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La descendencia artística de cirujanos-barberos durante el renacimiento

Rodolfo Rodríguez Gómez

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Los cirujanos barberos tuvieron gran auge durante finales de la Edad Media y el Renacimiento. Así como cortaban el cabello y la barba, los cirujanos-barberos hacían sangrías, extraían muelas, blanqueaban los dientes y realizaban cirugías menores.

Muchos tuvieron familias numerosas y ciertos miembros de su descendencia recorrieron un camino diferente al de sus padres; mientras a los cirujanos-barberos los atrajo la curiosidad por la medicina, a algunos de sus hijos los sedujo el amor por el arte.
 
Paolo di Dono, por ejemplo, más conocido como Paolo Uccello, desde pequeño sucumbió al arte. Los datos sobre su origen son escasos, al parecer nació en Florencia (Italia), aunque también se ha señalado a Pratovecchio como lugar de su nacimiento. Hijo de Dono di Paolo, un cirujano barbero que había inmigrado de una localidad italiana de la provincia de Arezzo, se vio seducido por el arte desde muy joven al ingresar como aprendiz en el taller del escultor Lorenzo Ghiberti. Según Giorgio Vasari, artista y biógrafo de la época, Paolo utilizaba el sobrenombre Uccello (pájaro en italiano), por su amor a las aves. Así, haciéndose llamar Paolo Uccello, trabajó de manera casi obsesiva en los conceptos de la perspectiva y era alabado por la perfección con la que había desarrollado dicho arte, aunque también era criticado, ya que según sus detractores, dedicaba tanta atención a la perspectiva que descuidaba otros aspectos de la pintura. Tras su muerte en 1475, Paolo Uccello fue enterrado, precisamente, en la tumba de un cirujano barbero, su padre, en una basílica de Florencia.

Desde la Edad Media los barberos de los monasterios se conocían como rasor et minutor, algo así como barbero y sangrador. Durante el Renacimiento, en la segunda mitad del siglo XV, los cirujanos- barberos no tenían cabida en las universidades, ya que allí se impartían clases en latín, lengua que los maestros cirujanos dominaban en cierto grado, pero no los barberos. Se podría pensar entonces que los cirujanos barberos tenían mala reputación, aunque no era siempre así, de hecho, algunos cirujanos- barberos alcanzaron cierta fortuna y prestigio. Para finales del siglo XV, en España, en el territorio de Castilla, existía el cargo de Barbero mayor del Rey y alcalde, y examinador mayor de todos los barberos y flebotomianos del Reino, asi de cristianos como de moros. Por supuesto, no cualquiera podía practicar dicho oficio, ya que una orden de los Reyes Católicos del año 1500 regulaba las autorizaciones para que los cirujanos, barberos y sangradores pudieran ejercer. Ante dichos estatutos, instalar una tienda, sangrar, poner sanguijuelas, ventosas, y extraer muelas solo se podía hacer con la autorización de los llamados barberos mayores.

En España uno de estos cirujanos barberos fue Rodrigo Cervantes. Don Rodrigo aprendió medicina y cirugía con su abuelo materno quien era médico y luego con su padrastro, quien también practicaba la medicina. Como no llegó a obtener un título oficial, don Rodrigo trabajaba como cirujano de cuota, es decir, como cirujano sin titulación. Aquel trabajo era competido y las labores incluían aplicar emplastos y cataplasmas, así como realizar cirugías menores. Dentro de los herederos de don Rodrigo, siete en total, se encontraba Miguel, quien se convertiría en el escritor español más grande de todos los tiempos y autor de la icónica obra El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Al parecerMiguel de Cervantes nunca olvidó las malas experiencias con las que su padre tuvo que lidiar al trabajar como cirujano y algunas de ellas las plasmó en escritos como El coloquio de los perros, donde esboza una fuerte crítica sobre la gran cantidad de estudiantes que para aquel entonces oían la cátedra de medicina en la Universidad de Valladolid y que, según el texto, o existían muchos pacientes para tratar o definitivamente esos médicos estaban condenados a morir de hambre.

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En el siglo XVI los cirujanos barberos solían exceder los límites que las autoridades habían establecido para su oficio con los que pretendía mantener la brecha con los cirujanos que acudían a la universidad. Los barberos no solo se diferenciaban de los maestros cirujanos por la formación académica, sino también por la vestimenta, pues eran conocidos como cirujanos de vestido corto, mientras que los de formación universitaria eran conocidos como cirujanos de vestido largo. Pese a que no ostentaba estatus social o académico, el gremio de los cirujanos-barberos creció rápidamente y la gente del común reconocía en ellos habilidades especiales por lo que se les concedieron ciertos derechos. En París, en 1603, las autoridades locales autorizaron que dicho gremio utilizara la denominación de cirujanos barberos, más que solamente barberos, y les fueron otorgados derechos legales para tratar todo tipo de heridas. Algo común era que los cirujanos barberos no solo ejercieran la práctica propia de su oficio, sino que la alternaran con la de apotecario, es decir, con las funciones de quien atendía la apoteca botica, lugar donde se despachaban los remedios.

En la Italia del siglo XVI, un cirujano barbero de nombre Baldassare Monteverdi alternaba su profesión con la de boticario. Con su primera esposa tuvo dos hijos, uno de ellos, Claudio Giovanni, quien era el mayor de los hermanos, se convertiría en un músico excepcional, hoy considerado como el primer gran compositor de ópera y el más innovador de su época. En la vida de Claudio Monteverdi la medicina siempre estuvo presente, pues no solo su padre y su abuelo habían tenido relación con la actividad médica, sino que uno de sus hijos, el pequeño Maximiliano, también se convertiría en médico. Ahora bien, la herencia médica de Monteverdi le enseñó a observar la humanidad con compasión y esto lo llevó a imprimir ciertos estados psicológicos en sus obras musicales con las que realizó grandes contribuciones a la música secular, especialmente a la ópera, al combinar técnica e innovación. Monteverdi también dio rienda suelta a la curiosidad científica en una de sus aficiones más notables: la alquimia, a la que dedicó muchas horas de su tiempo libre y se convirtió en una pasión hasta el final de su vida.

La Compañía de Barberos fue creada a mediados del siglo XV y para mediados del siglo XVI el parlamento de Inglaterra autorizó la creación de la Compañía de Cirujanos-Barberos. Para finales del Renacimiento, los cirujanos ya se encargaban de la mayoría de las cirugías, mientras que los barberos se ocupaban básicamente de las sangrías, de donde se originó el emblema de su oficio; el poste rojiblanco, donde el rojo simbolizaba la sangre y el blanco, la tela del torniquete o vendaje. En la España del siglo XVI, un cirujano-barbero de profesión era don Gaspar Esteban. Uno de sus catorce hijos, Bartolomé Esteban, más tarde conocido como Murillo, estaría destinado a convertirse en un gran artista. El talento en la pintura llevó a Murillo a convertirse en uno de los pintores más reconocidos de la escuela sevillana y durante su época fue muy apreciado fuera de España. La conexión con la medicina era notable en su familia pues no solo su padre había sido cirujano barbero, sino que su tía estaba casada con un cirujano, y sus hermanas Ana y María, también se casaron con cirujanos. 

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Que parte de la descendencia de quienes dedicaron sus vidas al oficio de cirujano-barbero se haya inclinado por el arte, pudo tener origen en estímulos puntuales, muchos de ellos poco conocidos o quizás habitan en lo incierto de sus biografías. No obstante, lo que es real es aquella conexión entre el arte y la medicina, pues en la práctica de la medicina está implícito el arte y este, por su lado, puede servir como medicina. Así, el arte, la medicina y el humanismo tienen un vínculo fuerte, natural y eterno. No por nada, un antiguo aforismo griego reza Donde hay amor por la medicina hay amor por la humanidad.


Bibliografía
 
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