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La biblioteca recreada y dispersa de Don Carlos de Sigüenza y Góngora: familia y libros

Idalia García

Don Carlos de Sigüenza y Góngora - Dominio público

Decíamos en el texto anterior dedicado a los libros de este personaje, que en el testamento del padre de Carlos de Sigüenza se afirmaba que fue maestro “de Escritura del Príncipe don Baltasar Carlos y el primero que le pusso la pluma en la mano”.[1] Sin duda es una relación histórica compleja y veamos por qué. El padre del novohispano, madrileño, tenía 18 años en 1640 cuando se embarcó para América como parte de la comitiva del Virrey de Nueva España, Diego López Pacheco Duque de Villena y Marqués de Escalona.[2] En esa fecha el heredero de la Corona española tenía tan sólo 11 años ya que nació en 1629. Si efectivamente el padre de Sigüenza fue tal maestro, estaría en contacto con la Reina Isabel de Borbón y especialmente con Inés de Zúñiga y Velasco, Condesa de Olivares, la persona a cargo de los cuidados de los primeros años del príncipe Baltasar. Por tanto, ella sería quien habría escogido a todo el personal cercano al príncipe especialmente al que debía enseñar la escritura al heredero del Rey Felipe IV como parte de “una exquisita educación humanista diseñada para prepararlo para su futuro real”.[3]

Por otro lado, no sabemos sí el padre de Carlos ejerció el oficio de “maestro del arte de leer y escribir” en la corte madrileña antes de su viaje a tierras americanas. Tampoco pudo acceder a una escribanía, porque en 1566 “Felipe II estableció una edad mínima de 25 años para poder ser escribano del rey, del número y del Consejo”.[4] En todo caso, en esa época Carlos padre podía haber sido aprendiz de un maestro de letras y quizá ayudante de alguno de los tutores que estaban cargo de la cuidadosa educación de Baltasar Carlos. Especialmente entre los cinco y los seis años que los tutores privados debía enseñarle lectura y escritura.[5] En todo caso, fueron actividades que no mencionó en su solicitud de oficio ante la Corona en 1665. Cuestión que es bastante extraña pues en ese tramite dos de sus testigos, los escribanos Francisco y Pedro Castillo, afirmaron que Carlos “fue uno de los primeros que enseño a escribir al Príncipe Nuestro Señor Balthasar Carlos de Austria”.[6] Esta parte de la vida del padre de Sigüenza requeriría ahondar más en su formación relacionada con la cultura escrita, no solamente porque explicaría cómo se introdujo en un conocimiento que posibilitó el ingreso familiar y sino también algunas características intelectuales del propio Carlos de Sigüenza y Góngora.

El padre Sigüenza estuvo casado en matrimonio legítimo durante treinta y nueve años con Dionisia Suárez de Figueroa, “natural de la ciudad de Sevilla”, aunque varios le han considerado criolla.[7] Con ella procreó nueve hijos que reconoció en su testamento: Inés de Sigüenza y Figueroa casada con Gabriel López de Bonilla, Carlos de Sigüenza y Góngora, Juana, Francisca de Sigüenza mujer de Diego Antonio de Ursuetta, la Monja Lugarda de Jesús religiosa del Convento Real de Jesús María, Diego de Sigüenza casado con María de la Peña Suárez, el Fraile Joseph de Sigüenza religioso de la Orden de las Mercedes, Francisco Dionisio de Sigüenza e, Ignacio Phelipe de Sigüenza. Este padre de familia declaró ser hijo legítimo de los madrileños Cristóbal de Sigüenza y de Petronila Benitez de Medina y, que durante más de veinte años había sido oficial de la pluma en varias secretarías de la Audiencia de México.

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Inquisición Mexicana - foto de WikiMexico

