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Castro Silva joven, anécdotas políticas

Castro Silva joven, anécdotas políticas
De José Vicente Castro Silva suele hablarse a propósito de su consagración a dirigir la empresa educativa del Rosario, casi media vida. De la lectura de los obituarios que le dedicaron sale a luz una anécdota de su juventud, narrada por Jorge Patiño Linares (Revista del Rosario, n.479 may.-jul. 1968).


Los autores del 31 de julio de 1900. Entre ellos, y en primera línea, Carlos Martínez Silva. Academia Colombiana de Historia. Historia extensa de Colombia. Volumen X, tomo II.

Principiando el siglo veinte, el país se hallaba en guerra civil y José Vicente seguro vestía todavía de cortos. Atraído “por el brillo y la gloria de las armas, y estimulado por el ansia moceril de las aventuras”, decidió presentarse en las filas del Gobierno a “tomar plaza de soldado”. La familia no pudo disuadirlo y la milicia lo aceptó resignada. Cuenta el cronista que se le asignó a un cuerpo acantonado en la plaza de San Agustín y que no tuvo oportunidad de participar en escaramuzas. La historia también transcurre fuera del campo de batalla, sin embargo. El 31 de julio de 1900 se produjo una evolución política, bajo la forma de golpe cuartelario. La unidad de Castro Silva se puso de lado de los conjurados, de suerte que resultó el recluta en la paradójica situación de enfrentar las fuerzas legitimistas. En la noche, por fin, “todo se había resuelto sin efusión de sangre”. El vicepresidente Marroquín procedió a nombrar gabinete y el que fuera recluta vino a parar en ordenanza de un nuevo ministro, quien le ordenó tomar un farol y recado de escribir y enrumbarse con él para Chapinero. A mitad de camino, Carlos Martínez Silva ordenó detener el coche en que iban para ponerse a redactar la que sería la Circular a los ministros diplomáticos de Colombia, explicativa de la evolución política consumada.
Terminó la guerra, murió Martínez Silva y su ordenanza de esa noche histórica vino a sucederlo en la rectoría del Rosario y en el sillón que ocupaba en la Academia Colombiana. La anécdota, pues, aumenta el ramo de las virtudes del humanista, sumándole la del patriotismo.

 
Reproducción de los óleos del Aula Máxima del Colegio.

Tres rectores en una coyuntura histórica. El 31 de julio de 1900 concurrieron tres rectores del Rosario. Carlos Martínez Silva (1847-1903) no fue rosarista, pero sí hijo del colegial Rito Antonio Martínez. Se encargó de la rectoría por decreto del presidente Núñez, en el breve lapso 1886-7. Durante su gestión, se restauró la capilla. José Manuel Marroquín (1827-1908) fue rector para el periodo 1887-90. Entre las reformas materiales de su administración se cuenta la instalación de agua “por medio de tubos de hierro”. Administrativamente, se segregó del Rosario la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional y, al mismo tiempo, el Colegio del Rosario se constituyó en Facultad de Filosofía de la misma universidad y se creó un liceo para menores de quince años. El rectorado de José Vicente Castro Silva es el segundo más largo de la institución, 1930-68, luego del de su antecesor Rafael María Carrasquilla, 1890-1930. La administración Castro Silva merece capítulo aparte.


En el mosaico de 1909, la foto más juvenil que conocemos.