Retórica en el mundo
Felipe Charry
El presente ensayo se dispone a analizar cuál es la relación entre la retórica y la epistemología tomando como base el diálogo platónico Gorgias. Para este propósito se iniciará con un breve resumen de lo discutido en el mismo, con especial enfoque en la sección que corresponde a la discusión de Sócrates con el sofista que da nombre al diálogo.
Posteriormente se dará una descripción de los conceptos de retórica y epistemología que se utilizarán transversalmente en el escrito, y se hará una relación entre los mismos. El objetivo de este texto será demostrar que la retórica parecería ser una herramienta para la discusión que, como tal, por sí misma, no debería generar ningún tipo de discurso, ni tiene aunada ninguna ideología detrás, pero que, a pesar de esto, sí generó unas ideas sobre ontología y epistemología entre los sofistas de la antigüedad. Lo interesante de esta discusión es dilucidar que, a primera vista, las herramientas, como la retórica, parecen tener el beneficio de ser imparciales en su contenido y productos; sin embargo, también éstas cuentan y generan una carga ideológica y toman partido en la concepción del mundo y de las relaciones de las personas. Por ende, las herramientas como estas tienen naturaleza y efectos epistemológicos, ontológicos y, además, políticos. En el final del ensayo, se presentarán unas breves reflexiones que versen sobre los efectos y el cuidado que se debe tener al pensar que la delegación del progreso social en instrumentos aparentemente neutros es el paso correcto por tomar cuando, en realidad, estos instrumentos pueden tener o generar el tipo de discurso que se quiere evitar.
El diálogo inicia con Calicles mofándose de Sócrates por haber llegado tarde a la presentación que Gorgias está haciendo para entretenimiento del público. Sócrates se interesa por saber quién es Gorgias, en cuanto a su profesión, y qué hace con esta.
“Sóc. – Sin duda; pero no se te preguntaba cómo es el arte de Gorgias, sino cuál es y qué se debe llamar a Gorgias. Del mismo modo que antes respondiste con exactitud y brevedad a los ejemplos que te propuso Querefonte, dime también cuál es el arte de Gorgias y qué nombre debemos dar a éste” (448e-449a).
Gorgias, ante la interrogante contesta que su arte es la retórica, a lo que Sócrates responde que se le debe denominar orador, a lo que Gorgias asiente (449a). Sócrates después cuestiona si éste puede hacer oradores a otras personas, a lo que Gorgias contesta que sí. Acto seguido, Sócrates le pregunta “(…) respecto a la retórica; ¿cuál es el objeto de su conocimiento?” (449d), a lo que contesta “Los discursos” (449d). Después de una serie de clarificaciones que Sócrates puntualiza a través de preguntas, éste vuelve a presentar le pregunta de esta manera:
“Puesto que la retórica es una de las artes que se sirven preferentemente de la palabra, pero hay también otras en estas condiciones, procura decir sobre qué objeto ejerce su eficacia la retórica por medio del lenguaje. Por ejemplo, si sobre alguna de las artes de que ahora hablaba, alguien me preguntara <<Sócrates, ¿qué es la aritmética?>>, le contestaría, como tú ahora, que es una de las artes que produce su eficacia por medio de la palabra. Si, continuando la pregunta, me dijera: << ¿Sobre qué objeto? >>, le contestaría que sobre lo par y lo impar y la cantidad de cada uno” (451a-b).
Gorgias en una tibia respuesta contesta que trata de “los más importantes y excelentes de los asuntos humanos” (451d), a lo que Sócrates responde que hay asuntos más importantes como la salud, la belleza y la riqueza, siendo los cuidadores de éstas, correspondientemente los médicos, los maestros de gimnasia y los banqueros. Gorgias replica que la retórica es más importante que los tres elementos mencionados porque el orador puede dominar a las tres personas. Así, Gorgias da la definición de la función de la retórica siendo el “ser capaz de persuadir, por medio de la palabra” (452e). Sócrates en este punto (453a) siente que se empieza a dilucidar mejor el concepto de la retórica, pero no encuentra todavía claro el objeto ni el tipo de persuasión que lleva a cabo esta actividad. El filósofo, para dilucidar el tipo de respuesta que quiere propone el ejemplo de Zeuxis, ilustrador de la época, preguntándole a Gorgias qué es lo que éste pinta. Gorgias contesta que pinta animales y Sócrates pregunta exactamente qué tipo de animales y de qué modo ya que hay muchos otros que también pintan otros animales y con estilos peculiares. De la misma manera, quiere saber sobre qué es lo que produce persuasión y de qué manera, porque hay otras artes[1] – tekné – que también tienen capacidad de convencimiento, pero sobre muchas materias, a las cuales no cabría llamárselas retórica. Gorgias afina la respuesta mencionando que trata sobre la persuasión “en los tribunales y asambleas (…) sobre lo que es justo e injusto” (454b).
