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Memoria del agua

Manuel Guzmán Hennessey

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“El agua es diferente, no tiene dirección sino hermosura, corre por cada sueño de color, toma lecciones claras de la Tierra, y en esos menesteres elabora los deberes intactos de la espuma”: Pablo Neruda
 
Me llama el poeta Hereyra para decirme que a la Sierra Nevada de Santa Marta ha retornado milagrosamente la nieve. Subraya la palabra milagro y agrega su exaltación cotidiana de la vida, que tal es el oficio del poeta.
 
Más tarde me envía la fotografía tomada, desde Palomino, por el guía turístico Ronald Blanco, quien escribió en su Facebook: “Así queda la Sierra después de tres días de lluvia. El huracán Matthew sintió el llamado de la montaña que necesitaba el agua y he aquí lo que Dios trae a la vida”.
 
El día que retornó la nieve a la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia empezaba, quizás, la fase final de un largo ciclo caos orden que la llevaría, ojalá antes de que este artículo salga publicado, a la recuperación vital de su esperanza. Y como nunca es más oscuro que un minuto antes del amanecer, el martes 4 de octubre (día en que Blanco tomó la fotografía) amaneció cerrado el cielo de Colombia, como un túnel siniestro. Algunos comentaristas señalaron que probablemente habíamos empezado a debatirnos entre los más negros presagios y una incierta esperanza sobre nuestro común futuro de nación. Hoy es 14 de octubre.
 
Ya va aclarando el cielo.
 
Pongo el cánon de Pachelbel en la interpretación de sir Neville Mariner para escribir lo que voy a escribir. En la mitología de los pueblos arhuacos se dice que la vida tuvo su origen en los glaciares de la Sierra. De la vida descienden la sabiduría y el amor, la cohesión entre los seres humanos y por ende las leyes Las cumbres nevadas son consideradas guardianas del honor y de la dignidad entre los seres humanos y la naturaleza. Equilibrio superior de un microcosmos que halla su correlato en el macrocosmos.
 
Pero un informe sobre la proyección del retroceso de los glaciares en Colombia, del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM) y la Universidad Nacional (UN) señala que en la Sierra Nevada de Santa Marta anualmente se pierde el 1,3% de su casquete de hielo. Y la Fundación Pro Sierra Nevada ha advertido que se ha acelerado el descongelamiento de los nevados, señalando que en 2040 es posible que ya “no existan”. Este es el ecosistema de montaña costera más alto del mundo. Situado a tan sólo 42 kilómetros de la costa del mar Caribe, se empina vigorosamente sobre el continente hasta una altura de 5.775 metros. La Sierra cubre una superficie total de 17.000 kilómetros cuadrados correspondientes a los departamentos del Magdalena, Cesar y La Guajira.

Hereyra es persistente, y compenetrado como está con la naturaleza no es ajeno al problema de la Ciénaga grande de Santa Marta que Sandra Vilardy ha venido denunciando con rigor científico. Se trata, sencillamente, de personas que han venido robándose el territorio, pero Hereyra me ha dicho que la Ciénaga es más sabia y que en su desbordamiento aparentemente causado por las lluvias lo que ha de leerse es la ocupación natural de sus terrenos recobrados, es decir, la fuerza de la vida se impone aquí sobre el saqueo criminal de los usurpadores.
 
Pensando en todo esto recordé que tanto en la recuperación aparentemente milagrosa de la Sierra Nevada, causada ‘aparentemente’ por el huracán Matthew, y la recuperación de los terrenos de la Ciénaga grande, causada ‘aparentemente, por unas lluvias intensas, lo que se pone de presente es la memoria de la vida que se expresa en la memoria del agua. La memoria de la montaña y la memoria de la Ciénaga.
 
La hipótesis de los campos morfogenéticos formulada por Rupert Sheldrake así parece confirmarlo. Según esta hipótesis, también llamada de la causación formativa, el comportamiento y la evolución de los sistemas físicos está relacionado con una especie de memoria genética que acumula la información de vida que tuvieron esos mismos sistemas en una época pasada. Los sistemas se organizan del mismo modo que, en el pasado, se organizaron sistemas similares. Las moléculas de un determinado compuesto químico, por ejemplo, anota Sheldrake, cristalizan según una determinada pauta en virtud de que esa misma sustancia cristalizó así en el pasado. Una planta asume la forma característica de su especie debido a que los miembros de esa especie en el pasado asumieron esa misma forma. Un animal actúa instintivamente de un determinado modo porque animales similares se comportaron antes de esta mima manera.
 