Esos múltiples empleos entre papeles debieron garantizar los gastos de una familia tan numerosa, ya que además pudieron pagar para su hija monja “en los gastos de entrada y profesion, hasta en cantidad de un mil y doscientos pesos”, así como mantener el sustento “de chocolate y pan, y otras necesidades” e igualmente para que Fray Joseph iniciara su vida religiosa “hasta en cantidad de quinientos pesos y más”, al que también procuraban “en havitos, chocolate, zapatos, medias, y otras necesidades”.[8] Esto es mucho más de lo que tenía cuando solicitó la confirmación como escribano: “mas de seiscientos pesos de oro común”. Esta familia requiere su propia historia pues varios de sus integrantes resultan más que interesantes y de ahí que resulte lamentable la poca atención que han generado. Leonard, sólo dedicó algunas líneas a Joseph y Diego porque participaron en certámenes poéticos.[9] Inés estuvo casada desde 1670 con el hijo del astrónomo del mismo nombre y autor de lunarios como su hermano. Además, fue la madre del único y universal heredero de Sigüenza, y uno de los albaceas del sabio novohispano: su sobrino Gabriel López de Sigüenza. En el testamento del sabio la religiosa fue considerada entre las hermanas con “cien pesos en reales” pues Francisca ya había fallecido, aunque dejó doscientos pesos para vestir a sus hijos. A sus hermanos heredo “cien pesos para vestir” a los hijos de Francisco, también fallecido, y para los de Diego “doscientos y cincuenta pesos” y finalmente a Ignacio “cinquenta pesos en reales”.[10]

Carlos de Sigüenza y Góngora inició su formación “casi adolescente” en el Colegio de San Ildefonso que los Jesuitas tenían en la capital novohispana.[11] De ahí se trasladó al noviciado de Tepotzotlán en 1660 y después al Colegio del Espíritu Santo en Puebla, de donde fue expulsado ya como jesuita en 1667.[12] Esta expulsión motivada por “salidas nocturnas” y los deseos expresados de Sigüenza por volver a ser integrante de la Compañía, que siempre lo rechazó, explican el interés por ahondar en otros detalles culturales de este siglo. En particular porque entre lo repetitivo de los datos biográficos de este personaje “queda un estrecho margen interpretativo”, también notablemente marcado por “la autoridad de las grandes personalidades que han opinado anteriormente sobre el particular”.[13] Lo cierto es que Sigüenza se reconoce a sí mismo como un sujeto de múltiples intereses y ocupaciones, como declara en su testamento:

[…] Clerigo Presvitero domiciliario de este Arzobispado, Capellan propietario del hospital del amor de Dios de esta Ciudad de Mexico. Cosmografía maior de su Magestad en este Reyno, Cathedratico Jubilado de las Ciencias mathematicas en la Real Universidad de esta Corte, Ministro del Tribunal del Santo Oficio y su Corrector General de Libros.[14]

Todas estas actividades siempre aplaudidas en los textos dedicados a la vida y obra de Sigüenza, han explicado el tipo de materiales que conformaron la biblioteca personal que formó a lo largo de su vida. Una colección de la que no se conserva memoria de libros, como de otras, porque también estaría bajo la mirada vigilante de los inquisidores. En efecto, la censura de libros fue una actividad importante dentro del entramado del Santo Oficio, pues los calificadores tenían por objetivo controlar la dispersión de la herejía y, al tiempo, orientar la ortodoxia religiosa. “De ahí que lo peculiar de los mecanismos censores no sea su diferenciación dentro del aparato inquisitorial, sino su extensión, asiduidad y eficacia de su actividad en el control de la cultura impresa”.[15]

En este sentido, Sigüenza debió presentar una que otra memoria de sus libros cuando los inquisidores así lo demandaron y tristemente no se conservan o no las hemos encontrado. En efecto, nuevas interpretaciones muestran que una manera de conocer los libros en el entorno privado fue pedir a los lectores la entrega de una lista de los libros que “tuvieren”. Hasta donde sabemos, los inquisidores no podían entrar libremente a revisar bibliotecas privadas sino solamente si existía denuncia, causa probada o se había dado inicio a un proceso. Por el contrario, al pedir la memoria apelaban a los buenos cristianos. Así ocurrió en 1612, cuando uno de esos lectores lo notificó al entregar la lista de sus libros: el tribunal inquisitorial ordenó esta entrega el 28 de noviembre de ese año.[16] Contamos con ejemplos de dichas listas entre 1585 y 1716, lo que indica un cumplimiento a los mandatos inquisitoriales. Algunos testimonios sólo informan sobre unos cuantos libros, como los seis de Cristóbal de Tejeda[17] y otras contienen cientos de libros. Son evidencias que, por su naturaleza, dan cuenta de libros que estaban siendo usados puesto que son testimonios hechos por los propios lectores. Por tanto, son bibliotecas que  podrían crecer o disminuir, según el destino de cada lector y muestran un universo de lecturas que parece ser un poco más vasto que el europeo o, de lo que habíamos creído.[18]

