Leonardo Palacios
Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud
Cuéntenos, ¿quién es Leonardo Palacios?
Tengo dos hijos hermosos, Leonardo y Felipe, tienen 27 y 25 años, respectivamente. El primero de ellos es músico, cantante lírico, director coral y orquestal; Felipe por su parte, es comunicador social con énfasis en comunicación radial. Mi compañera de camino es mi novia, Ximena Violi, a quien amo mucho y a quien tuve el gusto de conocer en la universidad.
Ser profesor en mi vida es algo muy importante, y ser docente rosarista es un honor porque soy egresado de esta gran institución.
En junio de este año cumplí 40 años de haber ingresado como estudiante al Colegio Mayor de Nuestra señora del Rosario, algo que cambió mi vida. Aquí cursé mi pregrado como médico y cirujano, lo que me tomó 6 años, luego dejé de pertenecer a esta comunidad académica durante un año para cumplir con el Servicio Social Obligatorio, ahora denominado Servicio Social.
Después de ello, retorné para cursar el programa de posgrado (residencia) en algo que quiero mucho y ejerzo con pasión y es la Neurología. Además tuve la oportunidad de ir a Francia donde cursé una especialización en Neurología Infantil en la Universidad de Paris V (René Descartes). Posteriormente, retorné a Colombia en septiembre de 1989 y desde 1990, soy profesor activo de la Universidad del Rosario. Cumplí 28 años en calidad de profesor rosarista.
Cuando me vinculé como docente la sede de la Facultad de Medicina era el Hospital San José; entonces, mis actividades estaban adscritas al pregrado de Medicina y al posgrado de Neurología. Tres años después de mí vinculación fui invitado a ser secretario académico por el entonces decano de la facultad, el doctor Alfonso Tribín Ferro, quien fue un guía importante en mi vida y un gran mentor en mi desarrollo profesional y personal.
Simultáneamente, seguía pasando revista todos los días en el hospital y enseñando a mis alumnos el contacto con los enfermos y sus familias; y en la tarde, me dedicaba a mi segunda vocación, atender a mis pacientes en consulta privada.
A muchos de mis alumnos me los encuentro después, en diferentes escenarios; en un centro comercial, un viaje o un congreso, puedo apreciar su enorme crecimiento profesional y personal, los saludo como colegas, y eso es de lo más lindo que le puede pasar a uno; ese es un intangible que trabajo mucho en mi curso de felicidad; la gratitud.
Ellos suelen expresar ese sentimiento inmenso hacia una persona que de manera desinteresada y con gran vocación, les dedicó horas en su formación para ser buen profesional y sobre todo, buena persona.
Soy un convencido de que los profesionales de la salud debemos ser divulgadores de conocimientos médicos que les sirvan a nuestros pacientes, familiares, amigos y comunidad cercana.
¿Qué significa para ti ser profesora de la Universidad del Rosario?
Significa ejercer una de las dos profesiones que escogí en mi vida, donde puedo poner en práctica dos vocaciones de servicio, una de ellas es ser profesor y la otra ser médico; ambas ocupan gran parte de mi vida y de mi energía positiva, porque siempre le brindo lo mejor que puedo a mis alumnos en pregrado y posgrado, a mis pacientes y en general a la comunidad.
Previo llegar a la decanatura, tuve la oportunidad de ser jefe de educación médica, cargo que hoy está dividido en tres; director de posgrados, director de convenios y director de internado rotatorio. Posteriormente vino el más grande honor en mi vida académica, el ofrecimiento del entonces rector, Rafael Riveros Dueñas, para convertirme en decano de la Facultad de Medicina el 19 de septiembre del año 2002; en ese momento ingresé en calidad de encargado porque estaban en proceso de elección de nuevo rector. Fue elegido el doctor Hans Peter Knudsen Quevedo, quien ejerció el cargo durante 12 años, me ratificó como decano, y lo acompañé durante el mismo periodo de tiempo.
Durante mi paso por la decanatura, en el año 2006, el entonces decano de la Facultad de Rehabilitación y Desarrollo Humano, Dr. Javier Suárez Casallas, partió a Canadá a estudiar y quedé encargado de dicha facultad durante tres años; fue una experiencia maravillosa.
El 31 de junio de 2009, mediante decreto rectoral se creó la Escuela de Medicina de Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, fui su primer decano, cargo que ejercí hasta el 14 de enero del 2015.
¿Qué significa para ti ser profesora de la Universidad del Rosario?
Luego de ser decano de la EMCS, retorné a mi verdadero origen, que es ser docente. Para ese entonces ya teníamos estatuto del profesor universitario y había hecho toda la carrera académica, empezando desde el cargo más pequeño que se llamaba instructor asistente.
En el año 2007, me convertí en profesor titular de carrera, con todo lo que implica; haciendo esta actividad soy absolutamente feliz y agradezco inmensamente a la universidad, porque me lo ha dado todo, incluyendo una especialización en docencia universitaria, en la cual fui becado.
Ha sido un continuo aprendizaje, me ha permitido ir mejorando cada vez; además, un desafío que complementa inmensamente mi profesión porque hacer parte de esta escuela en una universidad tan importante como ésta, me ha aportado demasiado.
Existe la posibilidad que lo mencionado hace cuatro o cinco meses en una clase, hoy esté revaluado por las condiciones que producen una enfermedad o por los tratamientos que se están empleando. También puede ser posible que ayer haya sido comercializado un nuevo fármaco para combatirla; luego es, un contaste desafío estar preparando este tipo de encuentros.
