Skip to main content

La censura, siempre presente en la historia del libro (II)

Jaime Restrepo Z

censura-libro
La censura, siempre presente en la historia del libro, también dejó sus huellas en la biblioteca antigua del Colegio Mayor (II)

Tanto la “Leyenda negra” como la “Leyenda rosa”, creadas para denigrar o para canonizar actuaciones del pasado, han resultado perjudiciales para la verdad histórica. Por interesadas, exageradas, parciales e incompletas, las condenas o las absoluciones generales siempre son sospechosas. Por ello, si es incorrecto exagerar errores del pasado, tampoco es adecuado negar o minimizar el peso coactivo y el poder atemorizante que tuvo la censura inquisitorial:

La desmitificación de la “leyenda negra” construida en torno a la obra de las inquisiciones algunas veces ha llevado a subvaluar los pesados condicionamientos que en cada caso aquellas estructuras represivas habían implicado. (INFELISE. Mario. Libros prohibidos. Una historia de la censura. Buenos Aires, 2004, pág. 102).

“Conquassabit capita in terra multorum”, “Quebrantará cráneos sobre la ancha tierra” (Salmo 110,6). Portada de las Institutiones Catholicae de Santiago de Simancas. Valladolid. Imprenta de Egidio de Colomies. 1552 (N° topográfico actual: E20 N040 Ej.1)
Conquassabit capita in terra multorum, “quebrantará cráneos sobre la ancha tierra” (Salmo 110,6). Portada de las Institutiones Catholicae de Santiago de Simancas. Valladolid. Imprenta de Egidio de Colomies. 1552 (N° topográfico actual: E20 N040 Ej.1).

Interesadas, exageradas, parciales e incompletas son las condenas o las absoluciones generales.

La censura golpeó de muchas maneras a sus víctimas. Afectó a editores e impresores. Suele afirmarse que los datos que aparecen en la parte inferior de las “portadas” (pie de imprenta) correspondían a una mejor identificación de las obras y a los intereses publicitarios de los editores o impresores, que vendían sus propios libros. Pero es solo una parte de la verdad. En la Instrucción del Concilio de Trento, se dice expresamente que obispos e inquisidores “vigilarán muy bien que en la impresión de cada libro se anote, al principio y al final, el nombre del impresor, el lugar de impresión y la fecha” (Instructiopág. 21). Los impresores, editores y libreros deben estar claramente identificados y sus instalaciones perfectamente ubicadas. Eras varias -y graves- las amenazas que pendían sobre ellos y sobre los que poseían los libros señalados:

Ninguno de los susodichos sea osado de aquí adelante, a tener, comprar, o vender libro, o libros prohibidos por nuestro Índice, o por Edicto de los Inquisidores, ni otros libros heréticos, so pena por la primera vez de suspensión del oficio, o trato de libros por dos años, y de destierro del lugar donde le exerciere, y doze leguas a la redonda por los mismos dos años, y de doscientos ducados para los dichos gastos. Y por la segunda vez la pena doblada… (REGLA XVI. Mandato a los libreros, corredores y tratantes de libros).

Pero la censura también pesaba gravemente sobre los autores, amenazando no solo su libertad de pensamiento y expresión, sino su situación económica y su buen nombre. No era necesario llegar al potro de tortura; los censores violentaban de muchas otras maneras, que equivalían a una muerte civil. Hay marcas que pesan como estigmas durante mucho tiempo: “Autor condenado. Su obra prohibida hasta ahora” (E.8 N° 16); “Autor condenado; pero obra permitida” (E 16 n° 135).

Y lo que pregonaban las normas, se reforzaba y reiteraba con imágenes que, como su nombre indica, ayudaban a configurar el “imaginario” y la mentalidad colectivos.

En la parte inferior, Santos Doctores que pisotean a otros personajes que se arrastran por el suelo: los herejes. Entre los primeros, pueden identificarse San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Atanasio, San Ireneo y San Gregorio de Nissa. Entre los herejes aplastados: Eutiques, Juliano el Apóstata, Pelagio, Montano, Eunomio, Nestorio, Juveniano, Prisciliano y Valentín …Se lee sobre ellos: “Están muertos los que reclamaban la vida de la Iglesia”. (N° topográfico actual: E20 N065 V.1 T.1 Ej.1).
En la parte inferior, santos doctores pisotean a otros personajes que se arrastran por el suelo: los herejes. Entre los primeros, pueden identificarse los santos Agustín, Jerónimo, Ambrosio, Atanasio, Ireneo y Gregorio de Nissa. Entre los herejes aplastados: Eutiques, Juliano el Apóstata, Pelagio, Montano, Eunomio, Nestorio, Juveniano, Prisciliano y Valentín… Se lee sobre ellos: “Están muertos los que reclamaban la vida de la Iglesia”. (N° topográfico actual: E20 N065 V.1 T.1 Ej.1). Como una reacción a esta presión, surge una primera forma de defensa: las declaraciones y “profesiones” de ortodoxia” y de fidelidad a la Iglesia, con las cuales autores, editores e impresores pretendían salvaguardarse anticipadamente. Veamos algunos ejemplos tomados de esta Biblioteca Antigua:
Las figuras de San Pedro (sobre un pedestal que dice: “Venció a los herejes”) y de San Pablo (sobre otro pedestal enfrentado, que dice: “Sometió a los gentiles”). En la parte inferior, al centro, la alegoría de la Iglesia, que sostiene la cruz con la derecha; en su mano izquierda tiene la Tiara y las Llaves, emblemas del Papado, sobre los que se posa el Espíritu Santo. A ambos lados, dos figuras (de rodillas y encadenadas) que representan a los herejes (representados como Medusa) y al paganismo. En la parte inferior, una leyenda latina que dice: “Me levantó sobre la roca y exaltó ahora mi cabeza por encima de mis enemigos”
Las figuras de san Pedro (sobre un pedestal que dice: “Venció a los herejes”) y de san Pablo (sobre otro pedestal enfrentado, que dice: “Sometió a los gentiles”). En la parte inferior, al centro, la alegoría de la Iglesia, que sostiene la cruz con la derecha; en su mano izquierda tiene la Tiara y las Llaves, emblemas del papado, sobre los que se posa el Espíritu Santo. A ambos lados, dos figuras (de rodillas y encadenadas) que representan a los herejes (representados como Medusa) y al paganismo. En la parte inferior, una leyenda latina que dice: “Me levantó sobre la roca y exaltó ahora mi cabeza por encima de mis enemigos”.

