“Tesis de filosofía de la historia” o sobre la posibilidad de una historia “desde abajo” a partir de las reflexiones de Walter Benjamin
Jessica Alejandra Neva
Jessica Alejandra Neva
Las “Tesis de filosofía de la historia” fueron publicadas por primera vez en 1942, dos años después de la muerte de Walter Benjamin. El propósito de su escritura fue el de elaborar un sistema teórico a partir del cual se pudiera llevar a cabo un análisis crítico de la sociedad moderna. Y pese a que tuvieron muy poca receptividad en los primeros años de ser publicadas, lo cierto es que en las últimas décadas han sido objeto de arduas reflexiones en la academia. El presente texto tiene como propósito explicar las “Tesis sobre la filosofía de la historia” de Benjamin. Para esto su contenido se organizará en torno al interrogante que se considera el principal de las tesis, a saber, ¿qué es hacer historia crítica? De este modo, las tesis serán agrupadas y expuestas de la siguiente manera. En primer lugar, se encontrarán las tesis de la [1] a la [4], las cuales son el preámbulo del texto. Estas señalan y justifican el porqué de la conjunción de dos elementos, a simple vista, irreconciliables para ser abordado el pasado por parte del historiador benjaminiano: el materialismo dialéctico y el mesianismo judío (Benjamin pretenderá secularizar este último). En segundo lugar, las tesis posteriores serán tomadas teniendo como base la distinción entre dos tipos de cuestionamientos de la filosofía de la historia: por una parte, el concerniente a la manera en que se conoce el pasado (las tesis de la [5] a la [8], la [12], la [14], y de la [16] a la [18]) y, por otra parte, el referente al sentido del pasado (las tesis de la [9] a la [11], [13] y [15] ).
Como se venía diciendo, las Tesis fueron pensadas por Benjamin como un sistema teórico para la sus análisis en torno a la modernidad. Al tener en cuenta que el filósofo alemán viene de una tradición marxista, podría pensarse que sus tesis se reducen a ser una simple exégesis del pensamiento de Karl Marx. No obstante, al profundizar en el estudio de su escrito se observa la originalidad de la propuesta del autor. Su innovación consiste en proponer el estudio del pasado desde la combinación de la concepción marxista de la historia con el concepto teológico de “mesianismo”, entendido desde la tradición judía. El intento de conciliar estos dos elementos opuestos puede explicarse entendiendo a Benjamin como un dialéctico de la Ilustración, es decir, como un pensador que pese a que cree enlas consignas de la Ilustración, a la vez es consciente de que esas consignas no han podido responder al contexto del hombre concreto (temporal, mundano) . Por lo que reevalúa y, si es necesario, rescata algunos elementos que la Ilustración pretendió dejar atrás. Cabe decir que esto está en concordancia con la idea de Benjamin de querer aprehender el sentido de lo que ya es considerado extinto. En palabras de Reyes Mate: “(…) Una de las ideas más originales de Benjamin […] es la de cómo captar lo que hay de vida en lo dado por finiquitado. Un acontecimiento o una palabra del pasado puede tener significaciones que escaparon no solo de los contemporáneos, a pesar de estar tan cerca de lo ocurrido, sino incluso al autor de la frase” . A continuación se tratará en detalle la relación entre materialismo dialéctico y mesianismo.
