Un tesoro escondido en Bogotá
Jairo Hernán Ortega Ortega, MD.
Comprobé que Bogotá es ciudad de tesoros, muchos de ellos escondidos. A veces pasamos a su lado y ni cuenta nos damos – en los museos e iglesias del Centro -; en ocasiones alguien nos los desvela pero, en raras situaciones, es el destino quien nos permite descubrirlos. Encontré uno y mi altruista espíritu se complace en compartirlo con ustedes amables lectores.
Nunca imaginé que el sistema financiero me permitiera ubicar semejante tesoro. No vayan a pensar que el hallazgo lo hice en una de las bóvedas de la banca colombiana, las cuales de por sí no dan abasto con sus pingües ganancias, no, lo encontré en Hynthiba (pronunciado por los Chibchas Huin – Tiva: Capitán poderoso. Era una población de Cundinamarca. Según las páginas 34 y 161 del libro “El idioma Chibcha o aborigen de Cundinamarca” de Joaquín Acosta Ortegón, publicado en 1938). Fontibón para nosotros. El ahora barrio Fontibón.
A partir de 1538, Fontibón se constituyó en Pueblo de la Real Corona, era tránsito obligado hacia Santa Fe de Bogotá. Fue testigo del paso de próceres. Era un pueblo a las afueras de Bogotá y por una ordenanza de 1954 se estableció su anexión a la capital junto con las poblaciones de Bosa, Engativá, Suba, Usaquén y Usme. Devorado por el avance de la ciudad pasó de territorio muisca a territorio urbano.
Resulté en Fontibón debido a la necesidad de hacer, en fin de semana, una transacción financiera. Un sábado acudí a la entidad bancaria que frecuento para aprovechar el horario adicional, llegué a las 4:05 p.m. y la oficina estaba cerrada, explicaron que a partir de este año el horario ya no iba hasta las 5:00 de la tarde sino hasta las cuatro en todas las sucursales por lo cual no me atenderían. Indagué sobre si al día siguiente, domingo, alguna dependencia prestaba servicio. Contestaron que no. Viendo que para la semana que se venía iba a ser engorroso acercarme al banco opté por llamar a la línea de atención donde informaron que la única oficina abierta en domingo quedaba ubicada en Fontibón.
Ese domingo salí temprano previendo los trancones colaterales que genera la ciclovía y efectivamente encontré abierta la sucursal del banco en Fontibón. Empezaron las coincidencias; recordé que allí había hecho, entre 1989 y 1990, la medicatura rural, en la Fundación Cecilia Caballero de López y la nostalgia me condujo a desandar los pasos. En esas andaba cuando, literalmente, me tropecé con la Capilla de Nuestra Señora de La Luz.
Durante todo el año rural pasé múltiples veces por ese lugar, que por alguna extraña razón me causaba fascinación, pero nunca lo encontré abierto, incluso en diversas ocasiones, para despejar mis intrigas, golpeé las puertas sin obtener atención. Ya para el actual domingo de mi relato estaban abiertas de par en par.
Fui atendido y guiado por el Padre Marcial, sacerdote católico, quien me informó que desde noviembre de 2014 en la Capilla se oficia la Santa Misa los domingos, y por Rafael Rodríguez, designado por la familia del artista que realizó la obra, como cuidador de la misma.
No paré de tomar fotografías del tesoro descubierto tardíamente. Hubo otra coincidencia maravillosa, el artista, el Maestro Ignacio Castillo Cervantes, había sido exalumno del Colegio Mayor de San Bartolomé, donde también me formé con los jesuitas. El Maestro Castillo Cervantes pintó en esa Alma Mater un inmenso y bien logrado mural donde plasma la historia del colegio, desde su fundación hasta épocas actuales. Es quizás uno de los murales más grandes de América, tiene 33 metros de longitud por 2.80 metros de altura, contiene 118 figuras, 92 personajes, conocidos bartolinos ilustre, muy ligados a la historia del colegio y del país: 26 mandatarios, más de 20 mártires de la patria, próceres de la independencia, altos jerarcas de la iglesia, notables literatos y poetas, oradores, lingüistas, científicos, filósofos, teólogos, pintores…Castillo Cervantes inició la obra el 12 de diciembre de 1978 y la terminó, tras tropiezos propios de un arte de tal envergadura, el 23 de noviembre de 1985. Ese mural es otro tesoro digno de ser conocido.
Ante la magnitud del tesoro ubicado en Fontibón y por mi compromiso con esta columna y el respeto por los lectores decidí contactar a un experto en los aspectos arquitectónicos y pictóricos, mi amigo Richard Sarmiento. Arquitecto de carrera, profesor de Historia del Arte y Mago de profesión y de pasión, tanto que manifiesta que su profesión es la Magia y la Arquitectura es su hobby. Maravillado con el descubrimiento el Mago Richard me invitó a su casa – escuela y un viernes a las siete de la noche, al calor de una changua santafereña, nos dedicamos a analizar la Capilla, al alimón, él aportando sus eruditos conocimientos en la materia y yo la pasión por la escritura. Es así como, prácticamente a cuatro manos, se elaboró este texto para compartir y difundir ese tesoro escondido en Bogotá.