La teoría de la resonancia mórfica, también conocida como la teoría M o la hipótesis morfogenética, explica Sheldrake, es un principio de memoria en la naturaleza.
 
Todo lo similar dentro de un sistema autoorganizado será influido por todo lo que ha sucedido en el pasado, y todo lo que suceda en el futuro en un sistema similar será influido por lo que sucede en el presente. Se trata de una memoria en la naturaleza (de la vida) basada en la similitud, y se aplica tanto a átomos como a moléculas, cristales, organismos vivos, animales, plantas, cerebros, sociedades y, también, a planetas y galaxias, ecosistemas específicos y reductos de tierra, mar o aire.
 
Así que es, al mismo tiempo, un principio de memoria y una explicación ‘del hábito y la costumbre’ en la naturaleza. Que se explica desde una visión modificada del materialismo que postulan tanto la física mecánica clásica como la filosofía positivista lógica. Según estas disciplinas, la materia es lo único real, de manera que todo lo que existe depende de la materia. Pero la física cuántica descubrió que la materia no se comporta como una entidad mecánica o predecible sino que adquiere las formas y las contingencias del azar de acuerdo a la necesidad que tienen las partículas de adaptarse a nuevos ambientes donde estas partículas pueden ser incluso formas de energías, ondas o bloques rígidos y todo esto de manera indistinta, simultánea o aleatoria. 
 
La visión modificada del materialismo que postula Sheldrake bien podría darnos algunas pistas para entender el fenómeno de la recuperación súbita y ‘milagrosa’ de la Sierra Nevada de Santa Marta, o de la Ciénaga grande de Santa Marta. Pero también de los casquetes polares árticos o algunos ecosistemas de tundras o permafrost cuya recuperación pese a los datos del calentamiento global, suelen desconcertar a los centros de investigación científica del mundo que hacen seguimiento al cambio climático global.
 
Lo que introduce la hipótesis de la causación formativa en el contexto de un nuevo materialismo donde la materia no se comporta de manera predecible y mecánica, es la idea de que el Universo está realmente compuesto de materia y energía eternas o de origen desconocido, que trasciende quizás el momento del Big Bang o de los famosos primeros tres segundos durante los cuales se desencadenó la sopa primigenia de los compuestos del carbono para generar lo que hoy somos como unidad cósmica diferenciada de las demás entidades que componen el inasible e ignoto ¡Universo! ahora puesto entre admirativas.
 
Sí, es muy probable que la explicación de la súbita nevada de la Sierra se encuentre en el episodio del huracán Matthew, pero no nos resultará posible soslayar una hipótesis más cercana de la poesía que de la física, si partimos de la amenaza de la vida que ha demostrado más la física que la poesía, pero cuya solución probablemente dependa más de esta última que de la primera. Esta hipótesis bien se puede enunciar como la de la memoria del agua. Líquido primordial que sostiene todas las formas de vidas y centro fundamental de la amenaza climática.

Poetas como Hereyra y Octavio Paz, han tenido intuiciones similares a las del científico Sheldrake para explicarse la memoria del agua. Octavio Paz escribió: "Todo es presencia, todos los siglos son este Presente". Hereyra dijo: “Vi a la historia del hombre avanzar enceguecida a recobrar la inocencia mineral, vegetal, animal, cósmica”.
 
Sheldrake sugiere que la naturaleza misma es memoria, que el espacio es una especie de inmensa biblioteca que transmite la información que almacena la repitencia de lo que es como si el libro de la vida nos revelara la noción de totalidad en cada cosa, en cada espacio, en cada tiempo.
 
Y esta interconexión a distancia entre los miembros de un grupo, de una especie, de un reino e incluso de un planeta, como sostiene Alejandro Martínez, llevada a cabo en diferentes niveles e intensidades, nos revela una nueva concepción ética que abarca todas las manifestaciones de la existencia, para defender mejor la vida que nos es común: las montañas, las ciénagas, el agua y el aire enteros, el cielo, la alegría.
 
Recomiendo a quienes quieran profundizar sobre la hipótesis de la causación formativa que lean el libro “De perros que saben que sus amos están de regreso a casa” de Sheldrake, y que visiten su sitio web: www.sheldrake.com