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Tito Livio y sus seguidores rosaristas
Tito Livio y sus seguidores rosaristas
31/05/2016 10:20:45 a. m.
Las guardas de los libros antiguos del Archivo a veces traen notas sobre la polémica escolásticos-modernos, de fines del s. XVIII.
Auténtica rareza es, entonces, una protesta en favor de Tito Livio, “el grande historiador de los romanos y padre de la latinidad más pura”. El autor es anónimo y desconocida la fecha. Cabe, sin embargo, ubicar el testimonio a fines del s. XVIII, por las siguientes razones: el tipo de letra, muy semejante a la de las quejas antiescolásticas; el catálogo de historiadores romanos, como se verá en seguida.
La queja.
Laméntase el anónimo discípulo de que no se conozca a Tito Livio, mientras que se abusa de Curcio y Nepote. Veamos la nota íntegra:
Señor doctor Pulga. Si el muy maltrecho estado de las letras en este Reino es de lamentarse con justas lágrimas, lo es especialmente la negligencia en el aprendizaje de la lengua latina. Aunque pasáramos por alto otras cosas, que darían materia suficiente, en verdad no podemos dejar de dolernos por el gran olvido de este autor, cuyos escritos pasan, en otras naciones, por las manos de los discípulos; pero que, en esta ciudad, no los conocen ni los maestros. Estúpidos nosotros al recriminar la ignorancia de estos asnos, como si pecaran solamente en ignorar a Livio, cuando no se despegan de Curcio y Nepote; a quienes, con no menos prepotencia y arrogancia, se esfuerzan en enseñarlos a los discípulos desde sus cátedras.
Vamos, pues, a comprobar cómo estaba la bibliografía histórica, dividiéndola en antes y después de 1800; es decir, libros antiguos frente a modernos.
El catálogo de 1800.
Se trata del primer intento de catalogación de la librería. Allí, en efecto, el índice de nombres solo pone a Livio (1573, de donde sacamos la queja) y a Tácito (1607); junto con un volumen que reúne a Eutropio y a Pablo Diácono (1512).
Primer libro de Eutropio.
Primer libro de Pablo Diácono. Curiosidad onomástica: Graciano, de estirpe mediana, entre los cibalenses se conoció por Funario, ya que cinco soldados no pudieron arrebatarle una cuerda (
funis
) que llevaba para vender.
De Curcio hay, en efecto, un tomo en octavo; al lado de uno traducido por Mateo Ibáñez (hoy perdido). Además:
Dionisio de Halicarnaso (París, 1529),
De origine urbis Romae
.
Salustio,
Fragmenta historiarum
(Ámsterdam, 1661).
Plutarco, Graecorum Romanorumque illustrium vitae (Basilea, 1548).
Valerio Máximo,
Dictorum factorumve memorabilium
(Amberes, 1611).
Existen unas
Antigüedades romanas
, obra enciclopédica, por Thomas Dempster (1613).
Este libro esta expurgado conforme al Catalogo de 1632 y segun el nuebo catalogo de 1640.
Aparecen catalogados, pero hoy perdidos: Flavio Josefo,
De bello Iudaico
;
La Farsalia
, de Lucano.
Libros modernos.
Tal era el estado de la bibliografía antigua. Veamos ahora lo que respecta al siglo XIX.
De Curcio hay, en efecto, tres copias (debe descontarse una, mencionada en el catálogo de 1800, sin saber cuál):
De rebus Alexandri Magni
, uno sin datos, otro de 1720, hecho en Padua; el último de 1776, impreso en Madrid. Los tres son monolingües latinos.
De Nepote hay dos copias, hechas por Didot (París, 1822; 1864). Con Curcio y otros existe en edición bilingüe latín-francés (París, 1847).
De Livio hay, además: edición de Edimburgo, 1751; Padua, 1759; París, 1775; ediciones bilingües latín-francés (París, 1810; 1844; 1869).
Tácito existe en edición parisina de 1760; edición bilingüe latín-francés (París, 1844).
César se cuenta entre nuestros incunables (Venecia, 1494); más otra edición sin identificar, pero seguro del s. XVI.
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