Quizá, sería conveniente comenzar esta parte con el siguiente interrogante: ¿qué significa hacer historia desde el materialismo dialéctico? Para empezar, es necesario señalar qué es lo que relaciona a Marx con los otros materialistas de su tiempo: la idea de emprender un análisis del mundo a partir de lo sensible; es decir, de lo que se observa o está en el mundo. Ahora bien, lo que Marx no comparte con esta corriente filosófica es que las teorías de los filósofos materialistas no tienen en cuenta la historia: desarrollan sus teorías sin concretizarlas en el transcurso histórico (Schmidt, 1977, pág. 17). Esto por la razón de que no han logrado desligarse por completo de una concepción abstracta y, por ende, ahistórica del hombre. Contrario a esto, Marx piensa al hombre en constante cambio. Estos cambios se deben a su relación dialéctica tanto con otros hombres como con la naturaleza. Pero, ¿por qué el hombre se desenvuelve con base a estas dos relaciones? Porque el hombre necesita producir su vida material. Ahora, la manera en que la produce se transforma. El hombre cambia constantemente los medios de producción a través de los cuales abastece sus necesidades materiales. Y a partir de los cambios en los modos de producción de la vida material es que se puede entender al hombre en la historia. Profundizando en su análisis de la historia, Marx observa que ha existido un antagonismo de clases; es decir, una oposición entre clases sociales, consistente en que una de ellas es la que detenta el poder sobre los medios de producción, mientras que la otra está despojada de ellos. Por lo que en todo momento ha habido una gran parte de seres humanos subyugados ante una minoría. De esta manera, Marx concibe la historia de la humanidad como la historia de la lucha entre las clases sociales (Reyes Mate, 2006, pág. 20).
Como buen seguidor de Marx, Benjamin está de acuerdo con la concepción marxista de la historia, específicamente, con la idea de que ha existido una constante lucha de clases, la cual genera tanto vencedores como vencidos. Sin embargo, se distancia de Marx en dos aspectos: (1) imprime un carácter teleológico a la historia. Este consiste en concebir todos los estadios por los que ha atravesado la humanidad como pasos necesarios para lograr un objetivo: el progreso y la liberación completa del hombre. (2) Desde una interpretación ortodoxa de Marx, en reducir todos los procesos sociales al ámbito económico. En cuanto al primero, Benjamin, al igual que todos los pensadores de la teoría crítica, considera pernicioso considerar que por alcanzar un fin determinado es válido hacer uso de cualquier medio. Por ejemplo, sacrificar vidas para que las generaciones siguientes logren un objetivo. Benjamin es muy crítico con esto, tal como lo expone en su tesis octava, donde plasma su indignación ante la justificación de la subyugación de una parte de la humanidad con miras al progreso moderno (Benjamin, 1973, pág. 182). Con respecto al segundo, Benjamin se opone al reduccionismo que hace Marx. Si bien la vida material es de suma relevancia, no lo es menos todo lo relacionado a la espiritualidad del hombre. Contrario a Marx, considera que el conjunto cultural no se comprime por completo a los medios de producción que instaura la clase dominante. La espiritualidad también tiene una parte independiente, la cual puede ser de gran importancia al momento en que se emprenda la lucha contra los dominadores (Benjamin, 1973, pág. 179).
Teniendo en cuenta los puntos generales en los que Benjamin se distancia del pensamiento de Marx, es más claro entender la razón por la que introduce el concepto de mesianismo en su teoría de la historia. El mesianismo es una noción de origen judío. Consiste en hacer justicia a las generaciones sometidas en tiempos pasados. En pocas palabras, compromete a la generación presente con las generaciones pasadas en la idea de no permitir que las injusticias cometidas a estas queden en el olvido (Benjamin, 1973, pág. 177). Y es de suma importancia el mesianismo en la propuesta de Benjamin porque llena los espacios que quedan vacíos al no ser aceptadas algunas ideas de la filosofía de Marx. Con la conjunción de materialismo dialéctico y mesianismo, Benjamin introduce una manera original de entender la historia. Cabe advertir que Benjamin le da preponderancia al materialismo dialéctico sobre el mesianismo. Esta noción teológica solo tiene un papel secundario (Benjamin, 1973, pág. 177). En pocas palabras, solo es útil mientras corrija aquellos puntos del materialismo dialéctico que no tienen en cuenta el sufrimiento (manifestado en las injusticias, la imposibilidad de lograr un sentido de vida, entre otros) de los vencidos en el pasado.