Quizá a la muerte de Sigüenza, la memoria de su biblioteca como otras debió presentarse por sus albaceas ante los Inquisidores en cumplimiento de la reglamentación que se incluyó en el índice inquisitorial de 1632 relativa a las “librerías antiguas”. Especialmente considerando la relación institucional que Sigüenza reconoce con el Santo Oficio, más allá de su nombramiento como corrector. Ahora bien, esa norma trataba de controlar la venta frecuente de las bibliotecas de difuntos e impedir así la dispersión de libros prohibidos, sospechosos o sin expurgar. Por esta frecuente práctica cultural los inquisidores requirieron la presentación de listas de esas colecciones para revisar y recoger libros antes de proceder a autorizar la venta.[19] Este tipo de documentos, las memorias de libros, son diferentes a los inventarios post mortem aunque jurídicamente no. Algunas fueron realizadas por libreros especializados en el mercado del libro de segunda mano, contratados por los herederos o albaceas testamentarios, quienes solían hacer dos copias: una para el trámite sucesorio y otra para el trámite inquisitorial. Así se entiende, al menos en el Juzgado de Bienes de Difuntos que ordenó para el avalúo de los libros del difunto Felipe Pérez del Campo, hacer “dos Memorias de ellos con sus precios”. Una de estas, fue enviada a la Inquisición “para su reconocimiento”.[20]

Otra parte del proceso de expurgación en estas colecciones se hizo concediendo autorización a propietarios de bibliotecas, como las anotaciones mencionadas que elaboró Sigüenza en sus libros. De esta manera, dicha anotación manuscrita establece que un libro fue expurgado como parte de un proceso inquisitorial y es justamente lo que hizo este novohispano pese a la gravedad de sus achaques en 1700.[21] Tarea a la que se dedicó antes de su muerte y al parecer con intenciones concretas aunque no podamos determinarlas con certeza. Como mencionamos, la concesión inquisitorial fue muy clara: se concedió para revisar los libros de su biblioteca y no la de otros. Por otro lado, no sabemos sí el catedrático tramitó alguna vez una licencia de libros prohibidos. Dicha autorización inquisitorial, fue una medida “como contraposición a estas medidas de restricción de lectura”.[22] Sin embargo, esta licencia sólo se concedía a quienes la solicitaban al tribunal y argumentaban la necesidad de tenerla para un fin profesional siempre personal.

Ahora bien, una muy buena noticia sobre la biblioteca de Sigüenza, y al mismo tiempo sobre su primer destino, es su testamento que no es un documento desconocido pues se conservan varias copias de época. Aunque en ciertos estudios se han usado citado copias más modernas como la que empleó Francisco Pérez Salazar: “Es copia simple.- México, a quince de Julio de mil novecientos veintidós”.[23] Por su parte, Díaz y de Ovando utilizó la información a partir de la cita de otro autor “Citado por Rojas Garcidueñas en su obra Don Carlos de Sigüenza y Góngora erudito barroco. México: Xochitl, 1945”.[24] Igualmente Leonard menciona el documento través de la obra de Pérez Salazar,[25] que es la misma noticia citada por Trabulse.[26] El documento que aquí utilizamos es un documento original realizado el 12 de agosto de 1700, ante Gabriel de Mendieta Rebollo, secretario Mayor de Cabildo y se nombraron albaceas, además del sobrino, al Bachiller, Maestro y Prebendado de la Iglesia Catedral Agustín de Cavanas al igual que al bachiller y Presbítero Antonio de Robles.[27]

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Virrey Diego López Pacheco - Dominio Público

Algunos han considerado que tan famosa biblioteca estuvo conformada por 470 volúmenes. Una cantidad que se recupera de la carta que Gabriel López de Sigüenza envióo al señor licenciado Don Antonio de Aunzibai y Anaya y que se encuentra en como texto preliminar en una obra de Sigüenza impresa póstumamente.[28] Por su parte, Díaz y de Ovando también consideró que fueron 470 libros,[29] muy cercana al “medio millar” que consideró Trabulse.[30] Mientras que Osorio Romero escribió que dicha colección debió acercarse al millar.[31] A pesar de que esas cantidades, todas han sido ideas sobre una biblioteca que no se puede cuantificar sin las memorias correspondientes, ya sean las requeridas para los trámites sucesorios o aquellas para la inquisición que hemos apuntado. Con este tipo de testimonio podemos conocer los títulos que conformaron una colección, el número de volúmenes que había y, cuando la fortuna acompaña, contaremos con datos para identificar las ediciones registradas. Como esta memoria que constituye un ejemplo afortunado de principios del siglo XVII:

