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Cambio tecnológico y sociedad: ¿Cómo fomentar una relación más sana?

Roberto Fortich Mesa

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En los siglos XVIII y XIX la Revolución Industrial marcó un hito en la historia de la civilización occidental. Alteró dramáticamente el estilo de vida de la gente, cambió hábitos de trabajo y de ocio, e inauguró una era de patrones de alto consumo. Dos siglos después, desde la década de 1970, el mundo comenzó a ser sacudido por una nueva revolución: la digital. El impacto que la masificación de computadores y celulares está teniendo sobre la sociedad puede ser igual de significativo que el que tuvo la Revolución Industrial. Sin duda, las revoluciones tecnológicas han cambiado al ser humano de formas profundas, tanto en el aspecto económico como en el social. En este ensayo se enuncian las conexiones más apropiadas entre el cambio tecnológico y la economía, que se resumen en recomendaciones de diseño institucional para crear capacidades tecnológicas.
 
La tecnología ha invadido hasta los últimos rincones de nuestra sociedad, con avances en distintas áreas del conocimiento. La velocidad a la que se difunde es muy alta, por ejemplo: la densidad de los microchips se duplica cada 18 meses al tiempo que los costos permanecen constantes.

En el campo de las telecomunicaciones, las redes sociales se han popularizado inmensamente. Gracias a los teléfonos celulares, cualquiera tiene acceso a un mundo de oportunidades para expresar su individualidad, compartir fotografías, eventos, o simplemente comunicar su estado de ánimo. Del otro lado de la red, cualquiera de estas manifestaciones de personalidad puede convertirse en un fenómeno viral.  Ni siquiera en los albores del internet se avizoraba el poder que llegarían a tener las redes sociales digitales.
 
En el sector de la construcción se han producido cambios en la tecnología de la soldadura, el proceso por el cual el ser humano logra fortalecer las articulaciones de dos piezas de metal. La soldadura de pulso magnético, por ejemplo, es un proceso limpio y ecológico que no produce humos o radiaciones. Por medio de la emisión de un pequeño pulso electromagnético se genera un refinamiento de microestructuras que endurece y pega los materiales, así sean de distinta naturaleza. 
 
Los radiotransmisores de alta gama (e.g. los empleados por el ejército), se han beneficiado enormemente de innovaciones en los filtros mecánicos.  En este tipo de procesadores se combinan piezas de transductores y resonadores en complicados diseños de circuitos que aprovechan los principios electromagnéticos para operar.  En sus versiones más modernas, se están fabricando con materiales de microtecnología como el silicio, que permite que los radios transmitan en frecuencias mucho más altas.
 
En el campo de la informática uno de los avances más deslumbrantes es el de la computación paralela. Esta tecnología funciona así: el problema que se desea procesar es descompuesto en partes independientes de forma que cada elemento pueda ejecutar su parte del algoritmo simultáneamente con el resto. Los procesadores multinúcleo de las computadoras más modernas emplean computación paralela para ejecutar comandos a una velocidad mayor, con menores riesgos de sobrecalentamiento.
 
Los anteriores ejemplos ilustran algunas aplicaciones sobresalientes de innovaciones técnicas a actividades productivas. Pero ¿qué es exactamente el cambio tecnológico? En primer lugar, es más preciso hablar de mejoras tecnológicas para excluir semánticamente la posibilidad de cambios negativos o detrimentales. Segundo, sabemos que algo que tienen en común las mejoras tecnológicas es que son una de las soluciones a la escasez que tantas veces obstaculiza los sueños y deseos humanos.  En otras palabras, mientras que en condiciones normales, los insumos que usa una empresa sólo le alcanzan para unos pocos fines y usos y se crea una frontera de posibilidades de producción que separa lo que se puede producir y consumir de lo que no; las alternativas ubicadas más allá de esa frontera sí se vuelven alcanzables cuando la empresa desarrolla una mejora en su tecnología.
 
La magia del cambio tecnológico consiste en permitir que con una misma combinación de insumos una empresa pueda producir una cantidad mayor de producto.  Pensemos en la introducción de la electricidad en el siglo XX permitió el uso máquinas para procesos industriales que eran mejores que las anteriores operadas por vapor: eran más pequeñas, más seguras, y más silenciosas. Una fábrica con máquinas de vapor produce menos unidades por trabajador o por hora que otra fábrica con iguales insumos pero que opera máquinas eléctricas.
 