En torno a tres postulados gira la crítica de Benjamin a la manera en que se han venido desarrollando el conjunto de historiografías que él denomina como historicismo: (1) su pretensión de objetividad, (2) el sujeto central de la historia, y (3) la empatía del historiador con el vencedor. En cuanto a la primera, cabe recordar que el historicismo suele concebir la historia como un conjunto de hechos pasados. El papel del historiador es abordar la historia con procedimientos científicos para así mantener su objetividad. En suma, en el historicismo se cree que el pasado puede ser tomado tal cual sucedió, a partir del uso de un método científico para su investigación. Así, se puede tener una pretensión de verdad con respecto al pasado. Contrario a esto, Benjamin considera que el pasado no debe ser abordado como un simple conjunto de hechos, sino como una realidad que puede advertir sobre un determinado riesgo. En palabras de Benjamin:
“(…) Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente ha sido”. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialista histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improvisto al sujeto histórico en el instante de peligro […] [el peligro] en ambos casos es el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante.
En cuanto a la segunda y la tercera tesis, Benjamin señala que el sujeto central de la historia es siempre el vencedor de la generación de su época. Y que por él el historicista tiene un sentimiento de empatía. Esto es de suma preocupación ya que el narrar los hechos desde el vencedor, deja en el olvido a los oprimidos . No les da campo en la escritura de la historia. Por lo que los historicistas continúan manteniendo el statu quo en el presente. No permitiendo la redención de los vencidos en el pasado y, por ello, impidiendo la felicidad de la generación presente. Hay una vinculación entre las generaciones pasadas y la presente, la cual consiste en que a la presente le ha sido dada la fuerza mesiánica: hacer justicia a las generaciones del pasado. Solo de esta manera la generación presente es que logra su felicidad. Así, la felicidad de los vivos está en estrecha relación con la redención de los muertos .En síntesis, Benjamin considera que el historicismo no tiene una base teórica mediante la cual elaborar el estudio del pasado: “(…) [el historicismo] no tiene ninguna armadura teórica. Su procedimiento es aditivo: proporciona una masa de hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío” . Por lo anterior, Benjamin pone todos sus esfuerzos en concebir una teoría del conocimiento ajena a las características propias de las vertientes del historicismo. Siguiendo la interpretación de Reyes Mate, puede decirse que la teoría del conocimiento por la que va en busca Benjamin se pregunta por tres elementos fundamentales: (1) el conocimiento, (2) la realidad y (3) la verdad. En primer lugar, con respecto al conocimiento Benjamin se pregunta sobre el sujeto que conoce, la realidad que conoce y la relación entre el sujeto y su realidad . En cuanto al sujeto, para Benjamin este es el sometido, el que lucha en contra de los dominadores . Lo que le interesa ante todo de él es su debilidad y su experiencia como sujeto oprimido . Gracias a esta experiencia tiene una mayor capacidad de aprehensión de la realidad que el resto de sus semejantes. De este modo, él es el que puede detectar y, posteriormente, proceder con la crítica ante los dominantes. En segundo lugar, Benjamin en oposición al “tiempo continuo” del historicismo propone un “tiempo pleno”, caracterizado por concebir la realidad en movimiento. No como algo inerte que está a disposición de cualquier tipo de interpretación que quiera hacer el historicista sobre él . Ahora bien, la realidad pasada está en viva. Es facticidad y posibilidad, dado que en ella debe pensarse lo que pudo haber sido y no fue.
Por último, la verdad no es definida por Benjamin tal cual como la define el historicismo, es decir, como los hechos como ocurrieron. Teniendo en cuenta que para Benjamin la historia tiene que dar cuenta del pasado en tanto crítico, como recuerdo de la opresión que vivieron los vencidos, la verdad para Benjamin tiene que articularse con el testimonio. En pocas palabras, la verdad es la realidad tomada integralmente: como lo que pudo ser y no fue (para el bienestar de los oprimidos), también como lo que fue y, por ende, significó para los vencidos. Finalmente, como aquello que habla al presente, que lo advierte y le atribuye una responsabilidad mesiánica sobre las generaciones pasadas.
