Investigar y enseñar
Paulo Córdoba
Abstract
Un debate para cerrar el 2017 pone en tela de juicio uno de los problemas más grandes que enfrenta Colombia en la actualidad: el de la educación. Dos profesores que comparten el hecho de pertenecer a una misma institución (Universidad del Rosario) lo protagonizaron: Julián López de Mesa Samudio y Sven Schuster.
Aunque la educación en general parece ser un problema que exige gran atención en el contexto colombiano, debido a que se considera que de ella depende el mejoramiento de las condiciones históricas del país; muchas prórrogas debe enfrentar todavía este asunto en la agenda de “cuestiones a solucionar” por cuenta del estado colombiano. Afortunadamente, las críticas de López de Mesa Samudio y Schuster son síntomas de una insatisfacción que ya empieza a elevarse a niveles tan álgidos, que el desbordamiento de denuncias contra el sistema de educación superior colombiano probablemente no se hará esperar.
Digo afortunadamente porque, a estas alturas, ya iba siendo hora de que posturas divergentes de considerable peso (sea por su importancia académica o por su importancia mediática) salieran a la luz pública conjuntamente gracias a un periódico de amplia difusión en Colombia, como es el caso de El Espectador.
El debate a tratar aquí se inicia, más o menos, en los siguientes términos: en el marco del tema de los rankings académicos, importa poco la investigación docente y mucho menos la educación; se trata más bien de cantidad de publicaciones al año y, eventualmente, en inglés para “sumar puntos” en un sistema de valoraciones que solo importa a los estados del fragmentado y jerarquizado organigrama “internacional”. Esto ha conllevado a la instauración de un esquema basado en la coacción de los cuerpos profesorales que obliga a los docentes a publicar en masa para no ser despedidos (López de Mesa Samudio 2017).
Pero ¿cuáles son las consecuencias de este régimen pseudo-educativo contemporáneo? La búsqueda de una respuesta a este cuestionamiento mueve a Julián López de Mesa Samudio (2017) a afirmar que en dicho sistema se ha perdido el significado de la enseñanza para cultivarse, para mejorar las condiciones históricas de personas que deberían aprender a aprender con el único objetivo de mejorar su forma de relacionarse con otras personas que han de ser consideradas como sus iguales.
Además, otra de las consecuencias de un sistema educativo como el que está en el centro de este debate, y cuya fuente primordial es el sistema norteamericano de educación superior (considerado, por lo demás, en estado de crisis en la actualidad), es el hecho de que promueve la subestimación de los estudiantes al no retribuir sus esfuerzos e inversiones para acceder a una educación superior de calidad. Hasta aquí, la argumentación de López de Mesa Samudio (2017) resulta muy acertada. El problema empieza cuando este columnista afirma que en Colombia “contratamos extranjeros para que nos expliquen quiénes somos”. Y es en este punto donde cobra relevancia la columna de opinión de Sven Schuster.
A juicio de Schuster (2017), la academia colombiana se encuentra en una suerte de “provincialismo penoso” del cual debe salir para evitar incluso la xenofobia en la que puede llegar a caer. Xenofobia de la que el propio Schuster acusa a la columna de López de Mesa Samudio.
Sin embargo, esta afirmación se sustenta en una interpretación bastante extraña del texto criticado, pues la tesis central del mismo no puede reducirse ad absurdum a la noción de que Colombia “debería dejar de contratar extranjeros y dedicarse a publicar artículos en castellano y sobre temáticas nacionales” (Schuster 2017).
Frente a la lectura de Schuster, la cual me parece un poco exagerada siguiendo la formulación que él mismo plantea de la tesis central de la columna de opinión de su contrario, me gustaría sugerir que en el fondo la columna de López de Mesa Samudio no pasa de ser un queja más contra el sistema contemporáneo basado en cantidad de publicaciones indexadas.
En efecto, la imagen de los partidos ha llegado a su punto más crítico en la historia republicana. Lo anterior permite entender por qué los políticos se presentan a la presidencia de 2018 por fuera de los ellos, aunque hay quienes afirman que la verdadera contienda inicia en enero del próximo año y que a partir de este momento los partidos revivirán porque cuentan con maquinaria política y redes clientelares. Francisco Leal Buitrago y Andrés Dávila Ladrón afirman que en “los sistemas políticos que ha experimentado la sociedad colombiana a lo largo de su historia, las relaciones de clientela han sido uno de los componentes principales. La deficiente institucionalidad del Estado ha permitido que estas relaciones hayan operado de manera destacada todo el tiempo” (1990, pág. 17).