El crecimiento de la tasa a la que una sociedad crea nuevas tecnologías permite expandir la frontera tecnológica y esto se logra únicamente con nuevos descubrimientos. Esta velocidad del cambio tecnológico se define desde los laboratorios de I+D de las mayores empresas de algunos pocos países como Estados Unidos, Corea del Sur, Taiwán, China, India, Alemania, Suecia y Finlandia. Las capacidades de los trabajadores de estas industrias líderes en alta tecnología suelen ser las mejores del mundo. Por ejemplo, en Apple, el equipo de ingenieros del Departamento de nuevas tecnologías es descrito como un equipo de "magos". Su director actual es un  ingeniero israelí de 51 años quien no sólo debe promover mejoras técnicas sino administrar sus productos como si fuesen formas de arte.  
 
Estas empresas están a la vanguardia de la manufactura de hardware de alta tecnología y cuentan con presupuestos astronómicos para ejecutar sus proyectos. Para las empresas en la frontera, si bien invertir en I+D es una política y un compromiso adquirido, también representa un excelente negocio per se. Por un lado, la magnitud de los beneficios en valor de la empresa es significativamente alto, en palabras de Oppenheimer (2014): “No es casualidad que al momento de escribir estas líneas, una empresa como Apple valga 20% más que todo el producto bruto de Argentina, y más del doble del producto bruto de Venezuela”. Por otro lado, las tasas de retorno de la inversión en I+D se ha encontrado que oscilan en el rango de 20% a 30%, para países desarrollados durante los últimos 50 años. Estos rendimientos son superiores (aproximadamente el doble) a los que rinden las inversiones de capital tradicionales porque reflejan no solo la mayor productividad sino también el mayor riesgo del capital de I+D en relación con el capital ordinario (Lev, 1999).
 
Cuando las empresas de un sector o un país crean mejoras tecnológicas están impactando positivamente sobre el crecimiento económico. Las economías crecen cuando consiguen aumentar la inversión y las exportaciones, aunque no suelen crecer ininterrumpidamente sino en ciclos de auge y recesión.  Las economías crecen, decrecen, y vuelven a crecer,  en ciclos que duran en promedio cinco años, desde el punto más bajo hasta el siguiente punto más bajo.
 
En plazos más largos a los cinco años los países que tienen un mayor crecimiento son aquellos que consiguen mayores mejoras de productividad mediante cambio tecnológico. Corea del Sur, por ejemplo, se comprometió desde principios de la década de 1970 a imitar las políticas públicas japonesas de I+D, dirigida por el gobierno en un inicio, quien luego cedió la batuta a grandes empresas privadas. De ese modo, Corea del Sur ha conseguido tasas de crecimiento anuales del 5% o superiores durante cinco décadas.
 
Para los economistas, los beneficios económicos se conectan directamente con modelos teóricos de crecimiento de la economía.  Se ha conjeturado que el crecimiento de la producción  y el cambio tecnológico tienen una interdependencia y una circularidad con variables de insumos, lo que se conoce como crecimiento endógeno (Romer, 1990). Algunos estudios que prueban si estos modelos son consistentes con datos de cuentas económicas nacionales agregadas, sugieren que sí existe evidencia de que la productividad total de los factores representa un buen indicador del cambio tecnológico y que de algún modo genera un impacto positivo sobre el crecimiento de los países.
 
Estos beneficios económicos, además, se multiplican por "efectos derrame" en los que un descubrimiento en un sector de la economía puede desencadenar nuevos caminos de investigación en otro (i.e. como cuando la fibra sintética inicialmente desarrollada al interior de la industria química fue luego aplicada en la industria textil). También es frecuente que se produzcan efectos de retroalimentación positiva o círculos virtuosos durante la creación de tecnología. Ese fue el caso de los primeros motores que surgieron durante la era de herreros que carecían de completa comprensión teórica sobre su funcionamiento, pero que luego sirvieron de inspiración para que otros los revisaran, y captaran su significado de modo más científico.  Estos avances teóricos, a su vez, regresarían al campo de los inventores, quienes armados de una mejor comprensión de la ingeniería detrás de estos motores, pudieron construirlos de formas más eficientes (Mokyr, 2005).
 
No podemos pretender que los beneficios de estas tasas de crecimiento económico sean completamente percibidos en países emergentes porque en ellos simplemente no existe un sector de alta tecnología lo suficientemente competitivo.  Si no existe este sector entonces un país no puede acceder a mejoras tecnológicas inventándolas sino más bien adoptando las ya existentes.  Lo importante al fin y al cabo es que las empresas puedan implementar mejoras productivas, independientemente de cómo las consigan.
 
A esta estrategia de sentarse a esperar la llegada de tecnologías ajenas se le conoce como "difusión y adopción".  Es menos costosa que la creación, y debería permitir que cualquier país se ponga al día en la carrera tecnológica (Benhabib y Spiegel, 2005). En realidad, la mayor parte de los países del mundo están en esta categoría, relegados a un segundo plano en comparación con los países líderes (Zeira, 1998).
 
