Proverbios por millares. Joyas de la Biblioteca del Colegio del Rosario
25/07/2016 8:54:55 a. m.
La plaga que, hacia 1483, azotó la ciudad de Deventer (Holanda), marcó a Erasmo de dos maneras: se llevó a su madre, a tiempo que dio fin a la educación que allí estaba recibiendo. Del currículo cabe señalar que allí, por primera vez, se enseñaba griego en un nivel inferior al universitario. Así pues, Erasmo conoció las lenguas clásicas en sus días de colegio.
Deventer, ca. 1550.
Por lo demás, esos años debieron de ser bien difíciles, como que Erasmo, acosado por la pobreza, se decide a tomar la vida consagrada, por la época en que se descubría el Nuevo Mundo. A poco de su ordenación, y debido a su pericia en el latín, gana el puesto de secretario del obispo de Cambrai, Enrique de Bergen. Con su permiso, ingresa a la Universidad de París en 1495. Hacia el fin de siglo, lo tenemos ya en la Universidad de Cambridge, y en relación con los más destacados intelectuales del país. Así viene a ser catedrático de Griego, lengua que conocía por su interés en las Sagradas Escrituras.
La Biblioteca del Queen's College, donde existen ediciones príncipe de Erasmo. El humanista se que
jaba del clima y cerveza locales, pues sufría del mal de piedra y no conseguía allí buen vino, el específico de dicha dolencia (Foto: Facebook).
Por 1506 lo tenemos en Italia como Doctor en Teología y, a un mismo tiempo, humilde corrector de pruebas de Manucio. Hacia 1517 está en Lovaina, donde ayuda a fundar un Collegium trilingue, a la manera del que existía en Alcalá. Sin embargo, el ambiente ideológico es adverso, por lo cual marcha a Basilea. Allí es centro de un cenáculo intelectual, donde se conoce con el editor Juan Froben.
Una colección de proverbios.
La obra de Erasmo puede dividirse en dos: de tema divino y de tema profano. Al último grupo pertenece la obra que ahora nos ocupa: los Adagios. Veamos de qué se trata todo esto: παροιμία significa “proverbio”, “máxima” o “adagio”; esta última el DRAE define así: sentencia breve, comúnmente recibida, y, la mayoría de las veces, moral. La voz “refrán” hacía referencia a algo que se repite, a manera de estribillo.
La obra.
El autor divide su obra en millares (chilias, χιλιάς). Como su nombre indica, cada centuria desarrolla cien proverbios. En este tomo se encuentra desde el Millar 1 y la Centuria 1 hasta el Millar 5 y la Centuria 2. Este libro comenzó siendo una recopilación de aforismos latinos, tomados de los clásicos griegos y latinos, y acabó siendo una enorme recopilación de dichos, adagios y proverbios, que el autor comenta y explica con un objetivo: servir de ejemplo de buena escritura y redacción en latín.
Descripción.
Título: Adagiorum opus (…) ex postrema autoris recognitione. Accesit huic editioni Index nouus, Lectori quaecumque notatu digna in hoc opera tractantur commonstrans [Obra de los adagios. A partir de la última revisión del autor. Se incluye en esta edición un nuevo Índice que muestra todos los temas destacados que se tratan en esta obra].
Lugduni, apud Sebastianum Gryphium (Lion, en la Imprenta de Sebastián Grifo), MDLVI.
Sello de Grifo. De Pedro Asselino sabemos que imprimió, junto con Matthieu Vivian, en 1490, un
Manipulus curatorum; luego difícilmente podría ser el mismo.
Otros detalles físicos: Encuadernación rígida de lujo: cartón duro, forrado en piel (algo deteriorada). Lomo con nervaduras sobre costuras; motivos decorativos en dorado. En ambas tapas, líneas en los bordes y rombo decorativo en el centro, con el grifo del impresor-editor. Guardas. Cortes pintados con dorado. Portada impresa en una sola tinta. Marca tipográfica del editor-impresor (Francisco Grifo): Virtute duce comite fortuna. Dedicatoria. Texto impreso en dos columnas, con diversos tipos y tamaños de letra. Papel de primera calidad, con líneas (trazadas, no impresas) que dividen y enmarcan las columnas del texto. Impresión óptima (claridad, nitidez, diversidad de tipos: incluso griegos). Mayúsculas capitales. Signaturas y reclamos. Colofón y marca tipográfica en último folio impreso.
Deterioro en piel de lomo y tapas. Guarda delantera desprendida. Deterioro por perforaciones de insectos. En hoja de guarda, varias inscripciones.
Ex libris de la familia Vigneral. Hay referencia de Raúl de Vigneral de Canteloup, consejero en 1668, y de su hijo Guillermo de Vigneral de Sevray, consejero en 1702. Pero el ex libris figura ya en una edición alemana de Dionisio de Halicarnaso de 1586. Es decir: luego de nuestra "exquisita búsqueda" (frase de Otero D'Costa), el Erasmo de esta biblioteca tiene dicho ex libris por primera vez.
Hermoso ex libris, pegado a la pasta delantera: en la base del escudo, un lema en francés dice: “Del Señor de Vigneral, consejero del Rey en su Parlamento de Ruan”.
El grifo del impresor.
Algo del contenido.
Obra extensísima, nos limitamos a dar una muestrica, como excitación a su consulta:
Prólogo a los filólogos (clasicista es anglicismo reciente). Declara Erasmo que lo movió la utilidad de la obra: no solo corregir ediciones clásicas, sino también "quitar del medio las asperezas del estilo" con que tropezaban los hirsutos literatos.
Un dicho acomodado a cierto tiempo o lugar, la más simple definición de paremia o proverbio. Nótense las líneas que enmarcan las columnas.
Todo lo de los amigos es común, en latín y griego.
Erasmo en Colombia.
Copiamos a continuación un soneto del poeta Guillermo Valencia al insigne humanista:
A Erasmo de Rótterdam
«Pintó Hans Holbein», dice la envejecida tela
que a cierta ciudad muerta me fuí a buscar un día,
por ver ¡oh padre Erasmo! la búdica ironía,
que de tu boca fluye, que tu desdén revela.
Si tú del polvo alzaste la derribada Escuela
por que a regir tornase la helénica armonía,
¿cómo en la mustia boca de la melancolía
tus labios aprendieron ese reír que hiela?
Enfermo que en mí fijas tus ojos de fantasma:
el frío de tu estéril desilusión me pasma;
atas mi ser y domas, ascética figura,
que vas entre los mártires de mi martirologio,
y vuela con tu nombre la voz de mi eucologio,
¡oh cuerdo que tu elogio le diste a la Locura!
JFFQ: una travesura pictórica de Juan Francisco Franco Quijano, a quien ya presentamos en este blog.
Jaime Restrepo Z., Elkin Saboyá R.
Archivo Histórico
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