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Cuarta entrega - José María del Castillo y Rada (1776-1835) - El hacendista de la Colombia emancipada - Un hombre de contrastes

Mauricio A. Plazas Vega.

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  1. JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO Y RADA: Profesor y rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario – Cuando llegó el fin de sus días dirigía los destinos de su Alma Mater:
 
La vida y la obra del ilustre rosarista tuvo contrastes, como aquí se ha dicho, pero es indudable que estamos ante un jurista de notable suceso, con profundos y sólidos conocimientos humanísticos, filosóficos y económicos y, ante todo, con un legado que para nuestro país es invaluable. Ya fallecido el Libertador y disuelta la Gran Colombia y a pesar de la objeción que formuló SANTANDER en su condición de Patrono del Colegio[1], fue elegido rector de su Alma Mater, el 23 de noviembre de 1832[2] y se posesionó como tal el 9 de diciembre siguiente. En esa condición, falleció en 1835 en medio de la admiración y gratitud de los miembros de la comunidad académica.
 
La memoria del Colegial, profesor, Consiliario, Vicerrector y Rector del Rosario, un jurista e intelectual de profunda vocación hacendística a partir del derecho, compromete sin reservas a quienes han asumido, hemos asumido y habrán de asumir la cátedra de Derecho de la hacienda pública en nuestro Colegio Mayor.
 
La Placa conmemorativa que dispuso el Colegio, con motivo del primer centenario de su fallecimiento, le rinde justo homenaje por su vida al servicio de las causas de la Independencia y la estructuración de Colombia, y por lo que representó para su Alma Mater:
 
 
 
“CIEN AÑOS HA
FALTA EN ESTE COLEGIO MAYOR
Y A LA REPÚBLICA
JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO Y RADA
LUZ DE LOS FUNDADORES DE LA GRAN COLOMBIA
CONSERVADOR DE LA PATRIA
DE LAS LEYES
Y DE LA LIBERTAD
QUE LE COSTÓ EL DESTIERRO.
NACIÓ EN CARTAGENA
EL 22 DE DICIEMBRE DE 1776.
ENSEÑÓ FILOSOFÍA
EN ESTAS AULAS CON DOCTRINAS
Y FUERA DE ELLAS
CON SU VIDA NOBLE Y PURA.
BOLÍVAR, SANTANDER Y EL PUEBLO
LE DIERON AMPLÍSIMOS HONORES
RIGIÓ TODAS LAS MAGISTRATURAS
FORMA LA RIQUEZA NACIONAL
Y CONSULTANDO MÁS LA MAGNANIMIDAD
QUE EL AGRADECIMNIENTO
LA GASTA GENEROSAMENTE
EN LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ.
COLEGIAL, CONSILIARIO Y RECTOR
DE ESTE CLAUSTRO
LO GOBERNÓ CON AMOR Y SABIDURÍA
MURIÓ EL 23 DE FEBRERO DE 1835
Y AQUÍ REPOSA Y AUN ENSEÑA
CON SUS ALTOS EJEMPLOS”.[3]
 
Sobre el mausoleo elaborado por Tenerani e instalado en el sepulcro en que reposan los restos de CASTILLO Y RADA, en la Capilla de la Bordadita, del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, escrito en latín, se lee en su versión en castellano:
 
“A Dios óptimo y máximo.”
“El ilustre José María del Castillo y Rada, doctor en ambos derechos, borrando su condición de colono con su propia grandeza, persuadió con su elocuencia, ayudó con su fortuna y dirigió con su mente el grandioso designio de conseguir la libertad. Desempeñó la Vicepresidencia de Colombia, fue Ministro de Hacienda y concurrió a los Congresos una vez arrebatadas a los príncipes las dignidades de la Nueva Granada. Descansó en Cristo el 23 de febrero de 1835 a los 58 años de edad. El Colegio y los alumnos consagran este monumento a su rector diligentísimo; sus amigos, discípulos y compañeros, al varón benemérito de la República y de las letras”.[4]
 