Benjamin le atribuye al pasado un sentido político. Por ello, la historiografía materialista es constructiva. Esto es algo que se entrevé con la unión de materialismo dialéctico y mesianismo. Sentido político consistente en tomar como consigna el mesianismo. En: “(…) ver el mundo bajo el punto de vista de la redención […] es leer el fracaso de los proyectos personales o colectivos como privación de un derecho” (Benjamin, 1973, pág. 25). Pero este derecho no es solo de los vivos. Benjamin amplia la inclusión de los muertos en los asuntos políticos, al atribuirles derechos que se traducen en deberes para los vivos. Por otra parte, Benjamin es radical en cuanto al ideal de la abolición de clases se refiere. De esto su crítica a la socialdemocracia de su tiempo que, según afirma él, vendió sus ideales al conciliar con el sistema dominante y, por ello, explotador. En resumen, el punto clave que reprocha Benjamin a la socialdemocracia es su conformismo, mostrado en la terqueza de continuar manteniendo una idea de progreso. Lo cual puede conllevar a una visión teleológica de la historia y, con esto, a permitirse el sacrificio o el sufrimiento de unos por el bienestar futuro de otros. Todo esto lo pone en evidencia Walter Benjamin con el propósito de advertir al historiador materialista dialéctico de los riesgos que puede correr continuamente. A saber, el de volverse un instrumento de los dominadores y, por ende, impedir la redención de los muertos y la felicidad de los vivos.
Conclusión
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente dicho, ahora quisiera hacerse una breve profundización en la idea de redención. Como señala Reyes Mate, la idea de redención de los muertos resulta siendo una aporía en el pensamiento filosófico de Walter Benjamin (Reyes Mate, 2006, pág. 27). Si bien la idea de redención de los muertos tiene cabida, y mucho sentido, dentro de contextos religiosos (dado que en algunas tradiciones religiosas se concibe que Dios en algún momento resucitará a los muertos y los pondrá junto a los vivos para impartir justicia), se torna como un problema en la filosofía, y mucho más para un intelectual materialista como lo fue Benjamin. Ahora bien, si lo que quiere transmitir Benjamin con la noción de redención hacia las generaciones pasadas es que se mantenga en la memoria su sufrimiento, Horkheimer advierte que en este caso también habría un problema. Este consiste en que pese a que se mantenga en la memoria colectiva lo sucedido a los vencidos, no significa que con esto se pueda reparar el daño que les hicieron (Reyes Mate, 2006, pág. 26). No obstante, el descubrir dentro de la historia silenciada, detrás de la historia oficial, la perspectiva de los vencidos (sobre su apreciación de la realidad, de lo que les fue hecho y demás) es un paso hacia la posibilidad de una transformación en el modo en que se mantiene la escritura de la historia. El intentar, en oposición al historicismo, elaborar el pasado desde las historias de vida de los invisibles en su generación respectiva puede ser una fuente de aprendizaje para la generación presente, consistente en poner en funcionamiento una mentalidad crítica sobre las condiciones que hicieron posible su realidad. Condiciones que, claramente, se erigieron sobre el sacrificio de muchos hombres en el pasado.
Bibliografía
Benjamin, W. (1973). Tesis de filosofía de la historia. En W. Benjamin, Discursos interrumpidos I (págs. 177-191). Madrid: Taurus Ediciones S.A.
Reyes Mate, M. (2006). Medianoche en la historia. Madrid: Trotta.
Schmidt, A. (1977). Karl Marx y el materialismo filosófico. En A. Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx (págs. 15-70). Madrid: Siglo XXI Editores, S.A.