  • “Omnia manent sub censura et correctione Sacrosanctae Matris Catholicae et Apostolicae Ecclesiae” [Todo lo dicho queda sometido a la censura y corrección de la Santa Madre Iglesia Católica y Apostólica” (N° topográfico actual: E03, N073 V.1 Ej.1; página 631).
  • “Quidquid in hoc volumine scripsi et quidquid dixero Sancta romanae Ecclesiae correctioni submitto” [Todo lo que escribí en este libro y lo que diré, lo someto a la corrección de la Santa Iglesia romana]. (N° topográfico actual: E07, N002 Ej.1; página 478).
  • “Omnia iudicio et correctioni sanctae Romanae et universalis Ecclesiae subiecta sunto”. [Que todo quede sometido al juicio y la corrección de la Santa Iglesia romana universal]. (N° topográfico actual: E02 N125 Ej.1; en la portada).
  • “Cuncta, quae scripsimus, scripta volumus ad laudem Dei Omnipotentis, Beatissimae Virginis et Sanctorum Apostolorum, subjiciendo omnia censurae S. Romanae Ecclesiae”. [Todo lo que escribimos, queremos que esté escrito para alabanza de Dios Omnipotente, de la Bienaventurada Virgen y de los Santos Apóstoles; sometiéndolo todo a la cesura de la Santa Iglesia de Roma]. (N° topográfico antiguo: E 30 n° 176; pág. 485).

Si el libro había logrado evadir los controles previos y salía al mercado, había otros sistemas para censurarlo “a posteriori”: el expurgo o depuración. Consistía en un proceso mediante el cual el poseedor del libro lo presentaba a la Inquisición para que allí se cortara, tachara o anotara lo que se consideraba inconveniente o nocivo. Procedimientos que se cumplían en París, en Ginebra o en Santafé… Estas huellas también quedaron en los libros: en algunas ocasiones, como testimonio de la
tarea cumplida:

“José de Combariza, de la Santa Inquisición, corrigió este libro, de conformidad con la expurgación del juez del Santo Oficio en el año de 1612, en el Colegio de la Compañía de Jesús de Santa Fe. 8 (¿?) de mayo del año 1617. + Antonio Agustín”.
José de Combariza, de la Santa Inquisición, corrigió este libro, de conformidad con la expurgación del juez del Santo Oficio en el año de 1612, en el Colegio de la Compañía de Jesús de Santa Fe. 8 (¿?) de mayo del año 1617. + Antonio Agustín.

En otros casos, quedaba en el texto la señal inequívoca de lo que se quería suprimir o evitar:

DEMPSTER, Tomás. Antiquitatum romanorum…París. Jean Le Buc. 1613. Al respaldo de la portada, se lee “Este libro está expurgado conforme al catálogo de 1632 y según el nuebo (sic) catálogo de 1640”. (Topográfico antiguo: E 9 n° 5).

PIGNATELLI, Santiago. Novissimae consultationes canonicae… Ginebra. Hermanos De Tournes. 1719. Anteportada (V): “Expurgado Por la Santa Inquisición. Año de 1756. Doctor Antonio Agustín de Escobar. Comisionado”. (Topográfico antiguo: E 15 n° 132)

VINII, Arnoldo. Comentario a las Instituciones Imperiales... Tomo I. Lyon. Hermanos De Tournes. 1755. “Expurgado por orden del Santo Tribunal de la fe. Santa Fee. Agosto 1 de 1771. Fray Francisco de San Joaquín, calificador y censor del Santo Oficio”. (Topográfico antiguo: E 24 n° 74).

En otros casos, la “depuración” se limita a tachar textos. Y lo suelen hacer en el índice, que era el primer paso en cualquier búsqueda o consulta:

Índice del tomo primero de las Obras completas de San Aurelio Agustín, Obispo de Hipona. Basilea. Johann Froben y Nicolás Bischof (Episcopo). 1543. (E 021 N087 V.1 Ej. 1)
Índice del tomo primero de las Obras completas de san Aurelio Agustín, obispo de Hipona. Basilea. Johann Froben y Nicolás Bischof (Episcopo). 1543. (E 021 N087 V.1 Ej. 1). Un caso extremo de esta tarea de “depuración” puede consultarse en la nota publicada aquí sobre los Opuscula mathematica, philosophica et philologica de Newton.

Por Jaime Restrepo Z.

 

Compartir: