Bertillonaje. A propósito de un sistema de identificación criminal
26/10/2016 9:46:36 a. m.
Bertillonaje. A propósito de un sistema de identificación criminal
Marcela Camargo Mesa
Asistente de investigación Archivo Histórico de la Universidad del Rosario
Entre los libros de medicina legal que se conservan en el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, que eran consultados por los estudiantes de la Universidad a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se encuentran varios manuales de medicina legal. En ellos se puede observar la evolución de los métodos de identificación criminal implementados en el siglo XIX en Europa y aplicados mundialmente.
A mediados del siglo XIX, surgió en la prefectura de París un sistema que buscaba clasificar y sistematizar los perfiles criminales. Clasificar este tipo de información respondía al afán de la época por ordenar y controlar “la incontrolable realidad”. Con ese fin, se comenzaron a implementar una serie de tarjetas de presentación y el uso de la fotografía judicial, instrumentos que facilitaban la comparación y relación de información sobre los sujetos detenidos por la policía en todo el país (Fessler, 2015, pág. 21).
Ya para 1872, un policía francés llamado Alphonse Bertillon estableció, en la prefectura de París, un protocolo que se conocería como bertillonage[1]. Se trataba de un sistema que hacía uso de la antropometría y la fotografía para la identificación y creación de perfiles criminales, según los patrones medibles de las formas particulares del esqueleto humano que, al estabilizarse a la edad de los 25 años, dotaban a cada sujeto de una identidad propia. Bertillon instaló una sala especialmente preparada para el área antropométrica, con el instrumental necesario para la toma de mediciones (cráneo, extremidades y busto). Sobresalía allí un “compás de espesores”, fijado con tornillos a un punto inamovible para asegurar un cálculo más “objetivo”, comparable con las fotografías conservadas en expedientes judiciales y carcelarios (Fessler, 2015, pág. 21).
Identification anthrométrique (1893) de Alphonse Bertillon, editado en 1914.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alphonse_Bertillon#/media/File:Bertillon_-_Signalement_Anthropometrique.png
La obra Précis de médecine légale[2] (Compendio de medicina legal), publicado en París en 1921 y conservado en el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, contiene varios ejemplos de las fichas de sistematización de perfiles criminales propuestos por el bertillonaje.
Las fichas permitían encontrar las imágenes en el voluminoso archivo policial, gracias a una descripción resumida de medidas y rasgos, que permitía la organización del material en un sistema de archivo seriado en divisiones sucesivas. Las fichas se ordenaban no solo por sexo, sino también en subdivisiones por estatura, tamaño de cabeza, longitud de pie y dedo medio izquierdo; y el correspondiente antebrazo y el color de ojos. Se obtuvieron así unos cincuenta grupos, lo que permitía una búsqueda eficiente (Fessler, 2015).
La fotografía judicial, a diferencia de la fotografía social, debía poner en evidencia las imperfecciones físicas del individuo: manchas, arrugas, cicatrices y todo aquello que aportara información para la identificación, rasgos complementados con la información antropométrica porque no había “nada más falaz que una fotografía mal interpretada y donde se buscan tan solo rasgos de semejanza general, sin regirse por ningún método exacto” (Thoinot, 1928, pág. 626). Esa necesidad de un método fue satisfecha por el sistema de Bertillon.
La criminología positivista del siglo XIX dirigió sus esfuerzos al estudio de los criminales, antes que el tipo de crimen, por ello se dedicó a analizar y tipificar a los sujetos, buscando poder así controlar la reincidencia. En el Congreso de Antropología Criminal de 1885 (Roma), se consagraron las ideas de la escuela positiva ajustada a la visión universal del orden: conocer la naturaleza del criminal para controlar el orden social.
Entre los postulados de fin de siglo XIX sobre las causas de la naturaleza criminal, se encuentran los de Cesare Lombroso y Raffaele Garofalo, que planteaban que el delito era natural a determinados sujetos, como un rasgo biológicamente intrínseco, principalmente hereditario (Fessler, 2015). En esta vertiente biológica positivista se inscribía el método de Bertillon.
Se conserva asimismo en el Archivo Histórico Le crime, causes et remèdes[3], una de las obras de C. Lombroso, que dedica un aparte a los métodos de identificación criminal afirmando que: “Entre todos los sistemas propuestos en esta materia, es indudablemente el de Bertillon el más impresionante”[4] (Lombroso, 1907).
La prensa de medición. “La policía deberá servirse sistemáticamente de esta herramienta”, dice Lombroso con la fotografía que ilustra el método (Le crime, causes et remèdes, 1907, pág. 305).
A pesar de la gran acogida del sistema de Alphonse Bertillon, ya en las últimas décadas del siglo XIX comenzó a criticársele porque la fotografía judicial no daba cuenta de los cambios fisionómicos naturales o artificiales de los individuos, y porque las mediciones antropométricas estaban sujetas a errores. A dichas debilidades se contrapuso un nuevo sistema: la dactiloscopia, que respondía convenientemente a los problemas mencionados. La información de la huella dactilar no variaba con el tiempo y su recolección era muy simple, por lo que terminaría dominando la metodología de identificación (Fessler, 2015).
Fichas de identificación del archivo policial. Formas generales de la cabeza y rostro según los manuales de A. Bertillon (Vibert, 1921, págs. 568-569).
El fracaso del método del policía francés Alphonse Bertillon fue más evidente cuando, en 1903, en una prisión de Kansas (EE. UU.), un hombre llamado Will West fue identificado con el sistema de medidas del bertillonaje y, en la misma penitenciaría, se encontró otro hombre identificado con las mismas medidas en los patrones faciales establecidos. (National Law Enforcement Museum, 2011). Posteriormente, en los manuales se atenuaría la universalidad del sistema de identificación basado en rasgos físicos:
Resulta, por consiguiente, que ninguna de las anomalías que constituyen el tipo criminal, cuando están reunidas (con otros rasgos), puede ser considerada aisladamente como características del individuo criminal, pues se las suele encontrar también en hombres normales; las relaciones cuantitativas son las únicas que diferencian a los unos de los otros (Thoinot, 1928, pág. 645).
Patrones en la forma de la frente, la nariz y las orejas, propuestos por el bertillonaje (Vibert, 1921).
Sin embargo, el sistema de identificación criminal de Bertillon continuó practicándose en distintos lugares del mundo, durante las primeras décadas del siglo XX. En la oficinas antropométricas de Buenos Aires y Montevideo, por ejemplo, como lo expone Daniel Fessler (El delito con rostro: los comienzos de la identificación de delincuentes en Uruguay, 2015). Ya se ha mostrado que existían manuales de 1907 y 1928, como los que conformaban la biblioteca de la Universidad del Rosario, hoy conservados en su Archivo Histórico, en los que se consideraban válidas y útiles las técnicas del bertillonaje.
Estas permanencias pueden explicarse, en que a pesar de que las huellas dactilares podían sustituir como mecanismo de identificación al bertillonage, la fotografía y la información reunida en las fichas daba una identidad visible, evidente, casi que una personalidad “real”; cuestión que buscaba la escuela criminológica positivista.
Se puede decir, entonces, que en la fotografía judicial, en la elaboración de retratos hablados y en los sistemas de organización de información sobre la identidad no solo criminal, sino de la ciudadanía en general[5], sobreviven hasta hoy numerosos elementos del sistema de Bertillon.
[1] En español: bertillonaje.
[2] Catalogación del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario: E26N014.
[3] Se encuentra en el Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, catalogado: E31NO63.
[4] Traducción propia.
[5] “Memoria del Estado” la llama Daniel Fessler.
Trabajos citados
Fessler, D. (Enero-abril de 2015). El delito con rostro: los comienzos de la identificación de delincuentes en Uruguay.
Passagens. Revista Internacional de História Política e Cultura Jurídica, 7(1), 15-39. Obtenido de file:///C:/Users/A1023869863/Dropbox/ART%C3%8DCULOS/Daniel%20Fesler,%20giving%20Crime%20a%20face,%202015.pdf Lombroso, C. (1907).
Le crime causes et remèdes. París: Felix Alcan Editeur. Thoinot, L. H. (1928).
Tratado de Medicina Legal. Barcelona: Salvat Editores. Vibert, C. (1921).
Précis de médecine légal. París: Librería J.- B. Bailliere e hijos.
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