El maestro Castillo Cervantes (1º de octubre de 1922 – 30 de octubre de 1995), después del San Bartolomé ingresó en 1938 a la Escuela de Bellas Artes, también recibió parte de su formación artística en Europa. Construyó el Mausoleo – Capilla a la memoria de su adorada madre; allí reposan sus restos. La cúpula de la capilla es inspirada en la Basílica de San Pedro en el Vaticano la cual a su vez se toma del modelo de la considerada Cúpula Mayor del Duomo de Florencia, en la Iglesia de Santa María Dei Fiori, la mayor y más hermosa de las basílicas, diseñada y elaborada por Filippo Brunelleschi. La Basílica de San Pedro duró 112 años en construirse, por lo cual fueron muchos los arquitectos que por allí pasaron. El diseño de la cúpula lo hizo Donatto Bramante, también intervinieron Antonio de Sangallo y su sobrino, del mismo nombre, apodado “el mozo”. De igual manera Rafael Sanzio quien murió de 37 años.
De los más notorios es Miguel Ángel Buonarroti y es quien más tiempo interviene –entre 1546 y 1564 - en la construcción, en la arquitectura y en la estética de la Basílica de San Pedro y es quien, de manera iluminada, termina la cúpula. Miguel Ángel sostenía que “quien se aparta de Bramante se aparta de la verdad”, lo cual en realidad no aplicó al intervenir la cúpula dando rienda suelta al genio de su creación.
Basa Castillo Cervantes la cúpula en un tímpano, triangular, con un relieve del Espíritu Santo. Graciosos querubines son los frescos, inconclusos, que engalanan la bóveda interior; recuerdan obras del Quattrocento italiano, posiblemente inspirados en el Giotto y necesariamente en Miguel Angel. Es quizás de lo más notable y hermoso en la Capilla de Nuestra Señora de la Luz. Por dentro la cúpula es nervada (de nervio), con linterna (vanos que permiten el paso de la luz de forma cenital). A pesar de su escala, mucho menor, al compararla con la cúpula de San Pedro se concluye que el maestro Castillo Cervantes se inspiró estructuralmente en esta.
En el área exterior se encuentran una serie de columnatas, en semicírculo, que recuerdan las columnas que Bernini (arquitecto barroco) diseñó en la Plaza de San Pedro, al frente de la basílica, las cuales semejan un abrazo, los brazos de la santa madre Iglesia.
Al interior el altar mayor se ve coronado por un hermoso fresco de Nuestra Señora de La Luz. En la nave, única, sobre el muro izquierdo se representan a Adán y Eva expulsados del paraíso y a Moisés con las Tablas de la Ley, a Abraham ofreciendo en sacrificio a su hijo Isaac y el Arca de Noé en pleno diluvio universal. En el muro posterior, que se ubica inmediatamente a la izquierda de la entrada, plasmó el artista El Nacimiento, también inconcluso. Por encima del portal se encuentra la crucifixión de Cristo, casi terminada.
La técnica del fresco consiste en aplicar la pintura a un muro recién pañetado con un estuco de muy buena calidad, valga la redundancia, fresco. De esa manera el color se va incorporando al material, fundiéndose, hasta que seca permitiendo que perdure, casi que sin cambiar de características, en el tiempo. En esto Castillo Cervantes era un verdadero artista.
Al lado de la Capilla se encuentra la casa de habitación del Maestro; allí son de admirar las obras que se encuentran en las paredes del comedor. Se observan sus musas: Miguel Ángel, Rafael y Leonardo Da Vinci. Posiblemente Piero della Francesca, especialista en frescos. También se adivina la presencia de mecenas del arte en el Renacimiento como el Papa Julio II y Cosme de Medici hijo de Lorenzo. En la música, Beethoven…
Hay más obras inconclusas que terminadas, la explicación la pueden dar sus múltiples ocupaciones y encargos pictóricos y escultóricos, como el mural del San Bartolomé Mayor, que copaban su tiempo y lo alejaban de su hermosa casa – museo.
Con el testimonio anterior espero haber creado la necesidad o curiosidad de descubrir ese tesoro que es la Capilla Museo de Nuestra Señora de La Luz, para conocer el genio del Maestro José Ignacio Castillo Cervantes y su legado. Puede constituir también un delicioso y constructivo ejercicio para estudiantes y profesores de las escuelas de arte, arquitectura, restauración y diseño. No olvide llevar su cámara fotográfica (o tener memoria en el celular).
*Fotos Dr Magic