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Los senderos imposibles del ciclismo colombiano: un diálogo sobre la tradición deportiva que ha perfilado una identidad

Andrés Felipe Escovar

Ilustración de Anbilli

Ahora es el momento propicio para revisar lo que ha sido el trayecto de estos deportes como espectáculo y urdimbre para una identidad nacional. En ese marco, trabajos como los de Manuel Morales Fontanilla, plantean cuestiones en torno al papel que ha tenido el ciclismo en la construcción de una “colombianidad”. Este investigador y escritor colombiano, radicado en Estados Unidos por su trabajo como académico en la universidad de Richmond (Virginia), se ha ocupado de acercarse al deporte desde una mirada diferente a la de los meros datos históricos o el recaudo de anécdotas; más bien, parte de ellas para adentrarse en estructuras que se instalan en el pensamiento de quienes se consideran deudores y herederos de determinadas tradiciones. Pese a su posición actual, Morales Fontanilla refiere que su interés por el ciclismo nación de la fascinación:

-En abril de 1985, Francisco “Pacho” Rodríguez, se convirtió en uno de mis ídolos de infancia. Era todavía muy pequeño, pero fue ahí cuando nació mi interés por el ciclismo. En ese contexto, los triunfos de los grandes ciclistas eran imposibles de ignorar o sentir como “propios”. Luego, un poco más grande, seguí con atención la trayectoria de gente como Álvaro Mejía, Oliverio Rincón y Omar Hernández, así como el Mundial de 1995, en el que estuve como espectador en la pista del Luis Carlos Galán. En la universidad, ya como estudiante de historia, decidí dedicarme al deporte como tema porque creía firmemente que era importante rescatar memorias y narrativas desasociadas de la violencia política. Mi tesis de pregrado (en historia, porque también estudié derecho) fue sobre deportistas afrocolombianos, la de maestría sobre el deporte en Bogotá durante los 1920s, y para el doctorado mi proyecto fue inicialmente sobre el ciclismo y el fútbol durante La Violencia. Ese proyecto luego se convirtió en Impossible Roads.

Con Manuel Morales Fontanilla hemos sostenido un diálogo permanente desde que me contactó, luego de que apareciera en El Espectador de Martín Emilio “cochise” Rodríguez. Nuestra charla ha sido por escrito y con algunos mensajes de audio; aún no nos hemos conocido personalmente. Lo primero que planteamos fue su trabajo doctoral, que ha desembocado en un volumen cuya primera edición se hará en inglés, aunque él tiene la expectativa de una traducción y consecuente circulación en nuestra lengua.

-Mi libro se llama impossible Roads: Cycling, Difference, and Territory in Colombia, 1930 -1995. El libro es una revisión exhaustiva de mi tesis de doctorado y examina el ciclismo competitivo en carretera desde sus inicios en 1929 hasta su consolidación como un espectáculo de masas. El libro muestra cómo, en momentos críticos de nuestra historia, el ciclismo se convirtió en un locus dónde ideas sobre las jerarquías sociales, la cultura, la geografía, y la identidad (local, regional, nacional) fueron creadas, recreadas, reproducidas y contestadas. Adicionalmente muestro como el llamado “verdadero deporte nacional” históricamente ha sido masculino, blanco mestizo, y se ha concentrado, casi que exclusivamente, en la región Andina. En el libro uso materiales de archivo, prensa y fuentes orales. Afortunadamente he tenido el privilegio de hablar con mucha gente del campo ciclístico y a todos les agradezco su ayuda. Sin ellos, el proyecto no existiría.

-¿Qué papel ha jugado el ciclismo en la construcción de una identidad nacional en Colombia?

