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Lilia del Riesgo: “Todo se puede mejorar en este mundo”

Por:Magda Páez Torres

Foto:URosario https://doi.org/10.12804/dvcn_10336.42692_num7

La profesora Lilia del Riesgo Prendes es colombiana por adopción, lleva 28 años en el país y afirma que nunca se ha sentido extranjera. Como médica y especialista en bioquímica clínica, se ha dedicado a estudiar temas como los marcadores metabólicos de hipoxia perinatal, en busca de lograr la supervivencia de los recién nacidos. En la Universidad del Rosario, donde ha construido una carrera sólida de casi dos décadas, estudiantes y profesores reconocen con gratitud su valioso aporte académico e investigativo.

Entre el cálido arrullo de las brisas isleñas de La Habana y el acogedor abrazo de los cerros orientales de Bogotá, ha transcurrido la vida de la profesora e investigadora Lilia del Riesgo, quien aprendió a disfrutar los contrastes de las dos tierras de sus amores, Cuba y Colombia. La primera la vio nacer y le dio las herramientas para formarse como profesional en el campo de la medicina; la segunda le ha permitido edificar una carrera robusta en el mundo académico e investigativo, con un abanico de logros que la han convertido en referente para sus colegas y estudiantes.

Desde hace 18 años recorre los pasillos y las aulas del Rosario, buscando sembrar la semilla del conocimiento en centenares de jóvenes que se nutren alegremente de sus clases.

“Al llegar a Colombia me sentí en un ambiente muy acogedor y pude desarrollarme en todos los aspectos: en la docencia, pero también en la investigación. Cuando uno emigra se siente extraño inicialmente, pero yo me sentí siempre muy arropada, eso me hace muy feliz”, señala.

El primer impacto al llegar a una tierra extraña fue el intenso frío acompañado de los densos nubarrones que visten con frecuencia el cielo bogotano, pero como con todo en la vida –afirma– terminó por acostumbrarse y ya se siente plenamente adaptada o “aplatanada”, como suelen decir en Cuba.

Antes de trasladarse a Colombia ejerció como médica en Cuba; allí se especializó en Bioquímica Clínica e incursionó como investigadora en el campo de las neurociencias. Después vino el gran salto: emigró en 1995 a Bogotá, donde comenzó a trabajar en investigación, en proyectos relacionados con alteraciones del sistema nervioso y enfermedades metabólicas de personas de diferentes edades. “Me gusta que esta especialidad que elegí tiene las tres grandes áreas: he podido dedicarme al trabajo asistencial con los pacientes, como lo hice por algún tiempo, al trabajo investigativo y a la docencia”, relata.

Y ese anhelo lo hizo realidad en Colombia, donde ha podido ejercer en las diferentes áreas. Prestó su servicio social en la Unidad de Biología de la Procreación del Instituto Materno Infantil; allí participó en estudios metabólicos de recién nacidos y de sus madres.

Incursionó en la docencia en la Universidad Nacional y después de un año llegó a la Universidad Distrital donde dejó huellas durante casi una década. Por esas extrañas casualidades de la vida, en el año 2005 se enteró de que había una vacante en la Universidad del Rosario, hasta donde llegaron los ecos de su buen trabajo con los estudiantes y le dieron el sí para arrancar a escribir una nueva historia.

“Desde el comienzo fue muy satisfactorio, una transición muy tranquila”, cuenta la docente, quien ha dictado clases de bioquímica a estudiantes de medicina, de rehabilitación y de algunos posgrados. En un principio fue parte de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud pero posteriormente se vinculó a la Facultad de Ciencias Naturales.

En el Hospital Universitario Méderi continuó con el estudio de marcadores metabólicos de hipoxia perinatal en recién nacidos, un tema crucial en su trayectoria profesional. Pero ¿para qué sirven estos estudios y por qué la profesora Lilia ha dedicado buena parte de su vida a ellos? En resumen, sus investigaciones ayudan a identificar los factores que pueden incidir en la aparición de trastornos que presentan las mamás y los recién nacidos durante el periodo perinatal. El objetivo primordial es lograr la supervivencia del bebé y que tenga un neurodesarrollo adecuado.

“Los biomarcadores son moléculas, compuestos que se detectan en sangre y que nos pueden dar una aproximación del nivel del daño neurológico que está sufriendo el niño. Con base en ello se puede tomar una decisión para que ese menor tenga un control médico frecuente durante los primeros años y así logre un desarrollo lo mejor posible”, explica.