Los beneficios de tener sociedades modernas que hayan adoptado, vía difusión, mejores tecnologías han sido enormes.  En la composición de los hogares y en la transición demográfica, por ejemplo, el cambio tecnológico fue fundamental. Hemos pasado de tener familias con siete hijos en promedio, en el sector rural y con baja educación, a tener familias típicas que viven en áreas urbanas, con sólo dos hijos, y con una educación de al menos bachillerato (Greenwood y Seshadri, 2005).
 
Estos efectos benéficos de la tecnología no han irrigado a todas las regiones del mundo por igual.  Algunos países no han podido aumentar la tasa de crecimiento de su productividad total de factores porque se encuentran ubicados a una distancia muy lejana de la frontera tecnológica.  Cuando el nivel de productividad de un país es demasiado bajo es difícil que despegue hacia un estado de "ponerse al día" que le permita implementar los avances mediante difusión/adopción (Benhabib y Spiegel, 2005).
 
Dado que existen diferencias en el punto de partida desde el cual los países emprenden la carrera tecnológica, algunos observadores a denunciar la presencia de una brecha digital, caracterizada porque algunas regiones ricas tienen un acceso mucho mayor a tecnologías de la información que otras regiones pobres. Las ganancias de productividad derivadas de las tecnologías de la información entonces no son completamente benignas porque, dejadas a su merced, pueden acentuar las brechas interregionales.
 
Y es que poseer un desarrollado sector de alta tecnología no siempre es una virtud para los países anfitriones que simplemente pueda ser imitada por el resto.  Zeira (1998) señala como explicación una peculiaridad de las mejoras tecnológicas: muchas veces estas no reducen la cantidad de todos los insumos requeridos por unidad de producto sino que suelen reducir el insumo trabajo a la vez que exigen un aumento del insumo capital. Para que las empresas puedan adoptar más de estas tecnologías, deben primero subir sus niveles de capital para poder adquirir las máquinas necesarias en las que vienen incorporadas.  Ahora, en sociedades en las que el costo del capital es muy alto, se genera un obstáculo a la entrada para cualquiera que desee adoptar nuevas tecnologías.  Tal vez por eso sea que solo las grandes empresas de economías emergentes suelen adoptar nuevas tecnologías, mientras que a las pequeñas les cuesta más lograrlo.
 
Estas inequidades, injusticias y trampas del cambio tecnológico se suelen enfrentar con un remedio elemental: el capital humano.  En los modelos de crecimiento endógeno, por ejemplo, se considera que invertir en capital humano es una variable crítica promover un despegue de las sociedades hacia la frontera tecnológica. La formación de más científicos, ingenieros y administradores con altas capacidades debería subsanar las fallas que impidan el "ponerse al día" tecnológico.
 
Y sin embargo, esta visión no es del todo cierta.  Mokyr (2005) encuentra como, a pesar de que Francia fue el primer país que redujo sus tasas de natalidad paradójicamente no fue el país en el que empezó la Revolución Industrial. En Gran Bretaña la natalidad no caería sino hasta mediados de los 1870s, un siglo después de haber sido la cuna inicio de la Revolución Industrial. Es paradójico que la alta natalidad en Gran Bretaña (un serio problema de capital humano) no le haya sido desventajoso para iniciar cambio tecnológico a gran escala.

 

Diferencias en capital humano aumentan el riesgo de generar desigualdades salariales crónicas. Esto ocurrirá siempre que un país tenga un grupo de obreros y otro de científicos, en los que se aumentarán las brechas por razón de la tecnología.  En Estados Unidos, por ejemplo, en 1963 el diferencial salarial entre el percentil 90 y el 10 en Estados Unidos era de 1:19, mientras que para 1995 había aumentado a 1:54.
 
Según Shi (2002) el cambio tecnológico sesgado a trabajos calificados puede ser el responsable del aumento en las brechas salariales.  Su explicación va en la vía de tomar por separado a los grupos de trabajadores calificados y no calificados.  Si se produce un cambio tecnológico en sectores de alta tecnología es de esperar que, simultáneamente, aumente la inequidad salarial intragrupo en el grupo de no calificados, porque ahora ellos querrán postularse más y más a trabajos en estos sectores. 
 
Si se pasan suficientes trabajadores hacia puestos mejor remunerados entonces se cambia la distribución de probabilidad de los salarios de los no calificados, porque la cola derecha lucirá más gruesa. ¿El resultado? Más inequidad, porque recuérdese que para una misma varianza, una cola gruesa implica un mayor chance de desviaciones extremas (trabajadores no calificados ganando salarios altos) y un menor chance de casos medianos (trabajadores no calificados ganando salarios medios).
 