-La pregunta sobre la relación entre el ciclismo y la construcción de la identidad nacional en Colombia es central para cualquier proyecto que busque indagar el pasado de la actividad y su importancia en el país. Yo concibo la identidad nacional en un sentido diacrónico. Esta debe pensarse vis a vis el territorio, el lenguaje, la memoria, los mitos, la economía, la ley, la cultura, las ideas sobre el género y la raza, la pertenencia y la forma en que estos elementos, y su significado, cambian en el tiempo y en el espacio.  En ese sentido, creo que es importante advertir que el aporte del ciclismo competitivo a la construcción de la identidad nacional es diferente en distintos periódicos históricos. Una cosa fue durante la primera mitad del siglo 20, otra durante los años 1950s, otra durante los 1960s y 1970s, otra durante los 1980s y otra desde el 2012 hasta el presente. Sin embargo, me animaría a decir que, desde la invención de la Vuelta a Colombia, en su practicas y discursos, el ciclismo competitivo ha privilegiado una idea de lo nacional que es blanca-mestiza, masculina y andina, y que en consecuencia ha excluido las geografías en las que el ciclismo no transita y los grupos sociales que históricamente no han participado activamente de esta actividad; las mujeres, las comunidades indígenas, y los afrocolombianos. Por otra parte, la identidad nacional también habla de lo que nos diferencia y de lo que nos hace similares. En el ciclismo competitivo los colombianos encontramos un espacio para mostrar una visión de lo que somos/aspiramos a ser que se opone a lo que no queremos ser/somos. La Colombia ciclista es la trabajadora, humilde, sacrificada, que no "se dopa”, no engaña o miente, gana por el mundo, y que es capaz de dejar su vida en la carretera. Un ejemplo que puede ser muy útil acá es el de la famosa imagen de Lucho Herrera, levantando sus brazos con el rostro ensangrentado cual cristo redentor, tras su victoria en Saint Etienne en 1985.  Por otra parte, la Colombia no ciclista es la de "los otros", la débil, la de la vida fácil, la pereza, la mentira, la muerte, y la derrota, esa en la que el ciclismo casi que desapareció del imaginario nacional.

-Se ha planteado la siguiente periodización: la primera mitad del siglo 20, los años 1950s, los 1960s y 1970s, los 1980s y desde el 2012 hasta el presente, ¿cuáles son las características de cada uno de dichos momentos con respecto a esa identidad? 

-En mi opinión, la relación entre el ciclismo y la identidad nacional hasta 1951 estuvo mediada por el carácter local de la mayoría de las competencias que se organizaron en el país. Las carreras se organizaban en circuitos, plazas de toros, y estadios en áreas urbanas. Con muy contadas excepciones se competía en espacios rurales o entre ciudades. Ese carácter local, hace que el tema de la identidad nacional no fuera central. A finales de la década de los años 1920s, la actividad se populariza, se importan más bicicletas y el ciclismo empieza a ser parte de los Juegos Nacionales. Durante los años 1930s, la identificación con lo nacional parece más clara de la mano del proyecto Liberal que, como lo han demostrado varios autores, era modernizador, nacionalista y en el que el deporte recibió algún apoyo estatal. Es también durante esa década que los ciclistas colombianos representan al país por primera vez en competencias internacionales. Primero en Panamá y luego en los Juegos Bolivarianos de Bogotá en 1938. Durante los años 1940s, con más clubes y la creación de la Asociación Colombiana de Ciclismo, se consolidan redes que, si bien no eran “nacionales” en el estricto sentido de la palabra, sí le dan a la actividad un sentido que va más allá de lo local. Se empiezan a generar los espacios que terminarán por constituir el campo ciclístico al final de la década. En los 1950s, gracias al apoyo de los medios de comunicación, la relación entre el ciclismo y la identidad nacional se fortalece. No hay duda, y no es ninguna novedad decirlo, que La Vuelta a Colombia se convirtió en una herramienta a través de la cual se hace una pedagogía del territorio y la geografía que enseña a las clases populares a “conocer” más el país, algunas regiones e idiosincrasias. Es acá donde el carácter andino, mestizo y masculino del ciclismo se consolida a pesar de que, por supuesto, hay intentos de llevar el deporte a territorios periféricos e incluir mujeres y otros sujetos subalternos. Un elemento adicional que vale la pena mencionar es que, en los primeros años de la Vuelta a Colombia, y las otras competencias regionales que se organizaron después, la mayoría de los corredores eran de las clases trabajadoras urbanas. Empleados de grandes fábricas que aprovecharon el ciclismo y su consolidación como deporte-espectáculo para vender sus productos. Hay mucha competencia y rivalidad regional que señala lo difícil que fue integrar la nación entorno a una sola idea. También en los años 1950s, a diferencia de lo que pasó con otros deportes, la evidencia muestra que hay un intento estatal por intervenir en el ciclismo y promover la actividad desde el campo político. Durante la dictadura de Rojas Pinilla, el gobierno interviene activamente al punto de que el coronel Marcos Arámbula es nombrado como presidente de la Asociación Nacional de Ciclismo, un puesto que ocupó por 26 años. Por último, la presencia de grandes corredores internacionales hace que el ciclismo se relacione más con la idea de lo nacional, representar al país, y vencer al “otro”. En los años 1960s y principios de los años 1970s la relación entre el ciclismo y la identidad nacional se fortalece gracias a grandes triunfos internacionales como el record de la hora y el campeonato del mundo de Cochise en 1971. También en términos de representación, es bastante significativo lo que pasa con la explosión del ciclismo Boyacense. No solo ese departamento dominó la Vuelta a Colombia, sino que además el deporte empieza a adquirir su ethos campesino tras la victoria de Rafael Antonio Niño en 1970. Ese carácter campesino es fundamental para entender la forma como se representa el ciclismo competitivo en términos de la identidad nacional desde entonces. Durante los años 1980s, el apoyo de la Federación Nacional de Cafeteros refuerza la idea de que los ciclistas son fieles representantes de la identidad nacional, así como del mundo rural y campesino. “El Jardinerito” es el tropo que quizá mejor describe el espíritu de esos años. Los triunfos en Europa son claves. Y acá es pertinente recordar que el ciclismo en ruta ha sido históricamente un deporte europeo, masculino, fuertemente estratificado, y que, comparativamente hablando, no es tan importante como otros deportes de conjunto pero que en Colombia siempre se ha mostrado como de alcance global. El ímpetu, la popularidad, y la celebración de la identidad nacional se mantiene durante los 1980s y principios de los 90s hasta el punto de llegar a ser sedes del Campeonato Mundial de Ciclismo en ruta y pista en 1995. Luego, vienen 17 años en los que el deporte pierde apoyo y la gente no sigue las competencias con el mismo interés a pesar de que hay grandes corredores cuyos éxitos a nivel nacional e internacional son innegables. A partir de 2012, tras la medalla de plata de Urán en Londres, hay un renacer del ciclismo en carretera y de la mano de grandes éxitos deportivos una explosión de nacionalismo e interés popular que solo se puede comparar con lo que pasó en los años 1950s y 1980s. Los medios entienden que el mercado tiene posibilidades de crecer y contribuyen celebrando incansablemente los triunfos de la “generación dorada”. Como en los años 1980s, los ciclistas vuelven a ser los representantes por excelencia de la nacionalidad y el ciclismo el “verdadero deporte nacional” en clara oposición al fútbol, siempre más popular, pero menos “ganador.” En un mundo dominado por las redes sociales y en el que los individuos pueden ser su “propia marca” el ciclismo colombiano se consolida como un producto con un gran potencial que se puede comercializar de la mano de las victorias y por supuesto de una celebración de lo nacional que, como en el eslogan de ¡Colombia es Pasión! es muy emotiva, pero de la que todavía siguen estando ausentes lugares, geografías, personas, e imaginarios.