Este punto ha generado un intenso debate entre los comentaristas. Doyle ha hecho entender que esta respuesta de Gorgias no es del todo confiable, puesto que el sofista no ha comprendido un punto esencial: la distinción entre el objeto de la retórica y el objeto del producto de la retórica. En efecto, el autor citado afirma, de este mismo pasaje, que
“Gorgias no afirma que lo justo y lo injusto sean el objeto de la retórica. Él afirma que lo justo y lo injusto son el objeto de la persuasión que constituye el producto de la retórica” (Doyle 2011, pg. 16 – traducción propia, cursiva del original).
Como tal, se puede leer a Doyle considerando que Gorgias ya dio una respuesta satisfactoria a la pregunta por el objeto de la retórica. Si se retoma el pasaje 449d, en el cual el sofista definió el objeto de la retórica como los discursos, la respuesta es satisfactoria ya que de esto trata verdaderamente la retórica, de convencer y persuadir mediante el uso de la palabra. En otras palabras, no puede predicarse que la retórica trate sobre un tema unívoco, como la justicia o la injusticia, ni efectivamente lo hace. Así pues, en la sección entre 456a – 457c Gorgias relata varias oportunidades en las cuales se ha utilizado a la retórica como herramienta para el convencimiento del otro, siendo el paradigma el relato del enfermo que no seguía las recomendaciones del doctor, pero sí fue convencido de seguirlas gracias a un sofista. En la mencionada sección, Gorgias también hace la salvedad de que no se debe culpar al maestro sofista por los malos usos de la retórica, ya que ésta es evidentemente un arma supremamente poderosa en la vida social del Ateniense promedio.
De lo anterior, entonces, podría concluirse que como tal la retórica no tiene un objeto del cual predicarse una visión de mundo, de la ética, de lo existente o de lo político. Parecería ser una herramienta más dentro de la evolución de la sociedad, como las artesanías que embellecían y servían para guardar los bienes de los griegos. Así, no es capaz de producir un conocimiento diferente al que verse sobre los discursos convincentes, puesto que ese es su objeto de estudio y práctica. De lo contrario, debería ser dudoso cualquier planteamiento que ésta proponga ya que sobrepasaría sus límites de enfoque.
Hasta tal punto representa la retórica una herramienta que Nicolás Parra en Amistad y guerra: el verdadero arte de la política como alianza entre filosofía y retórica en el Gorgias de Platón afirma que el mejor ejercicio de la política ateniense – que Sócrates reconoce como el que él verdaderamente practica – puede ser sólo practicado a través de una reconciliación entre filosofía y retórica. Efectivamente, Parra afirma que
“Mi aseveración es que sólo después de haber establecido una amistad entre filosofía y retórica puede surgir a la luz el verdadero arte político, aquel que Sócrates afirma practicar. El verdadero arte político está asentado en una retórica filosófica y una filosofía retórica, el verdadero arte político requiere el intentar crear una comunidad de diálogo que investigue la naturaleza de lo justo y cuyos miembros estén dispuestos a ser movidos por lo justo.” (Parra 2012, pg. 79 – traducción propia).
Ahora bien, frente al otro término de enfoque de este ensayo – epistemología – vale indicar la siguiente definición: el estudio del conocimiento y la creencia justiciada[2]. Se puede evidenciar, entonces, que el objeto de la epistemología es el conocimiento y la creencia justificada; cómo, porqué, cuándo nosotros estamos conociendo y aprehendiendo el mundo que nos rodea, con pretensiones de universalidad y atemporalidad. Más allá de lo anterior, el conocimiento puede ser entendido como la “opinión verdadera justificada”[3].
La relación entre los conceptos parece no ser muy interesante. Por una parte, la retórica busca idear las más variadas formas de convencer por medio de la palabra, sin importar tanto el contenido, mientras que, por el contrario, la epistemología intenta buscar todos los pormenores del conocimiento de la manera más ajustada con la realidad. Así, tal vez podría pensarse solamente que la epistemología podría valerse de la retórica como herramienta de divulgación para los contenidos más valiosos que se puedan lograr. Sin embargo, no parecería ir más allá.