La vida de CASTILLO Y RADA no fue fácil y su gestión como Ministro de Hacienda de la República siempre estuvo llena de complejidades y hostilidades. Tuvo que ceder muchas veces y sacrificar sus ideales económicos y políticos ante la realidad de una Nación artificial que surgió, simple y llanamente, porque así lo establecieron las Leyes Fundamentales de Angostura y Cúcuta, no porque se hubiera afirmado naturalmente a lo largo de la historia. Las presiones políticas, en medio de una marcada división entre santanderistas y bolivarianos y una triste realidad que se fue confirmando desde el propio nacimiento normativo de la República, como era la constituida por  la falta de vocación unitaria, la ausencia de un sentimiento verdaderamente nacional, los celos ostensibles entre granadinos, quiteños y venezolanos, las perspectivas muchas veces opuestas de civilistas y militares y el gran error que, según lo reconoció el propio Libertador en el ocaso de su existencia,  se cometió en el seno de esa Colombia de sus sueños: el distanciamiento creciente de BOLÍVAR y SANTANDER a medida que transcurría la brevísima vida de la nueva, pero ilusoria, Nación. Como diputado en el Congreso de Cúcuta apoyó sin reservas la visión centralista que proyectó BOLÍVAR y a la postre se adoptó en la Carta de 1821, pero sufrió, como el que más, las nocivas consecuencias en que ese mismo sistema se tradujo para un inmenso territorio como el que abarcaba Colombia, con tantas diferencias entre las gentes cuyos ancestros se remontaban a la real Audiencia de Quito, la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada, así todas ellas dependieran, por siglos, de la monarquía española y, más precisamente, de la corona de Castilla. Fue bolivariano y luchó por esa causa en muchas ocasiones, pero tuvo que ejercer sus funciones como Ministro bajo las órdenes de SANTANDER. En la última fase de su vida, cuando ya había llegado la noche, llegó a avizorar un sistema federal moderado y se acercó al pensamiento de quienes lo concebían como contexto indispensable para la libertad.
 
Sus planteamientos en materia de hacienda pública, por decir lo menos, fueron sorprendentes y se anticiparon en el tiempo a lo que llegaría a delimitar el curso actual de los tributos: i) un sistema fiscal conformado por impuestos directos e indirectos, así su preferencia fuera por los primeros; ii) la necesidad de establecer reglas de exoneración de los impuestos indirectos sobre los productos que en mayor grado consumen las personas de menores recursos, con miras a procurar una estructura justa; iii) las bondades del impuesto directo desde la perspectiva del principio de justicia, así en su momento no fuera factible desde la óptica de la igualación (progresividad) sino de la igualdad (proporcionalidad); iv) la inconveniencia de los monopolios estatales y, por tanto, su adopción solo en circunstancias excepcionales y justificadas; v) la necesidad de un catastro suficientemente sólido, que sirva de respaldo para la tasación y recaudación de los tributos. Ignorar su legado, como el de PEDRO GUAL, su compañero de lidia en estas materias, o pretender ensombrecerlo por su postura bolivariana, en medio de una suerte de maniqueísmo político en el que fuese imperativa la afiliación al LIBERTADOR o a SANTANDER, casi doscientos años después de sus fallecimientos, sería un despropósito y una enorme injusticia.   
 
Algunos de los versos de la bella elegía en honor de DEL CASTILLO Y RADA, que escribió el abogado rosarista, escritor, periodista y político cartagenero MANUEL MARÍA MADIEDO, permiten percibir lo que su personalidad y su obra representaban y representan para Colombia y para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario:[5]
 
Deja ¡oh mi musa! la mansión gloriosa
Del Pindo hermosa y mis dolores mira:
Templa mi lira en elegíaco tono,
Y al almo trono de los dioses santos
 
Mi mano trémula procura en vano
Del hado insano describir la rabia,
La tuya sabia en funerarios trinos
Tiernos, divinos, aún ha roca dura
 
Yo vi al Olimpo con aspecto umbrío
Del lloro un río con pesar virtiendo;
Y oí gimiendo que una voz decía
Robando al día su precioso brillo…
 