-Ha mencionado a Arámbula, ¿cuál era la finalidad de instalar en el ciclismo a una persona como él? ¿qué efectos ha tenido su presencia en el ciclismo colombiano? 

-Marcos Arámbula es una figura interesante. En el contexto de los años 1950s fue decisivo para el gobierno militar y su intervención en el ciclismo. Como lo mencioné en mi respuesta anterior, durante esos años hay muy pocas cosas que conecten el campo deportivo con el político. Como estamos hablando de la época de La Violencia, la primera intuición es tratar de buscar puentes y conexiones entre el deporte y la violencia politica, pero ese no parece ser el caso. Al menos la evidencia no lo demuestra. Arámbula llega con la dictadura y maneja con un estilo bastante autoritario la Asociación Colombiana (luego Federación de Ciclismo). Es bien sabido que se hacía elegir, año tras año, con el apoyo de las ligas pequeñas mientras que las de departamentos más grandes se le oponían. Fue fuertemente criticado por los periodistas deportivos hasta su renuncia en 1980. Matt Rendell y un par de tesis de pregrado (Salazar 2020 y Peña 2021) recogen información que muestra como Arámbula continuó teniendo conexiones con el campo político, desde su posición en el ejército y en la federación, por ejemplo, en el contexto de las muy discutidas elecciones de 1970.  Arámbula también logró ser presidente de la Federación Panamericana de Ciclismo por 21 años, lo que demuestra su influencia en el deporte nacional e internacionalmente. Qué tanto se pueda conectar con la figura de Palomino hoy, resulta más complicado, aunque yo leo esa presencia militar/policial como parte del carácter masculino que caracteriza el ciclismo competitivo en carretera desde sus primeros años.

-En el marco de "La violencia", ¿cómo puede entenderse a la organización de un evento como La vuelta a Colombia con esta confrontación?