Otro libro intitulado comedias de lope de vega Carpio familiar del santo oficio sacadas de sus originales quarta parte dirigidas a don luys fernandez de cordoba Cardona y aragon duque de cessa duque de baena marques de poca conde de cabra conde de palamos conde de libito vizconde de visnaga señor de las baronias de belpuehe linola y calonge Almirante de napoles ano de 1614 con privilegio en Madrid por migel serrano de debargas. A costa de migel de siles librero vendese su casa en la calle Real de las descalzas.[32]

Puesto que hemos encontrado más memorias similares del mismo siglo, podríamos suponer que aquellas de Sigüenza tendrían estas mismas características. En efecto, además de las inquisitoriales que pudieron existir según los procesos ya descritos, en el testamento hay noticia de dos más. Una, en la cláusula 35 que establece la donación de ciertos libros a los jesuitas de San Pedro y San Pablo: “se les den todos mis libros Mathematicos contenidos en una memoria de ellos firmada de mi nombre”.[33] La otra contenía los manuscritos “parte dellos en Castellano y parte en lengua Mexicana, como indican las cláusulas 36 y 37,[34] que también son descritos genéricamente en la carta impresa del sobrino: “veynte y ocho manu escriptos, doze de a folio y diez y seys de a quarto volumosos de los más exquisitos que ay ni avrà assi de cosas suyas, como de otros, todos originales”.[35] Ciertamente varios investigadores han buscado estas memorias durante mucho tiempo, algunos incluso consideran que es una búsqueda infructuosa porque están definitivamente perdidos. No sabemos si en el futuro, entre todos esos papeles que están sin identificar ni describir, encontraremos algo prometedor al respecto. Por ahora quedan las otras evidencias de una colección siempre recreada pero dispersa.


