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Leonardo Parra, Alberto Sierra

Pasar por un semillero de investigación, ¡Vale la pena!

Por:Inés Elvira Ospina Echandía

Foto:Leonardo Parra, Alberto Sierra

La formación en la investigación y la identificación de las líneas de interés, en las que se pueden desarrollar los estudiantes profesionalmente, ha sido un espacio de aprendizaje para el Semillero de Economía Aplicada de la Facultad de Economía.

El Semillero Economía Aplicada de la Universidad del Rosario responde a una mezcla de conceptos planteados entre el libro de Tom Apostol (ingeniero y matemático estadounidense, especializado en teoría analítica de los números) y las tertulias de Manuela Sanz de Santamaría en épocas de la Colonia, en las que se reunían intelectuales neogranadinos a discutir temas de su interés.

Darwin Cortés Cortés, actual director del grupo, recuerda que el semillero surgió a finales del siglo pasado, de manera muy informal, y como una iniciativa de unos estudiantes que buscaban completar sus estudios. Entre 2002 y 2003 entró a ser parte de la Facultad de Economía y se convirtió en un impulso importante en la formación e identificación de alumnos que podían ser parte del programa de Jóvenes Investigadores. “Esos buenos estudiantes pasaron a ser jóvenes investigadores y luego enriquecieron la facultad como profesores, tras adquirir experiencias y posgrados”, explica el profesor.

Andrés Zambrano y José Guerra eran en esos años docentes de la facultad y se unieron con la idea de generar un espacio para el trabajo en dos líneas: la primera de discusión y la segunda, de formación de habilidades básicas para la investigación.

En la primera se proponía un tema de interés en algún área de la economía y se estudiaba, por medio de discusiones y de invitados especiales que participaban en el debate con los estudiantes. Además, se conformaban grupos temáticos que trabajaban en torno a intereses comunes.

En la línea de desarrollo de las habilidades se fortalecía a los estudiantes en métodos econométricos, manejo de paquetes estadísticos y procesadores de palabra como LaTex o Stata y algunos temas de programación, que en ese momento no se incluían en el programa.

“Zambrano y Guerra eran dos personas muy carismáticas, que se echaban un montón de cosas al hombro y eso impulsó de manera muy importante al semillero. Además, usaban mecanismos de selección sutiles para que quienes se quedaran lo hicieran por interés puro. Por ejemplo, los encuentros eran el viernes en la tarde, lo que medía el compromiso de los verdaderos interesados”, recuerda Cortés, quien entonces era investigador junior de la universidad.