Decía Felipe II, refiriéndose a la circulación de libros entre Europa y América que “…Hay en estos reinos muchos libros, así impresos en ellos como traídos de fuera, en latín y en romance y en otras lenguas, en que ay herejías, errores y falsas doctrinas sospechosas y escandalosas y de muchas novedades” (Cédula Real de 1570). Esta afirmación, que daría pie a la fundación de tribunales inquisitoriales americanos para el control de lola palabra escrita, es una muestra de que la circulación de esta en el mundo de la época se encontraba consolidada desde inicios de la Edad Moderna. Dicha circulación se extendía a través de toda Europa mediante el uso de redes comerciales y culturales.

Estas redes, en las que participaban instituciones e individuos por igual, se expandieron y multiplicaron a medida que la imprenta y la producción general de textos fue consolidándose y creciendo, permitiendo un aumento en el consumo de material escrito. Así pues, a través de estos entramados culturales y económicos circuló el patrimonio escrito, de manera más o menos libre, en diversas formas: textos impresos, manuscritos y cartas, entre otros, a través de fronteras que, en términos de circulación del conocimiento, han probado ser porosas, abiertas e interconectadas.

En este sentido, el congreso “Patrimonio escrito en circulación: redes culturales y comerciales en la edad moderna” ha logrado reunir distintos estudios que, desde una perspectiva global, exponen cómo la palabra escrita circuló entre los distintos Estados y territorios durante la Edad Moderna, qué medios se utilizaron para hacer esta circulación realidad, qué tipos de productos escritos circulaban, quiénes hacían parte de este intercambio y cómo estos individuos e instituciones conformaron redes especializadas para este intercambio.

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