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Lula y su necesario retorno

Mauricio Jaramillo Jassir (Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario)

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Todo parece indicar que la vida política de Luis Inacio Lula da Silva habría llegado a su fin, pero la decisión de la justicia brasileña de condenarlo a 9 años de prisión, solo podría reforzar aún más la imagen positiva del ex mandatario. Cabe recordar que ni siquiera la dramática destitución de Dilma Rousseff consiguió aislarlo de la política brasileña. Los escándalos de corrupción y la reciente decisión de la justicia de ese país, aunque merman hasta el punto de dejar como remotas sus posibilidades como candidato, no significan la muerte política ni del Partido de los Trabajadores, ni de Lula. No es sorprendente que haya aparecido como el candidato con más opciones para las elecciones de 2018, tal vez las más importantes de Brasil en los últimos años, y que seguramente serán una nueva prueba para su alicaída democracia.
 
La estrategia que llevó a la caída de Rousseff probó con creces ser un desastre para el país, que hoy enfrenta una crisis política causada entre varias factores, por el desprestigio de Michel Temer cuya desaprobación llega al escandaloso 93%. En el pasado reciente, Lula advirtió sobre una peligrosa maniobra que preparan algunos políticos para deshacerse de Temer, versión que fue completada por Gleisi Hoffman congresista del PT, quien denunció la intención de llevar a la presidencia a Rodrigo Maia, otro de los responsables del golpe contra Rousseff y quien pretendería llegar, sin pasar por ningún proceso electoral, tal como el actual presidente.  Para su caída, también incidiría el haber perdido el apoyo de la poderosa O Globo, medio que paradójicamente tuvo mucho que ver con la salida de la mandataria del PT y la llegada de Temer.
 
Aunque el gobierno actual se apura a decir que la economía comienza a dar signos de recuperación (tasa del crecimiento del 1% en el primer trimestre), especialmente por la respuesta de los mercados y de inversionistas que aún esperan la continuidad del desacreditado presidente, parece poco probable que el país pueda recuperarse del todo, ante la gravedad de las acusaciones y cuando 8 de sus ministros enfrentan cargos por corrupción.  El escenario parece agravarse aún más con la detención del ministro Geddel Viera Lima, muy cercano al presidente, acusado de obstruir a la justicia en un caso de desvío de fondos entre 2011 y 2013. 
 
En medio de semejante panorama el retorno de Lula, sería la opción más viable para recuperar en algo la confianza en la política y conducir de nuevo al país, por un camino en el que la administración recupere niveles mínimos de gobernabilidad. Brasil seguramente se acercará a una refundación como la que se propuso en su momento, en algunos de los Estados de la región andina, cuando por diferentes circunstancias apareció la idea de “comenzar de cero” desde lo constitucional.

LulaDe Ricardo Stuckert (Presidency of the Republic) foto_oficialCC BY-SA 3.0

Colombia lo hizo en 1991 cerrando un ambicioso proceso de paz con guerrillas, que además significaba la renovación de las reglas políticas que la juventud en pleno demandaba. Ecuador en 2008, con la Constitución de Montecristi, abrió el camino para la estabilidad política luego de varios años de gobiernos que ni siquiera conseguían culminar con el mandato. Y Bolivia en 2009, optó también por una renovación de hondo calado, que al igual que en el caso ecuatoriano, no estuvo exenta de una polarización que puso en riesgo el proyecto constitucional.
 
Brasil todavía conserva la Constitución de 1988, importantísima pues fue el punto de llegada de la transición hacia la democracia empujada desde los 70 con las elecciones municipales, y legislativas, y en los 80 con las generales. Desde esa exitosa transición, el país ha enfrentado serias crisis como la que condujo a la caída de Fernando Collor de Mello en 1992, u otras de corte económico o por el descontento social originado por la marcada desigual distribución.
 
La salida de Rousseff comprobó la necesidad de sanear la política de Brasil, y de repensar la forma como se establecen las coaliciones que terminan definiendo a los mandatarios. En el pasado reciente este tipo de fracturas en las coaliciones ha sido catastrófico para la estabilidad. En 2004, le sucedió a Lucio Gutiérrez en Ecuador cuando rompió con el partido indigenista Pachakutik pues a partir de allí su gobernabilidad de vino a pique, y tal vez el caso más dramático antes de la caída de la presidenta brasileña, había sido el de Fernando Lugo en Paraguay en 2012.  Ante la ruptura de la coalición de gobierno entre el mandatario y su vicepresidente, Federico Franco del Partido Liberal Radical Auténtico, el segundo conspiró para aprovechar una crisis política y apoyarse en el Senado para sellar la salida de Lugo.
 
La política en los países latinoamericanos ha variado enormemente, y la democracia se ha consolidado. Las crisis políticas ya no se resuelven por la llegada abrupta de gobiernos militares de “salvación nacional”. Aunque la  posibilidad de golpes militares es remota, el nuevo reto consiste en el mantenimiento de coaliciones en el marco del presidencialismo.  Por ende, y para consolidar una marco de gobernabilidad y de estabilidad, será clave la propuesta de Lula de contar con el apoyo de varios partidos de izquierda y presentarse a las elecciones de 2018, esto solo si la justicia lo permite. Como lo muestra la historia reciente, es imposible gobernar Brasil sin el apoyo de una coalición, esto por la enorme fragmentación de partidos, característica presente desde el restablecimiento de la democracia, y que últimos años ha ganado vigencia. De lo contrario, difícilmente el país podrá superar una crisis política que sigue arrastrando, y cuyos efectos podrían ser irreversibles de no hallar una salida en 2018.

*Fuente de la imagen principal: President_Lula_visit_to_Aluminum_factory De Ricardo Stuckert CC BY 3.0