Llevo ya varios años omitiendo la palabra clase, para denominarla encuentro, creo que los estudiantes de hoy en día y más en el nuevo programa que estamos trabajando, deben ser artífices de su propio aprendizaje e interactuar constantemente con el profesor; es decir, podemos dejarles literatura previa para que se preparen antes de nuestros encuentros.
De esta manera ellos pueden saber de qué se va a tratar la clase y descargar material que pueden hallar en la plataforma Mutis. Además contamos con un grupo grande de profesores denominado facilitadores que los apoyan, de manera que cuando uno llega al encuentro es posible interactuar de forma fluida con ellos.
Otro gran reto es que muchos de esos encuentros están filmados y disponibles en la plataforma, entonces como profesor no puedo llegar a mostrar exactamente lo mismo cada seis meses, por lo que es necesario prepararlos muy bien.
En los 28 años que llevo como profesor 21 de los cuáles ejerciendo en forma simultánea cargos de dirección académica, he participado en la formación de miles de médicos, y es uno de los más grandes orgullos de mi vida.
¿Qué aspectos han marcado su trayectoria como profesor en el Rosario?
Existe la posibilidad que lo mencionado hace cuatro o cinco meses en una clase, hoy esté revaluado por las condiciones que producen una enfermedad o por los tratamientos que se están empleando. También puede ser posible que ayer haya sido comercializado un nuevo fármaco para combatirla; luego es, un contaste desafío estar preparando este tipo de encuentros.
Junto a ellos también diseñamos el curso “Mente: Cerebro y Aprendizaje”, otra iniciativa que surgió en una jornada de trabajo de la comunidad de práctica y aprendizaje Mente y Cerebro, dirigida por el doctor Alejandro Velásquez Torres, de la cual formo parte.
La docencia me encanta al igual que la investigación y la extensión, sumado al contacto con los pacientes, día a día, uno a uno, mirándolos a los ojos. Ese es uno de los ingredientes que me ha marcado a lo largo de mi trayectoria. Sin embargo, considero que hay que reservar un espacio muy grande para uno mismo, para crecer y divertirse, para poder llegar al objetivo principal de nuestra existencia: ser feliz.
Algo que recuerdo con mucho cariño es el 21 de junio de 2016 cuando los estudiantes del semillero de Investigación en Neurociencia (NEUROS) me dieron una placa conmemorativa por haber cumplido 30 años como docente universitario en un hermoso homenaje. Ese día parte de mi familia, compañeros de trabajo y alumnos que integran el semillero se reunieron en la Quinta de Mutis, y sin duda alguna, fue un momento que marcó mi vida como profesor.
El 15 de mayo de 2015 recibí el premio Juan Agustín Uricoechea y Navarro a la docencia de excelencia, como profesor de Neurología del programa de medicina de la EMCS, y lo obtuve de nuevo el pasado 15 de mayo de este año, como docente del curso “Educando Para la Felicidad”, que ofrece la Decanatura del Medio Universitario, ya que hago parte de las dos unidades académicas.
Se es rosarista toda la vida, siempre les inculco mucho a mis alumnos que lleven la Cruz de Calatrava en su mente y corazón.
Leonardo Palacios Sánchez
Correo: leonardo.palacios@urosario.edu.co
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¿Cuáles son los logros que considera más relevantes en su vida académica, en especial como profesor?
Venía cultivando desde hace mucho tiempo la posibilidad de crear una cátedra de felicidad en la Universidad del Rosario. La primera de este tipo se instauró en la Universidad de Harvard en el año 2006 en cabeza del psicólogo israelí, Tal Ben-Shahar, y ha sido muy exitosa.
Soy una persona que cree en la importancia de las emociones positivas y había venido acariciando esta idea, pero no podía desarrollarla siendo decano porque el tiempo no me lo permitía; no obstante, el Rosario me dio el regalo de ser uno de los fundadores y hoy su director en la sede Quinta de Mutis.
En el programa me acompañan profesores que aprecio mucho; entre ellos, los doctores Gustavo Lara, Leonardo Amaya, Ximena Palacios y Henry Mauricio Chaparro; contar con su trabajo hace posible tener una visión integral y muy amplia en la cátedra, que ha sido muy exitosa y ha dejado huella en los alumnos que la han cursado.
Además, tengo la dicha de participar en el nuevo programa de Medicina, para compartir con los alumnos temas tan importantes como la comunicación, por ejemplo, una buena entrevista, porque en el contacto de médico-paciente es importante que tengan competencias en técnicas de comunicación. Tal es el caso de aprender a dar malas noticias, sumado a esto, el honor que significa poder enseñarles lo que representa llevar la bata blanca, como un elemento de protección que es además símbolo de ciencia, pulcritud, pureza, bondad y candor.
Adicionalmente, dicto una charla denominada “Comunicación no verbal, el lenguaje sin palabras”, en la que estudiamos los gestos no verbales, entre otros la mirada, específicamente la forma en que movemos los ojos y nos comunicamos a través de ellos, ciencia denominada Oculésica.
Finalmente, soy uno de los fundadores del grupo de investigación en Neurociencia de la Universidad del Rosario (NEUROS), categoría A1 en Colciencias, que además cuenta con el semillero de investigación Neuros, el más grande la universidad, con más de 100 alumnos; su director actualmente es el doctor Alberto Vélez y en el 2012, creé una línea de la cual soy director, denominada Neurociencia y Humanidades.