Así, cuando este último afirma que en Colombia se contratan extranjeros para que nos expliquen la realidad del país al cual pertenecemos por cuenta de las circunstancias históricas que nos determinan, en realidad no está sugiriendo que el país debe permanecer sumido en el provincialismo que lo caracteriza y contentarse con una tradición nacionalista sustentada por el pensamiento en castellano. Por el contrario, asumo de “buena fe” –si es que aún se permiten expresiones de esta índole en el escenario académico de nuestros días– que López de Mesa Samudio está protestando contra el “exilio interior”[1] injustificado por el cual pasan muchos preparados docentes colombianos, los cuales en ocasiones debieron ceder sus lugares de enseñanza a investigadores extranjeros por no cumplir con los absurdos requisitos de “investigación” estipulados por un estado que intenta estimular un sistema educativo casi fallido, como es el caso del estadounidense.
Ahora bien, para plantear la interpretación de aquello que puede ser la tesis central de López de Mesa Samudio en su columna me baso en tres principios hermenéuticos que me sugieren siempre presuponer que todo texto tiene una coherencia (sentido y orden), pretende decir una verdad (inicialmente aletheia y después verdad por correspondencia), y también que con todo texto resulta posible familiarizarse (encontrar puntos de consenso) (Gadamer 1999, pp. 296-305). No estoy seguro de que Schuster siga estos mismos principios –por lo menos no de manera atenta– pero me gustaría presuponer que al menos lo intenta, a pesar de que pueda cometer en el proceso alguna sobre-interpretación.
En consecuencia, creo que en el trasfondo del debate entre Schuster y López de Mesa Samudio subyace algo que debe seguir siendo revisado con particular atención aún en nuestros días: el problema de la comunicación entre los seres humanos que se ha venido estudiando en el ámbito de la hermenéutica contemporánea con particular atención.
Ello lo único que demuestra es que aún en la “academia” estamos lejos de llegar a comprender y a comprendernos, sobre todo porque cada vez que alguien afirma algo queremos saltarnos todo el proceso de comprensión que nos obliga primero a ver hasta qué punto lo que esa persona afirma tiene sentido, tiene pretensiones de verdad y puede llegar a interpelarnos; para pasar de una buena vez a refutar su planteamiento, sin escuchar cuidadosamente, sin comprender a cabalidad. como si de una guerra se tratara. y que sus capacidades de enseñanza respondan a las exigencias del contexto colombiano.
Bibliografía
Philologica Canariensia. Revista de Filología de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, nº 20 (2014): 51-71.
Verdad y Método II, 181-194. Salamanca: Sígueme, 2015.
Gadamer, Hans-Georg. Verdade e Método. Petrópolis: Vozes, 1999.
Goñi, Javier. «El exilio interior.» El País.com, 27 de Julio de 2007.
Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, 2014.
López de Mesa Samudio, Julián. «Publica y muere.» El Espectador.com, 13 de Diciembre de 2017.
Schuster, Sven. «Contra el nacionalismo académico.» El Espectador.com, 20 de Diciembre de 2017.
[1 ]El término, propuesto por primera vez por el español Miguel Salabert en una novela que lo lleva por título (Goñi 2007), se mantiene intacto desde entonces: repliegue de la vida pública al ámbito privado, debido a que no se le garantiza a quien se “exilia interiormente” una vida basada en el respeto de su pensamiento y palabra. Para un caso específico de alguien que sufrió un exilio interior, puede estudiarse la vida del español Vicente Aleixandre (Duque Amusco 2014, pp. 61-63).
[2] Esta tesis parte de la teoría heideggeriana que sostiene que ninguna comprensión logra alguna vez ser acabada (Heidegger, 2014, §32, pp. 166-172). Pero ello no quiere decir que, entonces, la tarea de la comprensión deba ser relegada de la agenda de mejoramiento de las condiciones históricas del mundo que nos circunda.