-Interesante pregunta. De hecho, la razón por la que escribí “Imposible Roads” fue esa. Quería saber ¿por qué? En ese contexto de violencia política en las zonas rurales se había organizado La Vuelta a Colombia. Mi análisis me llevó a concluir que la Vuelta a Colombia nace como resultado de una acumulación de factores, procesos, y contingencias históricas más que como una respuesta al contexto político. Como mencioné anteriormente, muy contrario a lo que afirman autores como Mauricio Silva, durante los años 1930s y 1940s se forma en Colombia un verdadero campo ciclístico en el que muchos diferentes actores participan en la organización de carreras a nivel local y regional. Hay más bicicletas, la infraestructura del país avanza, los medios de comunicación tienen mayor audiencia, hay mas apoyo de la empresa privada y hay un emergente mercado cultural en el que la gente esta dispuesta a consumir mucho más. Algunos estudiosos del ciclismo incluso localizan esa confluencia de factores mucho antes, como Julián Alonso, quien es el que, entre otras muchas cosas, ha recogido cifras de importación de bicicletas. La Vuelta es “imaginada”, a falta de mejor palabra, en 1950 y muchas personas participan de ese proceso como Donald Raskin, Efraín Forero, Pablo Camacho Montoya, Mario Martínez y Roberto Pignalosa, entre otros. Acá me gustaría resaltar que muchos personajes del campo ciclístico en Bogotá y otras ciudades conocían bien el ciclismo europeo, consumían revistas y periódicos, y soñaban con organizar una carrera por etapas que estuviera entre las mejores y mas duras del mundo. Por supuesto el apoyo de el periódico El Tiempo, y su director, Enrique Santos Castillo, es clave. Lo mismo aconteció con el Giro o el Tour, ya que esas carreras también surgieron de la mano de la prensa escrita. El apoyo de la empresa privada y sus patrocinios permite que el evento tenga algunos fondos porque organizar una carrera de ese tipo cuesta mucho dinero. Es, en resumen, gracias al aporte de mucha gente y el apoyo de muchos sectores que la Vuelta logra ser exitosa y permanecer en el tiempo.

- ¿Fue la vuelta a Colombia un proyecto cuyo relato de "país imaginado" ha servido para instalar una idea de lo que es el país? 

-Desde su incepción, La Vuelta contribuye a crear un relato sobre Colombia en el que se privilegia una visión mestiza, andina y masculina de lo nacional. Con esto no quiero decir que otros territorios y sujetos (áreas no andinas, mujeres, diferentes clases sociales, etc.) no participaran de la producción de ese relato o no fueran incluidos en él. Diría, más bien, que las circunstancias históricas y el desarrollo del ciclismo colombiano permitieron que La Vuelta a Colombia adquiriera esos significados y los privilegiaría por muchos años. La Vuelta se convirtió, rápidamente, en un espectáculo popular y masivo. Simbólicamente contribuyó a crea un “país imaginado” en el que la gente se podía empezar a sentir, quizá por primera vez, conectada e integrada. La forma como se “mapeaba” La Vuelta es útil para entender lo que estoy describiendo. En los medios impresos los mapas de la Vuelta a Colombia ofrecen una imagen totalizante, en la que la Vuelta abarca muchos territorios .
 

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Los senderos imposibles

-¿Cuál es el contenido de la "identidad colombiana" que ha aportado el ciclismo? ¿ha variado con los años?

-El ciclismo es un deporte en el que los colombianos nos representamos a nosotros mismos ante nosotros y los demás. Su aporte es importante en la medida en la que “esconde” y “visibiliza” realidades más complejas. En términos de identidad es un espacio en el que nos podemos reconocer como luchadores, trabajadores, sacrificados, ganadores, capaces de competir al más alto nivel, humildes, libres de doping, etc. Eso que nos llena de orgullo cuando decimos “Los Escarabajos.” Sin embargo, en el ciclismo también nos podemos reconocer como cosas menos placenteras. En ese sentido, creo que ese contenido que el ciclismo le aporta a la identidad nacional si cambia con el tiempo y tiene flujos y reflujos.  

Después de lo ocurrido en las elecciones presidenciales de Colombia, donde algunos ciclistas como Bernal o Quintana hicieron públicas sus decisiones de voto para elegir cargos públicos, ¿qué opinión tiene sobre la intervención de los deportistas colombianos en la política electoral? ¿estamos ante un cambio?

 Independiente de lo ideológico, pienso que es muy importante que los deportistas participen como ciudadanos del debate electoral. En relación al deporte-espectáculo gira un discurso elitista y excluyente que señala a la mayoría de los atletas como personas con limitado acceso a la educación, quienes, en consecuencia, “cultivan” su cuerpo en detrimento de su mente. La acción política es importante para re-pensar esos discursos y estereotipos. A pesar de esto, lamento dos cosas sobre la intervención de los ciclistas durante las elecciones. Una, que inicialmente su discurso fuera ambiguo a pesar de saber bien cuales eran sus preferencias, y dos, que una vez lanzados al ruedo, hayan caído en la trampa de la desinformación que caracteriza a la política electoral en estos tiempos.