Uno de los problemas de salud que pueden presentar los recién nacidos es la asfixia perinatal, la agresión producida al feto o al recién nacido por la falta de oxígeno y/o la falta de una perfusión tisular adecuada (definición de los Protocolos Diagnóstico Terapeúticos de la Asociación Española de Pediatría) muy frecuente en esa etapa de la vida. “El niño puede sufrir alteraciones metabólicas por una disminución del aporte de oxígeno en el momento del parto, lo cual puede ocasionar daños neurológicos que a veces se manifiestan en su etapa escolar”, acota.

Actualmente, la profesora Lilia tiene el propósito de investigar, junto con el equipo de la Clínica Méderi, las repercusiones de la Covid-19 en las gestantes que sufrieron la enfermedad, cómo esta se manifestó en los niños y si se presentaron complicaciones en el periodo perinatal (desde 2020 hasta la fecha).

Recalca que la investigación es esencial para la humanidad; por eso insiste en la necesidad de ampliar el conocimiento sobre los grandes problemas que prevalecen en una sociedad.

“Hay muchísimos factores del entorno que están incidiendo permanentemente en el desarrollo de las poblaciones: las migraciones, los desplazamientos, la pobreza y sus consecuencias, la desnutrición o malnutrición. Todo eso impacta el progreso de la sociedad. De ahí que tengamos que empezar con investigaciones en todos los niveles. Tenemos que hacer un estudio multidisciplinar que abarque todos los aspectos”, enfatiza.

Su trabajo es ampliamente reconocido por sus colegas. De ello da fe el profesor Alejandro Ondo, quien la considera una mentora. Nos comparte que cuando él llegó a trabajar a la Universidad del Rosario y se enfrentó al reto de dictar bioquímica a los estudiantes de medicina, siendo biólogo de profesión, “la profe Lilia” le ayudó a identificar sus potencialidades de enseñanza y a ajustar sus conocimientos a las necesidades de los alumnos. “Es una persona que siempre está con disposición de colaborar; que es curiosa y creativa, y constantemente está pensando cómo se puede mejorar el trabajo que hacemos a nivel de docencia y de investigación”.

De esa manera, se ha ganado el respeto de toda una comunidad académica que reconoce el valioso aporte de la destacada y querida docente durante ese camino labrado en la Universidad del Rosario.

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Lilia del Riesgo Prendes, profesora Facultad de Ciencias Naturales, Universidad del Rosario.

“La profe siempre está motivada”

A largo de ese tiempo, la profesora Lilia ha gozado del aprecio y reconocimiento de sus estudiantes, quienes, en retribución de sus enseñanzas y entrega en las clases, la han elegido en repetidas ocasiones como una de las mejores docentes de la Facultad. El secreto: “La profe siempre está motivada”, así lo resume ella misma.

No en vano ha recibido varios galardones por su trabajo pedagógico en Colombia: Premio a la Docencia de Excelencia Juan Agustín Uricoechea y Navarro 2011; Profesora Distinguida de la Universidad del Rosario 2010; Reconocimiento a la Excelencia Académica por la evaluación del desempeño docente desde el primer semestre de 2003 hasta el primer semestre de 2005; y Reconocimiento a la Labor Científica e Investigativa de los docentes de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, entre otros.

Y es que, además de sus investigaciones clínicas, ha dedicado buena parte de su tiempo a mejorar los modelos pedagógicos, a trabajar con ahínco en el perfeccionamiento metodológico.

“La labor con los estudiantes me gratifica enormemente, más que ninguna otra cosa. Esa relación de cercanía que establezco con ellos contribuye mucho a mejorar la estrategia de aprendizaje y los métodos de enseñanza”, señala.

Como lo expresa el profesor Ondo, ella es una persona que siempre está pensando en lo que el estudiante necesita aprender de acuerdo con su perfil profesional y el área disciplinar que ha escogido, para adaptar las clases a dichas necesidades. “Pienso que hace una labor docente que es muy destacada para lograr que los estudiantes identifiquen y valoren la importancia de la bioquímica en el campo profesional que han escogido para su futuro”.

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“Al llegar a Colombia me sentí en un ambiente muy acogedor y pude desarrollarme en todos los aspectos: en la docencia, pero también en la investigación. Cuando uno emigra se siente extraño inicialmente, pero yo me sentí siempre muy arropada; eso me hace muy feliz”.