¡Murió Castillo!... repitió el collado,
Y al mar salado por el raudo viento
Dando al momento tan infausta nueva,
Angustia lleva que de llantos llena

Yo vi a Minerva entre agonías crueles
Ceñir laureles a su noble frente;
Y que doliente la Virtud llorando
Le fue adornando con la mano incierta

Mas cesa … ¡oh pluma! Que tu voz no alcanza
A la alabanza de virtudes tantas;
Tú la quebrantas y tu fuerza en vano…
El tiempo cano las dirá con gloria

Yo vi la patria con turbado labio
Decir al sabio al exhalar la vida
“No así afligida abandonarme quieras:
No, no… no mueras ni de mí te alejes”
 
 
[1] Sobre el veto de SANTANDER a la rectoría de DEL CASTILLO Y RADA, véase a ÁLVARO LECOMPTE LUNA, Castillo y Rada el grancolombiano, ob cit, págs. 134 y |135. LECOMPTE atribuye ese veto al odio que SANTANDER sentía por él y relata que, ante la insistencia del Colegio Electoral, no tuvo más remedio que aceptar su acceso a la rectoría. Recuerda, al efecto, que al decir de Eduardo Rodríguez Piñeres y Raimundo Rivas, “el claustro sostuvo entonces la libertad que le asistía para hacer sus elecciones” y concluyó: “ante tan firme actitud, el jefe de la Nación terminó por acatar la voluntad del Colegio, y José María del Castillo y Rada entró a figurar entre los más ilustres Rectores del Colegio Mayor del Rosario, a partir del 9 de diciembre del mismo año 1832 hasta su muerte”. Cfr ibidem. Sobre la misma temática del veto de SANTANDER véase GUSTAVO BELL, José María del Castillo y Rada o la desilusión de un liberal, ob cit, pág 17. Véase también a RAIMUNDO RIVAS, Doctor José María del Castillo y Rada – Boceto biográfico,  ob cit, pág 50
[2] Cfr MARÍA CLARA GUILLÉN DE IRIARTE, Rectores y rectorías del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario 1653 – 2003, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 2003, pág 404. En 1799 había obtenido el tercer lugar en el escrutinio para la elección de rector del Colegio. El 2 de agosto de 1794 fue distinguido como Colegial de Número por el virrey don José de Espeleta y en 1800 y 1807 fue elegido Consiliario. Cfr ibidem, págs. 402 a 404.
[3] ABEL CRUZ SANTOS, Sin desconocer sus méritos, hace una respetuosa glosa al texto de la placa, porque incurre en excesos como los de aludir al hecho de que CASTILLO formó la riqueza nacional y asumió los gastos de la Independencia del Perú como si los hubiera financiado con sus propios recursos.  Apunta, además, que, en los términos del convenio Lleras-Paz Soldán, de 1853, “Perú le reconoció y pagó a Colombia la suma de $2.860.000 por valor de su aporte a la campaña libertadora”. Cfr en Cinco hombres en la historia de Colombia, ob cit, págs. 163 y 164.
[4] Texto tomado de ALVARO LECOMPTE LUNA, Castillo y Rada el grancolombiano, ob cit, pág 140. Dijo el historiador GUILLERMO HERNÁNDEZ DE ALBA: “El Colegio del Rosario, fiel a su tradición, recogió en su capilla las cenizas del sabio y hoy a, al cumplirse el primer centenario de su muerte, consagrará en mármol, para ejemplo de la juventud estudiosa, los merecimientos de quien fue todo virtud y ejemplo vivo de patriotismo”. Cfr GUILLERMO HERNÁNDEZ DE ALBA, Don José María del Castillo y Rada, texto publicado en la revista Nova et Vetera, del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, números 291-292-293, volumen XXIX, febrero, marzo y abril de 1935 “Homenaje del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario a su ilustre rector don José María del Castillo y Rada, en el primer centenario de su fallecimiento”, pág 62.
[5] El poema completo fue publicado por la Imprenta de la Universidad, Bogotá, 1835. Se puede leer en https://babel.banrepcultural.org.