Siguiendo con esto, puede entenderse que la epistemología toque temas sobre ontología, metafísica y política, ya que, para las primeras dos, trata sobre lo existente y lo verdadero, mientras que, para el tercero, puede aplicar esto que conoce en la vida en sociedad. Ahora bien, comparado con lo que se decía anteriormente que la retórica no tiene cabida sobre estos mismos temas, es evidente que hay mayor contraste en este punto. En efecto, se mencionó que la retórica no tenía cabida por cuanto su objeto no tocaba ninguno de estos temas. Sin embargo, los sofistas, a partir de la retórica, empezaron a tener sus propias ideas de cómo era el mundo, cómo era el conocimiento y cómo debía ser el gobierno de las personas.
Johnstone en Sabiduría sofística propone que los sofistas tenían fuertes ideas acerca de cómo es el mundo para un sofista que utiliza todo el tiempo la retórica. En efecto, el autor relata que
“Como el lenguaje no tiene una conexión inherente a una ‘verdad’ objetivamente existente y estable, como toda ‘verdad’ es cuestión de apariencia y opinión, y como las opiniones siempre son susceptibles a los encantamientos e ilusiones del lenguaje, la empresa de la persuasión es, al final, una suerte de ‘acto’ o ‘juego’” (Johnstone 2006, pg. 278 – 279; traducción propia).
De esta cita, entonces, podemos analizar toda una serie de características de la retórica que veían presentes los sofistas de la época de Sócrates. En primera medida, Johnstone está afirmando que, según los sofistas, “el lenguaje no tiene una conexión inherente a una ‘verdad’ objetivamente existente y estable” y “toda ‘verdad’ es cuestión de apariencia y opinión”. Su campo de acción, la palabra, los ha llevado a la primera aseveración metafísica: por una parte, que el lenguaje no tiene relación con la verdad objetiva del mundo exterior, y que las verdades son apariencias que dependen de una opinión. Sin adentrarse en si esto es cierto o no, es claro ver que la utilización constante de la retórica en todas sus relaciones ha llevado a que consideren una visión del mundo en la que se puede negar la existencia de lo externo al ser humano o, en menor grado, decir que lo único que existe es lo que cada una de las personas puede percibir personalmente. Por demás, cuando menciona que “las opiniones siempre son susceptibles a los encantamientos e ilusiones del leguaje” está apelando a los poderes persuasivos, objeto del estudio de la retórica. Por ende, los sofistas ven, a partir de su ejercicio demagógico, una forma en que se presenta la realidad y deciden hacer uso de sus particularidades para tomar mayor poder dentro de la sociedad en la que estaban viviendo.
La retórica a pesar de parecer una herramienta que no podía traer incluido ningún tipo de comentario sobre el mundo externo o sobre el contenido de la realidad, efectivamente lo traía e influenció en gran medida al pueblo ateniense de la época para la dirección de la política de la ciudad. Esto resulta altamente preocupante debido a que estaba permitiendo que muchas personas con ideas muy erróneas pudieran participar de la política ateniense y hacer malos trabajos que influyeran negativamente en la población.
En la actualidad vale hacer la pregunta de si habrá algo que se asemeje a la retórica. Para este ensayo, lo más similar que se puede encontrar es la tecnología. Los nuevos descubrimientos e invenciones en el área de la tecnología, aún en mayor medida, han afectado de manera imparable la vida de las personas más que ningún otro descubrimiento antes. Sobre la tecnología pesa una presunción de neutralidad con un gran valor, incluso más importante que el que tenía la retórica de los antiguos. En efecto, muchas personas que utilizan y depositan su fe en la tecnología creen que sus resultados son objetivamente los mejores y actúan como si el progreso ya estuviera escrito y fuera solamente la tecnología la capaz de transitar ese sendero. Sin embargo, a través de este ensayo se ha intentado dejar claro que se debe desconfiar de este tipo de herramientas, por cuanto pueden ser mentirosas e implementar una ideología en su trasfondo que sea más maliciosos que los problemas que se intenten solucionar.
Referencias
[1] Otro punto de la conversación, que va a ser trascendental para el diálogo es la pugna por la calificación de la retórica entre arte y adulación, como algo que verdaderamente o sólo en apariencia hace mejores a los hombres.
[2] Recuperado de: https://plato.stanford.edu/entries/epistemology/#WIK
[3] Ibidem; aunque dentro de las discusiones filosóficas no hay univocidad en el uso del término, en general esta es la definición más clásica y menos problemática.