[1] “Pleito de Teresa Serrano de Rosales contra Gabriel de Sigüenza, heredero de Carlos de Sigüenza y Góngora (1701)”, Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Bienes Nacionales 1214, exp. 29, fol. 8r. Aquí se encuentra una copia del testamento de Carlos de Sigüenza y Góngora, elaborado en 1647, documento que aquí mencionaremos.
[2] “Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego López Pacheco, Virrey de Nueva España, a Nueva España, con las siguientes personas (1640), Archivo General de Indias (en adelante AGI), Contratación, 5422, N.34, imagen 36. El documento se encuentra disponible en el Portal de Archivos Españoles (PARES), en la página http://pares.mcu.es/, [Octubre de 2021]. Debido a que se ha trabajado con documentos electrónicos y no con originales en adelante se citará la imagen digital en donde se encuentre la información mencionada siempre que sea el caso.
[3] Alejandra Franganillo López, “The education of an heir to the throne: Isabel of Borbón and her influence on Prince Baltasar Carlos”, en The Formation of the Child in Early Modern Spain, ed. Grace Coodlige. United Kingdom: Ashgate, 2014, p. 147.
[4] Alfonso Rubio, Los escribanos de la Villa de Medellín, 1675-1819: la representación de un oficio en la escritura de su archivo. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2015, p. 61.
[5] Franganillo, Op. cit, p. 152
[6] “Conformación de oficio de Carlos de Sigüenza”, AGI, México 191, N.6, imagen 6. Disponible en PARES. Octubre de 2021].
[7] Irving Leonard, Don Carlos de Sigüenza y Góngora: un sabio mexicano del siglo XVII. México: FCE, 1984, p. 21. Exceptuando a Pérez de Salazar, quien la reconoce como sevillana recuperando la información de su propio testamento Francisco Pérez Salazar, Biografía de D. Carlos De Sigüenza y Góngora: seguido de varios documentos inéditos. México: Antigua Imprenta de Murguía, 1928.
[8] “Año de 1682. Autos fechos sobre el cumplimiento del testamento de Doña Dionisia Suárez de Figueroa que otorgó el 19 de febrero del dicho año”. AGN, Bienes Nacionales 633, exp. 17, fol. 32v. Este expediente contiene el traslado del testamento de Carlos de Sigüenza, padre, mandado hacer por su hijo. fol. 1r.-3v.
[9] Leonard, Op. cit, p. 21y 22
[10] “Testamento de Carlos de Sigüenza y Góngora”, cláusulas 5 a 9, fol.1r.-1v.
[11]  Ernesto de la Torre Villar, “Sigüenza y Góngora, hombre religiosos”, en Carlos de SiGüenza y Góngora: Homenaje 1700-2000, coord. Alicia Mayer. México: UNAM, 2000, 235.
[12] Ernest J. Burrus, “Sigüenza y Góngora's efforts for readmission into the Jesuit Order”, The Hispanic American Historical Review, vol. 33, núm. 3 (1953), p. 391.
[13] Jacques Lafaye, “Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Cortesano y disconforme”. Signos históricos, núm. 6 (julio-diciembre 2001), p. 11, http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/signos/cont/6/pr/pr1.pdf
[14] “Testamento de Carlos de Sigüenza y Góngora”, fol. 1r.
[15] José Martínez Millán, La inquisición española. Madrid: Alianza Editorial, 2007, p. 284.
[16] “Listas de libros presentados al Oficio de la Inquisición en cumplimiento del Edicto de 1612”, exp. 50, fol. 43r. Información de Juan de Huerta y Gamboa.
[17] “Declaración de Cristobal de Tejeda sobre los libros que tenía en su poder desde hacía dos años, en cumplimiento de lo mandado por el Santo Oficio de la Inquisición. México (1612)”, AGN, Indiferente Virreinal, caja 6596, exp. 72, fol. 1r.
[18] Kathleen Ross, The Baroque Narrative of Carlos de Sigüenza Y Góngora: A New World Paradise. Cambridge: Cambridge University Press, 1993, p. 20.
[19] Novvus index librorum prohibitorum et expurgatorum, editus… D. Antonii Zapata… Hispali: ex typographia Francisci de Lyra, 1631, fol. 8r. Texto disponible en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico http://bvpb.mcu.es/ [Octubre 2021]
[20] “Autos sobre los bienes de Felipe Pérez del Campo, vendedor de libros, natural de Sevilla, difunto en México (1765)”, Archivo General de Indias, Contratación 5649, núm. 5, fols. 1-86. PARES [Octubre 2021]
[21] Mitchell A. Codding, (2002), “Carlos de Sigüenza y Góngora”, en Historia de la literatura mexicana: La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII. México: Siglo XXI, 2002, vol. 2,  p. 595.
[22] Juan Carlos Galende Díaz y Bárbara Santiago Medina, “La atracción de lo prohibido: las licencias inquisitoriales para leer libros como tipología diplomática (s. XVIII)”, en III Simpósio Internacional de Estudos Inquisitoriais: novas fronteiras, UFRB, 2016, p. p. 14 y 18, https://www3.ufrb.edu.br/simposioinquisicao/wp-content/uploads/2016/04/Juan_Carlos_Galende_Barbara_Santiago.pdf [Octubre 2021]
[23]  Pérez, Op. cit., pp. 161-194.
[24] Clementina Díaz y de Ovando, El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo. México: UNAM. Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983 pp. 30-33.
[25] Leonard, Op. cit., 1984, pp. 186- 187.
[26]  Elías Trabulse, Los manuscritos perdidos de Sigüenza  y Góngora, México: COLMEX, 1988, pp. 18-19.
[27] “Testamento de Carlos de Sigüenza y Góngora”, fol. 20v.-21r.
[28] Carlos de Sigüenza y Góngora, Oriental planeta evangélico, epopeya sacropanegyrica al apóstol grande de las Indias s. Francisco Xavier... México: Doña María de Benavides, 1700, fol. 3v.-4r.. Ejemplar de la University of Texas at Austin. Texto disponible en https://www.hathitrust.org/  [Octubre 2021]
[29]  Díaz, Op. cit., p. 33.
[30]  Elías Trabulse, “La obra científica de don Carlos de Sigüenza y Góngora (1667-1700)”, en Carlos de Sigüenza y Góngora, Homenaje 1700-2000, coord. Alicia Mayer. México: UNAM, 2000, p. 99.
[31] Ignacio Osorio Romero, Historia de las bibliotecas novohispanas. México: SEP. Dirección General de Bibliotecas, 1986, p. 55
[32] “Memoria de los libros de Gabriel de Vega (1612)”, AGN, Indiferente Virreinal, Caja 4217, exp. 40, fol. 1r.
[33] “Pleito de Teresa Serrano de Rosales”, fol. 11r.
[34] Ibidem.
[35] Sigüenza, Op. cit.,  fol. 3v.-4r.