El liderazgo en la vida cotidiana
Ismael Iriarte Ramírez
Ismael Iriarte Ramírez
“El liderazgo personal no consiste en una sola experiencia. No empieza y termina con la redacción de un enunciado de la misión personal. Se trata más bien de un proceso que consiste en mantener en mente la propia visión y los propios valores, y en organizar la vida para que sea congruente con las cosas más importantes”
Stephen Covey
Al abordar el tema del liderazgo resulta casi inevitable asociar el término con la gestión de sobresalientes ejecutivos al frente organizaciones, corriendo el riesgo –en muchas ocasiones– de pasar por alto que el escenario natural para ejercerlo se encuentra en la propia cotidianidad y que la empresa que con mayor interés y disciplina se debe liderar, es la emprendida con el proyecto de vida.
Esta determinación para asumir el control de la propia existencia, más allá de las variantes imposibles de controlar, como la crisis sanitaria que atraviesa el mundo actualmente, determina en buena parte el talante de los líderes. La vocación para generar grandes transformaciones en nuestras vidas y en las de nuestro círculo más íntimo, a través de pequeñas acciones concretas, sistemáticas y constantes, brinda la noción del modelo de liderazgo que podría considerarse como deseable y que en la práctica podría aplicarse a cualquier escala.
En la figura de la familia encontramos una aproximación bastante precisa a la transformación de los modelos de liderazgo y ese paralelismo no solo se advierte en la composición tradicional de esta institución, sino que también se puede apreciar en las estructuras cambiantes y diversas de la familia actual. De esta forma la figura del líder padre, o paternalista, que guía e incluso enseña con una mezcla de paciente condescendencia y severidad, ha dejado su espacio al líder colaborador, que se asemeja más a un hermano o un amigo, que orienta y aconseja, desde una posición más cercana y accesible, que reconoce no solo sus limitaciones y fortalezas, sino también los méritos de quienes los rodean. Y es esta última clase de líder, la que resulta más beneficiosa para las organizaciones.
Semper Fi
De regreso a la perspectiva empresarial los atributos descritos anteriormente cobran una mayor relevancia y entonces además de un espíritu colaborador se hace indispensable adoptar –orientaciones ideológicas aparte– la actitud de los líderes del cuerpo de marines de los Estados Unidos, quienes al acampar con su compañía en medio de alguna misión dejan que coman en primer lugar los más jóvenes del grupo, pasando por los de mayor experiencia, hasta que llegue finalmente su turno, aun corriendo el riesgo de no recibir su ración, como lo señala Simon Sinek en su obra Los líderes comen de último.
No implica lo anterior una tendencia a la abnegación, pero sí un interés auténtico por el bienestar de los miembros del equipo de trabajo y en general de las personas que se encuentran alrededor, lo que lleva a facilitar e impulsar el crecimiento personal y profesional de cada uno de ellos y a potenciar sus habilidades y talentos. Esto, sumado a otras características como la constante búsqueda de la excelencia; la capacidad de movilizar y motivar a los miembros del equipo de trabajo dando ejemplo de entrega y dedicación; la toma de decisiones adecuadas en los momentos necesarios; y sobre todo la disposición para ceder estratégicamente el propio liderazgo, al reconocer las fortalezas de los demás frente a determinadas circunstancias, responde a la cuestión que ha motivado estas líneas.