasplante cardiaco del mundo en 1967, cuando sólo tenía 25 años. Su brillante epopeya lo llevó a recorrer el mundo y a disfrutar de las mieles de la fama. En uno de sus libros describe sus devaneos amorosos con famosas y no famosas. La artritis lo llevó a dejar la práctica de la cirugía. Murió en Chipre a los setenta y ocho años, de un ataque de asma. Los cirujanos también se mueren. Es famosa su Oración del Éxito:
“Si piensas que estás vencido, lo estás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar
Pero crees que no puedes, no lo lograrás;
Porque en el mundo encontrarás que el éxito
Comienza con la voluntad del hombre.
Si piensas que perderás; ya has perdido.
Todo está en el estado mental,
Porque muchas carreras se han perdido
Antes de haber corrido.
Y muchos cobardes han fracasado
antes de haber su trabajo empezado.
Piensa en grande y tus hechos crecerán;
Piensa en pequeño y te quedarás atrás.
Tienes que pensar bien para elevarte,
Todo está en el estado mental.
Si piensas que estás adelante, lo estás.
Tienes que estar seguro de ti mismo,
antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana
el hombre más fuerte o el más ligero.
Porque tarde o temprano, el hombre que gana
es aquel que cree poder hacerlo.”
El rol del cirujano, su personalidad, sus hazañas y su atractiva influencia en la sociedad han permeado el imaginario colectivo y su constructo, convirtiéndolo en mito. Todo ello se ha plasmado en las pantallas de la televisión y el cine. Desde series como la de El Joven Dr. Kildare; historieta en 1930, película en 1937, serie de radio en los 40, y de televisión en los 60. Siendo, quizás, la más famosa de todas, El Fugitivo, la cual narra las peripecias del Dr. Richard Kimble, para poder demostrar que no asesinó a su esposa. Esta última se basa en un caso de la vida real protagonizado por el respetado Cirujano Vascular de Cleveland, Ohio, Sam Sheppard, cuando el 4 de junio de 1954 encontró muerta a su esposa en su propia casa. También en los comics fue famoso Rex Morgan, M.D., y en TV Marcus Welby, M.D.
La guerra, además de ayudar en el desarrollo de la cirugía, en especial la Vascular, también plasmó en los medios una serie icónica como M*A*S*H* (Mobile Army Surgical Hospital), que con ironía y humor mostraban, en los años 70, la tragedia de las guerras de Corea y Vietnam, y cómo los cirujanos norteamericanos resolvían situaciones médico quirúrgicas en pleno campo de batalla. A esto le siguieron películas como En Coma, y series que han atrapado al público como la maravillosa Quincy Médico Forense, ER (Emergency Room), Gray`s Anatomy, The Knick, y la insuperable Doctor House.
Las producciones descritas son muy entretenidas aunque, al parecer, la cirugía es más emocionante en la vida real. Es ciencia y es arte. El Cirujano es puro instinto, actúa como lo haría un león frente a una cría de ñu o de cualquier otro antílope. Ser Cirujano es una opción de vida.