El ejercicio del magisterio. Un servicio que nos interpela y nos hace reflexionar
17/05/2016 11:43:51 a. m.
Es antiguo como la humanidad el ejercicio del magisterio. La posibilidad de apropiarse de la cultura común de una sociedad por parte de sus miembros, ha exigido siempre la presencia de diversos mediadores. Entre ellos, hay que resaltar la figura del maestro. A partir de un primer e insustituible magisterio, que se podría calificar como maternal, sus competencias y desempeño se fueron transformando y adaptando, a medida que la cultura y el mundo se hacían más complejos, diversos y especializados.
Mayúscula Capital: Singularia de Ludovico Romano, s. XVI.
Pero a lo largo de la Historia, estas enseñanzas y estos aprendizajes no se redujeron a lo que comprende la relación madre-hijo. En un ámbito más complejo, el saber se relaciona con una dimensión superior, de carácter divino. Ya fuera porque los dioses tuvieron a bien comunicar su saber a los humanos o bien porque alguien arrebató su saber a los dioses para ponerlo a disposición de los mortales. La cultura clásica griega tiene ejemplos de ambas situaciones, en las que, muchos saberes se relacionan con la divinidad: Por un lado, considera a Palas Atenea, “diosa de toda la sabiduría, el conocimiento y el arte”, como maestra de las cinco Artes liberales.
Jus canonicum universum. Tomo IV, de Fr. Anacleto Reiffenstuel. Venecia 1730, por Antonio Bortoli (“en la calle de los mercaderes, con el emblema de la educación”). Grabado de la portada (E03 N003 V. 4-5 Ej.1).
Además de las invenciones relativas a la agricultura, también se le atribuían otras relacionadas con varios tipos de ciencia, industria y arte, y todos sus inventos no son del tipo que los hombres harían por azar o accidente, sino que requerían reflexión y meditación. Pueden señalarse la invención de los números, del carro y de la navegación.
Palas Atenea, acompañada por Pomona, que esparce los productos de su abundancia, enseña las cinco artes (Arquitectura, Música, Literatura, Pintura y Escultura). Elemens de Physique ou Introduction à la Philosophie de Newton. G. J. De Gravesande. París. Carlos Antonio Jombert. 1768 (E04 N019 V.1 Ej.1). De otra parte, Prometeo, atado a la roca de su tormento, por haber entregado el fuego a los humanos, clama:
Yo les hice conocer… la ciencia del número, la más eminente de las ciencias todas, y el unirse dispuesto de las letras, y la memoria, madre de las musas y universal creadora de todo. (ESQUILO, Prometeo encadenado. Versos 459-462).
El fuego, esta fuerza divina, se convierte en el símbolo sensible de la cultura. Prometeo es el espíritu creador de la cultura, que penetra y conoce el mundo; que lo pone al servicio de su voluntad.
El fuego, esta fuerza divina, se convierte en el símbolo sensible de la cultura. Prometeo es el espíritu creador de la cultura, que penetra y conoce el mundo; que lo pone al servicio de su voluntad. Para el griego hay en la escritura un sentido superior que lo vincula a lo divino y a lo más profundamente humano. “La concepción fundamental del robo del fuego lleva consigo una idea filosófica de tal profundidad y grandiosidad humanas, que el espíritu humano no la ha podido agotar jamás” (Jaëger. Paideia, 244).
Habría que llegar a formas más estructuradas y organizadas, como la schola (escuela) o la universitas (universidad) medievales. Ambiente que refleja este otro grabado, en el cual se ve un maestro medieval ante un grupo de alumnos ya adultos. La suprema autoridad sólo corresponde al Maestro cuya obra se está “leyendo” y “comentando”. El maestro, aunque se sienta en la cátedra, sólo es, “lector”, “comentador”, “glosador”. Los alumnos toman notas…
Un maestro “leyendo”. Bártolo de Sassoferrato.
Conceptos, Tratados y Cuestiones debatidas. Impresa en Lyon, 1527 por Sebastián Grifo, (N° Topográfico antiguo E 28 n° 195). Grabado de la portada. En la parte superior, la firma del Arzobispo Fundador de este Colegio Mayor.
Llama la atención la inscripción que se encuentra después del Registro de cuadernillos y con la que se cierra el libro: “III Esdre. III. Super omnia autem vincit Veritas”. El editor tiene muy claro que el objetivo final de la búsqueda intelectual no puede ser otro que la verdad; y siendo fieles al texto, la Verdad, con mayúscula. El texto, citado de la Sagrada Escritura, dice en castellano: “La Verdad está por encima de todas las cosas” (Esdras 3, 3). Con lo que se marca, desde otra perspectiva, una dinámica especial y un sentido superior a la tarea magisterial y a la relación maestro discípulo: se define, antes que nada, como una búsqueda permanente de la verdad.
La Verdad está por encima de todas las cosas.
Colofón de la obra anterior.
Esta prioridad axiológica de la verdad permite replantear los “argumentos de autoridad” como referentes únicos y absolutos. La ciencia de tantos y tantos Maestros del pasado y del presente es merecedora de todo respeto y del máximo interés intelectual e investigativo. Pero no puede ser el único y omnímodo referente. Porque ante la verdad, (y más si es “la Verdad”, como la escribió Sebastián Grifo, en su colofón), los dos polos del diálogo educativo (maestro-alumno) siempre tendrán que considerarse como perpetuos aprendices, siempre distantes de su objetivo, siempre en búsqueda, siempre en proceso… Porque lo que da autenticidad y valor al maestro no son los “títulos”, ni los elogios de los turiferarios de turno, ni la publicidad, ni los aplausos; sino la confrontación permanente, en sí mismo y en su especialidad científica, con la verdad.
De Magistro. Omnium Operum D. Aurelii Augustini Hipponensis Episcopi primus tomus. [Tomo primero de las Obras completas de San Aurelio Agustín, Obispo de Hipona. Tratado sobre el Maestro]. Basilea. Johann Froben y Nicolás Bischof (Episcopo). 1543. (E 021 N087 V.1 Ej. 1).
En palabras de Fernando Pascual (Comunicación y lenguaje en el De Magistro, de San Agustín): “Si llegásemos a la situación ideal en la que las palabras expresasen correctamente las cosas pensadas (contenidos) por parte de quien habla, y se lograse así un acceso a su pensamiento, no sería el pensamiento del maestro lo que interesaría en la enseñanza, sino el acceso a la verdad. En otras palabras, nadie envía a sus hijos a estudiar para que retengan los pensamientos de los profesores, sino para que aprendan, lo cual se produce cuando, desde dentro, cada alumno juzga sobre la verdad o falsedad de lo que se dice”.
Jaime Restrepo Z.
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