Otro aspecto negativo de las revoluciones tecnológicas es que si bien son apreciadas por los inversionistas como actividades que aumentan valor (Lev (1999) afirma que los mercados de capitales responden bien a las inversiones en I+D), desafortunadamente suelen estar acompañadas de patrones tipo "burbuja" en los precios de las acciones de las empresas innovadoras.  Así ocurrió con la burbuja de la fiebre del Internet de finales de la década de 1990, y antes con la revolución biotecnológica de comienzos de los 1960s (Ladner y Veronessi, 2009).
 
El impacto positivo del cambio tecnológico, en conclusión, debe ser mirado con una cautela y sin excesos de optimismo. Para los historiadores económicos que han estudiado periodos previos a la Revolución Industrial, la tecnología no era un factor imprescindible a la hora de explicar los casos antiguos de crecimiento económico (Mokyr, 2005).  Quizá una economía pueda crecer en el largo plazo sin necesidad de mejoras tecnológicas, solo con presencia de buenas instituciones.
 
En este sentido, la investigación sobre tecnología y sociedad se está redirigiendo en los últimos años hacia el estudio de los diseños institucionales que propician un cambio tecnológico sano.  En el lenguaje de este campo de investigación, ahora se habla de "capacidades tecnológicas" para describir, inicialmente, el ascenso de Corea del Sur como fuerza motriz tecnológica de primer nivel en el mundo. Luego estas capacidades se cree que describen la preparación previa del terreno institucional que debe implementar cualquier país con rezago tecnológico, y que debe contener: esfuerzos conscientes de actores públicos y privados, introducción de mejoras graduales, y seguimiento de una secuencia de implementación-asimilación-mejora de la tecnología (Fagerberg, Srholec, y Verspagen, 2010).
 
No deja de ser cierto que los países que no le sigan el ritmo al cambio tecnológico global con frecuencia colapsan, incapaces de sostener su nivel de calidad de vida (“A new map of the world, 2000). Pero el impacto del cambio tecnológico debe mirarse en conjunto con las políticas públicas que incentivan su creación y adopción para que un país logre insertarse en la carrera tecnológica de forma inteligente.
 
Referencias

 
1. A new map of the world, (2000, 22 de junio). The Economist.
 
2. Benhabib, Jess., y Spiegel, Mark. (2005). Human Capital and Technology Diffusion, En: Philippe Aghion y Steven N. Durlauf, Editor(es), Handbook of Economic Growth, Elsevier, 2005, Volumen 1, Parte A, pp. 935-966, http://dx.doi.org/10.1016/S1574-0684(05)01013-0.
 
3. Fagerberg, Jan., Srholec, Martin., y Verspagen, Bart. (2010). Innovation and Economic Development, En: Bronwyn H. Hall y Nathan Rosenberg, Editor(es), Handbook of the Economics of Innovation, North-Holland, 2010, Volumen 2, pp. 833-872, http://dx.doi.org/10.1016/S0169-7218(10)02004-6.
 
4. Greenwood, Jeremy., y Seshadri, Ananth. (2005). Technological Progress and Economic Transformation, En: Philippe Aghion y Steven N. Durlauf, Editor(es), Handbook of Economic Growth, Elsevier, 2005, Volumen 1, Parte B, pp. 1225-1273, http://dx.doi.org/10.1016/S1574-0684(05)01019-1
 
5. Hall, Bronwyn., Mairesse, Jacques., y Mohnen, Pierre. (2010). Measuring the Returns to R&D, En: Bronwyn H. Hall y Nathan Rosenberg, Editor(es), Handbook of the Economics of Innovation, North-Holland, 2010, Volume 2, pp. 1033-1082, http://dx.doi.org/10.1016/S0169-7218(10)02008-3
 
6. Lev, Baruch. (1999). “R&D and capital markets”, Journal of Applied Corporate Finance, 11(4), 21-35.
 
7. Mokyr, Joel. (2005). Long-Term Economic Growth and the History of Technology, En:
Philippe Aghion y Steven N. Durlauf, Editor(es), Handbook of Economic Growth, Elsevier, 2005, Volume 1, Parte B, pp. 1113-1180, http://dx.doi.org/10.1016/S1574-0684(05)01017-8.
 
8. Oppenheimer, Andrés. (2014). ¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves la innovación. Bogotá: Penguim Random House Grupo Editorial.
 
9. Ladner, Peter., y Veronesi, Pietro. (2009). Technological Revolutions and Stock Prices. American Economic Review, 99(4), 1451-1483.
 
10. Romer, Paul. (1990). Endogenous Technological Change, Journal of Political Economy, 98(5), S71-S102.
 
11. Shi, Shouyong. (2002). A Directed Search Model of Inequality with Heterogeneous Skills and Skill-Biased Technology. Review of Economic Studies, 69(2), 467-491.
 
12. Zeira, Joseph. (1998). Workers, Machines, and Economic Growth. Quarterly Journal of Economics, 113(4), 1091-1117.