Y agrega que por eso y mucho más los estudiantes le profesan enorme respeto y afecto. “La identifican como una persona muy cálida, cercana, con quien pueden contar, por quien fácilmente despiertan cariño y empatía. Ella ha luchado mucho por lograr que la bioquímica sea una asignatura que se enseñe con amor y que los estudiantes le encuentren el gusto y la aprendan también con amor”, añade.

Y ese afecto claramente es mutuo, como lo deja ver la investigadora, quien expresa que los estudiantes con los que se relaciona a diario logran transmitirle toda su vitalidad y entusiasmo. “Son gente joven, con toda la vida en sus ojos y en sus corazones. Eso lo impulsa mucho a uno”.

Médica por convicción

Si bien nació en uno de los epicentros de la medicina en la región, la profesora Lilia confiesa que su elección fue por convicción. “Estudié medicina por una motivación muy personal. Es una inclinación que tuve desde muy niña, y gracias a Dios he podido recorrer este camino. Soy afortunada porque estudié la carrera que me gusta y he desarrollado toda mi vida y mi profesión en esa carrera”, expresa con entusiasmo.

Hoy, desde las aulas del Rosario, mira atrás con gratitud y sigue viendo el futuro con esperanza. Ahora no sólo es una médica por convicción consagrada a su misión profesional, sino también una rosarista en todo el sentido de la palabra: “Me he sentido muy honrada desde el primer día que puse un pie acá. El ambiente es muy familiar, solidario; lo hace sentir a uno en casa. Y cuando uno se siente en la casa, se siente bien. Ese es el espíritu de la Universidad en todas las sedes y en todos los niveles. Uno no se siente diferente ni con las directivas ni con los compañeros cercanos, ni con los estudiantes… con nadie. Todos están en una actitud de mucha colaboración, de búsqueda de soluciones”, recalca.

Hay que decir también que es colombiana, no sólo legalmente, sino de alma y corazón; una mujer isleña y andina, que se debate ante dos nostalgias: “Cuando estoy en Cuba extraño el dinamismo de Bogotá mucho más de lo que extraño La Habana estando aquí. Pero aquí siempre recuerdo mucho a La Habana. Es una mezcla de sensaciones que ha enriquecido mi espiritualidad”.

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“El trabajo con los estudiantes me gratifica enormemente, más que ninguna otra cosa. Esa relación de cercanía que establezco con ellos contribuye mucho a mejorar la estrategia de aprendizaje y los métodos de enseñanza”.

Sin embargo, hay algo que nadie podrá sacarle jamás de su ADN: su amor por el mar, el recuerdo del puerto de su ciudad natal, donde contemplaba a diario el jugueteo de las olas. “Eso lo extrañé mucho y lo sigo extrañando, porque cuando uno es isleño, es difícil empezar a acostumbrarse a la tierra firme”.

Y aunque Bogotá no tiene mar, le ha regalado una carrera llena de gratificación y satisfacción. Ella sabe que, como las olas, la vida está en constante movimiento y, al final, siempre podrá visitar Cuba cuando el alma añore el suave canto de las aguas cálidas del Caribe. Por ello, una vez al año procura volver a sus raíces.

Su personalidad también podría considerarse una mezcla de ambos lugares. Si bien, se considera exigente, responsable y disciplinada en todos los aspectos de su vida, en ella aflora un espíritu entusiasta. “Veo las cosas desde el punto de vista bueno, con ese cariz con el que pienso que hay que ver las cosas en la vida. Disfrutar todos los momentos. Lo cotidiano es lo que más lo llena a uno. Si uno está viviendo con toda la plenitud y las posibilidades, la edad es un tema secundario”.

Ello lo corrobora el profesor Alejandro Ondo: “Es una persona alegre, que, por lo general, siempre busca ver lo mejor de cada momento y estar en una buena disposición. Es una mujer muy tierna, con una fuerte vocación de mamá, por eso siempre está pendiente y al cuidado de las otras personas”.

La profesora Lilia está convencida de que “todo se puede mejorar en este mundo”, de que nada está hecho por completo. De ahí que se preocupe cada día, no sólo por ser mejor persona, sino por perfeccionar su labor pedagógica e investigativa.

Por esa razón continúa trasegando entre las aulas y las clínicas, donde ha podido tejer sus sueños y aportar una grandiosa cuota para mejorar la calidad de vida de los pacientes; donde ha podido abonar la vocación de sus estudiantes; donde ha logrado construir lazos con colegas que admiran y honran su legado; donde ha dejado una impronta indeleble de amor por el conocimiento.