Lenín Moreno y su política exterior
Mauricio Jaramillo Jassir (Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario)
Mauricio Jaramillo Jassir (Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario)
Rafael Correa le dio un giro inédito a la política exterior ecuatoriana, pues en la historia republicana, el país nunca había tenido algún protagonismo regional, como el que le imprimió el gobierno de Alianza PAIS. Históricamente, Ecuador tuvo un sentimiento de debilidad y vulnerabilidad frente al exterior. Primero porque fue despojado de parte de su Amazonía por su vecino Perú, y bajo la presión regional, fue obligado a firmar acuerdos de delimitación, que no lo dejaron satisfecho. A finales del siglo XX, llegó la peor crisis económica de la historia que derivó en lo que los ecuatorianos denominan el feriado bancario, la congelación de activos y la conversión al dólar de los mismos. Un desastre para millones de familias, que solo tenían sucres (la entonces moneda nacional) como testimonio de décadas de trabajo. La crisis los golpeó duramente, y puso en evidencia las enormes debilidades del sistema financiero y bancario ecuatoriano. Vale mencionar también que en ese mismo contexto, el Fenómeno del Niño golpeó duramente la costa dejando miles de damnificados. Y para rematar el cuadro de las desgracias, a comienzos del siglo y por la vía del Plan Colombia, Ecuador empezó a sentir como nunca, los efectos de la guerra de su vecino. Primero fueron las fumigaciones, luego los desplazados que siempre acogió, y finalmente, el bombardeo de su territorio que fue seguido de acusaciones insolentes por parte del gobierno de Álvaro Uribe, sobre nexos entre las FARC y la campaña de Rafael Correa para llegar a la presidencia.
En medio de ese difícil panorama, Correa impulsó varios proyectos regionales que cambiaron la dinámica en la zona. Se trató del Tratado Constitutivo de los Pueblos-ALBA, de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). De todos, fue en el segundo en el que Quito más brilló y fue protagonista de la regionalización. El intento de los gobiernos de Lula, Néstor Kirchner y de Hugo Chávez consistía en darle un cariz político a los acercamientos entre los países de la zona, que en la década de los noventa estaban signados casi que de manera exclusiva, por el libre comercio y la flexibilización para las inversiones. Claro está, había antecedentes en el terreno político en la Comunidad Andina y en la desparecida Comunidad Suramericana de Naciones, pero no tenían un paraguas institucional suficientemente fuerte como para trascender. La CAN tal vez, pero el retiro de Venezuela en abril de 2006 y el hecho de que solo cubriera a algunos del área limitaba seriamente su alcance.
De Asamblea Nacional del Ecuador from QUito, Ecuador - Transmisión del Mando Presidencial Ecuador 2017 24 de mayo de 2017, CC BY-SA 2.0
En sus diez años de mandato, Correa volvió a Ecuador un protagonista regional, y hoy junto a Bolivia, aparece como el único escenario donde la izquierda, ha resistido el embate de la derecha o del conservatismo tras varios años en la oposición. El entorno regional de Moreno es muy distinto de aquel de Correa. Tres grandes diferencias parecerían jugar en contra del segundo.
Primero, difícilmente los precios del petróleo volverán a aumentar desmesuradamente como cuando incluso, se rompió la berrara de los 100 dólares por barril. Segundo, la crisis en Venezuela ha terminado por desprestigiar otros regímenes progresistas o de izquierda. Tercero y parecería ser lo más grave, los espacios regionales políticos, parecen agotarse y Ecuador con ello pierde la oportunidad de convertir a Quito en el epicentro de Suramérica. Tal era el proyecto cuando Rafael Correo, ofreció financiar la sede de la Secretaría General en San Antonio de Pichincha a las afueras de la capital.
Moreno deberá decidir qué postura asumir respecto de Venezuela, compleja tarea. Aunque se espera continuidad, resulta muy difícil creer que un hombre de conciliación y que precisamente en dicha característica se aleja de su antecesor, vea con buenos ojos las movidas del chavismo. Lenín llega a un país polarizado, como lo no había estado en mucho tiempo, por lo que seguramente querrá evitar proyectar la imagen de un mandatario que pregona la reconciliación y la unidad adentro, pero que llama a la fragmentación en lo regional.
Poco se atreven hoy, a especular sobre los giros y el sello que le imprimirá Lenín Moreno a la política exterior ecuatoriana, pero seguramente habrá un esmero por mantener la institucionalidad regional en UNASUR y la CELAC, dos proyectos donde el liderazgo de Ecuador ha sido notable. Su canciller María Fernanda Espinoza lo sabe, pero el reto consistirá en evitar el tema venezolano cuando Caracas y el bloque de críticos, insisten en atacarse en escenarios multilaterales. De otro lado, Quito deberá convencer a los países que hoy comulgan con el pragmatismo comercial, de que vale la pena un escenario político regional.
Ecuador seguirá apostando por un liderazgo regional que le permita equilibrios, en uno de los peores momentos para tal ideal, pues la división en América Latina parece insuperable por los resultados de las elecciones en los últimos años, y por la casi obligación que se ha impuesto en el último tiempo, de tomar partido respecto de la crisis en Venezuela. Quito apostará por el contrario, por evitar cualquier compromiso ideológico expreso, contribuyendo con ello a rescatar a la región, de un debate absorbente, desgastante y monotemático, que está acabando con cualquier viso de institucionalidad. Puede ser este, el momento de Ecuador.
*Fuente de la imagen principal: De Asamblea Nacional del Ecuador -www.flickr.comCC BY-SA 2.0